Con motivo del 45° aniversario del festival de música más famoso de todos los tiempos, Woodstock, Reel Art Press lanza una suntuosa edición con su nombre, en el que se recogen fotografías inéditas tomadas por el primer fotógrafo de la revista Rolling Stone, Baron Wolman. La exposición podrá visitarse de forma gratuita en la galería Forgue & Co hasta el 18 de julio.
Como en toda buena historia, el final debe superar todas las expectativas, y esto es lo que pasó con Woodstock. Todo comenzó en una granja en el Estado de Nueva York, Sullivan Country, y la idea de congregar a gente bajo el poder de la música rock del momento. Era verano del 69. La sociedad norteamericana hastiada de la guerra de Vietnam se abrazaba cada vez más a la idea de paz, amor y libertad. Esto unido al buen momento musical que atravesaba Estados Unidos (y que el festival era gratuito) hizo de Woodstock uno de los festivales de música más importantes de todos los tiempos, acudiendo alrededor de unas 500.000 personas, y del que hoy en día se sigue hablando, tal y como comentaba el productor, Michael Lang. “Woodstock habla a las esperanzas de toda una generación, e incluso después de tantos años el espíritu de Woodstock no ha disminuido, sino que ha ido en aumento”.
Entre los asistentes se encontraba Baron Wolman, fotógrafo enviado por la Rolling Stone a captar la esencia del festival, y que llevaba solo dos años dedicado a la fotografía musical. Lo hizo con creces. Supo plasmar el poder que derrocharon los directos de Santana, Jimi Hendrix, Joe Cocker, Joan Baez, Creedence Clearwater Revival, Janis Joplin, The Who, and Neil Young, entre muchos otros.
Pero Wolman fue más allá, se mimetizó entre los asistentes y, gracias a eso, obtuvo increíbles imágenes que captaron un ambiente bucólico cargado de buenas vibraciones y de personas que querían disfrutar de buena música. Ahí fue cuando el fotógrafo descubrió que esa multitud tenía más potencia que las mismas guitarras eléctricas. “Terminé pasando la mayor parte de mi tiempo en la naturaleza con la gente, porque lo que estaba pasando allá afuera era demasiado interesante para no hacerlo”.
En el libro aparecen preguntas y respuestas de Baron Wolman y el creador de Woodstock, Michael Lang, donde hablan de sus experiencias durante esos tres días y medio de festival. Además cuenta con un prólogo de excepción, escrito por el músico Carlos Santana, integrante de la banda Grateful Dead que formó parte del cartel.
Para Santana fue una experiencia increíble: “Recuerdo volar en el helicóptero, mirar hacia abajo y ver a toda esa gente y pensar, oh, Dios mío, es como un solo organismo vivo. ¡Un océano de pelo y dientes y ojos y brazos! El sonido de la multitud era tan fuerte que podía oír por encima del ruido del motor del helicóptero”.
Junto al libro, se inauguró una exposición a finales de junio que recoge una selección de estas imágenes firmadas por Wolman, donde aparecen detalles del día a día del festival. Pero tal y como se puede observar en la exposición, no solo fue un festival para jóvenes, allí se dieron cita familias con sus hijos y gente de todas las edades, curiosos o simplemente personas que compartían los mismos ideales.
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