Llega a Barcelona una exposición de lo más colorista y variada. Entre los muros del emblemático local Ocaña de la Plaza Real se inaugura esta misma tarde una exposición que rinde homenaje a la figura de José Pérez Ocaña. Bajo el nombre Mi Ocaña, 24 jóvenes artistas nos deleitaran con sus personales visiones de toda esa herencia cultural que el personaje derrochó durante los años 70. Hoy nos sentamos entre las columnas del local con Dessislava Pirinchieva, la artífice de este proyecto expositivo que nos habla de una nueva visión de Ocaña como espacio cultural.
¿Cómo ha empezado toda esta historia de Mi Ocaña? ¿Por qué ahora?
Pues la verdad es que todo esto fue muy casual. Todo empezó cuando visité la exposición del ilustrador Vito Montolio con el colectivo ucraniano Gorsad en el centro de arte Mutuo de Barcelona. Todo ese aspecto más canalla del arte que tiene Mutuo y la gente joven del sector que allí estaba reunida me encantó. Nos reunimos poco después aquí en Ocaña, tomando una copa –para mí, viniendo de una familia tan bohemia, decidir cosas en la mesa es algo natural. De hecho Anuar, uno de los artistas que exponen aquí hoy, ha hecho una obra llamada La sobremesa haciendo homenaje a esa idea. El caso es que entre los tres surgió una idea que proponía crear una red de artistas, haciendo que cada uno de ellos sugiriera el nombre del siguiente participante en la exposición. El inicio fue muy lúdico, pero al final aparecieron los nombres de 24 artistas muy potentes. La verdad es que estoy muy orgullosa de todo este proyecto.
¿Qué es Mi Ocaña? ¿ Qué nos cuenta esta exposición?
Para mí es un puente entre un pasado contemporáneo y el tiempo actual. Hace cuatro años abrió este local, rindiendo homenaje a José Pérez Ocaña, y hoy todos estos creativos invitados, a los que considero mi gente, nos hablan de lo que es Ocaña para ellos –ya sea como estilo de vida, como libertad sexual y política, como cultura underground… El caso es que al final se habla de la libertad de expresión en todos los sentidos que caracterizaba a Ocaña.
¿Cómo has conseguido una selección de artistas tan completa y variada? ¿Cómo ha sido trabajar y coordinar todo este proyecto?
La verdad es que la experiencia ha sido increíble. Siempre te llevas sorpresas. A veces algunos que crees que son más de ceñirse a los timings y a la organización en general no lo son tanto, y viceversa. Ha sido apasionante, de eso no hay ningún tipo de duda. Me siento un poco la mami de la familia y eso es algo que me fascina. Lo bueno es que ha sido un proyecto sin horarios, he estado contestando mails hasta las tantas de la madrugada y gestionando de todo a todas horas, en realidad eso es muy Ocaña también. Me ha gustado mucho, además, el haber hecho un poco de terapeuta con algunos de ellos vía Skype o por teléfono (risas).
Además presentas aquí también algunas de tus fotografías… Cuéntame un poco sobre tu trabajo como artista para esta exposición.
Es una serie fotográfica sobre la noche, y es que la fotografía es completamente mi lenguaje. Hace un tiempo tuvimos una de esas fiestas locas en Ocaña, en este caso del IED. Esa noche cogí mi cámara y me dediqué a retratar a mis amigas durante la fiesta en cuestión. Este local es algo que tiene mucho que ver con la noche y a mí es un entorno que me fascina desde siempre, digamos que siempre he sentido esa tentación por el mundo nocturno. Podríamos catalogarlo como una relación de amor/odio. Al final, mi obra aquí supone un retrato de esa vida en la ciudad, en la Plaza Real y en el propio Ocaña.
¿Cómo es tu visión personal del personaje Ocaña? ¿Qué significa para ti?
Es curioso, porque al principio yo no conocía demasiado la figura de Ocaña, pero cuando supe de él sentí una pasión irrefrenable, yo soy muy apasionada en general para todo. Cuando algo me gusta a primera vista sé que es amor para siempre. Ahí empecé a investigar. He visto la película de Ventura Pons como diez veces e incluso la he transcrito para algún trabajo en la facultad de Bellas Artes.
Un día vi que habían hecho una exposición en Virreina comisariada por Pedro G. Romero, me empapé de todo eso, cogí el catálogo y ahí empezó todo. Para mí, Ocaña ha sido una de esas personas que dio muchos pasos hacía la liberación sexual y de cualquier tipo, rompió esquemas en una sociedad muy conservadora y eso al final es algo que yo también trabajo en mi obra. Estuve viviendo en Shanghai hace un tiempo y allí realicé varios proyectos de performance que precisamente hablaban de las nuevas sexualidades y de la expresión de estas. Para mí Ocaña fue de los primeros queer pero sin saberlo, era un pionero. Solía decir que no tenía etiquetas, que no era ni una cosa ni la otra, que solo hacía lo que sentía y gustaba. Eso es exactamente lo que Ocaña supone para mí, esa libertad absoluta para ser quien quieres ser. Además, el tenía ese don para comunicarse con cualquier tipo de personas, de los influyentes y poderosos a los borrachos de la calle, y eso al final es algo también muy presente en mi propia vida.
Gestionar este espacio implica mucho trabajo, imagino. ¿Cuál es tu función? ¿Qué ha supuesto en tu vida este local?
Aquí he pasado por muchas facetas. Actualmente lo que hago es inventar historias culturales que sucedan en el marco de Ocaña. Digamos que me encargo de la gestión cultural del local a través de iniciativas como las de esta exposición o a nivel de medios de comunicación. Este lugar significa mucho para mí en todos los sentidos.
Eres de origen búlgaro, me pregunto qué te trajo a Barcelona… ¿Qué tiene esta ciudad que todo el mundo se queda?
Pues con 22 años yo estaba en Bulgaria, trabajando ya en una revista cultural y en la televisión nacional búlgara. Mi vida estaba bastante ordenada, lo que me asustaba un poco, la verdad. Mientras acababa mi primera carrera abrieron una beca Erasmus a España, e inmediatamente me apunté, ya había estudiado castellano en la escuela de lenguas de Sofia y de repente acabé en Cuenca. Allí viví con la escultora Herminia Martínez, muy vinculada a la movida madrileña, con la que hablé de muchísimas cosas y de la que aprendí mucho sobre la cultura del país. En ese proceso a mí me empezó a gustar mucho un chico, uno de esos que bailan y leen, algo que no pasa muy a menudo en mi país. Una día él me invitó a verle tocar en su banda, yo por supuesto acepté y me puse un vestido increíble con el fin de seducirlo. Cuando entré por la puerta del bar lo vi, iba maquillado y vestido de mujer de arriba abajo. Me fascinó, ahí vi esa España que existe en las películas de Almodóvar, esa España que me gusta. Al volver a Bulgaria decidí venirme a Barcelona, donde hace nada que he acabado la carrera de Bellas Artes.
No te voy a pedir que te mojes diciendo qué artista crees que ha acertado más con su obra… Pero ¿opinas que la imagen de Ocaña se puede ver bien perfilada en esta exposición?
Sin duda. Veo los colores, veo todo esos elementos que hacían de Ocaña él mismo. Algunos más literales y otros con una visión más conceptual. Tenemos por ejemplo una performance, o a Balthazar Klarwein hablando de cómo el turismo masivo ha cambiado las Ramblas, un lugar que donde vivía la cultura hecha por y para gente local en los 80. O por ejemplo el trabajo de Regina Rossell, que, como Ocaña, también pinta paredes, y ha aportado una pieza muy interesante. En general hay mucho mariconeo (risas) en el mejor de los sentidos. A mí me gusta la gente estrambótica, la gente que se sale de los límites y estándares.
Me gustaría saber por este nuevo Ocaña que planteas… ¿Cómo quiere proyectarse este local de cara a la ciudad?
Estamos empezando una nueva etapa. El primer paso fue la exposición de Nazario hace unos meses, él era íntimo amigo de Ocaña y su exposición de fotos hablaba de todo este mundo desde su tiempo. Ahora, en esta nueva exposición, llega toda esa tropa de jóvenes que tienen su nueva y propia visión de Ocaña, su momento y su herencia. Es maravilloso ver a todos estos artistas en las calles relacionándose con su entorno y su ciudad y hablando a través de su obra de todo ello.
Más adelante quiero seguir con este tipo de iniciativas y proyectos, al final hay que demostrar que Ocaña no es un local solo para comer y tomar unas copas, es un espacio cultural que habla de una manera de vivir la vida.
Para acabar me gustaría conocer (aparte de este local, claro está), algún rincón, alguna calle de Barcelona, cualquier esquina de esta ciudad, que para ti sea totalmente Ocaña.
Más que los lugares son las personas. Nazario, por ejemplo, cuando voy a su casa, eso de por sí ya supone sumergirse en el mundo de Ocaña y en su huella. Me siento muy orgullosa de poder decir que somos muy amigos. Yo era íntima íntima de su pareja, Alejandro Molina, que lamentablemente falleció el año pasado, pero con Nazario me une algo muy especial. Cuando estamos en su piso de Plaza Real y te empieza a hablar de todo ya entras en la película. Te enseña fotos, libros, revistas y te das cuenta de lo increíble que fue ese momento. A veces te recibe con la olla, es un gran cocinero.
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Dessislava Pirinchieva
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Gori Mora
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Marta Chojnacka
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Blanca Miró
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Trystan Matthey
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Maike Lüdenbach
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Dani de Vito