Es la primera vez que el Museo Thyssen-Bornemisza dedica una exposición a la moda, así que no extraña que, por contenido y por contexto, el recorrido por las salas presente además un interesante diálogo entre las prendas y una selección de obras de arte de Zurbarán, Mark Rothko, Miró o Georgia O’​Keeffe.
Un sencillo abrigo de lana marrón con motivos geométricos, tan de moda en los años 60, es una de las piezas más austeras y solemnes que recoge la muestra, contrastando con la propuesta más barroca de otras décadas. Esa simplicidad, a medio camino entre lo monacal (influencia de Zurbarán) y lo litúrgico (por el binomio marrón y negro) identifica sin embargo la grandeza de la alta costura. Y es que lo que a primera vista nos parece un estampado, según avanzas hacia el figurín, se revela como un admirable trabajo de taller realizado con la técnica del cuadrillé, donde cada pieza cuadrada está cosida a mano con un invisible acabado, sin dejar costuras a la vista y sin utilizar el recurso de un forro para ocultar su interior.
Esa pureza de líneas y volúmenes así como la modernidad de sus creaciones, apuntan a Balenciaga cuyas referencias son una constante a lo largo de la exposición, tal y como se refleja en una selección de Little Black Dress de finales de los 60-70, y en un conjunto de noche de pantalón y chaqueta en lamé brocado con galones de oro y nácar en los bolsillos, destacando esa importancia de los tejidos y los materiales en la construcción de sus piezas. El color y la introducción del patchwork en la alta costura también están presentes en las salas del museo, donde podemos ver varias chaquetas bordadas con fragmentos de tejidos de distintos estampados y materiales como plástico, rafia o cabujones de bisutería.
Hubert de Givenchy nace en 1927 en Beauvais, una localidad famosa por la Manufactura de Tapices, actividad a la que se dedicaba su abuelo materno como administrador, siendo además coleccionista de muebles, trajes antiguos y telas preciosas. De su heredada sensibilidad por la belleza, así como de su admiración por Balenciaga, nace esa vocación que le llevará a formarse con Jacques Fath y con Robert Piguet, para después trabajar en la tienda de la diseñadora Elsa Schiaparelli. Fue esta experiencia la que le impulsó a crear una línea propia y abrir su propia casa de moda en 1952 con una primera colección llamada Separates, que presentaba una innovadora prenda, la blusa Bettina, introduciendo así el concepto de piezas sueltas fáciles de combinar entre sí para que cada clienta construyese su propio look, proponiendo la nueva fórmula de un prét-à-porter de lujo.
El capítulo dedicado a Audry Hepburn, cuya bella amistad cultivó durante cuarenta años, muestra una longeva relación cinematográfica como plataforma de proyección de sus creaciones. Una relación iniciada en 1955 con Sabrina, y fortalecida en Desayuno con diamantes, Una cara con ángel, Charada o Cómo robar un millón, entre otros títulos, y representado en la muestra con los celebradísimos vestidos de su protagonista.
Tras vender su compañía al grupo Louis Vuitton Moët Hennesy (LVMH), el conde Hubert de Givenchy se mantuvo seis años al frente, hasta su retirada en 1995 cuando le sucederían John Galliano, Alexander McQueen y Julien McDonald. Desde 2005, la firma revive con Ricardo Tisci un ciclo de modernidad que trata de mantener cierta continuidad con los orígenes de la casa, pero que termina por actualizarse teniendo en cuenta las nuevas necesidades de las clientas y los distintos ritmos de la moda.
La participación del modisto de 87 años en la estructura de la exhibición, abierta e intuitiva, basada en referencias y conexiones temáticas, deja ver su mano en ese profundo sentido por la belleza y los detalles, incluyendo así distintos accesorios y adornos que rematan los maniquíes, reafirmando su eterna idea de que la modelo no está completa hasta que se incorporan los complementos.
Una emotiva selección de piezas elaborada sobre la belleza y los recuerdos, más que sobre dictados académicos, queda retratada así en la primera gran retrospectiva de ​un creador esencial del siglo XX y leyenda viva de la alta costura, que se exhibe en Madrid hasta el 18 de enero de 2015 en el Museo Thyssen-Bornemisza.
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