Nunca pensé que una entrevista fuera a ser tan fácil. Ella es franca y natural. Gracias por ello, Soraya. Y también por tus ansias de vivir. Temo por si corre demasiado, pero enseguida me percato de que no puede ser de otro modo: una mente imparable que hace de su vida su historia y cuyo arte no puede descansar –o no debe– por el bien de todos. La chispa estalla rápido, solidariamente creo; pero no me extraña, pues la aviva un fuego honesto. Mientras conversa, le presto mis oídos, casi empecinada por su espontaneidad y campechanía. Noto que se siente a salvo y que su sinceridad no le hace sentir incauta.
Aún así, Soraya es íntima y cálida. Pero también es ardorosa, tórrida y hasta sofocante. Me enseña que en la vida hay que quemar los límites y los juicios. Sospecho que ella se ha escuchado, se ha comprendido y se ha gustado. Y ahora es talento. Enseguida me doy cuenta de que las presentaciones son en vano, ya que en las próximas líneas nos explica cómo es. Me atrevo a describirla como a una rosa: esbelta, amorosa, pasional y con espinas. Creo que es arte carnal.