Vampiros, gitanos, y comunismo; estos son, a priori, tres de los grandes clichés que rodean Rumanía. Pero Pascual Martínez y Vincent Sáez, un dúo de fotógrafos también conocido como Niñorojo Project, decidieron emprender un viaje al país europeo para conocer mejor a su gente, sus costumbres, sus ideales, y su modo de vida.
¿Y qué han descubierto? Una hospitalidad inigualable, un aguardiente de ciruelas casi imbebible –hasta hay tutoriales en YouTube para aprender a tragárselo sin sufrir demasiado–, mucha flora, e incluso también parte de sí mismos. Todo esto lo recogen en The Tree of Life is Eternally Green, un fotolibro que, tras cuatro maquetas y varios editores de por medio, ha acabado publicando la editorial británica Overlapse. Pero todos estos intentos han valido la pena, y es que ahora el libro es más una reliquia sensorial que una publicación al uso. Hoy hablamos con Pascual y Vincent sobre las anécdotas más locas que han vivido, cómo han materializado un proyecto que les ha llevado cuatro años de trabajo, y qué es lo próximo en su carrera.
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Para los que aun no os conozcan, ¿podéis presentaros? ¿Quiénes son Pascual Martínez y Vincent Sáez?
Pascual Martínez y Vicente (o Vincent, en inglés) Sáez son dos fotógrafos que decidieron apartar sus identidades fotográficas personales para trabajar juntos bajo una misma mirada en común. En 2014 decidieron embarcarse en un proyecto conjunto que les permitiera explorar su forma de entender la fotografía contemporánea, poniendo así esa mirada al servicio del proyecto y no al contrario. No tener miedo a renunciar a la autoría en la fotografía permitiendo la suma de sus miradas y aptitudes, además de enfrentarse a diferentes retos es lo que les ha llevado a trabajar colaborativamente hasta la actualidad, donde esa suma es la clave.
The Tree of Life is Eternally Green es un cuaderno fotográfico que documenta la sociedad y la cultura de Rumanía. ¿Cómo os planteáis la experiencia? ¿Qué día decidís coger las maletas y lanzaros a fotografiar el país?
Desde el año 2013 empezamos a hacer pequeños trabajos conjuntos, y es en verano de 2014 cuando nos sentimos preparados para abordar un proyecto de mayor envergadura. El reto de emprender ese proyecto tenía como única norma la de salir fuera de España, así que buscamos residencias artísticas en Europa donde desarrollar esa idea de trabajo común y poder centrarnos exclusivamente en él –y solo en él– durante un tiempo limitado.
¿En este caso, huevo o gallina? ¿Era algo que hacía tiempo que teníais pensado como proyecto o sucedió sin más, a modo de memoria del viaje?
La idea nació inicialmente desde el autoencargo como proyecto fotográfico, con un proceso de investigación previo y un plan de trabajo, sin ser jamás conscientes de la magnitud que llegaría a alcanzar. Localizando espacios de trabajo encontramos una residencia para artistas en Bucarest, cerca de Piața Romană, y desde allí comenzamos el proyecto. Durante aquel mes recorrimos la capital en jornadas maratonianas buscando el contacto de sus habitantes con sus espacios naturales.
Bucarest tiene grandes parques y está rodeada de bosques. Comenzamos a investigar sobre la relación que los rumanos tienen con la naturaleza que les rodea, y los resultados que obtuvimos fueron muy sorprendentes –hasta para nosotros mismos. Expusimos parte de los resultados de ese mes de trabajo en Bucarest y en la ciudad de Brașov, en pleno corazón de Transilvania, donde empezamos a tomar contacto con la Rumanía más rural.
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¿Por qué Rumanía? ¿Cuál es el germen de este viaje?
Durante el proceso de investigación y documentación para aplicar a la residencia, nos dimos cuenta de lo poco que sabemos de la cultura rumana, aún siendo España uno de los países con mayor población inmigrante procedente de allí. Vampiros, comunismo y, sobre todo, gitanos, eran los temas que se nos mostraban de Rumanía, y emprendimos el primer viaje dispuestos a obviar los clichés y mostrar una visión más positiva. A nosotros nos resultaba más interesante la relación que los rumanos han tenido y tienen con el entorno que les rodea y condiciona, e intuimos que también sería interesante para nuestro público.
¿De qué manera decidisteis afrontar este proyecto? ¿Cómo llegasteis a la idea que un fotolibro era la mejor manera de traducir la experiencia en Rumanía, su gente, sus paisajes?
Ya durante el primer viaje planteamos crear ese fotolibro. Habíamos hecho dos exposiciones al finalizar la residencia con una primera edición de aquellas imágenes y suponíamos que nuestro trabajo se entendía mejor cuando se mostraban en conjunto y no de manera aislada. El fotolibro era también la mejor manera de acercar el trasfondo de este trabajo, no solo al público fotográfico, sino también a otro tipo de lectores y a los protagonistas de la historia que queríamos contar.
Al volver de nuestro primer viaje hicimos una primera maqueta del libro con aquella primera edición y lo llevamos al Festival Encontros de Imagem en Braga (Portugal). Fuimos conscientes de que, si bien los visionadores entendían mejor el proyecto a través de la maqueta que en imágenes aisladas, nos faltaba aún mucho trabajo por hacer. A la vuelta hicimos una segunda maqueta totalmente diferente a la primera, la llevamos a los visionados de PhotoEspaña (en 2015), y allí asumimos que mostrábamos una visión muy superficial que no se acercaba a la idea que nos habíamos planteado. Así que decidimos volver ese mismo verano.
Y a partir de ahí, ¿qué pasó?
Contactamos con Talia Delgado y Mihaela Frunzeti, que dirigen el blog hispatriados.com, y nos ayudaron a contactar con personas que voluntariamente nos alojaran y colaboraran con el proyecto, gente cuyo modo de vida estuviera estrechamente ligado a su medio natural o dependiera en gran medida de él. Y con una beca del Instituto Cultural Rumano recorrimos tres mil kilómetros aquel mes: en autobús, tren, coche, autostop, andando, etc., conviviendo no más de tres días con cada uno de nuestros anfitriones.
El primer día había la tensión propia de una situación donde dos desconocidos fotógrafos aparecen para retratar unas condiciones de vida humildes; el segundo día sacábamos nuestras cámaras retratando su día a día, sin interferir en él, y aparecían las primeras imágenes al tiempo que la tensión se disipaba; el tercer día éramos dos miembros más de la familia, aparecían las imágenes que buscábamos, y nos ofrecían quedarnos más días con ellos, pero el viaje debía continuar. Hoy en día seguimos teniendo contacto con estos buenos amigos y volvemos a verlos siempre que podemos cuando regresamos a Rumanía, les llevamos nuestras/sus fotos impresas y compartimos recuerdos y emociones.
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¿Alguna anécdota del viaje que no podamos descubrir entre las páginas del libro?
Hay una pequeña historia detrás de cada una de las imágenes que trasciende unas experiencias personales que intentamos obviar, y hay muchas anécdotas destacables que contamos en público. Hablamos mucho de algo tan difícil de reflejar en fotografías como es la hospitalidad rumana. Una de las normas de esta hospitalidad es ofrecer al recién llegado Pălincă, que es un aguardiente de ciruelas u otras frutas destilado artesanalmente y de graduación alcohólica muy elevada, mucho.
Leímos que rechazarlo podría ser ofensivo para el anfitrión así que lo tomábamos sin rechistar. La garganta arde cuando la bebes. Por lo visto hay tutoriales en Youtube que explican cómo debe beberse el Pălincă de forma correcta y, hasta que no los descubrimos, soportamos estoicamente los duros envites de este alcohol puro. Si sabes beberlo, no deja resaca. Ahora ya nos traemos alguna botella que nos regalan y lo bebemos de vez en cuando recordando los buenos momentos vividos.
Decidisteis titular al libro The Tree of Life is Eternally Green. ¿De qué forma recoge el relato que esconden las páginas?
Encontrar el título adecuado fue muy complicado y no surgió hasta después de nuestro segundo viaje. Leyendo algunos textos sobre el pasado comunista de Rumanía, encontramos uno que hacía referencia a una cita escrita en Fausto, de Goethe: “Mi digno amigo, grises son todas las teorías, y verde el áureo árbol de la vida”. Las múltiples y variadas representaciones del árbol de la vida que aparecen en la cultura popular rumana se unieron a nuestra idea de exponer una visión más allá de los estereotipos y las teorías ‘grises’ que tenemos por ignorancia, y dieron lugar a ese El árbol de la vida es eternamente verde.
El objetivo era mostrar una realidad en conexión con el entorno natural que anulara cualquier cliché preestablecido, y este título nos permitía mirar más allá de lo que se nos había mostrado de Rumanía: el comunismo cayó en 1989; el conde Drácula es un personaje ficticio que nunca vivió en el castillo de Bran; y Koudelka ya hizo un excepcional trabajo sobre gitanos, pero hace cincuenta años. La fotografía ha evolucionado mucho en este tiempo y las formas de contar historias con imágenes, también.
Publicáis este fotolibro con la editorial británica Overlapse con una estética muy cuidada: tres tipos diferentes de papel, escaneos, hojas, fotografías, etc.  ¿Qué era imprescindible para vosotros en el momento de materializarlo? ¿Teníais una idea clara del resultado final o las ideas fueron surgiendo?
Conocimos a Tiffany Jones, la directora de esta editorial inglesa, en los visionados del Voies Off de Les Reencontres de la Photografie d’Arlès en el año 2016. Fuimos a este festival de fotografía con la tercera maqueta buscando una editorial, y ella se enamoró del trabajo nada más verlo y se ofreció a publicarlo. Overlapse es una editorial pequeña pero que produce libros de fotografía de autor cuidando todos los detalles del proceso y con una línea de calidad formal y de contenido que los convierte en objetos de colección.
Le planteamos retrasar la producción del libro porque queríamos viajar en invierno para cerrar el trabajo y que no pareciera que en Rumanía siempre era primavera/verano, y ella accedió. Así que a la vuelta de aquel viaje realizado en enero de 2017, nos encerramos durante un fin de semana en una casita en Cabo de Gata, en un lugar muy especial y mágico para nosotros, para trabajar en la edición final.
Hicimos una cuarta maqueta y se la enviamos a Tiffany para saber su opinión porque variaba mucho de la idea inicial que ella había visto en Francia. Le encantó. Pero nosotros no somos diseñadores de libros y había que pulir el diseño y hacerlo viable. Ella había diseñado íntegramente dos de los libros que había producido su editorial hasta el momento, así que nos coordinamos entre los tres para que fuera un diseño conjunto.
Decidimos que formalmente recordara a los cuadernos de notas que nosotros llevábamos en nuestros viajes, donde anotábamos experiencias diarias, tomábamos apuntes, referencias, y construíamos un herbario con plantas que recogíamos de los lugares que visitábamos. La parte experiencial debía aparecer de manera indirecta y la narrativa debía ser más entendible. Además, queríamos que el libro reflejara el aspecto sensorial del trabajo. En resumen, queríamos que fuera un libro para ver y sentir. Y así que fuimos usando los recursos que ya habían ido apareciendo en las sucesivas maquetas para construir esa historia impresa de emociones.
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En cuanto al proceso creativo y de curación del libro, me parece muy interesante que mezcléis motivos naturales, como por ejemplo hojas, con las fotografías. ¿De qué forma interactúan todos esos elementos con las fotografías, las historias y los personajes?
Queríamos que aquellos elementos que para nosotros se repetían en la cultura popular rumana aparecieran, y procuramos que interactuaran entre sí para crear historias circulares alrededor de un tema común: la naturaleza y el ser humano. El libro se inicia con un hallazgo personal de nuestro primer viaje: páginas de un libro del período comunista que alguien había usado para secar plantas y construir su herbario particular. Allí, la metáfora de la naturaleza por encima del pasado comunista se enmarca con una imagen en blanco y negro (la única del trabajo) de las montañas que dividen el país (los Cárpatos).
Continuamos con nuestras imágenes, que transitan estacionalmente desde el frío y la dureza de los paisajes invernales hasta la explosión verde y salvaje de las fotografías primaverales y veraniegas, separadas a mitad del libro, de nuevo, por los Montes Cárpatos. Y en esta secuencia narrativa, las anotaciones documentales de nuestros cuadernos de viaje se entremezclan con los retratos de los protagonistas a los que, y continuando la labor de aquel rumano anónimo del principio, superponemos las páginas de nuestro propio herbario recogido en esos cuadernos de notas y plantas. Y los árboles, como personajes principales, separan los capítulos de esta historia visual donde el texto se reduce a su mínima expresión.
Una última imagen de las montañas del Cárpatos da paso al último capítulo, donde hemos incluido las ilustraciones botánicas que la artista rumana Minerva Luca ha hecho de las plantas de nuestro herbario, cerrando así el libro y también el círculo de intervenciones. Porque The Tree of Life is Eternally Green es un trabajo de colaboraciones y círculos concéntricos que se refleja en la misma portada, donde uno de los bocetos de Minerva Luca crea una particular corona de flores.
¿Cómo creéis que a través de este libro podemos conocer un poquito más de la cultura de Rumanía?
Al mostrar una perspectiva diferente alejada de los clichés hemos conseguido despertar el interés por esa Rumanía desconocida y provocar que algunos amigos y conocidos se hayan animado a visitar el país en los últimos años. Nosotros, en cualquier formato final, ya sea expositivo o como libro, nos sentimos satisfechos con haber conseguido emocionar mínimamente al espectador/lector y avivar su curiosidad e interés. Y son muchas las muestras de agradecimiento que recibimos de los rumanos que han visto nuestro trabajo. Ellos se sienten totalmente identificados, sobre todo en la labor de aquel sujeto anónimo que usó un libro comunista para secar plantas, porque era y es una práctica habitual que se enseña en los colegios.
Acabáis de recibir el Premio Artslibris Fundació Banc Sabadell por este trabajo. ¿Ha representado un punto de inflexión en vuestra carrera?
Nunca sabes la aceptación crítica que tendrá tu trabajo y más aún cuando es un formato difícil como el fotolibro –aunque tus amigos y familiares te digan que les encanta. Por eso, un premio que reconoce tu libro como uno de los mejores de la Feria Arts Libris Barcelona a los dos meses de salir de imprenta, donde un jurado lo selecciona entre cientos, te hace pensar que algo habrás hecho bien, y eso es más que suficiente. Nos gusta ser humildes y pensar que no hicimos un libro con la pretensión de ser el más valorado o vendido. Lo hicimos con mucho mimo y amor, y ningún premio o valoración hará cambiar nuestra forma de trabajo ni nuestra implicación personal.
Y, para terminar, ¿qué os depara el futuro próximo? ¿Algún proyecto entre manos?
El futuro es ya presente. Este primer trabajo nos ha permitido conocer el país y su cultura en profundidad y descubrir otros temas que han despertado nuestro interés mientras hemos estado trabajando en Rumanía. The Tree of Life is Eternally Green es la primera parte y la más sensorial de una trilogía que continúa con un segundo trabajo llamado The Last Saxons, donde documentamos la historia de los últimos sajones de Transilvania, su presente y su futuro.
Y si en esta segunda parte nos centramos en Rumanía desde una perspectiva más espiritual, cerraremos la trilogía con un trabajo llamado Hoia Baciu donde la superstición, la magia, y lo sobrenatural se manifiestan como determinantes en la cultura popular rumana. Llevamos un año trabajando en estos nuevos proyectos que queremos concluir este mismo año, y nuestra intención es que también tengan su soporte final en sendos fotolibros, en cuyas maquetas y bocetos ya hemos empezado a trabajar.
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