Hacer introspección en uno mismo, indagando en nuestros sentimientos más profundos y oscuros, no siempre es tarea fácil. El artista catalán Sr. Chen es muy consciente de ello, y lo demuestra a través de su último álbum Cómo no hacer un trío, un proyecto en el que ha estado trabajando durante más de 2 años; letras sinceras a la vez que desgarradoras nos transportan a un imaginario complejo entre el amor, el desamor y encontrar de nuevo a nuestro niño interior. “Sacar el álbum fue todo un ejercicio de confianza y desnudez”, nos explica.
Llevas más de 10 años en la música, especialmente se te ha conocido por tu papel como productor, también eres compositor y desde hace casi cinco años empezaste como cantante en solitario. ¿En qué campo te encuentras más cómodo?
Me siento más cómodo en el de productor, porque es donde más tiempo he estado. Eso no significa que sea donde quiero estar, en mi caso, esa comodidad era más miedo a no creer en mí que otra cosa. Así que ahora intento salirme un poco de esa zona conocida y apostar por algo que me llena y me hace sentir que estoy haciendo lo correcto. No me malinterpretéis, me encanta producir a otros artistas y disfruto mucho, pero para mí también es importante dedicarle tiempo a mis canciones y mis ideas.
¿En qué momento decidiste dejar atrás el Sr. Chen, que hasta el momento era conocido por ser el productor de Lildami, para darte a conocer como cantante? ¿Ha sido difícil quitarse la etiqueta de productor?
Yo ya cantaba mucho antes de trabajar con Lildami. Con Dami, tuvimos un boom mediático muy fuerte, y es normal que se me pusiera en el lugar de productor, pero es importante recordar que muchísimos de los temas de Dami están cantados también por mí. Al final, que se me ponga en ese lugar es un movimiento más bien periodístico, que no real. Cantar he cantado siempre, lo que la peña te coloca donde más le interesa o donde tú estás preparado para ser visto.
El pasado mes de enero lanzaste tu tercer álbum en solitario, Cómo no hacer un trío. Se trata de uno de tus proyectos más ambiciosos, ya que en él narras tu experiencia acerca del amor y el desamor, y todo lo que eso implica. ¿En qué punto te encontrabas cuando empezaste a crear el álbum?
Este álbum narra un poco una crisis de identidad que tuve a los 29 años, que empezó con el suicidio de un buen amigo mío. Eso desencadenó una serie de emociones por mi parte que me llevaron a romper un poco con todo, con mi familia, mi trabajo y una relación amorosa –con matrimonio incluido– que había durado más de 15 años. Fue un momento muy caótico de mi vida extremadamente doloroso, pero también de mucho aprendizaje y autoconocimiento.
Siendo un álbum tan personal y simbólico, ¿se podría decir que el Sr. Chen que lo empezó ya no es el mismo de ahora?
Claramente, es un momento vital en el que me polarizo mucho. Nada de lo aprendido me sirve y tengo que mirar a dentro y empezar a discernir qué cosas he hecho por presión social y cuáles tienen que ver con mi intuición y conmigo. Definitivamente hubo un cambio radical en mi manera de verme de aquel entonces y en cómo me veo ahora.
El disco tiene un hilo conductor; desde las dudas iniciales que se pueden producir en una relación, los momentos más delicados, hasta llegar a la aceptación, ser sincero y hacer las paces con uno mismo. Abrirse en canal de esta manera no debe ser fácil, especialmente cuando se trata de contar algo tan íntimo. A modo de introducción al disco, Lildami te pregunta si estás seguro de querer hacer esto, ¿había miedos antes de lanzar el álbum y que el resto del mundo lo pudiera escuchar?
Muchísimo, al final este álbum no habla solo de mí, sino de mi ex pareja y gente involucrada, así que era un salto al vacío. Era muy necesario sacarlo y tardé más de 2 años en decidirme a hacerlo, pues necesitaba tener el mindset apropiado para poder hablar de estas cosas públicamente, y para ello, es fundamental sentirse fuerte y con las heridas ya curadas. Es un disco donde hablo abiertamente del deseo fuera de la pareja, la infidelidad y el trauma. Así que sí, sacarlo fue todo un ejercicio de confianza y desnudez.
En Cómo no hacer un trío, no solo te has expuesto de forma emocional, sino que también te has alejado del trap, acercándote a un sonido más pop, influenciado por artistas norteamericanos como el grupo Brockhampton o Pharrell Williams. ¿Has vivido un proceso de cambio profesional en cuanto a tu estilo e identidad artística?
El trap me aburre muchísimo ya, poco trap he hecho yo en realidad. Al final siempre he consumido mucha música mainstream, y eso se ha ido notando. El estilo da igual, siempre que sea contemporáneo y progresivo, tanto a nivel social como individual. Hay movidas que quizás la gente no necesita escuchar pero tú sí, y ahí reside lo evolutivo de lo que estés haciendo.
Hay muchas colaboraciones, destacaría la canción No, interpretada exclusivamente por Yudi Saint X, una balada sincera y a la vez desgarradora que hace de interludio del disco; que marca un antes y un después. ¿Cómo surgió esta colaboración?
Primero de todo, porque estoy muy enamorado de Yudi. Cuando grabé esta canción me destrozó vivo, y recuerdo pedirle si podía formar parte del disco. Es una canción que sirve mucho para oxigenar el disco y funciona como lo que es, una bisagra entre las dos mitades del disco.
En La wave, uno de tus últimos sencillos después de lanzar el álbum, vuelven a estar presentes influencias de artistas como Tyler, The Creator o incluso Kanye West, una de tus mayores inspiraciones musicales. En la escena de la música catalana, ¿crees que es arriesgado hacer temas de este calibre?
Siempre me he sentido un poco enfant terrible de la escena. Me gusta apretar las tuercas y desafiar, y si a alguien no le gusta, pues que le den. La wave tampoco pretende retratar ni comunicar nada, ¡es energía pura con buen gusto!
En el videoclip de tu sencillo No matis al nen!, mencionas que un amigo te dijo que el cambio del artista se basa siempre en vaciar, que la pomposidad es siempre una muestra de poca madurez. ¿Qué piensas acerca de esto?
Me lo dijo DJ 2d2 cuando tenía 25 años en la gira con Tremendo. En realidad, tiene toda la razón. Es muy importante para cualquier artista practicar el no apego y saber quitarse capas de uno mismo. Pero, a veces, también está bien conectar con ese chaval que empieza haciendo música y usa trescientas veinte pistas, y que hace que todo suene muy abarrotado y mal. Con ese final intentaba transmitir eso, el volver a las formas primerizas, que no están tan pendientes del estilo, y más con el pasárselo bien haciendo música.
Cómo no hacer un trío trata sobre el desamor y todas sus consecuencias, pero la figura del niño también está presente en el álbum. Tanto en la portada como en los visuales se hacen referencias constantes acerca de la nostalgia y la infancia. ¿Hay un acercamiento entre la niñez, aprender de los errores y el ser adulto?
Uno de los mejores consejos que me ha dado mi terapeuta es que observe que hacía yo antes de la adolescencia, que hay mucha verdad en lo que hacías antes de ser adolescente y empezar a formar parte del grupo. Para mí, la figura del ‘niño’ es ese resquicio mío que continúa siendo sagrado, y que tengo que proteger a toda costa. Sé que es una mentirijilla de psicólogo, pero me va bien creer en ella, ya que me ayuda a trazar una historia entre lo que soy y lo que he sido, y lo mucho que le debo a ese niño que fui de pequeño.
El pasado mes de septiembre actuaste en el Festival Mússol, en la Sala Barts de Barcelona, junto a artistas como Amaia, Núria Graham o El Niño de la Hipoteca. Interpretaste el tema Dios junto a Sr. Wilson, un tema que motivó a todo el público. ¿Cómo estás viviendo esta etapa de conciertos después de la pandemia?
Pues es raro, pero es. Cada persona que, dentro de la que está cayendo, decide venirse a un concierto y apostar por la música en directo, se está ganando el cielo, porque es un acto de valentía. Saldremos para adelante seguro, aunque han sido unos años muy complicados. Yo toco madera, porque he seguido trabajando y tirando, así que no me puedo quejar. Pero actualmente la energía está sesgada. Falta algo en los conciertos, y es la corporeidad; somos como un televisor encendido en el que ponen el fútbol, acabamos un tema y se aplaude, pero falta el movimiento entre artistas y público, que recuperemos eso es fundamental.