Quería ser pintora. Me gustaba dibujar, pero mi familia tenía algunos prejuicios sobre los artistas. En cuanto lo mencionaba, les venía a la mente la vida de Van Gogh: la tragedia, la pobreza, que sus obras solo fueran reconocidas tras su muerte... ¡Demasiado dramático! Recuerdo que mis padres no querían que tuviera una vida inestable.
Llevo viviendo en Barcelona casi 6 años. Hace algunos años no me habría imaginado que me fuera a quedar en esta ciudad y dedicarme al arte. En mi país trabajaba en una pequeña empresa y decidí venirme de forma bastante impulsiva. Fue a raíz de una pregunta muy sencilla que me hice a mí misma: “¿Me gusta realmente lo que hago ahora?” Puede sonar un poco cursi, pero sentía la necesidad de explorar mi interior. Así que escogí la opción más arriesgada. Una amiga mía ya vivía en Barcelona y me ayudó muchísimo con el traslado. Si tuviera que elegir otro lugar para vivir sería Thailandia, se me acaba de ocurrir, no sé por qué (risas). Me gustaría vivir en un lugar en el que haya buen clima. Es muy importante para mí.
No busco un tema en concreto; dibujo lo que me sale de forma espontánea. Generalmente, intento dibujar lo que veo; expresar cómo me siento. Me influye mucho lo cotidiano: el estudio, mi mesa, las plantas, mi gata... Cuando veo que me repito, me siento incomoda, aburrida. Me gusta descubrirme a través de lo que hago y mantener la frescura. En referencia a los colores, me gustan el melocotón claro y el titan buff (un tono beige muy claro). Son mis preferidos para realizar la base de los dibujos.
Estudié diseño industrial y, ya entonces, me gustaba producir piezas con volumen. Pero con el tiempo, me cansé de la producción en masa. Siempre había admirado hacer algo manual; que cada pieza tuviera vida. La cerámica es un material muy personal, con mucha magia en su proceso. Se aprende tocando el barro y respetando el proceso. Realizo figuras que me salen de forma espontánea. Hago figuritas surrealistas como Yetis, frutas con caras o cabezas de chicas. Me gusta dar vida a lo que veo en mis sueños o en los momentos de conexión entre el subconsciente, los sueños y lo racional, el “mundo despierto”.
Pienso que la inspiración no llega a través de la búsqueda. La inspiración está a mi alrededor, esperando a que la mire. Intento escuchar la llamada del momento.
Cada una de ellas lo es a su manera. Crear es expresar un momento, después de haberlo masticado con mucha observación, reflexión y sentimiento. Es como un plato de comida que intento preparar con corazón, que mi receta sea sincera y sencilla.
Lo que hago ahora, en el momento. Disfruto con el proceso de crear algo nuevo. Intento no pensar en lo que he hecho con anterioridad porque, a veces, esto me crea bloqueos o desapego.
Solía tener la esperanza de exponer en algún espacio o galería de “prestigio”, quizás aún la tenga (risas). Pero estoy aprendiendo que es más importante trabajar junto a personas con las que haya buena vibración y respeto.
Si pudiera, me gustaría dedicarme a la física. Me interesan las explicaciones materiales y espirituales sobre el universo.
No sé… Vivo con lo que me ofrece la vida. Si un día me regala algo, lo agradezco; pero si otro día me lo quita, me adapto a vivir sin ello.
Últimamente me gusta mucho pasear por el Parque de la Ciutadella. Cruzar la puerta y, de repente, aislarte del ruido de la ciudad. Perderte entre los árboles y jardines; encontrarte con la tranquilidad, acompañada por el sonido de los pájaros... ¡Me encanta!
Disfrutar cada día. No utilizar excusas para no hacer algo.










