La actividad como performer comienza al realizar trabajos escénicos que no son coreografías al uso, sino propuestas de danza–performance donde realizo y ejecuto, es decir, tengo una idea y yo misma la llevo a cabo. La danza viene de mi formación como bailarina–intérprete, eso hace que las piezas tengan una construcción coreográfica y corporal muy importante y al mismo tiempo un concepto para el movimiento–danza, la acción–reacción y el estado–cuerpo.
¡Wow! Es una pregunta enorme, lo voy a intentar… El cuerpo es como un alma gemela con naturaleza propia, aunque no separada; se podría decir que te acompaña y que hace posible (o no) aquello que anhelas. Por tanto, con el cuerpo puedes imaginar prácticamente todo, luego hay que ver qué puedes hacer y finalmente descubres lo que realmente es posible. El cuerpo no miente, y si lo hace te pasa factura.
Mi cuerpo lleva bailando desde 1983. Primero fui niña bailarina, luego estudiante pasando por mil técnicas, más tarde ya profesional joven, y ahora no tan joven. Mi cuerpo me está enseñando quién soy, es un buen aliado para ir dejando etapas y dando la bienvenida a las nuevas; cada día me gusta más lo que descubro, bueno, no me queda otra, es mi herramienta de trabajo y voy practicando cómo utilizarla.
Los procesos son largos, los voy entendiendo día a día. Parto de una idea sobre papel, un concepto. Por ejemplo, experiencias con un hombre desconocido al que invitaba a formar parte de un espectáculo. El punto de partida parecía sencillo, pero la realización era muy delicada y laboriosa, ya que no consistía simplemente en quedar unos días y montar una escena juntos. El proyecto requería una fuerte implicación por ambas partes, ya que la experiencia era real y muy creativa. Así que del 2007 al 2011 trabajé con 18 hombres de distintas edades, profesiones y nacionalidades, y con cada uno de ellos pasé mucho tiempo para descubrir qué queríamos mostrar ante el público.
Bueno, en realidad la multidisciplinariedad ya fue, es una palabra que afloró a finales de los ochenta, tuvo su auge en los noventa y empezó a difuminarse en los dos mil. Ahora, los que estuvimos ahí, creo que tenemos la necesidad de destilar los espectáculos, de hacerlos más nítidos, evitando convertir las propuestas en contenedores de efectos. A mí personalmente me interesa trabajar con una sola idea, profundizar e investigar en ella y llevarla a cabo de manera simple, casi con austeridad.
El mercado ha necesitado que las artes y las vastas disciplinas artísticas estuvieran enmarcadas en una actividad definida y cerrada que las etiquetaba, y "performance" es la palabra ideal para no encasillarse dentro de un género demasiado concreto. Así, la performance se cuela aquí y allá y ya no se sabe muy bien qué es. Por ese motivo es una gran aliada, aunque denostada o malinterpretada, se ha popularizado convirtiéndose en la gran dama de la creatividad.
Los quehaceres en estos últimos años de basan en el prefijo AUTO. Auto es una postura, reivindica la posibilidad de realizar un proyecto a pesar de las circunstancias. Hagamos una prueba, añadamos auto a las palabras clave para hacer un espectáculo: auto–empleo, auto–creación, auto–sugestión, auto–dirección, auto–producción y auto–programación. Estos preceptos originan la práctica, el sistema para optimizar los recursos existentes y para desestimar aquellas soluciones que no se ciñen a la realidad.
Hiroshima es una flor en el desierto, ya que en estos últimos tiempos en España han desaparecido prácticamente todas las programaciones que acogían propuestas escénicas contemporáneas. Valiente e inteligente apuesta que cubre un vacío en la ciudad y en el vulnerable panorama nacional, ¡larga vida a Hiroshima!
Estoy trabajando en un proyecto de transmisión titulado Bailarinas, en el que invito a otros intérpretes y creadores a hacer versiones del solo Bailarina. En el último año, dentro del proceso de investigación–creación de este solo, me he preguntado cómo hacer un espectáculo de danza hoy, de manera personal, simple y minimalista, prescindiendo de un equipo, escenografía, diseño de luces o un suelo especial. Las próximas versiones del proyecto serán en otoño: Bailarina Lírica, donde Javier Cuevas crea un paisaje sonoro con ocho canciones, las canta y las doma suave, suave; y Bailarina III, en el que Amalia Fernández dirige el solo y yo hago de intérprete de su propia pieza.


