Hace casi quince años que
Lolo y Sosaku son un dúo artístico pero, sobre todo, son amigos. No hablar un mismo idioma en común fue una bendición, y es que tal como explican, les permitió aprender a comunicarse de otra manera. Ahora, tras más de una década de creación conjunta y muchas anécdotas, han podido moverse a un estudio grande –“es como un barco”, ríe Lolo– para experimentar los límites entre el azar, lo mecánico, la música, el ruido, la originalidad, el equilibrio, la tecnología o la improvisación.