Felipe Almendros es un pintor barcelonés que ha exhibido internacionalmente, un ilustrador que ha publicado varias novelas gráficas como Save our souls, RIP y VIP con Penguin Random House, un músico en el grupo punk Sex Shop Boyz, un artista que hace videoarte y, más recientemente, un actor galardonado por la película de Ander Duque, El arte de frío. Le gusta Fugazi y tiene una fobia inusual, nada mediterránea. Tomé una cerveza con Almendros y habló sobre perderse a uno mismo, cómo la creación puede ayudar a superar la depresión, y la película El arte de frío basada en sus cómics autobiográficos.
¿Cómo equilibras todos tus intereses y proyectos creativos?
Me encantaría tener una respuesta para eso, pero la verdad es que soy un puto caos. No tengo disciplina ni metodología de trabajo, así que me cuesta horrores compaginar esas aficiones. Tengo tendencia al desorden, y salto de una cosa a otra casi sin darme cuenta. Supongo que me muevo por impulsos, y tiendo a la desidia con algunas tareas. Por eso necesito hacer varias cosas a la vez, porque me suelo aburrir mucho cuando algo en lo que trabajo se convierte en una rutina, y necesito investigar otras maneras de expresión.
¿Te concentras en un proyecto a tiempo completo durante algunos meses?
Solo me concentro cuando tengo algún encargo específico con fecha de entrega, animación, ilustración, videoclip... Pero si son proyectos personales, estoy desconcertado. La pintura es algo que me ayuda a centrarme un poco, y procuro sacar tiempo para volver al óleo siempre que puedo, porque lo vivo casi como una terapia, un mantra que me ayuda a dejar la mente en blanco por unas horas. Hacer música con mi banda Sex Shop Boyz también me ayuda a tener una rutina creativa, porque tenemos horarios de ensayo y la inercia de componer canciones nuevas. Cuando tengo las riendas del compromiso detrás me vuelvo más pragmático, pero si voy por libre me disperso con facilidad. Aunque disfruto de esa falta de hábitos, porque es cuando surgen las ideas y los proyectos personales más interesantes.
¿Qué quieres comunicar en tus pinturas?
Mis libros son siempre autobiográficos, y parten de la realidad que me rodea. En mi obra plástica he querido trasladar ese mismo concepto de mis novelas, y dotar a mis pinturas de ese realismo cotidiano, retratar el paisaje y las personas que me rodean como concepto autobiográfico.
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Has hablado de las diferentes partes de ti mismo que habías perdido y que surgieron cuando estabas creando tus libros, específicamente RIP. A lo largo de los años, ¿qué partes de ti se perdieron o quedaron atrás?
RIP fue sin duda una obra catártica. Me ayudó a comprender quién era y, lo más importante, por qué era así. Me ayudó a afrontar mis traumas y miedos del pasado, para mutar en otro ser. En ese proceso creativo, sobre todo durante su realización, me conocí mejor y llegué a perdonar a personas muy influyentes de mi pasado, mi padre entre ellos. También me ayudó a soltar a todos los Felipes que llevaba dentro y hacer un reset general que me hizo avanzar poco a poco en busca de nuevos yoes. No fue una terapia de un día para otro pero sembró una semilla importante con la que dar el primer paso.
Desde niño fui muy depresivo, creo que es algo heredado de mi madre, que también sufrió de depresión durante muchos años. Eso marcó mucho mi carácter introvertido desde muy pequeño, y no me dejó crecer. RIP me ayudó a viajar al pasado y darme cuenta de ese tipo de frenos personales. Nunca pensé en su publicación, o en cómo lo verían otros, simplemente lo vomité para quitármelo de encima. Curiosamente, esa sinceridad, aunque de estilo feísta, gustó a algunas personas. Aprendí que si haces algo desde lo personal, seguro que nacerá algo original de lo que sentirte siempre orgulloso como autor.
Una vez soñé que mi depresión y sufrimiento aparecían en un espejo. En este espejo, eran una obra de arte. El horrible dolor se había convertido en algo fascinante. ¿Cómo crees que tus luchas personales han ayudado o inspirado tu trabajo?
Sin duda son parte de mi imaginario creativo. Todo parte de lo personal o autobiográfico, porque me parece lo más honesto y sincero. Es la forma más original de crear algo sin estar tentado por las tendencias del momento, y es una regla que procuro aplicar a todo lo que hago. No soy ajeno al mundo que me rodea, pero prefiero no ser muy permeable al trabajo de otros. Esa manera de narrar me ayuda bastante, pero siempre desde el humor.
No me interesa generar narraciones dramáticas que no aporten algo más. Mi familia vivió siempre los dramas, que no fueron pocos, con cierta ironía y sentido del humor. Esa forma de supervivencia es algo que heredé de todo ellos y que uso en mis novelas como desengrasante innato para las situaciones más dolorosas.
¿Qué es lo más meta (refiriéndose a ti mismo o a una obra creativa) que te ha pasado?
Lo más meta fue poder salvar a mi hermana, sin duda. Mi novela RIP nace de ese momento en el que mi hermana necesitaba mi médula para salvar su vida...
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 ¿Tu hermana tenía cáncer?
Sí, mi hermana sufrió leucemia, y yo fui su donante de médula para superar la enfermedad.
¿Podrías explicar un poco más cómo superaste los desafíos que estabas enfrentando en ese momento?
En ese momento, yo me encontraba con una agorafobia que no me dejaba salir de casa. Tuve que superar esa patología haciendo un esfuerzo introspectivo muy profundo para hallar la raíz de mis traumas y poderlos superar. Mi novela narra ese viaje introspectivo a mi inconsciente, visitando personas y situaciones con el fin de superar mis miedos del pasado. El libro narra esa simbiosis entre hermanos: yo le salvé la vida a mi hermana, pero ella me forzó a superar mi agorafobia. Todo ese proceso acabó convertido en una novela de 140 páginas en la que explico la salvación de ambos... y que firmé con el nombre de mi padre en vez de con el mío.
Aparte de protagonizar la película El arte del frío, ¿tuviste otros papeles en la producción?
La película fue concebida desde el inicio como un acto de franqueza con la realidad. Tanto Ander Duque como yo la planteamos como un experimento, una diversión, así que desde el inicio no hubo reglas. Mi papel en la película tampoco era el de actor, o por lo menos actor al uso, ya que no teníamos guión, ni había que memorizar diálogos. Fue uno de esos proyectos mágicos que empiezan medio en broma tomando una copa de vino y acaban convertidos en una película con trayectoria en festivales y difusión en Filmin.
A Ander le inspiraron algunas de las cosas que le explicaba sobre mi vida y, un buen día, se plantó con la cámara con la única premisa de narrar mi historia, pero como de costumbre cuando nos juntamos, acabó convertido en un sinfín de escenas y situaciones improvisadas en las que construimos el guión sobre la marcha. En toda la película no hay un actor ni actriz; todos son personas reales. Fue súper experimental a todos los niveles.
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Hay un humor sobrio y absurdo en la película, vira entre el cine mumblecore y el neorrealista. ¿Improvisaste el diálogo basándote en tus experiencias?
Únicamente planeábamos escenas donde mi personaje pudiera entrar en algún tipo de conflicto, o situaciones en las que poder desarrollar diálogos que explicaran mi vida. Esa era la única premisa. Tampoco pretendíamos hacer una comedia de situación, nos interesaba más generar en el espectador la duda sobre la realidad y la ficción, lograr una metahistoria entre mi personaje y mi persona.
¿Podrías explicar tu personaje en la película? ¿Por qué él es tan... loser? Yo sé que está inspirada en tu vida pero tú no eres así...
Para no caer en el estereotipo de hacer un documental sobre un artista al que todo le va super bien y hay que admirarlo. Tiene una parte mucho más humana y que a lo mejor es como una parte más interesante, es como su día a día más cotidiano... Podría generar un personaje con muchos más registros, que no fuera un personaje tan plano.
¿Hay algo que la gente no sepa de ti?
Mis cómics cuentan todo. Está todo ahí.
Tiene que haber algo... Espera, veo que has retrocedido cuando la camarera ha servido las aceitunas... ¿Tienes fobia a las aceitunas?
¡Sí!
 
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