En un materialismo plagado de plásticos y procesados, la materia prima se reivindica como arte. Chiharu Shiota hace un ejercicio de indagación sobre los orígenes del tiempo y la naturaleza a través de la aparentemente sencilla intersección de piedras y lana. Uno a uno, los cantos son perforados y atados con el hilo en millones de combinaciones posibles hasta crear una gran telaraña cósmica. Las miles de piedras quedan suspendidas, ingrávidas; dotadas de una nueva dimensión simbólica en la que representan la interconexión de los átomos y de las almas. Un túnel onírico de seis metros de altitud que nos habla de la memoria e invita a la meditación.
Otro de los puntos de inspiración ha sido la propia gravera de Sorigué. El sonido producido por el impacto de las piedras fascinó a la artista. Un ruido ‘bruto’, sin alterar. Las rocas y minerales pueden ser interpretados como anales de la historia, donde se narran los procesos y transformaciones geológicas de la Tierra hasta nuestros días. El interés hacia esta fase embrionaria de la cadena de producción simboliza también los propios orígenes del grupo empresarial, quienes ya habían albergado una exposición temporal de la artista en la Fundació Sorigué en 2015.
Chiharu Shiota, que profundiza sobre la noción japonesa del destino, tiene muy presente la vulnerabilidad y efimeridad del ser. “Hemos de ser conscientes de nuestra fragilidad”, comenta la artista, quien recientemente ha superado una crisis cancerosa que le ha servido también de inspiración en este sentido. Su preocupación alrededor de la trascendencia existencial, así como la incógnita al respecto de desconocer dónde irá su alma y emociones una vez ella fallezca, se ha visto en parte consolada gracias a la obra. El proceso de creación de la obra es igual de significativo que el resultado en sí por su potencial sanador.
La trayectoria de la artista muestra un profundo interés hacia la idea de memoria. Es por ello que la performance y la instalación son dos formatos con los que conecta tan genuinamente, pues ponen en relevancia la fugacidad de la vida. En una sociedad de consumo donde se desecha continuamente, la artista dota de alma a los objetos, intentando aproximarse a la vinculación emocional a través de narrativas de recuerdos. Creando memoria.