De esa obsesión por ver han nacido la mayoría de sus obras, como 68 mirillas, ubicada en el piso donde tuvo lugar la exposición Doméstico –realizada por Giulietta Speranza, Andrés Mengs y Virginia Torrent –, donde instaló sesenta y ocho mirillas en el exterior de una puerta, colocadas de manera que el público podía ver lo que ocurría en el interior de la casa (aquí vive ahora la artista Diana Larrea). Además, incluía un kit para cambiar el mundo: “cuando las cosas se transgreden con mucho respeto, al final acaban teniendo una belleza que, aunque la gente al principio se resista, terminan convirtiéndolas en icono, como se ha convertido esto”.
Reflexionando sobre su obra, vemos un hilo común en la creación de atmósferas, ya sean esculturas, pinturas, instalaciones, óperas o performance. Esto ocurre en La Nube, en la que la artista interviene espacios públicos emblemáticos como la Puerta de Alcalá y la Mezquita de Córdoba, creando una sensación tecnológica nebulosa con agua pulverizada y partículas suspendidas en el aire para que el espectador pueda experimentar un fenómeno natural en pleno corazón de la ciudad. Nos explica que la creación de una atmósfera es fundamental, “ya que toda acción humana en un espacio tiene una parte de performance", aludiendo en varios momentos de nuestra conversación a esa aportación que todos hacemos a la cultura, ya que la mirada y la respuesta del otro, si estás atento, siempre te va a decir algo diferente.
Esto es lo que ocurre en su serie Selfi, producida para la antigua cámara frigorífica del antiguo Matadero Municipal de Madrid #SELFI y en Kunstkraftwerk Leipzig #selfie_leipzig, que trata sobre la percepción y la atención: “eso es el Selfi; a la espera de una imagen que tu lanzas a la espera de respuesta, del like, que parece que es una cosa banal, pero es un reconocimiento. Estás ahí, te quiero, que es al final lo que todos queremos escuchar”.