En esos primeros años tomando fotos pasaba mucho tiempo solo, intencionadamente. Siempre busco lugares para que eso pueda seguir siendo así. Por otra parte, me resulta más interesante la sutileza que me ofrece el propio rastro de las personas. Es decir, de algún modo sí que estoy retratando personas porque, aunque no aparezcan, se revela aquello que han hecho o han dejado de hacer: sus casas, sus caminos, sus piedras, sus manchas, los árboles que han plantado, los que han talado, etc. En todo ese rastro hay algo auténtico que a menudo pasa desapercibido: es precisamente esa belleza escondida la que me interesa captar.
Por último, el hecho de ser alguien tímido hace que me resulte difícil ponerme delante de alguien y hacerle una foto. En cierto sentido, las personas me resultan más extrañas e incómodas para fotografiar que sus territorios.