Al final, no creo que las conexiones con la gente solo tengan un plano estético, o que la razón por la que se decide fotografiar algo sea un ejercicio de estética. Estás trabajando sobre un tema y lo tienes que representar visualmente, y vas viendo cosas que te llaman la atención y desarrollando una historia. Las personas que fotografié en Gales o en otros lugares son gente que me encuentro en la calle o en los sitios a los que voy a fotografiar y que me interesan por distintas razones. Desde el trabajador de un desguace a una actriz, o gente que acude a eventos religiosos o que sale por la noche de fiesta, o unos chavales jugando en la calle… Son los personajes que forman la historia, los sujetos, el centro en torno al que gira todo lo demás.
Hay muchos fotógrafos británicos que admiro, como Chris Killip, Paul Graham, Anna Fox, Tom Wood, Martin Parr o Paul Reas, que fue mi tutor en el curso de Fotografía Documental en Newport. Ellos fotografiaron su propia sociedad en un momento histórico de mucha conflictividad, los años de Thatcher en los 80, con mucho criticismo. Yo estoy en la posición de una extranjera, y todo es estimulante en cierto sentido. Estoy fotografiando algo que me es ajeno, con lo que no tengo unos vínculos fuertes, y que estoy intentando entender. Lo que tengo claro es que no me interesa estigmatizar la pobreza ni crear un discurso de victimismo en torno a ciertos colectivos.