Han hecho falta doce años para poder volver a vivir Ocean Without a Shore, una pieza audiovisual que diluye la línea entre nacimiento y muerte a través de tres pantallas verticales y con el agua como elemento principal, un recurrente en su extensa y premiada carrera. Doce años en los que el artista ha reiterado su visión del más allá y la presencia de los muertos en nuestras vidas. Con tres altares colocados bajo cada pantalla, una instalación sonora y ningún tipo de luz, entramos en un espacio inmersivo plenamente sensorial en el que las pantallas, tal como explica el propio artista, “se convierten en portales para el paso de los muertos hacia y desde nuestro mundo.”
Presentado como una serie de encuentros que se producen en el paso entre la vida y la muerte, las imágenes nos muestran una sucesión de personas acercándose desde la oscuridad hacia nosotros, la luz, la vida. Un umbral invisible de agua será el límite entre ambas dimensiones y, al atravesarlo, pasarán al mundo físico. Sin embargo, todos ellos desearán no haberlo hecho al llegar a la conclusión de que su presencia al otro lado del agua es finita y, por tanto, deberán regresar a la oscuridad. El artista ha querido y conseguido que sintamos su presencia mezclándose con la nuestra, como si las personas de las pantallas caminasen a través de las paredes, como si estuviesen entre nosotros. La oscuridad y el fuerte sonido de agua cuando pasan el umbral ayudan a potenciar esta sensación.
Sorigué ha sido la encargada de recrear los deseos del artista mediante la rehabilitación de un espacio en exclusiva en sus instalaciones de Lleida bajo criterios de sostenibilidad, innovación y economía circular, que fomentan los valores de la empresa. La primera instalación permanente del proyecto Planta es a su vez la primera realizada íntegramente con tierra compactada armada, la famosa y reconocida tierra de gravera de Sorigué.