Coincidiendo con "Hook me", la exposición que le dedica en Madrid la Factoría de Arte y Desarrollo a sus dibujos; conocemos a Raúl, la mano y el alma detrás de FlanKo. Proyecto artístico que nace de la idea del cuerpo como contenedor de experiencias. Desde la ilustración, sus personajes le sirven para reflexionar sobre el yo y los otros, y nos descubren un croquis vital íntimo y personal.
Mis primeros dibujos nacen hace muchos años, como garabatos en cuadernos y como escenas que me servían de apoyo y reforzaban ciertos conceptos de mis proyectos en la facultad de arquitectura. Pero tras un parón profesional hace dos años y encontrada la técnica, empecé a formalizar tímidamente ciertas inquietudes que han ido evolucionando hasta lo que son mis dibujos actualmente.
Claramente son la expresión de un personaje solitario con nombre de múltiples canciones y con muchas caras. Narra mis frustraciones, miedos, mis logros… Para mí es como una vía de reflexión y autoconocimiento.
El proceso parte de la superposición de imágenes y de los recuerdos. Algunos rescatados de cuadernos olvidados y muchos de instantáneas, frases de canciones o de libros que activan mi memoria. La lejanía de esa experiencia hace que mi subconsciente fantasee y los adorne más.
Tal vez porque todas esas sensaciones que comentas parten de la educación que hemos tenido, y de cómo ha influido lo ajeno en la formalización de nuestra propia identidad. Todos somos reflejos de otros. De todo lo que inconscientemente han ido captando nuestros sentidos, y que la pausa y el mirar hacia dentro me han llevado a formalizar de esta manera más sutil y poética con mis dibujos. Por eso he querido expresarlo con un lenguaje más conciso de líneas depuradas, de un trazo o dos, y otras más veladas como huellas que buscan todavía sus orígenes. Es un lenguaje que va expresamente ligado a mi formación como arquitecto.
Efectivamente. Me gusta esa conexión, el nexo que establecen los dibujos con el espectador y el doble juego que hago con el contenido gráfico y el título de la obra. Es un juego de despistes y de abrir otras interpretaciones a lo representado. Y en eso, claro, el público es una parte importante.
No, no es la primera, y reconozco que por deformación profesional me gusta controlarlo todo y para delegar tengo que confiar bastante en las otras partes. Sobre el trabajo con el comisario, admiro ante todo la forma de mirar y la sensibilidad de transmitir y adornar la materia representada.
Ah, a esto le doy mucha importancia, intento estar activo en los medios editando contenidos y observando con detalle las reacciones de mis seguidores. La aceptación que ha tenido ha motivado que haya ganado en confianza respecto a mi trabajo y me ha llevado a expandir poco a poco lo que hago en otros soportes más asequibles y acercarme al coleccionista doméstico, por ejemplo.
Intento responder a cada uno de los comentarios y me ha dado la oportunidad de conocer gente muy interesante y realizar otro tipo de encargos que, aunque desvinculados de mi percepción más personal, siempre acaban contaminados por mi propia interpretación, pero de una manera más sutil, aunque ese surrealismo que aflora en muchos de mis obras está por supuesto presente en todo lo que hago.
Desde aquí agradezco a todos los que han hecho posible que este proyecto crezca poco a poco.
Humor hay, y bastante. Yo creo que es mi manera de asumir, y de llegar a reírme de mí mismo y de las circunstancias que me rodean. A mí me sirve de filtro hacia lo que me agrede. Tears dryer, uno de mis dibujos, es un buen ejemplo de lo que hablo. Al final termina siendo como una terapia para encarar ciertas situaciones. La ironía ligada al humor descontextualiza el recuerdo y lo hace más tuyo.