El oficio de actor se remonta a la Antigua Grecia, y era denominado en la época ‘hipocritès’, o sea, simulador. Vestido con una túnica y cubriendo su rostro con una máscara, Tespis, el primer actor conocido, interpretó al dios Dionisio en un coro, creando un argumento dentro de una representación litúrgica. El rol del protagonista del coro se ha considerado el inicio de la tragedia griega. Entre los griegos, los actores llegaron a obtener los cargos más distinguidos. Los romanos también los tenían en gran consideración y los enriquecían; aunque también se sabe que el Senado Romano aprobó ciertos decretos contra ellos por sus malas costumbres. No es hasta mediados del siglo XVI que se crea la primera compañía de actores por contrato. En 1545 se funda La Commedia dell’Arte, que contaba con unos personajes arquetípicos interpretados por acróbatas y artistas ambulantes. Shakespeare y Molière se basaron en ellos para escribir sus obras.
Actualmente en España, sólo el 8,17% de los actores pueden vivir de su profesión. A pesar de las dificultades, la multiplicidad de plataformas de exhibición ha sido clave para que el público conociera a una nueva generación de actores. Entre ellos destaca un nombre: Pol Monen. Memorizadlo. A sus 25 años ha intervenido en nueve películas estrenadas, doce series de televisión y una obra de teatro. Formado en escuelas de teatro desde pequeño, en 2018 se le escapó el Goya por su magnífica interpretación protagonista en Amar, de Esteban Crespo. Lo tiene todo para hacer lo que se proponga. Los premios ya llegarán.
¿Cómo recuerdas tu infancia?
Crecí en un pueblo pequeño en un entorno muy libre. En mi casa siempre había mucha gente. Fui bastante feliz. Recuerdo que era un niño muy sensible y que la gente me decía que hablaba como un hombre mayor. Me acuerdo mucho de las clases de teatro de los sábados, el mejor momento de la semana para mí, y las comidas familiares de los domingos. Tengo buenos recuerdos.
La creación, también la creación de un personaje, va unida a la dificultad. ¿Estás de acuerdo?
Creo que es bueno que en la búsqueda haya dudas, que no lo tengas claro desde el principio, pero no siempre tiene que estar unida a la dificultad. Hay cosas que son fáciles, que hacemos sin pensar, sin mayor trascendencia, y otras que requieren más reflexión.
¿Qué dificultades has superado en tu vida?
Estos días de confinamiento estoy un poco más blando y no me apetece hablar de ellas.
¿Qué es un buen cómico para ti?
Alguien capaz de emocionar, de hacer vibrar, y comprometido con la historia que cuenta. Y valiente. No debe tener miedo a mostrarse: con sus torpezas, su sensibilidad, su luz, o su oscuridad.
Poder interpretar a un personaje requiere entender bien su alma. ¿Con qué habilidades personales cuentas para ello?
Tengo mucha imaginación y siento una curiosidad natural por la gente. Disfruto igual o más siendo espectador que actuando. Me gusta intentar comprender por qué somos como somos o por qué hacemos lo que hacemos.
El conflicto es la base de un buen drama. ¿Qué conflictos reconoces como propios?
Ningún conflicto de los que he interpretado lo he vivido como propio. Pero son historias que me han tocado desde que leí los guiones por primera vez. Me interesa mucho más llegar a través de la imaginación que jugar con recuerdos propios. La imaginación no tiene límites, nuestras emociones sí. Y la carrera de un actor puede ser muy larga, conviene no hacerse daño. Somos nuestro propio material de trabajo.
Tengo la impresión de que eres muy exigente contigo mismo. Te propusiste hacer la carrera de periodismo y aunque te desilusionó, la terminaste. Tu propósito actual es ser actor hasta los 120 años. Explícamelo.
Soy tozudo y bastante cabezota. Terminé la carrera porque así lo pacté con mis padres. Ellos me ayudaron los primeros años a vivir en Madrid, me dejaron estudiar teatro y esa fue su única condición. Me ha llevado un tiempo aprender que ya no tengo que pedir permiso. Lo de ser actor hasta los 120 años era más un deseo en voz alta que un propósito. Estos últimos años he podido trabajar con actrices como Lola Herrera, Rosa Maria Sardà o Verónica Forqué. Tenían mucha más experiencia que yo, muchísimos años de oficio, pero intuyo que las mismas ganas del primer día. Esas cosas se ven. Cuando veo a Al Pacino o a Robert de Niro pasárselo como niños en la última de Scorsese, pienso que es un lujo envejecer trabajando de lo que te gusta.
¿Cómo describirías el placer de actuar?
Libertad infinita. Poder dar rienda suelta a la imaginación y saber que justo en ese espacio y en ese momento no hay consecuencias.
Por tu edad, no viviste los mejores años del teatro catalán después del franquismo. ¿Qué conoces de ese movimiento y qué reconoces como propio en el sentido de la herencia cultural?
No soy un experto… He oído hablar mucho de Fabià Puigserver y de la creación del Teatre Lliure. De niño vi varias veces actuar a Anna Lizaran desde las primeras filas y sin duda es uno de los primeros recuerdos más bonitos que tengo como espectador. Creo que Lluís Pasqual y Àlex Rigola lideraron muy bien el teatro. Han arriesgado y han marcado el ritmo. En Catalunya siempre se ha hecho muy buen teatro, y hay mucha tradición de teatro amateur en los pueblos. Se agradecería un poco más de apoyo institucional e iniciativas como el Bono Joven Cultural que tiene la Comunidad de Madrid, para atraer al público más joven a los teatros.
¿Quienes son tus referentes en el ámbito artístico?
Admiro mucho a Javier Bardem. Me gustan mucho sus trabajos y las composiciones de personaje. Me gustaba muchísimo Philip Seymour Hoffman, sus transformaciones no solo eran físicas, estaban en lo sutil, en cómo miraba, en cómo cogía las cosas. También disfruto mucho viendo cada papel de Antonio de la Torre, de Ana Wagener o de Candela Peña.
Rosa Maria Sardà dice que sus mayores fracasos son los que han sido tomados como éxitos por el gran público. ¿Qué relación tienes con el éxito inmediato?
Creo que las cosas se han acelerado mucho. El espectador ha pasado de disfrutar de las cosas a consumirlas. Consumimos noticias, series, películas, contenido, comida… Y hay mucho más ruido que antes. Creo que dentro de todo ese mar es bueno plantearse cómo entiende uno la profesión. En lo personal, aunque estoy trabajando bastante, no tengo la sensación de haber tenido ningún boom, ha sido todo bastante gradual y agradezco que haya sido así porque me ha permitido conocerme más. Me gustaría que si algún día me reconocen mucho por un trabajo, sea por un proyecto del que pueda sentirme orgulloso artísticamente.
A pesar de tu juventud, has demostrado una gran capacidad para defender personajes complejos y contradictorios. ¿Cómo lo explicas?
Supongo que siempre hay un poco de nosotros en los personajes. Siento atracción por los personajes que no son lo que parecen, no hay nada más humano que la contradicción. Por poner un ejemplo: un dictador que mata a gente durante el día puede ser un buen padre para su hija cuando llega a casa, y seguramente él está convencido que está contribuyendo al bien común. Intento estar lo más libre posible de juicios de valor cuando leo una historia. Por otra parte, la cámara tiene algo mágico. Puedes poner a alguien delante y seguramente verás cosas de las que esa persona no es plenamente consciente. Hay cosas que se pueden ver sin que queramos, como la animalidad, los instintos, o unos ojos tristes.
A un periodista le puede la curiosidad, y a un actor se le pide que sea honesto en su interpretación. A un periodista ya no se le exige honestidad o veracidad en determinados medios, pero un actor sin curiosidad no es capaz prácticamente de nada. ¿Cuál es tu exigencia personal en ese sentido?
Lo único que me exijo es no ser perezoso. Normalmente no suele haber mucho tiempo para preparar un personaje, así que el tiempo cuenta. Intento poner la carne en el asador, y si no conozco algo de lo que habla el guion, investigo. El proceso de ensayos es quizás mi parte favorita de un rodaje, y siempre intento trasladar la libertad de esos ensayos al set de rodaje.
Recientemente ha fallecido uno de los dramaturgos más importantes en lengua catalana, Josep M. Benet i Jornet. ¿Qué destacarías de su obra?
En bachillerato tuve un magnífico profesor de literatura catalana que me recomendó leer varias obras suyas cuando le dije que quería ser actor y nunca se lo agradecí lo suficiente. Luego me di cuenta que además de ser un dramaturgo muy prolífico llevaba toda mi infancia viendo series que él había creado, como Ventdelplà o El cor de la ciutat, y decidí investigar más. Lo que más me gusta de su obra es que estaba siempre muy en contacto con lo que pasaba en la calle. Sabía tomar el pulso de lo que se estaba viviendo y no tenía miedo a hablar de temas tabú. Creo que nos hizo más libres y nos hizo cuestionarnos constantemente como sociedad.
¿Qué relación tienes con el ámbito teatral y qué autores te interesan especialmente?
Mi formación es eminentemente teatral. En las escuelas donde estudié solo trabajábamos textos teatrales. Creo que el teatro es la base de nuestro oficio y no me gusta la diferencia entre ‘actores de teatro’ o ‘actores de cine’. Últimamente he leído a Tony Kushner y tengo debilidad por Strindberg y Tennessee Williams.
En cuanto al cine, ¿quieres orientar tu carrera hacia producciones comerciales o preferirías trabajar con directores/autores? ¿Alguno o alguna en especial?
No me importa tanto la magnitud del proyecto como las personas que lo conforman. Me gustan las cosas hechas con mimo, casi artesanalmente, y me gustan las personas que cuidan lo que hacen. Cuando voy a trabajar con un director intento conocer lo que ha hecho antes y me gusta conocerles también a un nivel más personal. Cuando leí un guion tan fuerte como el de Tu hijo, de Miguel Ángel Vivas, necesitaba conocer quién había escrito eso.
A veces tenemos la tendencia a ponerlo todo en cajitas, lo comercial y lo autoral. Creo que pueden y deben convivir. Para mí, Woody Allen o Almodóvar, dos de mis directores favoritos, hace tiempo que dejaron de ser indies y fueron abrazados por la cultura popular. Y creo que debe ser maravilloso para un director ver a abuelos, padres y nietas en la misma sala.
¿Qué técnica utilizas para preparar un personaje?
Estudié cuatro años en el Estudio Corazza para el Actor y el año pasado hice dos módulos con Fernando Piernas. También me gusta mucho el trabajo corporal que hace Giles Foreman basado en la investigación de Yat Malmgren y Rudolf von Laban. A veces preparo con Paula Soldevila, que fue mi maestra en Corazza, después de enfocar previamente el trabajo con el director.
¿Puedes desvelar tus próximos proyectos y estrenos?
En algún momento de este año empezaremos a rodar una serie muy especial. Es un proyecto muy distinto a lo que he hecho hasta ahora y lo dirige uno de los directores con los que tenía más ganas de trabajar. Y próximamente se estrenarán dos películas: Con quien viajas, la ópera prima de Hugo Martín Cuervo, y El practicante, de Carles Torras. También tengo pendiente de estrenar Albanta, una serie de Atresmediaplayer.
¿Te planteas dar el salto al cine americano, europeo, o judío?
Me encantaría. Me gusta mucho estar en contacto con culturas distintas, con maneras diferentes de ver el mundo. El cine es un diálogo entre personas de todo el mundo. No creo que haya un cine judío. Hay un cine hecho por directores judíos, pero la diáspora ha hecho que cada uno de ellos beban principalmente de los países donde ha vivido. No tiene nada que ver el cine de Spielberg con el de Nadav Lapid, o el de Roman Polanski con el de Ira Sachs.
¿Hay algún personaje del teatro clásico que quieras interpretar?
Me gustaría mucho interpretar a Juan en Yerma. Llevo años sin hacer teatro pero si llega un proyecto que me apetezca no lo dudaré.
A alguien que no esté todavía muy convencido, ¿qué le dirías para que estos días viera Amar,  Tu hijo o ¿A quién te llevarías a una isla desierta??
No soy muy bueno en marketing, me limitaría a contarle de qué va cada película. Amar fue la ópera prima de Esteban Crespo y habla de un primer amor muy romántico y a veces tóxico. Fue la primera película de María Pedraza y mía, y le tengo un cariño especial. Tu hijo es un thriller oscuro protagonizado por José Coronado. Me atrevería a decir que en una de sus mejores interpretaciones. Habla sobre la venganza, la justicia y la educación que dan algunos padres a sus hijos.
¿A quién te llevarías a una isla desierta? es un drama sobre cuatro amigos que han estado compartiendo piso muchos años y su camino hacia la madurez. Habla de aceptar las cosas que no puedes cambiar y retrata muy bien el panorama desolador que dejó la última crisis.
 Además de actuar, te gusta escribir. ¿Nos vas a sorprender con algún guion?
Aún me juzgo bastante escribiendo, pero puede ser que lo haga próximamente.
 ¿Cómo afrontas el parón de los rodajes y otros proyectos a causa del Covid-19?
Está siendo muy duro, como para todo el mundo. Me consuela mucho saber que estamos evitando mucho sufrimiento y muertes innecesarias. Es la primera vez que como sociedad hacemos un esfuerzo colectivo de este calibre, y creo que mayoritariamente hemos estado a la altura, a diferencia de muchos de nuestros políticos. Creo que estamos viviendo un momento histórico y me gustaría que la conciencia colectiva que ha nacido siga creciendo. Quizás es un buen momento para cuestionar cómo estamos tratando al planeta.
El filósofo Byung-Chul Han habla de la sociedad del cansancio para describir nuestro tiempo. ¿Te sientes comprometido con el modelo de sociedad actual, o eres crítico?
No he leído a Han, solo alguna entrevista. Yo creo que el neoliberalismo nos ha deshumanizado bastante. Nos ha vuelto clientes insatisfechos y nuestras relaciones cada vez se han vuelto más superficiales, menos comprometidas. Pero intuyo que el hombre tiene las mismas necesidades afectivas que hace cien años. Seguimos necesitando querer y ser queridos, ser escuchados, compartir con los demás. El mundo sin duda ha cambiado mucho en cien años, pero en muchas cosas también ha cambiado para bien, sobre todo para las minorías. Y para las mujeres, que han sido injustamente tratadas por la historia como si fueran una minoría, siendo la mitad de la población.
¿Puedes compartir algún sueño por realizar?
En lo profesional, me encantaría poder trabajar algún día con Javier Bardem. Y en lo personal, me gustaría ser padre en unos años.
Me llama mucho la atención tu sensatez. ¿Qué esperas de la vida?
En estos días raros que estamos viviendo me he preguntado lo que realmente me hace feliz: la casa llena de gente, las comidas familiares que no se acaban y los viajes. Como deseo, seguir haciendo lo que me gusta. Que haya mucha más alegría que sufrimiento y tener a gente buena a mi lado. Y si puedo seguir pidiendo, que mis abuelos sean inmortales; o que se vayan solo cuando ellos quieran.