En cada rincón del mundo habitan recuerdos, memorias e historia, tanto en lo natural como en lo interferido por el hombre. Todo está en constante movimiento, fluctúa y se transforma sin muchas posibilidades de pararlo. Pero está claro que cualquier cambio implica una repercusión. El crecimiento de la población, la urbanización y el cambio climático, entre otros factores, han provocado un punto de no retorno en una gran variedad de entornos. Que el mundo natural prospere es nuestra responsabilidad pero, en el mundo árabe, este reto se vuelve mucho más difícil por factores como la inestabilidad política, la mala gestión en la agricultura y la deforestación, el desvío de los cursos de agua y, por supuesto, la emergencia climática mundial.