Son las 11.30h y Soraya a.k.a. Aaliyah Rosales se exhibe tersa y cristalina, me recibe con una sonrisa larga y encarnada, aunque su color de labios favorito es el pardo. Me cuenta que le cautivan las manos de la gente, que sus hijos se llamarán Hércules y Casandra y que le gustan los ritmos de The Bahama Soul Club. Sus manos gozan de bastante ritmo, también. Su flor favorita es la rosa, claro.
Nunca pensé que una entrevista fuera a ser tan fácil. Ella es franca y natural. Gracias por ello, Soraya. Y también por tus ansias de vivir. Temo por si corre demasiado, pero enseguida me percato de que no puede ser de otro modo: una mente imparable que hace de su vida su historia y cuyo arte no puede descansar –o no debe– por el bien de todos. La chispa estalla rápido, solidariamente creo; pero no me extraña, pues la aviva un fuego honesto. Mientras conversa, le presto mis oídos, casi empecinada por su espontaneidad y campechanía. Noto que se siente a salvo y que su sinceridad no le hace sentir incauta.

Aún así, Soraya es íntima y cálida. Pero también es ardorosa, tórrida y hasta sofocante. Me enseña que en la vida hay que quemar los límites y los juicios. Sospecho que ella se ha escuchado, se ha comprendido y se ha gustado. Y ahora es talento. Enseguida me doy cuenta de que las presentaciones son en vano, ya que en las próximas líneas nos explica cómo es. Me atrevo a describirla como a una rosa: esbelta, amorosa, pasional y con espinas. Creo que es arte carnal.
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Perdona que te asalte con esta pregunta, pero ¿cuántos años tienes? Me sorprende que con tu juventud ya presumas de tantos proyectos. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
¡Tengo 22 años! (risas) Nací en Murcia, en un pueblecito que se llama Molina de Segura y luego me mudé a Aguadulce con mi familia, que es el típico pueblo de playa que en invierno está súper vacío pero en verano, de repente, se llena y pasa todo. Ahí pasé una buena etapa creativa, era pequeñita y fui muy feliz. A los quince años nos mudamos a Egido, que era una cosa totalmente distinta. Una mañana, con diecisiete años, me levanté y me marché sin decirle nada a nadie, en plan “yo aquí no pinto nada”. No era feliz, siempre estaba triste y la gente no entendía absolutamente nada de lo que yo era; fue horrible. Me fui a Madrid y he estado ahí hasta ahora.
¿Y por qué Madrid y no otra ciudad?
Pues porque conocía a gente de Madrid gracias a las redes sociales y, además, por aquel entonces tenía un novio que se mudó para estudiar allí. Fui conociendo a más gente y me puse en contacto con personas muy interesantes. En Egido lo único que hacían era juzgarme hasta los propios profesores, y le pillé ansiedad a ir a clase. Allí conocí a Sybilla y empecé a trabajar con ella de asistente. Nunca estudié moda, nunca estudié nada; solamente me saqué el bachillerato y, de repente, con la práctica aprendí un montón hasta ahora, que estoy con Palomo Spain.
¿Cómo te sientes con la definición de ‘artista de nuevo formato’? ¡Porque yo te llamaría así! Haces vídeos, performance, estilismos, dirección artística, eres modelo. ¿Cuándo aparece cada faceta?
¡No me doy ni cuenta! El otro día llegué a la conclusión de que hay muchos personajes en mí que nacen sin querer. De repente soy Aaliyah Rosales, de repente soy Calíope Flores –dependiendo de si es flamenco o es absurdo– y de repente soy un tal Cohen, que es un niño pequeño con aspecto muy andrógino. Y también está Soraya, que es la que monta los vídeos, sale de ellos y lo mira todo desde fuera. Ella es también a quien llaman para hacer estilismos o para hacer de modelo. Al final lo he dividido por secciones y por personajes; cada uno hace una cosa dentro de mí y sale de manera muy orgánica. En el momento, el personaje sale solo.
¿Y tú crees que esto hace a un artista más completo?
Un artista es alguien que investiga la estética a través del vídeo arte o de las artes plásticas, o de la comunicación, o de la escultura, o de la escritura. Es alguien que comunica para que tú, como espectador, la percibas de una manera estética y atractiva, o incluso desagradable en algunas ocasiones. Es alguien que simplemente causa algo dentro. Pero si un artista se hace más completo cuantos más campos abarque, eso no lo sé. No lo sé porque tampoco me he definido como artista nunca. De hecho, no creo en las etiquetas –ni en las de género ni en las de nada–; siempre he hecho lo que me ha dado la gana, soy muy libre, aunque respetando unos límites y siendo siempre muy consciente de ello, eso sí. Con las redes sociales todo lo que haces llega a mucha gente, y de repente el artista no para de reinventarse. Ahora una pieza de arte podría ser una cuenta de Instagram. Creo que el arte se ha abierto y que personas como yo hemos llegado ahí sin quererlo.
¿A qué límites te refieres?
Vengo de una familia musulmana y esto, quieras o no, te condiciona de alguna manera. Cuando era pequeña y vivía con mis padres veía cosas que me atraían mucho pero, por otro lado, se me reprimían constantemente. Entonces empecé a crear ese doble personaje, que hacía un poco lo que le daba la gana.
A menudo te vemos persiguiendo la mejor fiesta o la mejor exposición. Siempre vas en busca del hit, de aquello más innovador, ya sea arte, moda o música. ¿Cuál es el lenguaje y la conversación que estableces entre disciplinas? ¿Cómo se mezclan en tu día a día?
Siempre me he movido con gente muy distinta porque soy muy curiosa, me nutro mucho de los que me rodean y tengo la suerte de que, a pesar de no tener mucha relación con mi familia, me he generado la mía propia. Esa familia elegida me ha enseñado cosas muy distintas y me ha enriquecido y convertido en lo que soy ahora, así que convivo con la mezcla a todas horas.
A menudo apareces jugando, creando y cuestionando las reglas con otros creativos, como Kito Muñoz, Filip Custic o Palomo Spain, sin ir más lejos. ¿Las creaciones que hacéis suceden realmente un domingo cualquiera, de forma improvisada?
Sí, te lo prometo. Es nuestra forma de comunicarnos, nunca hay nada del todo preparado a no ser que sea un trabajo. El trabajo es trabajo y nuestro día a día es así. Yo también soy muy de casualidades: siempre todo me pasa por casualidad –tengo mucha suerte–; de hecho, casi todo en la vida ha sido una casualidad.
Creo que una de las preguntas más esperadas es sobre la conexión que estableces con Palomo Spain. ¿Cómo surge?
Pues otra vez fue por casualidad y casi sin querer. Estaba en París trabajando con Sybilla y me sentía saturada del mundo de la moda, necesitaba volver a conectar conmigo misma. De hecho, decidí dejar Sybilla para irme a África un tiempo. Cuando estaba en París me llamó Filip Custic y me dijo que fuera a cenar con unos amigos suyos, entre ellos Alejandro Gómez Palomo –de Palomo Spain– y la pareja detrás de Chromosome Residence. Llegué y de repente me sacaron una tabla de quesos y de lomo, una bandeja muy castiza y muy española, y pensé, “¡Vaya, estoy en París pero parece que esté en Córdoba, me quiero quedar aquí!”. Me quedé con los Palomos toda la semana y todo surgió de una manera muy orgánica, conectamos por la vibra andaluza y la calidez. Eso fue hace seis meses. Teníamos tantas cosas en común que el encontrarnos ha sido una casualidad y un regalo divino. Empezamos con Nueva York, luego Madrid, y hasta ahora ya no hemos parado.
También te hemos visto trabajando con Sita Abellán, Rossy de Palma y Paloma Wool. Son tres perfiles muy distintos pero a la vez unidos por un fino hilo poco reconocible ante los ojos de muchos. Es evidente que tienes muy claro hasta dónde quieres llegar y con quién debes trabajar. ¿Estas sinergias, las buscas o aparecen solas?
Justo eso también es por casualidad. Rossy de Palma me empezó a seguir en Instagram hace dos años y de repente, en una cena de Vogue en París, nos sentaron juntas y me tiró muchos halagos. Y con Sita igual: tuvimos una conexión súper fuerte cuando nos conocimos y acabamos quedándonos tres días juntas. A Paloma y a Carlota siempre las he admirado mucho, nos seguimos en Instagram desde ya hace un tiempo, y de la nada nos llamaron para hacer una entrevista conjunta dedicada a tres mujeres creativas. Éramos nosotras tres y fue maravilloso, compartimos un montón de confesiones, fue increíble trabajar con ellas.
Adentrándome más en ti, vamos a hacer una prueba. Voy a atreverme a definirte (si me lo permites) y voy a decirte qué me sugieres, teniendo en cuenta tu exposición social constante. Después me dices si estás de acuerdo. Eres: frescura, desenfado, irreverencia, excentricidad, eres ardiente, entusiasta, narcisista, incluso puedes llegar a ser soberbia… o mejor dicho, eres diva. ¿Me equivoco con este tanteo? ¿Forma parte de un papel o te definirías de esta manera?
¡Estoy de acuerdo! ¡Me gusta mucho, es eso, me lo apunto!
¡Vaya, qué bien! Entonces está claro que tus redes sociales son una expresión de ti misma, igual que lo es tu estética. Eres una constante mezcla entre contemporaneidad y folklore, la influencias castizas siempre marcan tu trabajo. ¿Por qué? ¿Qué encuentras en pasarle el filtro contemporáneo a lo tradicional e incluso casposo?
Me ha gustado desde pequeña, es con lo que me he criado. Nosotros hemos crecido con la generación de internet pero también con la televisión. Cuando era pequeña miraba Noche de Fiesta y escuchaba las folclóricas de Radio Andalucía, quería ser como ellas. He acabado siendo de otra manera –como he querido– pero fusionada con mis orígenes. Soy súper fan de Camarón, del flamenco fusión que se hizo, de Ketama, de la Lole y el Manuel, de Carlos Saura y sus documentales de flamenco, etc. Lo castizo y lo español es una combinación a explotar más en el arte. Tenemos mucha suerte de tenerlo en España, y de ahí se genera una nueva corriente, como tú dices; un flamenco mezclado con lo contemporáneo de ahora.
En tu web te presentas como Phil–Social Network. Con el término ‘phil’ se intuye cierta necesidad, cierta adicción, incluso cierta obsesión… ¿Por qué te defines así de entrada? ¿Eres un animal social?
En realidad, siempre estoy conectada. Cuando no existían las Instagram stories, cada vez que llegaba a mi casa abría el Photobooth y me grababa. ¡Creo que soy adicta! Me gusta mucho exponerme y exponer todo lo que me rodea, me parece muy interesante. Creo que lo importante que tiene la televisión se utiliza muy poco y la única manera de contraatacar es usando internet. Entonces sí, tengo una ‘philia’ a las redes sociales.
Es decir, hablar contigo es hablar sobre redes sociales, stories, selfies y exposición. ¿Qué opinas? ¿Consideras que formas parte de una corriente narcisista?
Todo llevado al extremo es negativo, hay que tener un equilibrio. Yo me podría hacer una cuenta de Instagram sólo de mis selfies, pero si sigo generando contenido de otro tipo y por otro lado, no tiene que haber ningún problema. En cambio, si vives por y para el like y por y para el seguidor, sin mirar a otro lado, es perjudicial. Te creas unas expectativas que no son necesarias y tampoco son productivas ni para ti ni para tu organismo. Hay que saber encontrarle el lado bueno a todo y mantenerse uno mismo en su punto de referencia, con cabeza, sabiendo de dónde vienes, hacia dónde te diriges y hasta dónde quieres llegar, y sobre todo, manteniendo siempre un hábito de trabajo.
Recapitulando en tu trabajo me encuentro con una estética que bebe de los 90 y de los 2000. Veo internet, veo egolatría, veo riesgo, veo ironía, veo atrevimiento y provocación, a veces veo hasta frialdad. Veo redes sociales. ¿A qué responde tu estética?
Soy como una mariposa y voy por ahí volando, posando, escuchando y aprendiendo. Me entero de lo que pasa y creo que es necesario un cambio. Venimos de un momento muy oscuro de crisis y hemos tenido que aprender a hacer de todo, nos buscamos las castañas. Si sabes generar contenido tienes un archivo, y si tienes un archivo tienes la posibilidad de llegar a algo, o por lo menos de participar en una corriente o en un movimiento que intente ponerle voz a lo que es necesario. Hay que manifestarse contra todo lo que hemos vivido hasta ahora, tanto en el papel de la mujer, como con el papel del género, como el papel de que ‘nos falta trabajo y España es el país de los pobres’. No, aquí pasan cosas y aunque los que están al mando no sean los que dan la mejor cara, para eso estamos los jóvenes, para reivindicar.
Con recurrencia pones a la merced del replanteamiento la ambigüedad. Me interesa especialmente saber tu opinión sobre ello. ¿Cómo vives tu género y qué entiendes por libertad sexual?
Creo mucho en el amor y en la pureza de las cosas, entonces siempre me ha dado igual. Mi primera experiencia sexual fue con una mujer y nunca he entendido por qué la gente necesitaba calificarlo. Lo importante es ser uno mismo, quererse mucho y querer a los que te rodean. Lo que seas o dejes de ser, lo que tengas entre las piernas o como te quieras manifestar ante el mundo, todo eso da igual. Todo se trata de una cosa que nos ha autoimpuesto la sociedad, una sociedad que necesita tenerlo todo controlado: el sí y el no, el blanco y el negro, el hombre y la mujer, el bien y el mal. Es muy fácil dividir por dos, ¿entonces cómo no lo iban a hacer con la humanidad?
Aprovechando las controversias de género, quería preguntarte por el show al que asiste en París de Tilda Swinton y Charlotte Rampling. En tu Instagram lo llegaste a titular como ‘The New Women’s Day’. ¿Qué tuvo para recibir este halago? ¿Qué define para ti a una mujer hoy día?
Tuve la oportunidad de ir a una perfomance donde había dos mujeres muy potentes, como son ellas. Monté el vídeo y lo publiqué para mostrar lo que para mí representa el día de la mujer. El día de la mujer es eso, una mujer como Tilda Swinton o Charlotte Rampling, que son polifacéticas, que no se ponen etiquetas, que han hecho lo que han querido y que siempre han sido singulares, originales y buenas personas, y que han transmitido buenas energías e inspiración a todos los que valoramos lo que ellas hacen.
Para terminar, y teniendo en cuenta tu capacidad de adelantarte a las fronteras, ¿qué proyectos tiene Soraya entre manos? O Aaliyah, o Cohen…
Me encantaría trabajar con Olivier Saillard, Rossy de Palma y Tilda Swinton. A nivel musical me gustaría hacer algo con alguien potente, por ejemplo coger a una Lole de Lole y Manuel y ponerlos en la misma sala que Rosalía. También quiero hacer algo bien distinto. Me apetece montar un reality a través del Live de Instagram en el que aparezca yo encerrada en una galería, como mínimo una semana o dos, sin ningún tipo de suministro y conectada las veinticuatro horas. Quiero que la gente pueda interactuar conmigo, que me pida cosas, información, shows, etc. Yo, a cambio, les pediré comida, ropa o utensilios para llevar a cabo la performance. De hecho, este proyecto ya está en camino.
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