Del 12 de diciembre al 6 de enero, la Sala Atrium de Barcelona ha sido testigo de este ejercicio de introspección y de este profundo análisis sobre la oscuridad y la fealdad, que de manera tan natural como inevitable habita dentro del ser humano. Honesto, penetrante y desgarrador. Ana Rujas y Bàrbara Mestanza se desnudan delante del público sin llegar a quitarse una sola pieza de ropa en La mujer más fea del mundo. Que alguien se sincere así delante de una audiencia y muestre su alma de esta manera no es algo que pase un día cualquiera.
Me sorprendió la transparencia. Me emocionó la transparencia, mejor dicho. Supongo que a todos nos pasó, hecho que justificaría los aplausos y las tímidas –y otras no tan tímidas– lágrimas de conmoción y ternura al concluir la obra. Porque lo puro, lo honesto, lo crudo, lo más humano, impacta. Todo aquello que no ha sido alterado, modificado o azucarado para ser más sutil impacta. El dolor, lo feo... Que te hablen claro siempre impacta.

Este desgarrador ejercicio de valentía y de liberación es fruto de las vivencias cruciales de las dos autoras en un punto vital concreto de sus vidas. “Es una mezcla de la trayectoria vital de Bàrbara y la mía, en un momento que no sabíamos qué estaba pasando en nuestras vidas”, explica Ana Rujas. “Hace casi un año coincidimos en Nueva York mientras estábamos pasando una época rara, y una noche, mientras hablábamos y tomábamos vino, surgió.”

“¿Cómo se llena el hueco si en realidad todo está bien? La mujer más fea del mundo va sobre la búsqueda de algo que no estás llenando, y que no se sabe ni qué cojones es”, explica Ana. ¿Cómo puede ser que una chica normal, con una vida normal, pueda sentir este dolor y este vacío? Quizás a muchos les haya invadido alguna que otra vez la congoja inherente a la condición humana, una angustia tan asfixiante como inevitable que conlleva el sentir y el estar vivo, el simple hecho de existir. Pero no todos lo han sabido descifrar, narrar e interpretar como ellas, que deciden llamarlo “una sobredosis de la misma vida”.

Esta pieza teatral en forma de monólogo también es una crítica a los resultados de una sociedad capitalista, es una satírica crónica de la realidad que compartimos y en la que todos somos esclavos del consumismo. La mujer más fea del mundo es una tragicomedia que analiza y cuestiona los valores de una sociedad presa del capitalismo y de su superficialidad, que nos convierte en víctimas de la necesidad constante de saciar un estímulo tras otro, del vacío que este nos produce y que nos arrastra al círculo vicioso de la insatisfacción, de la rotunda impotencia y del sinsentido.

“Da igual lo que seas por fuera, da igual con lo que te presentes. Lo que hay dentro es con lo que pierdes… Y con lo que ganas”, explica Rujas. Y si se trata de ganar, La mujer más fea del mundo le gana a los relatos planos e insulsos, le gana a la pereza de hacer algo revolucionario, y sobre todo, le gana a la cobardía. La mujer más fea del mundo es también la mujer más valiente del mundo.
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