¿Cuántos tándems creativos se han mantenido a lo largo de una década, de forma ininterrumpida? Cuesta citar alguno. Menos aún si solo consideramos aquellos dúos que se constituyeron de forma orgánica, una vez ya consolidados de forma individual y habiendo demostrado su valía de manera independiente. Desigual y Christian Lacroix forjaron un engranaje perfecto que, con el paso del tiempo, ha trascendido lo estrictamente profesional, incorporando un inusual componente afectivo, imprescindible para haber trabajado en nada más y nada menos que veinte temporadas juntos. Y es que, pese a que ambos ya compartían una pasión desenfrenada por el color y los estampados, esta sólida relación no sería posible si no compartiesen su visión de la moda, marcada por la necesidad de emocionar y no dejar indiferente a nadie.
El diseñador originario de Arlés abandona los talleres y los salones palaciegos en los que desveló su colección Fall/Winter 2020 hace tan solo unos meses, y nos lleva de viaje al su Francia natal de la mano de Desigual. En una explícita (y necesaria) invitación a soñar para evadirnos de las trágicas noticias que no dejamos de recibir desde hace exactamente un año, Monsieur Lacroix se inspira en el carácter, la esencia y la brisa mediterránea, reconectando con sus raíces en una colección llena de significado que reivindica la espontaneidad y aboga por la reconexión con la naturaleza. Su afán por celebrar la moda (y la vida) sigue presente, pero el banquete se traslada a un entorno floral en esta ocasión, plagado de lavandas, violetas y azules. Tonalidades que simbolizan la vitalidad y la imaginación, y que se funden sobre los tejidos respetuosos con el medio ambiente con los que el tándem creativo ha creado vestidos cortos de volantes, kimonos en formato chaqueta y total looks de dos piezas. Una oda a la moda entendida como forma de expresión que no entiende de restricciones ni miedos, y que promete seguir haciéndonos soñar muchos años más.