La condición humana, la memoria, la salud mental o la intangible frontera que separa la ilusión de la experiencia son los temas centrales que obsesionan la obra de Nieves Mingueza. Sus fotografías y collages, que nacen de la sinergia entre distintas disciplinas artísticas como la poesía, la música o el cine, demuestran que una imagen no solo se observa, también se lee, escucha e interpreta.
Actualmente afianzada en Londres, la española Mingueza compagina su trabajo como profesora con su papel como creadora visual. Autora de más de una decena de proyectos e instalaciones artísticas, se ha convertido en una figura imprescindible dentro de la fotografía experimental, llegando a exponer en eventos como Les Rencontres de la Photographie de Arles o el más reciente Experimental Photo Festival de Barcelona. Hablamos con ella sobre la fascinación por lo antiguo, ser autodidacta, dejarse llevar por la intuición y construir narrativas desde una perspectiva íntima y de género.
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Además de fotógrafa/artista eres educadora, ¿influyen estas dos profesiones la una a la otra?
Yo creo que más que influir una profesión en la otra, ambas actividades forman parte de mi día a día, se llevan bien, conviven en armonía, se respetan los espacios y los tiempos, me aportan momentos creativos, emocionales y conmovedores. Pienso que el resultado de esa convivencia pacífica me permite disfrutar de mi doble faceta de artista y educadora.
Mi trabajo como artista se origina y desarrolla como un acto individual e introspectivo, compulsivo y obsesivo a la vez, controlando absolutamente el proceso creativo desde el origen al fin. Mi actividad como educadora me mantiene vinculada a un grupo y a un equipo, a unos objetivos comunes.
En otras entrevistas te has definido como una persona autodidacta cuyo trabajo nace de la intuición y el instinto, lejos de los corsés académicos. ¿Cómo pueden convivir la educación o formación con la autenticidad o identidad artística?
Así es, soy autodidacta, aunque nunca he cesado de estudiar sobre mis intereses –cine, arte, literatura, música–, fundamentalmente porque mi curiosidad no se agota. Pero no he adquirido mis conocimientos artísticos en un ámbito académico y tampoco mi inspiración se originó en un espacio universitario. ‘Academicismo en arte’, ¿ayuda o pervierte? No lo sé, quizás lo descubra el año que viene si finalmente me decido a estudiar un master en la Universidad de Arte de Londres.
Gran parte de la materia prima de tu trabajo son fotos de archivo, recortes de revistas viejas, imágenes de otras épocas… ¿de dónde surge esta fascinación por lo antiguo?
No sé cómo explicar esto. Yo siempre lo he vivido como algo natural. Cuando era niña ya me atraían los libros voluminosos para adultos que encontraba en las estanterías de familiares, bibliotecarios, libreros, profesoras… Cuanto más antiguo era el libro, la enciclopedia o el diccionario, más me fascinaba la pieza. Lo mismo ocurría con los objetos o fotos antiguas que encontraba en mi circuito cercano.
Recuerdo que disfrutaba muchísimo con todos los álbumes de fotos familiares a los que tenía acceso – me encantaba especialmente el álbum de boda de mis padres. Tenía una cubierta de piel, las páginas interiores eran de cartulina negra donde se incrustaban las fotos y por encima de cada imagen se extendía un sutil papel cebolla. Tocaba, miraba y remiraba ese álbum hasta el infinito. Mi devoción por él llegó hasta tal punto que decidí incorporarlo en mi proyecto titulado eRnaRé.
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¿Qué referentes (fotográficos y de otras disciplinas artísticas) han marcado el desarrollo de tu obra?
Hay muchas conexiones o referencias en mis trabajos que provienen de otras disciplinas artísticas. Por ejemplo, me han marcado la poesía y narrativa sumamente inspiradoras de Anne Sexton, Sylvia Plath, Anne Carson y muchas otras. También la música aporta muchísimo en el desarrollo de mi obra; no puedo concebir trabajar si no estoy escuchando música, soy melómana cien por cien. La mayoría de los títulos de mis series son guiños a canciones que conectan con la narrativa de mis imágenes o música que me ha inspirado y ha estado presente en algún momento creativo.
The Waiting Room es una canción de Tindersticks; The Malady of Suzanne conecta con Leonard Cohen; I Will Tell You a Story es una canción adorable de Colleen; Parallelograms es un brillante álbum de Linda Perhacs; Amiina es el nombre de un grupo islandés; Fleur’s Dolls Song es una de mis canciones favorita de los 80 del duo Deux Filles, y eRnaRé es mi particular homenaje a la sinfonía diagonal de 1924. En arte, me quedo con Atlas, de Gerhard Ritchter, y los collages de Cy Twombly. Finalmente, diría que el cine es una referencia con mayúsculas en mi trabajo, fotogramas de algunas de mis películas favoritas están grabados en mi memoria visual para siempre.
Tu flujo de trabajo requiere de una acumulación previa de material fotográfico que vas buscando o encontrando, ¿qué debe tener una imagen para que decidas hacerte con ella?
Cuando veo una foto, una revista o un objeto, bien sea online, en un mercadillo, en una tienda de segunda mano o donde sea, inmediatamente sé si lo deseo. Algo se activa en mi subconsciente y se conecta directamente con mi actividad creativa. 
A pesar de tu pasión por otras ramas del arte como el cine o la literatura, tu obra es fundamentalmente fotográfica. ¿Qué limitaciones te impone y que libertades te concede la fotografía?
No son exactamente limitaciones, pero sí es cierto que en mis proyectos fotográficos a veces quiero crear secuencias que se asemejan más a fotogramas de cine que a fotografías en sí. En otras ocasiones deseo incorporar textos o subtítulos. Respecto a las libertades que me concede la fotografía, nombraría la posibilidad infinita de experimentar con narrativas, fundamentalmente cuando utilizo photo-collages.
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Todo tu trabajo está hecho en analógico, ¿qué crees que no podrías conseguir o lograr igual trabajando en digital?
Hasta ahora, solo he trabajado con fotografía analógica. Hay muchas razones por las que decidí esto. Podría citar que me encantan los diferentes formatos que te ofrece trabajar en analógico, adoro la textura y la estética que obtengo con algunas cámaras viejas, el grano en la imagen, la magia del proceso y del resultado, la cadencia, la pausa y recrearme en la imagen, perseguir una idea más que hacer fotos sin sentido. Además, hay algo relacionado con esa sensación agradable que me produce una cámara viejuna colgada al cuello, a su vez alojada dentro de una funda de piel marrón de los años 50.
En la mayor parte de tus proyectos recurres a la manipulación física de las imágenes, ¿qué función cumple el collage dentro de tu obra?
Para mí es un medio clave que me permite contar historias y experimentar con narrativas. Adoro la estética que desprenden los collages analógicos. Disfruto muchísimo visitando mercadillos, tiendas y librerías de segunda mano donde encuentro fotos, revistas y libros antiguos que luego desmenuzo e incorporo en mis series. Me gustan mucho el desarrollo físico y táctil de una pieza de collage, el resultado inesperado pero buscado y el significado final de la imagen. Me entusiasma partir de una idea inicial y, a base de experimentos, ver cómo evoluciona y se transforma.
En tus imágenes, las mujeres aparecen con mayor frecuencia que los hombres, tienen mayor protagonismo en las historias. ¿Qué valor posee la figura femenina en tus series?
La experiencia de ser mujer es un tema central en mi trabajo, las historias que deseo contar siempre se desarrollan desde una perspectiva femenina. Por ejemplo, The Waiting Room se inspira en el recuerdo de un momento difícil que mi madre padeció en el pasado, cuando sus tres hijas decidimos paulatinamente abandonar la casa familiar para convertirnos en seres adultos y ella empezó a experimentar el llamado ‘síndrome del nido vacío’. Esta nueva situación desencadenó en mi madre una importante depresión.
Un día me encontré inmersa en mis pensamientos conectando esa imagen de mi madre triste en la cocina de nuestra casa familiar en Córdoba con las mujeres que me iba encontrando a mi alrededor en diferentes escenarios de Londres –un bus, una tienda, una consulta de médico, un pub, el cine– y preguntándome si quizás todas esas ellas no podrían estar atravesando, como mi madre antaño, algún tipo de dificultad. Así fue como comencé a crear collages que documentan posibles complicaciones emocionales que afectan a la salud mental de una mujer.
Hasta ahora hay trece collages en los que estoy reflejando trece de esos diferentes estados emocionales: trauma de la infancia, abuso de alcohol, problemas de pareja, comportamiento bipolar, ansiedad por sentirse obligada a alcanzar metas difíciles, anulación de personalidad motivada por la pareja, depresión, gentrificación, dificultades para dormir y/o pesadillas, infidelidad, soledad, estrés urbano y la ansiedad que experimentan las mujeres cuando no consiguen quedarse embarazadas.
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O sea que hay una perspectiva de género importante.
Es cierto que las mujeres aparecen con mayor frecuencia que los hombres en mi trabajo y los temas que trato son con perspectiva de género. Pero también es cierto que hay trabajos de hombres artistas, cineastas, poetas o músicos que me inspiran. Esta serie se titula igual que el disco que Tindersticks lanzó en 2016. Soy bastante fan de este grupo –lo primero que devoré de ellos fue allá por 1995–, y mientras estaba trabajando en mi proyecto conecté profundamente con este álbum. El título era perfecto y las canciones contenía frases, palabras y estribillos que resonaban continuamente en mi mente y en mi corazón, y que además hacían click con lo que yo estaba narrando.
Por ejemplo, el estribillo ‘don’t let me suffer’ me llevaba a la quietud, al silencio y al miedo experimentado cuando estás atravesando una dificultad en tu vida. Otras frases que tenían eco especial en aquel momento creativo eran: ‘this is how he entered’, ‘like only lovers can’, ‘we are dreamers’… Este disco y estos maravillosos temas creados por Mr Stuart Staples se convirtieron en la banda sonora de The Waiting Room.
¿De qué depende la decisión de que una serie se componga solo de fotografías de archivo, tus propias imágenes o sea una mezcla entre ambas?
Son decisiones que tomo cuando voy entrando en el proyecto en cuestión. Cuando estoy buscando intensidad y peso en un tema o una historia, normalmente acudo al collage creado con fotografías de archivo. Si estoy tratando de recrear un momento de ensoñación, sentimientos, paseos, experiencias, con el añadido de que quizás recientemente compré una cámara rara y nueva con la que quiero experimentar, pues probablemente montaría una serie solo con fotografías. Y, finalmente, mezclar archivos y mis propia imágenes es una experiencia muy enriquecedora, pues aúno varias pasiones a la vez.
Por ejemplo, The Malady de Suzanne tiene una primera fase de creación basada en fotos de archivo y cartas que encontré en una maleta en un altillo de mi apartamento. Después sentí la necesidad de explorar más a fondo el entorno de mi protagonista, Suzanne, en su país de origen. Viajé a Vietnam y continué una segunda fase de creación basada en fotografía documental. 
Muchos de los temas que tratas en tus proyectos (como el autismo en Here I Am o las enfermedades mentales en The Waiting Room o The Malady Of Suzanne) responden a problemas o realidades de actualidad. Sin embargo, por el soporte, la predominancia del blanco y negro, el material antiguo… ¿están tus imágenes más ligadas al pasado que al presente?
Sí, como tú indicas, los temas que trato en mis proyectos responden a problemas o realidades de actualidad, es decir, estoy documentando y conjugando el verbo en presente. Sin embargo, la forma y estética de mis imágenes pertenecen al pasado.
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 ¿Qué sensación buscas crear en el espectador que se enfrenta a tus obras?
Conscientemente creo que no busco crear una especial sensación en el espectador. Pero sin embargo, la respuesta del observador siempre está ahí. Por ejemplo, a principios de este año participé en una conferencia sobre narrativas experimentales en el Institut d’Estudis Fotografics de Catalunya (IEFC) en el marco del Festival de Fotografía Experimental 2020, que se celebró en Barcelona. Pues bien, un par de asistentes, una vez finalizada la charla, me comentaron que a medida que yo explicaba y mostraba mis proyectos, ellas habían conectado de una manera profunda con las imágenes. En una palabra, me dijeron que les había ‘tocado la fibra’ y que les había causado un gran impacto emocional.
¿En qué tipo de historias o realidades estás interesada ahora que en un futuro pudiesen convertirse en objeto de una serie?
Ahora mismo, lo más cercano es un evento de puertas abiertas que tendrá lugar el 29 de febrero y 1 de marzo en Londres, el Crystal Palace Artists’ Open House, donde tendré ocasión de mostrar mi trabajo, vender algunos collages originales y ediciones, hablar con el público que nos visite en el estudio y presentar mi libro monográfico. Se trata de compartir y disfrutar de un fin de semana en mi barrio con amantes del arte, coleccionistas y vecinos. ¡Quién sabe qué historias pueden nacer de esta experiencia!
En verano participaré en una residencia artística en Eslovenia. Aún es pronto para hablar de ello, pero mi campo de investigación será explorar y descubrir a las mujeres que vivieron en la ciudad donde tendrá lugar mi residencia. Asimismo, dejaré constancia de mi trabajo mediante una exposición, instalación y/o intervención de un espacio público. Hay también un par de historias latentes que quizás podrían convertirse en nuevas series pronto.
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