Sofia Gidlööf: La verdad es que fue algo muy divertido... Encargamos a Guim, amigo de mi marido, que hiciera el proyecto de rehabilitación de nuestra nueva casa durante un año que nosotros pasaríamos en Estocolmo. Así, mientras estuviéramos allí, la vivienda se estaría reformando para acogernos a la vuelta. Al desembarcar de nuevo en Barcelona, llegamos cargados con infinitud de muebles vintage de los años 40, 50 y 60 (mesas, sillas, taburetes, estanterías…) que, bien distribuidos, dieron un toque muy especial a la decoración de la casa. Durante la cena de inauguración que celebramos juntos, se fraguó el proyecto: ¿por qué no buscar una manera de ofrecer este producto al público de Barcelona? Era mayo de 2011, y así empezó Gidlööf.
El mobiliario escandinavo de aquella época fue una referencia mundial: nadie diseñaba muebles funcionales y estéticamente atractivos con tanta originalidad y calidad como ellos. Además, contaban con maderas autóctonas excelentes que combinaban, con sabiduría y naturalidad, con otras importadas de África. Los artesanos de la época trabajaban la madera con una dedicación y cuidado sin comparación posible en otros lugares del mundo. La prueba es que, luego, multitud de fabricantes del resto del planeta, incluyendo España de manera especial, se inspiraron en su manera de hacer para diseñar y fabricar sus muebles.
Hay varios factores que explican el éxito de los diseños escandinavos: por un lado, la arquitectura escandinava ha estado muy vinculada al diseño del interior y del mobiliario. Se entiende como un todo, en el que los espacios y los recorridos en el interior de los edificios son tan importantes como el mobiliario que los ocupa. El arquitecto escandinavo, comprometido con su entorno y con un concepto de vida y de estar en el mundo, diseñaba desde los pilares y jácenas, hasta los taburetes y las mesas. Y claros ejemplos de ello son el edificio SAS de Arne Jacobsen en Copenhague (de donde sale la famosa silla Swan) o las bibliotecas de Alvar Aalto en Finlandia (de donde salen los famosos taburetes, sillas y mesas): se diseñaron para unos edificios concretos y acabaron siendo referentes mundiales del buen diseño y producidos para ser comercializados por todo el mundo. Por otra parte, y quizás en la misma línea, siempre se ha dado mucha importancia al diseño de los elementos de uso cotidiano. Por eso, muchos de los muebles van firmados por un “autor”. Y, por último, la producción de mobiliario es de una calidad y perfección altísimas: tanto las maderas, como los mecanismos, como las soluciones de diseño, eran largamente tratadas y estudiadas para que el producto final fuera impecable. En cierta forma, los fabricantes de muebles también exhiben su marca en forma de chapa o pirograbado. Los artesanos productores de los muebles priorizaban claramente la calidad y la excelencia al rendimiento económico. Nosotros lo decimos a menudo a nuestros clientes y amigos: “Según qué piezas, o las vas a buscar allí y de aquella época, o no las encuentras... Son irrepetibles”.
Al principio decidimos que aquello creado por nosotros sería lo único diseñado y producido hoy en día que venderíamos en la tienda. Así fue como nació Gidlööf Originals, donde los diseños son originales nuestros. Sofía como diseñadora textil y Guim como arquitecto, crearíamos nuestra propia línea de productos y una editora de mobiliario. Es aquí donde nos permitimos volcar nuestros conceptos sobre el tema, cercanos al buen diseño escandinavo –buenos materiales, funcionalidad, calidad, sostenibilidad– en una producción contemporánea. Y así crear piezas como el Tiagosen, donde nuestro concepto de diseño se adapta a los tiempos modernos: ¿cómo cargar el móvil con comodidad?
Para nosotros, la forma sigue a la función, y los buenos materiales la acompañan, mostrando sus características, sin esconderse: el hierro es hierro, la madera es madera, la cera es cera y el cuero es cuero (risas).
Volvemos a lo de no querer esconder... Que, por otro lado, nos vincula también con el diseño catalán: Pete Sans y, sobre todo, Miguel Milà, son nuestros referentes. Un estilo austero y directo.
Después de una época en que lo comercial y de producción masiva ha tenido éxito, nosotros apostamos (aunque habrá quien siga con lo mismo) por trabajos hechos con cuidado y con rigor. Y añadiendo, además, el componente de materiales naturales y que transmitan lo que son realmente. Apostamos por volver a dar importancia al cómo se hacen las cosas y no tanto a qué rendimiento se saca de ellas. Es bonito querer a los objetos que te envuelven en tu día a día.
Guim Costa: Sí, como arquitecto, traslado estos mismos conceptos a mi campo. La Casa Friedman, la Casa OV o la Casa K, actualmente en proyecto, son ejemplos de rehabilitación de espacios donde la conservación de lo pre-existente tiene una gran importancia, al mismo tiempo que se deja que los materiales se muestren tal cual son.
A la vez, el proyecto para la sede de EFD en Bangalore es un edificio concebido para que la sostenibilidad y la eficiencia energética sean algunos de los ejes principales. También estoy diseñando una línea de baldosas hidráulicas para una empresa alemana, y Sofía un estampado en tela donde el uso de materiales naturales son la base de todo. De nuevo está bien recordar que los arquitectos hemos estado envueltos (aunque no todos hayamos participado en ella) de una vorágine constructiva absolutamente desbocada, que ha hecho que la reivindicación de estos valores, en el diseño pero, sobre todo, en la arquitectura, sea, para nosotros muy importante. Hay que volver a re-encontrarlos.
Intuición, conocimiento, sintonía y, por qué no... ¡Diversión! ¡Es apasionante comprar! Siempre hacemos, por separado, un escaneado previo de lo que vemos, y después lo comentamos para acabar de decidir lo que compramos y lo que no.
Sí, desde luego hay muchos personajes curiosos (risas). Por ejemplo, una tarde, en mitad de invierno, cuando estaba todo nevado y oscuro, fuimos a buscar unos taburetes que habíamos comprado a través de internet... Al final de un camino vimos la casa, con una luz pequeña en la entrada, y nos abrió la puerta una señora muy amable pero con pinta de bruja de Hansel y Gretel. Allí, ¡en una casa absolutamente perdida en los bosques de Suecia! También un personaje un tanto estrambótico se nos ofreció para buscarnos muebles con un sueldo mensual de ejecutivo de una multinacional. No sabemos con quién se pensaba que estaba hablando (risas). Bromas y anécdotas aparte, la verdad es que cuando vamos a Suecia nos relacionamos con muchos tipos de gente y en diferentes circunstancias, y todo eso enriquece mucho nuestro conocimiento del país, sus maneras de vivir y sus costumbres...
¡Muebles feos no tenemos! (Risas) De hecho todo lo que traemos lo vendemos, porque siempre hay alguien a quién le gusta, por una razón u otra, lo que a los demás no les convence.

