Con su estilo inconfundible, polo sport, jeans y deportivas, se mueve por la ciudad en moto, momento en el que aparece la inspiración para un nuevo proyecto. El diseño apareció en su vida por casualidad y llegó para quedarse. Francesc Pons es el interiorista de la excelencia por excelencia, que actualiza como nadie el lujo hollywoodense de los años 30 y 50. Un hombre tranquilo que prefiere preservar su espacio de libertad creativa y personal a hacer concesiones al mal gusto imperante.
¿Cómo recuerdas los años de estudio en Elisava?
Yo llego al diseño con muchas dudas sobre lo que quería hacer, y desde un desconocimiento total. Apareció en mis manos el número 0 de la revista De Diseño, que hacía Juli Capella, y pensé que quería dedicarme a esto. Era un momento en el que el diseño hecho en Barcelona tenía un reconocimiento, y me lo creí. Mariscal y todos los demás nos decían “me divierto mucho trabajando”, y después la realidad es otra, tienes que trabajar muy duro como en cualquier otra profesión. Elisava nos vendía el rollo del divertimento, de que tú haces y deshaces, pero al final nada es tan bonito como parece.
Sandwich & Friends te proyecta internacionalmente. ¿Fue inesperado el éxito de esta colaboración con Jordi Labanda?
Totalmente. Se publicó en revistas de todo el mundo y suscitó muchísimo interés. Lo recuerdo con cariño, pero tampoco creas que me encanta. Envejeció bien hasta que hubo un cambio de propietario que no ha entendido lo que era. Se podría haber convertido en un gran clásico, pero la dirección actual no ha sabido desarrollar el concepto ni ha sabido ponerse al día. Se han quedado con los cuatro sándwich que nadie quiere y que todo el mundo piensa que no son saludables… (risas).
¿La colaboración con el cliente es imprescindible para plantear un nuevo proyecto?
Siempre se dice que no hay un buen proyecto sin un buen cliente. Y es cierto. Nuestra responsabilidad en el estudio es crear la imagen adecuada para el producto. No es lo mismo hacer una tienda para Castañer en París, que hacer un restaurante de comida orgánica en Ciutat Vella. Tienes que tener un estilo para hacer las cosas. Las puedes hacer igual con un latón brillantísimo o con un hierro oxidado. Estarán igual de bien hechas, pero cada una estará donde le toca estar. No puedes ir en contra de esto.
¿Tienes un método para trabajar con el cliente? Si nos fijamos, parece que los hayas escogido tú…
¡Dios los cría y ellos se juntan! (risas). Ellos me escogieron a mí, pero algunas veces tienes la suerte de poder escoger. Es muy importante saber crear una imagen que se adapte al producto y a la expectativa del cliente. Necesitas comunicarte con él, pero en definitiva hay mucho de sentido común. Los proyectos bien hechos necesitan tiempo, para poder encajarlo todo. Tengo que tener muy claro lo que necesita y entender el porqué.
¿Prefieres trabajar para particulares o hacer intervenciones como puede ser una exposición o una tienda?
Cuando llevamos cuatro tiendas, y llega un proyecto para un privado, estoy encantado (risas). Lo importante es variar, no llegar a cansarte. Cada cosa tiene lo bueno y lo malo. No quiero encasillarme haciendo solo tiendas, o solo viviendas.
Me interesa mucho el aspecto del espacio y cómo este determina el resultado final de tu trabajo.
El espacio te marca muchísimo, pero también hay algo de intuitivo. Te enfrentas a un espacio sobre planos, aunque durante la obra siempre puedas cambiar algunos aspectos, ya que es algo que esta vivo y siempre pasan cosas. En el restaurante que estamos haciendo han salido unos esgrafiados en la escalera muy bonitos. En este caso, una escalera que había pensado hacer de una manera, se hará de otra. Hay muchas cosas que influyen, muchas casualidades…
¿El objetivo final para ti cuál es?
¡Esta es difícil! (risas). Que me sienta satisfecho con el trabajo, que el cliente también lo esté, y quizás también me gusta que se note que lo he hecho yo. Es importante la satisfacción de todos los que han intervenido en el proceso, operarios, electricistas. Ahora, que todo el mundo tiene móvil, es muy chulo ver como hacen fotos del trabajo terminado y lo enseñan en sus casas. También es importante que encajen los precios con el presupuesto… (risas).
J.A. Coderch es sin duda unos de tus referentes. ¿Qué representa para ti?
Coderch, Sert, todos estos personajes son la cultura mediterránea, el buen gusto, la sencillez, la elegancia natural, el savoir-faire, cosas que me gustan mucho. En mi casa, me encuentro más cómodo en un ambiente así. Me gusta recuperar objetos suyos. Tengo una chimenea numerada de Coderch de la que me siento muy orgulloso. Hicieron casas muy bonitas en las que el contenedor no molesta en absoluto a todo lo que puedas poner. También representan limpiar de caspa la España del momento… Deberíamos recuperar mucho más su legado.
¿Crees que la arquitectura y el diseño se han alejado de su escuela?
Sí, totalmente, aunque yo intento no alejarme mucho. Estamos en un mundo dominado por lo futbolístico, ¿no? (risas). El dinero está en manos de gente que no tiene este gusto, ni esta cultura, ni la tendrá, ni les interesa lo más mínimo… ¡Les interesa el Lio de Ibiza! (risas).
Hoy leía que los mejores arquitectos de la historia son los que diseñan el exterior pensando en el interior. Es una frase que podríamos atribuírtela. ¿Estás de acuerdo?
Es cierto, no puedes pensar solo en la fachada, tienes que pensar en la manera de vivir dentro, que tendría que influir en el exterior. Al final acaban siendo las casas más bonitas… Tendría que ser la esencia de nuestro trabajo, ya que estás haciendo una casa para la gente que va a vivir en ella. Tiene que estar todo muy ligado. No puede ser solo para la gente que la ve desde fuera.
¿Y por qué pasa?
Un poco por el momento que vivimos, de show-off, y también hay mucho arquitecto que quiere ir de estrella y quiere que todo el mundo se fije en su primera casa. Ese es el error, querer ir muy rápido, cuando es una profesión muy lenta, en especial la arquitectura. En el interiorismo va todo más rápido porque haces un local y puede desaparecer al poco tiempo. Al final estás haciendo un decorado que tiene una misión: vender.
Hay muchos ejemplos de lugares emblemáticos que desparecen con total impunidad. ¿Esto es muy de aquí, no crees?
Sí es muy de aquí y no se entiende mucho… No se deja el tiempo suficiente a los locales para que se conviertan en un clásico. Parece que lo clásico, no nos gusta (risas). Tiene que ver con esa voluntad de querer ser una ciudad muy avanzada, de querer tener siempre lo último, y es un error. Y lo más grave de todo, es que los lugares a los que les ha pasado el tiempo o se han conservado gracias a alguien inteligente, tipo Il Giardinetto, la gente te habla de ello con sorpresa.
Estamos muy pendientes de la novedad y seguramente esto ha causado muchos errores… ¿En que momento estamos?
Creo que es un momento muy globalizado donde ves lo mismo en todo el mundo, vayas donde vayas. Los sitios no duran nada, los grupos de música, al tercer disco desparecen… ¡Es acojonante! En moda podría ser el usar y tirar, que está en la calle. A la gente le da mucho miedo arriesgar, van un poco al sota, caballo, rey: un localito mono con lamparita mona, y lo tienes ganado.
¿Nos hemos convertido en una sociedad más conservadora?
Creo que son ciclos que también se viven en la moda, donde parece que están volviendo a pasar cosas. Yo estoy seguro que en el diseño ocurrirá lo mismo. No sé qué saldrá, pero tiene que pasar. Ya no puede ser más lo de la lamparita comprada en los Encantes. Es imposible que dure más, porque forma parte de un momento de crisis económica. Ha desaparecido el buen gusto… Antes, un médico, un abogado, un arquitecto, se ganaban bien la vida, y se preocupaban por el buen gusto, por cultivarse. Ahora un futbolista o el propietario de un local de copas, no están interesados por la cultura...
¿En otra vida, en qué momento histórico te hubiera gustado hacer tu trabajo?
En los sesenta y vivir el Ibiza o el Cadaqués auténtico… No quiero decir que no haya sitios en el mundo que estén bien, pero me hubiera gustado estar en los lugares que tenemos cerca donde habían pasado cosas tan chulas, sobre todo en cuanto al espíritu de rebeldía y de hacer cosas distintas. Hoy tengo muy claro lo que hay, pero me gusta mirar los sesenta y saber cómo se hacían las cosas. Ahora, te juntas con la gente con la que te tienes que juntar y evito determinados sitios… Es muy importante no tener un apego muy fuerte a los lugares ni a las cosas, aceptar que un sitio ha sido fantástico y ya no lo es. Tengo una amiga italiana que me dijo sobre un lugar que me gustaba mucho: “Francesc, la musica e’ finita” (risas).
¿Cuál sería la ciudad ideal para ti?
París me gusta muchísimo, es una ciudad maravillosa. Me encanta ir en taxi por calles que no conozco y fijarme en las perspectivas que son siempre bestiales… Además me siento muy cómodo allí. Le Marais es mi barrio favorito, pero recomiendo un recorrido por los tejados… (risas). Cuando viajo, me gusta ir a los sitios no turísticos y con gente del lugar. Sin querer, busco lo que sé que hay pero sin hacer el recorrido turístico. Me encanta ir a ver exposiciones, los museos me aburren un poco más. Si voy a una ciudad que hay algo de Le Corbusier, siempre voy a verlo.
¿Sigues las propuestas de tus contemporáneos?
Me interesa especialmente el trabajo de Estudio Sanna, o el de Renzo Piano y 
el Estudio RDAI, responsables de las tiendas de Hermès en todo el mundo.
¿Cuáles han sido los grandes errores que han sido aceptados como buenos en el interiorismo o la arquitectura?
Las imágenes de marca que están por encima de las localizaciones y la renovación de muchos locales.
¿Cuáles han sido los grandes aciertos entendidos como errores?
Benidorm y Marina d'Or.
¿Se ha sobredimensionado el diseño? ¿Se ha convertido en una palabra subvertida?
Yo creo que el error es pensar en que el diseño equivale a bueno. Diseñar no es nada más que hacer algo con una determinada forma. Todo lo que nos rodea está diseñado. Desde un arcén hasta unos cubiertos hechos por un artesano. La palabra se utiliza erróneamente. No todo lo que se ha diseñado funciona.
¿Qué está pasando con la democratización del diseño, sea bueno o malo, y el acceso a un determinado tipo de objeto de decoración low cost?
A mí no me parece nada mal. Esto hace evolucionar al buen diseño. No es solo que con poco dinero puedas arreglar una mesa, sino que da más valor a lo mejor acabado, y te hace pensar en cómo hacerlo para que se diferencie más de esto. Mucha gente de la profesión lo ve como algo negativo, pero para mí hace que llegue a muchísima gente objetos que antes no estaban a su alcance, y por otro lado nos empujan a evolucionar utilizando materiales aún más buenos, o diseñar todavía mejor. No lo veo negativo, ¡aunque sean tiendas llenas de cosas absurdas! (risas). Y si empiezas a rascar seguro que tiene cosas muy negativas. Los objetos están hechos en países subdesarrollados, por salarios ínfimos e igual pasa con determinadas marcas de ropa…
En los 90 reaparece el lujo y todo el mundo quiere enseñar sus casas. El diseño adquiere un valor social. ¿Qué ha cambiado desde entonces, vamos a peor?
En cuanto a las grandes casas, vamos claramente a peor, pero en cambio se tiene en cuenta la vida que hacemos en todos los sentidos, con lo cual una cocina abierta tiene más sentido para una familia porque al final es donde se reúnen, mientras se prepara la cena. Mis clientes me piden zonas comunes más grandes y abiertas, para estar juntos los pocos momentos que se coincide en casa. O cuando hago una vivienda para una persona que vive sola, la cocina no suele tener mucho interés porque no se utiliza para nada. ¡La comida preparada es más barata que ir a comprar y cocinar! (risas)
¿Qué es el confort para ti?
Es estar cómodo contigo mismo… No creo que haya una fórmula para el confort. En un espacio, para mí los materiales y colores cálidos son los que te llevan al confort. Pero al final es el de cada uno. Las casas de futbolistas me parecen alucinantes, son el anti-confort… ¡Me pego un tiro! (risas). O en Ibiza, estos cubos de vidrio, que asco, cuando la casa Ibicenca siempre ha tenido las ventanas pequeñas para que la luz no moleste. Esto lo da la incultura. Volvemos a lo mismo (risas).
¿Cuál es tu último trabajo?
Acabamos de hacer un restaurante que es interesante porque habrá una zona dedicada a los zumos multi-vitamínicos press-juice, muy populares en California, y que estoy seguro que también irá muy bien aquí. Es el primer restaurante healthy-flexitariano que se abre en España, pero le he dado un look mediterráneo que lo va a diferenciar de lo que hacen allí. Las verduras se cultivan en Lleida y los productos serán mediterráneos. ¡En Estados Unidos no son Mediterráneos! (risas). Se inaugura muy pronto y se llama Flax & Kale. La zona que da a la calle, Teresa’s Juicery, es más easy y en la planta superior he hecho salones más confortables para comer tranquilamente y con detalles de lujo.
Eres el responsable del cambio de imagen de Castañer y de sus tiendas en el mundo. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Con Castañer hemos trabajado la nueva imagen de la marca y las tiendas. La primera ha sido la tienda de la calle Saint Honoré en París y ya estamos haciendo las tiendas nuevas de Hong Kong, en Singapur, en Caracas y estamos trabajando con las de Santiago de Chile y Milán. Primero, analizamos muy bien la marca y hemos planteado unas tiendas de marca internacional con más lujo. De momento, solo lo estamos haciendo fuera de España. Ha sido un proceso muy interesante. Ellos necesitaban un cambio, que responde a un cambio generacional en la firma. Le hemos dado un look muy internacional con materiales de calidad.
Me llama mucho la atención que puedas viajar del mundo del lujo a, por ejemplo, idear una exposición como “Metamorfosis”, tu primera colaboración con el CCCB.
Es lo que te decía del sentido común (risas). Y es lo que me divierte, el cambio, pasar de hacer casas, a hacer una exposición sobre la historia del cine de animación. Me gusta hacer cosas distintas y en estos últimos años, nos ha ido muy bien poder compaginar todo tipo de encargos. Es una exposición muy compleja porque hay 35 audiovisuales, con lo cual hay sonido por todos lados. Nos vimos obligados a hacerla un poco cerrada en según que espacios. Está muy modulada, porque hay 500 piezas expuestas. Hemos dedicado más de un año a prepararla y nos dicen que es poco tiempo. Ahora viaja a la Casa Encendida de Madrid y nos hemos adaptado a su espacio, aunque mantendrá el hilo expositivo. Siempre trabajo con mi equipo, aunque en este caso, hay mucha colaboración externa, relacionada con los audiovisuales, diseñadores gráficos, iluminadores, todos muy importantes. En el caso del CCCB son muy buenos profesionales.
Si hacemos un viaje en el tiempo, dentro de diez años, ¿dónde te ves? ¿Te planteas irte de aquí?
¡Sin hacer nada! (risas). Me veo trabajando en un ámbito más internacional. Siempre pienso, que bien trabajar fuera, pero me gusta vivir aquí. También me da mucha pereza empezar de cero en otro sitio y además en Barcelona me siento muy cómodo. Es una ciudad que está muy bien para vivir, es un tópico, pero es real.
¿Te incomoda la situación social y política que vivimos en España, donde algunos dicen que vamos hacia una nueva forma de dictadura?
La política actual me incomoda muchísimo, es evidente. Me parece patética la mires por donde la mires. Tendría que pasar algo muy grave para irme, pero una nueva dictadura sería algo tremendo y no la permitiremos. Si se diera el caso, me iría, lo tengo clarísimo. Aunque intento aislarme un poco en mi mundo, me entero de todo y estoy en contra de determinadas cosas. Yo intento vivir bien en mi mundo, en mi trabajo…
Todo el mundo tiene un maestro. ¿Tú también?
Yo soy un poco esponja, he cogido cosas de diferentes personas, incluso de ex parejas y amigos, desde la observación, pero no puedo darte un nombre concreto de un maestro.
¿Qué le dirías a un alumno de diseño que esté a punto de salir al mercado?
Que tenga originalidad haciendo las cosas, que intente romper los moldes, hay que romper siempre, y lo que es muy importante que siempre se replantee sus proyectos. También le diría que es una profesión dura, con muchas horas en la obra… A mí me gusta mucho ir, estar allí, tener la sensación de que estamos construyendo algo y cuando lo ves terminado es chulísimo, no solo para mí sino para todo el equipo. Es una profesión muy bonita en este sentido, porque es una sensación muy especial. Es una idea tuya que tienes la suerte de que la puedes realizar, se materializa y además haciéndole el bien a alguien.
¿Podríamos decir que es como una pequeña historia de amor?
Pues un poco sí… Cuando acabo una obra, necesito abandonarla un tiempo y cuando regreso, sé si me gusta o no. Me encanta apartarme y volver. Siempre me sorprendo. Es lo que pasa con las ex parejas. Puedes llevarte muy bien, o todo lo contrario. Si retomamos el caso de Sandwich & Friends, suerte que nos separamos, porque no teníamos nada que ver (risas). Y en cambio las casas que he hecho en la costa del Mediterráneo, cuando las vuelvo a ver pienso que es normal que me enamorara porque ganan con el tiempo. Sí que hay un paralelismo con el amor. ¡Me parece muy chulo!
¿Tú te has inventado tu vida?
Me la he ideado, pero no inventado. Conozco muchos casos de gente que se ha inventado la vida y le ha acabado pasando. Yo tendría que ser un poco así, y no lo soy tanto… Debería inventármela un poco más. Las cosas van viniendo, no las busco mucho, tampoco dejo que se pierdan, pero es verdad que me dejo llevar un poco a veces, y quizás debería buscarlas más. Me he ido encontrando con lo que me ha pasado, no he hecho esfuerzos para hacer más cosas. Es una cuestión de comodidad, hago lo que quiero hacer. Nunca he entrado a competir en concursos, siempre he ido muy por libre y no he ido ni me han venido a buscar los políticos...
¿Tiene que ver con la voluntad de preservar tu espacio de libertad?
Totalmente.
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