Si hablamos de inspiración creo que soy hijo de todo lo que viene a partir de Matisse en cuanto a formalidad, y sobrino de Edward Hopper por lo que pretendo evocar con mi trabajo. En cuanto a discurso me siento alineado con lo popular, lo cotidiano y la rotura de dogmas y creencias. Si pudiese formar una familia con los pintores que más afinidad tengo, en ella estarían: Giorgio de Chirico (por sus sombras duras y paisajes surreales), Kenton Nelson (por la dulzura de sus luces, sombras y pinceladas) y John Register (por la soledad y la reflexión que inducen sus escenas).
Obviamente por mi retina pasan diariamente centenares de imágenes y referentes de creativos que ayudan a dar forma a lo que hago. Pero también me ayuda leer a Jorge Luis Borges, Julio Cortázar o algunos filósofos clásicos, y luego el cine para acabar de esculpir el modelo imaginario que tengo sobre la belleza. Por no hablar de la música, que sin ese saxofón meloso de John Coltrane, o la melodía que se esconde en I'll look Around de Billie Holiday, no tendría la capacidad para masticar ni oler lo que hay dentro del universo que acoge mi planeta idílico.
Todo lo que materializo se mueve por sensaciones y emociones percibidas, mi obra es como un catalizador o embudo de todo aquello que alimenta mi alma. Recuerdos, imágenes, sonidos y olores que generan un universo sensorial. Son traducciones de lo sentimental a lo experiencial visual, generando escenas idílicas y oníricas que transportan a un universo en el que has estado, o no, pero que pretenden humildemente generar el mismo nivel de nostalgia.