Esta joven artista catalana y residente en París no para quieta: tras su última exposición, 75º, celebrada en La Capella, actualmente dedica su tiempo a terminar la tesina de su máster y, por supuesto, a investigar y producir arte. Además, está trabajando en un proyecto expositivo planeado para octubre que coincidirá con la prestigiosa feria FIAC de la capital francesa. A todo esto, Mar García Albert es una de esas mentes brillantes conocedoras del arte en todos sus aspectos: conceptual, teórico, práctico e incluso metafísico. Entre tanto ajetreo, hablamos con ella para conocerla mejor y profundizar en su trabajo.
En ese abanico multidisciplinar que acabas de plantear hay un hilo conductor que, de alguna manera, trata de explorar las posibilidades de lo pictórico a partir del cuestionamiento de sus límites. Aun así, me resulta muy ilusorio tener solo un eje de preocupaciones y una forma concreta de hacer. La idea de que se pueda esperar de mí una franja determinada de trabajo me llena de tedio solo de pensarlo.
Yo diría más bien que el arte es un espacio ideal para plantear conceptos así de complejos, por tanto casi me permito plantear la pregunta más bien al revés. El propio tiempo que he pasado investigando y dedicándome a asir las cosas que me rondan la cabeza hasta el final es lo que me ha permitido dar salida a cuestiones más autoreferenciales (que tienen que ver con el código pictórico) o a poner al propio tiempo como motor en la producción artística.
Trato de disfrutar al máximo el día a día pero, sin embargo, en ese proceso no excluyo el futuro, en el sentido de que no trato de disfrutar del presente de una forma que ponga en peligro mi futuro, busco hacerlo de forma sostenible (si se pudiera definir así). Lo del tempus fugit creo que no es algo que se elija, sino mas bien se padece. El tiempo que nos dan es algo limitado, no puede estar sujeto a elección, como en el caso del carpe diem.
Recuerdo un concierto de Iggy Pop en Aarhus (Dinamarca) en 2003 –literalmente seguir a la iguana por el escenario implica un dolor de cervicales. No hay manera de observar a la vez las piernas (que discurren por la izquierda del escenario) y el pecho (que lo hace por la derecha) o viceversa. En cualquier caso, los movimientos de Iggy Pop nunca discurrían en la misma vertical, y esto para las cervicales es muy complicado de gestionar. Recuerdo una edición del FIB también (no sé si en 2002) en la que Jarvis Cocker se vino arriba y le dio por ponerse a pinchar. Acabó la sesión con Nirvana: fue una conjunción digna de la peor de las lesiones. Más recientemente, recuerdo un concierto espectacular en Valencia de Betunizer, justo antes de trasladarme a París (sería en 2013). Aunque yo soy especialmente fan de Cuello (uno de los grupos paralelos del prolífico Jose Mascarpone), reconozco que para problemas de este tipo los que más se prestan son Betunizer.
Tuve una fase de bordados del 2009 al 2011, si no recuerdo mal. Aterricé ahí por hastío de la pintura al óleo, quería seguir dando salida a unas inquietudes de naturaleza pictórica pero sin el peso de la tradición asociado a este medio. Así que sustituí de algún modo los pinceles por las agujas, y los tubos de óleo por hilos de colores y lentejuelas. Ahora esta fase queda muy lejos.
El grafiti, en un momento dado, supuso mirar la pintura desde fuera de los parámetros del arte contemporáneo (tal y como nos los encontramos en el arquetípico cubo blanco) y enfrentarme a sus componentes básicos: pintura, soporte muro. A partir de aquí surge un diálogo dentro del medio muy autoreferencial. Así que mirar el street art me interesa como ejercicio de toma de distancia, de la misma manera que miro cuadros de flores en anticuarios o en tiendas de muebles de segunda mano.
Muy sencillo: que la exposición dure el tiempo que los listones tarden en secar y que, a su vez, que cuando un listón consuma este proceso se desaloje del espacio expositivo. Aquí aparece la idea relacionada con el hecho de exponer una mutabilidad; se trata prácticamente de la parte central del proyecto.
Por lo que ha llegado a mis oídos, hay un consenso generalizado en torno a que la propuesta ha sido muy contundente en el espacio de La Capella. La Sala Gran es un espacio destacado en el entramado expositivo catalán, y tiene la reputación de ser un lugar complicado a la hora de exponer. 75º se adapta muy bien a las condiciones que allí se dan. No tenía muchas expectativas a este respecto. Tener una acogida tan positiva para mí ha sido fantástico.
Me permitiría preguntarle (dado que se dirige a mí) si se ha leído el contrato que se puede consultar en la sala, ya que ahí están (de forma muy sintética) las claves para acceder a la instalación y donde se puede entrar a valorar que los palos, además de estar, se comportan. Para mí esta sencillez es una virtud, pero el que quiera ver ahí simpleza la va a querer ver igual pase lo que pase. De todas formas, en La Capella es complicado quedarse con esta visión tan limitada del trabajo: hay un vídeo explicativo, hay hojas de sala, está Judith en la entrada que facilita todas las explicaciones pertinentes… En este sentido, en BCN Producción son muy serios.
En concreto esto sucedió durante el primer año de mis estudios de máster en artes visuales en Sorbonne. En la facultad no hay mucho espacio para trabajar, lo que me llevó a exponer un cuadro totalmente húmedo (lo había hecho una hora antes cerca del lugar donde lo iba a exponer). Al margen de lo que planteaba en ese cuadro, el olor a pintura fresca y su cualidad húmeda me trastocaron, y desde entonces pienso la exposición en términos procesuales.
Hay algo vivo que se incorpora cuando presentas algo directamente: no es lo mismo representar una manzana en un cuadro que presentarla directamente en una instalación. La recepción de la obra es muy distinta.
Para mí esto ha supuesto un empujón drástico en mis investigaciones, lo que significa que he podido dar salida a una serie de ideas y, de este modo, crecer como artista. Por otro lado, ha sido fantástico poder trabajar con profesionales de primer nivel como David Armengol, el equipo de Folch studio y todas las personas que hacen que en un contexto de crisis la Capella y BCN Producció vayan a más. Me siento muy agradecida de que el jurado en su día eligiera apostar por 75º, y afortunada por poder hacer esta exposición.
Se debe, por un lado, a que soy española y que, por tanto, es aquí donde me he formado, he residido la mayor parte del tiempo y donde he empezado a exponer. Mi traslado a Francia es bastante reciente. Vine a finales de 2013 porque quería seguir mi formación en el entorno académico que se da en esta ciudad. Dos años en arte no es nada. Para lograr exponer en una ciudad, hace falta un periodo de adaptación hasta que enganches con el engranaje cultural del lugar. También es verdad que, una vez aquí, he priorizado bastante el trabajo en contexto máster, dosificando mucho otros intereses. De hecho, es un trabajo real integrarte en una ciudad a nivel profesional, implica un esfuerzo considerable, lleva tiempo y las cosas en verdad ocurren a su debido momento.
Ahora para mí la prioridad es darle un empujón definitivo al máster y acabar con la tesina que debería presentar en septiembre. Para la rentrée tengo un proyecto expositivo en París en una plataforma curatorial que se llama Room E 1027 y que se daría al mismo tiempo que la FIAC (feria internacional de arte contemporáneo de la ciudad).