La naturaleza, poder pasar las tardes en el pantano con los amigos, jugar a fútbol en la plaza del pueblo hasta que se haga de noche, vivir sin mirar el reloj…. Aunque la ciudad le ha ofrecido a Pablo Escudero multitud de oportunidades, hay momentos y costumbres de su pueblo que son irremplazables y que, inevitablemente, echa de menos.
La fotografía documental fue la que le abrió los ojos a una nueva manera de contemplar la realidad. Él mismo confiesa que, en sus inicios, entendía la fotografía como un “diario personal”. Y así, sin desentenderse de la voluntad de captar y dejar constancia de las actividades cotidianas, es como el fotógrafo ha planteado su nuevo proyecto: una serie fotográfica en la que la moda y la vida en el pueblo se encuentran y dialogan “sin renunciar a la espontaneidad”.
Esta autenticidad, que el fotógrafo no estaba dispuesto a dejar de lado, ha sido posible, en gran parte, gracias a las localizaciones y a los rostros que han protagonizado el proyecto. “El trabajo está realizado en distintos puntos del pueblo, desde la era donde mi abuelo tenía las granjas de cerdos, el gallinero y el garaje, hasta los paisajes habituales de nuestras tardes de verano: los alrededores del pantano donde íbamos a bañarnos, los campos, las granjas…”. Todas las localizaciones están vinculadas, de alguna forma, a la infancia y a la adolescencia del fotógrafo.
En cuanto a los modelos, son su hermano y sus amigos los protagonistas y los que, a pesar de no ser profesionales –o quizá precisamente por esto–, han logrado impregnar las fotografías de sinceridad y transparencia, gracias a una actitud que el artista asegura que se encuentra a medio camino entre la ingenuidad, la altivez y la autenticidad. “Siempre busco la naturalidad y la espontaneidad de los modelos y, en este caso, solo tuve que pedirles que se olvidasen de la cámara y se comportasen como si de una tarde de verano se tratase”, confiesa Pablo, recordando lo sencillo que fue trabajar con ellos y lo receptivos que estuvieron.
Volver a las raíces para verlas de otra manera. Y, en el caso de un fotógrafo, no hay mejor forma de hacerlo que a través de la cámara. La que fue su realidad como adolescente le ha dejado más de un recuerdo del que no ha sido capaz de desligarse y que, ahora, le ha permitido ver el pueblo en el que creció con otros ojos, “porque tanto mi forma de mirar como el pueblo siguen evolucionando”.