En estos últimos cuatro años, Pérez Villalta ha vuelto a temas que ya trató en los 70: el misticismo, el mar, las alusiones a la historia del arte, la geometría y, por encima de todo, la arquitectura. Si en su exposición anterior en la misma galería los cuadros (hechos entre 2012 y 2013) estaban inspirados en el Rococó y predominaban las curvas y el dinamismo, ahora el artista fija su mirada en el clasicismo, que según él, es “más severo, geométrico, y esencial”.
Las obras lo reflejan bien: estructuras imposibles, columnas jónicas con estrías, e incluso un tiovivo. La desolación de los paisajes y las sombras alargadas remiten a De Chirico, la imposibilidad de algunas formas y elementos, a Dalí, y los colores empolvados y escenas abandonadas, a la fotografía de Luigi Ghirri. Tal como dice el crítico Óscar Alonso Molina en el catálogo de la exposición, ha compartido junto a los otros integrantes de la Nueva Figuración madrileña (Carlos Alcolea, Rafael Pérez Míguez, etc.) “el entusiasmo por una vuelta a la pintura figurativa, cargada de referentes a la Historia del Arte, tanto antiguo como moderno, y ese regusto pop común a todos.”