¿Cuántas veces se ha escrito, filmado o cantado sobre los presagios, el paso del tiempo, las coincidencias inexplicables o los caminos cruzados de la vida? A pesar de que hayamos leído y releído sobre ello, acumulado tardes interminables en el cine, o escuchado canciones de lo más cansinas sobre estos temas, seguimos y seguiremos buscando respuestas a los grandes enigmas de la existencia. Milena Busquets acaba de publicar su tercera novela titulada Gema donde nos plantea la búsqueda en el pasado que creemos haber olvidado pero que nos persigue, sobre las pérdidas que nos han marcado y la necesidad de despedirse de los seres que nos importan.
A la protagonista se le despierta la necesidad de rescatar del olvido a su amiga de la infancia muerta a temprana edad, un recorrido que la obligará a regresar a aquellos escenarios compartidos con personajes que ya no están en su vida. En un diálogo continuo consigo misma, la narradora describe una vida plácida y a la vez llena de inquietudes, con un sentido de la existencia entre trágico y profundo, mezcla de emoción y sentimiento. Un libro que hipnotiza por su claridad y lucidez, a la vez que nos da nuevas claves sobre cómo sobrellevar las ausencias.
¿Cómo afrontaste la escritura de esta tercera novela, después del rotundo éxito de También esto pasará?
Fue un proceso largo y complicado. A mí me gusta mucho escribir, es de las cosas que más me gustan, pero llegué a pensar que seguramente no escribiría nunca más. Justo cuando terminé También esto pasará, empezaron a preguntarme qué era lo siguiente que iba a escribir, y sabía que iba ser difícil. Nunca había escrito con presión y con un cierto dolor, con la sensación de que era un trance por el que tenía que pasar. Fue muy difícil y ahora empiezo a ver la luz al final del túnel. Igual me compliqué yo misma por mi carácter y podía haber sido más sencillo. Si tuviera que volver a pasar por escribir Gema, no lo haría a ningún precio. Una vez me la saqué de encima seguí escribiendo, y ahora mismo vuelvo a sentir la libertad de escribir. De alguna forma, la escritura si no es un espacio de libertad, no es nada.
Esto me llama mucho la atención. Los escritores también cumplís con las leyes del mercado y tenéis que rendir cuentas con los lectores. Cada cierto tiempo tenéis que publicar, atender a los medios, y que se reconozca vuestra labor. ¿No te parece que ese intercambio pasa más por lo mercantil que por lo estrictamente artístico?
Me parece que tienes toda la razón y es un poco absurdo. Tendríamos que extraernos de esto. Los escritores en el siglo XIX y mucho antes casi todos tenían otras profesiones, con lo cual, su profesión principal casi nunca era escribir. Se podían dedicar a hacerlo de una forma más artesanal y honesta. Cuando escribir se convierte en un negocio, de alguna forma sí que se puede desvirtuar la idea de que lo que se escribe se acerca a la obra de arte. Por eso dije que no iba a publicar un libro 2 años después, o la segunda parte de También esto pasará. Me lo preguntaban a menudo si iba escribirla aprovechándome del éxito, y nunca quise. Es un ejercicio difícil. Yo creo que los autores no nos debemos a nuestro público. Nos debemos a nuestro trabajo, que es escribir de la forma más digna y más honesta posible. Mi agente y mi editora me decían que los lectores se olvidarían de mí. ¡Pues que se olviden!
¿En qué momento sentiste la necesidad de escribir?
Escribí diarios hasta el final de la adolescencia, pero jamás con una intención literaria. Una persona que le gusta escribir es en general una persona que le gusta observar y a quien le gustan mucho los demás. Esta idea del escritor misántropo tampoco me la creo en absoluto. Pienso que es una contradicción en los términos.
Me gustaba mucho observar, pensar, pero de niña jamás me hubiera atrevido a pensar y mucho menos decir que quería ser escritora. Era el mundo en el que había nacido. Por un lado, había mucha confianza, y por el otro, muchísimo respeto. Tenía mucho miedo a que se riesen de mí. ¡Y se hubiesen reído con toda la razón del mundo! Pienso que el trabajo de escribir o lo haces porque te hace feliz, a pesar de que sea muy duro y se pase muy mal, o sino no vale la pena. No creo que salgan los mejores libros de esto. El escritor torturado es un cliché. Todos estamos un poco torturados, en cierto modo. No tiene por qué ser nuestra característica principal.
Los escritores tenéis la oportunidad de ir más allá en la reflexión. Yo puedo pensar cuando voy en moto, se me ocurre que la escritura debe ser algo similar. En tus libros dices grandes verdades que nacen de una profunda reflexión, pero que no dirías en cualquier cena. Reflexiones sobre el género humano, sobre la relación de pareja, los hijos, la amistad, la relación con los padres... temas que van mucho más allá de lo cotidiano. ¿Ese ejercicio lo haces a diario?
Me parece muy interesante esto que dices de la moto. A mí me lo ha contado gente que escala montañas. Las ideas se te ocurren realmente una vez estás delante del ordenador escribiendo. Pero es cierto que te van dando vueltas por la cabeza. En las notas del teléfono a veces apunto ideas, pero creo que el trabajo se hace escribiendo. Esta gente que dice que tiene una novela entera en la cabeza, lo dudo.
A mí me encanta salir a pasear, y quizás sí que en el trayecto se me ocurren cosas. Me gusta esta forma de llegar a las cosas como menos forzada y rígida. Creo que es muy válida también. Estaría bien que nos relajemos todos un poco. Creo que no saldrían cosas peores. Y relajarse también forma parte de dejar este exhibicionismo y estas ganas de aparentar, que en el fondo no es más que la necesidad de que nos amen. Y es muy lícito y siento máxima comprensión con gente más joven que nosotros en Instagram, que ponen tantas fotos porque son súper guapos o guapas, no me enfado ni pienso, ¡qué idiotas! Los entiendo muy bien. Es un deseo de amar y de que nos amen, que lo tenemos todos. Si paseáramos más para ir a ver un árbol, o a tomar un zumo, y nos relajáramos un poco, creo que igual sí que seríamos más creativos de una forma más sutil. Sin forzar tanto y sin la obsesión de que quiero que me miren. No hace falta.
Además, las cosas que pensamos, por muy originales que sean, solo tienen sentido y son válidas si las comparten los demás. Si digo algo que es tan original y tan mío es que nos es bueno. Solo interesa aquello que a través de mí pueda tocar a la demás gente. Somos todos iguales. Esto está clarísimo, a pesar de que intentemos convencernos de que no es así.
Existe la idea de que el escritor establece un diálogo recurrente consigo mismo, pero tu actitud frente a la escritura es más la de compartir tus vivencias.
Depende del tipo de escritores. Yo tengo clarísimo que yo no escribo para mí. A veces puedo parecer narcisista o impúdica, porque hablo de cosas muy cercanas, pero detesto el narcisismo en la escritura, aunque siempre me hace mucha ilusión cuando algunas lectoras me dicen que es como si tuvieran a una amiga hablándoles a la oreja. Esto que parece muy natural está muy trabajado. Lo natural solo sale después de mucho trabajo. No es una cosa automática.
¿Sigues algún ritual para escribir?
Me gusta escribir por la mañana, creo que soy más lista a esas horas. También me gusta encender una vela cuando me pongo a escribir, como señal de que es hora de ponerse a trabajar. Cuando acabo la apago. Pero la verdad es que no tengo muchas manías. Me parece que cuando uno quiere escribir, escribe, donde sea y como sea.
¿Qué relación mantienes con los lectores?
Muy cercana, quizás es una cuestión de carácter. Estamos tan acostumbrados a luchar por el amor de los demás, que me alucina y me parece increíble que haya alguien que me pueda tener afecto por lo que escribo.
En Argentina hay una chica que me escribió diciendo que me quería tejer una chaqueta porque el libro le había gustado mucho. Es una tontería, pero me encanta. Me emociona mucho más esto que vender más libros. Creo mucho en las relaciones de tú a tú y, en este caso, me he hecho amiga de gente que me lee y sobre todo porque el amor que es dado de forma gratuita no es habitual, y en este caso tengo la sensación de que lo dan por nada. Es por un libro que he escrito en el que ni siquiera soy yo la protagonista. ¡Igual un día me encuentran asesinada! (risas). Tal vez lo que escribo da pie a esto. Ahora hay escrituras magníficas, pero más distantes. Esto siempre depende de la distancia en la que pongas al otro. Yo lo quiero muy cerca siempre al otro, por carácter, no por intención.
¿Cómo recibes el amor? ¿Lo aceptas de forma natural o eres precavida?
Con la edad nos vamos haciendo más precavidos, pero todavía lo recibo siempre con sorpresa y gratitud infinita. Igual porque venimos de una generación con unos padres más rígidos que los de ahora. El amor se merecía, los niños se consideraban pesados, el amor de alguna forma te lo ganabas, no lo dabas por sentado. Me enseñaron a recibir el afecto sabiendo el regalo que es, con agradecimiento infinito. No lo doy por sentado nunca, pero ni siquiera el amor de los hijos se tiene que dar por sentado. Igual esto suena muy esotérico, pero si hay algún milagro en el mundo, es el milagro del afecto y del amor de los demás. Y como tal debe ser recibido.
A veces nos golpean, nos hacen daño, y con la edad vas aprendiendo. La gracia sería aprender a protegerse un poco sin encerrarse. Veo a gente de nuestra generación que dejan de darse espacio para la sorpresa y para la novedad, y si no tienes espacio para lo imprevisto, no tienes espacio para el amor. Cuando me siento herida, hago un poco de tortuga durante un tiempo, luego asomo la cabeza, veo que es primavera y vuelvo a salir. Estas construcciones tan complejas espero no elegirlas nunca, porque creo que además dejaría de escribir con honestidad. Igual sufriría menos, pero sería menos interesante para lo que yo intento hacer.
“El escritor torturado es un cliché. Todos estamos un poco torturados, en cierto modo. No tiene por qué ser nuestra característica principal.”
Sobre el amor, en Gema dices: “Quizás lo importante no sea quedarse o aburrirse a la vera del otro, sino que sepa que pase lo que pase volverás”. Creo que sintetizas un concepto un tanto abstracto: la lealtad. ¿Será eso lo que necesitamos para vivir mejor?
Todos buscamos lo mismo: personas que nos quieran, un lugar en el que sentirnos cobijados y a salvo, y la certeza de que no moriremos solos. Y todos necesitamos al menos una persona en la que poder confiar con los ojos cerrados.
José Luis de Vilallonga decía que la nostalgia es un error. ¿Cómo convives con el pasado?
Esto creo que va un poco a modas. La nostalgia se pone de moda y pasa de moda. Pienso que bien anclados en el presente, tú y yo, lo que nos está pasando ahora, no podemos dejar de contar con el ejército de lo que significa el pasado. Una cosa es quedarse en un rincón llorando y diciendo que fue mejor el antes. No lo sé, pero poder recordar las noches del Porrón de Cadaqués creo que es maravilloso. Igual sí que del cero al cien hay un quince de nostalgia en el amor, pero esto es más de decir, qué suerte tuvimos de vivir aquello. No soy muy nostálgica pero creo que no hay que renunciar al pasado. Me irrita mucho la gente un poco mayor que nosotros, que se empeñan en mantenerse jóvenes y en negar su pasado.
Por ejemplo, Karl Lagerfeld decía que el pasado no existía. Lo considero una impostura y una muestra de miedo a la muerte que me parece otro error. Esta gente que de repente llega a los 70 u 80 años y el pasado les da igual, se han olvidado de todo y nada les interesa... no me lo creo. Puedes ser muy moderno, puedes estar despierto en el presente sin renunciar a tu pasado. Hay tardes en que lo que te apetece es tumbarte en el sofá con una manta y pensar en lo feliz que eras los veranos en Cadaqués, cuando descubrías el amor, las drogas, la primera borrachera, y está bien, no pasa nada por dedicarle una tarde a esto. Es un rollo lo de las modas. Igual te pasas una semana debajo de una manta recordando tu vida, y después sales y te interesa todo lo que está pasando. Somos una mezcla de todo.
¿Hay algo que quieras compartir de las noches de verano en el hostal o en el Porrón?¿Coincidiste con Jeremy Irons, como me pasó a mí?
¡Yo no coincidí! Pero mi amigo Pablo contaba siempre la anécdota de que le pegó un pisotón sin querer a un señor en el hostal, y que al levantar la vista para disculparse vio que era Jeremy Irons. ¡La de veces que tuvimos que oír esa historia! Y yo que pensaba que se la había inventado… (Risas)
Hay gente que asume el pasado como un lastre, y al mismo tiempo no puede dejar de vivir el presente en función del pasado.
Eso es una bobada. No creo que lo importante sea quién era tu madre o tu padre. A todos nos han traumatizado, parece ser. Es verdad que el sufrimiento es un material muy literario y más ahora, que se ha puesto de moda contar los traumas más oscuros de todo tipo, y si no los tienes, te los inventas. Con el puritanismo actual te das cuenta que quizás si te tocaban el culo a los 18 y ni te enteraste, ahora sí que sería grave. Creo que regodearse en el dolor es una pérdida de tiempo y no sirve a nivel personal, y literariamente no estoy segura de que produzca grandes obras. Prefiero el impulso de vivir que es lo que nos empuja. Está bastante de moda lo tétrico, y por eso me gusta a veces la frivolidad que se lee como una cosa tonta y liviana. Estamos vivos, en el primer mundo, podemos comer, como mujer puedo conducir un coche, al final somos unos afortunados. Aunque mañana nos descubran un cáncer, seguiremos habiendo tenido una vida increíblemente afortunada.
Eso es algo que sí está en tus novelas, la conciencia de ser alguien afortunado, que es una actitud que veo poco. Aquí más bien estamos instalados en la queja permanente de lo que podríamos ser y no somos, incluso como país. En cambio tú te presentas como alguien afortunado sin complejos.
Da la sensación de que lo que nos da nuestra valía es todo lo terrible que nos ha ocurrido. Y es verdad que lo malo te hace avanzar y quizás puedas llegar a empatizar con los demás, pero la suerte que tenemos es que es puramente aleatoria. No pienso que todo lo que tengo me lo he ganado con sudor y lágrimas, al contrario, no me lo he ganado en absoluto. Trabajas, e intentas hacerlo lo mejor posible y de repente me llegó el éxito de También esto pasará. El siguiente libro gusta menos, pero no creo que las cosas porque las hayas luchado y sufrido tengan más valor. El agradecimiento simplemente por estar para mí tiene mucho valor. Yo no necesito haber sufrido para saber que soy fuerte o que soy buena persona.
Se reconoce el sufrimiento como un valor absoluto.
¡Y muy católico! No pienso que el sufrimiento es inevitable ni que nos haga más valiosos como personas. Pienso que forma parte de la vida. Da igual que seas rico, pobre, tonto, joven, o viejo. Sufrirás igual. No me parece que sea algo a reivindicar. No me gusta mucho la oscuridad, que en el fondo es muy narcisista. La frivolidad es más democrática y generosa que no quedarse en el dolor, mirar para adentro, e insistir en contar lo que a mí me pasó, y lo buena que soy porque lo he superado.
En todo caso, no eres una escritora que hace de su sufrimiento un recurso literario.
Ahora parece que todo el mundo tiene que hacer escritura social, que es un coñazo absoluto. Era una cosa súper marginal menospreciada por cualquier escritor grande. Todos consideraban que la escritura social o histórica se quedaba en anecdótico. Pues ahora es como lo único. Si no hablas de la situación de la mujer, o del paro, parece que no te enteras mucho y eres una malcriada que vive en Barcelona, en su barrio... Abogar por una cierta alegría no es no preocuparse por lo que está pasando en Palestina, por ejemplo. Nos hemos vuelto muy simplistas. En muy poco tiempo hemos perdido una cantidad de matices.
Hace 5 años te diría que éramos más libres en decir lo que queremos. Ya no digamos si lo comparamos con los años ochenta o cuando nosotros éramos jóvenes. Toda la escala de matices, que era lo que se valoraba y se consideraba interesante, que incluye la felicidad, pero a veces sufrir como un perro, la generosidad, y la terrible mezquindad que tenemos todos, eso ahora da igual. En los matices es donde está todo, toda la literatura. Sino es un anuncio, o un slogan político, otra cosa. Hay que volver a los matices, que es lo divertido además. Es lo que nos hace que podamos mirar a alguien una hora sin aburrirnos.
Si yo en un momento decido que una persona es así, así o así, apaga y vámonos. Y mucha gente va así por el mundo. Nos juzgan en 10 segundos. Para gustar tenemos 10 segundos, ni un segundo más. ¡Es una locura! La gente dicta sentencia. No está bien.
En tus libros cuentas tus experiencias vitales. ¿Admites que la tuya es una vida literaria?
(Silencio). Todas las vidas lo pueden ser. Todo el mundo tiene material muy bueno. Yo tengo una vida normalita y aburrida, pero aun así puede ser una vida literaria. Todos hemos tenido madres, con una relación muy fundacional y Shakespeariana. Todos nos parecemos mucho, y eso que a mucha gente le repele porque lo que quiere es diferenciarse, a mí me alivia de alguna forma. Igual con la edad me vuelvo más ingenua y me hace feliz esta similitud.
Cuando pienso que he dado en el clavo es cuando chicos más jóvenes que yo, o chicas de mi edad, me dicen que se han sentido identificados con mis historias. Que tú me digas que te puedes reconocer tiene menos mérito porque somos del mismo mundo, pero no es esto. Solo puedes ser feliz si te das cuenta de lo parecidos que somos todos. Lo otro es una locura, ponerse en una torre y subir lo más alto posible. No funciona nunca. Lo he visto en la generación de nuestros padres que eran mucho más narcisistas. Acostumbrados a mandar, nacieron en una época dónde había mucho más dinero, más prosperidad, y no les funcionó tampoco. Murieron mal, muy mal.
“Esto que parece muy natural está muy trabajado. Lo natural solo sale después de mucho trabajo. No es una cosa automática.”
Es verdad que a la generación de nuestros padres se les sigue teniendo un respeto y gran admiración por lo que hicieron por la democracia, pero sobre todo por las circunstancias en las que lo hicieron. Tendrá que llegar el momento en que separemos esas circunstancias de lo que hizo cada uno de ellos por separado. Habrá que analizar si fue tan extraordinario lo que hicieron, o si fue tal y como nos lo explicaron ellos mismos.
¡Exacto! Seguro que fue de otro modo, pero por otro lado vivieron los años sesenta y setenta, la revolución sexual, el comienzo de muchísimas cosas. Lo que nos contaban como un momento tan extraordinario, estoy segura que lo fue, pero pienso que pagaron un precio alto. Desde pequeña veo la época del Mayo 68 como una época mítica, y se paga un precio alto en cuanto al tipo de familia, en cuanto a la relación con tus hijos... Eran más narcisistas y ególatras que nosotros, también porque les encumbraron al final de una dictadura. Lo admirable es que se metieron de cabeza y eso en aquel momento tampoco era tan fácil.
En muchos casos arriesgaron sus propias vidas.
Hay mucha gente de la generación de mi madre, Gil de Biedma o Barral, que quedaron por el camino. Murieron por drogas, por el SIDA, o por alcohol. Lo admirable de esta generación, y tienes razón cuando dices que tendrá que ser analizada por las siguientes, fue el valor que tuvieron para enfrentarse a todo lo establecido. El valor es una de las cualidades que más admiro en la gente, y pienso que actualmente se ha perdido por intereses personales y por asumir menos riesgos. Si algo bueno tiene la gauche divine, y todo lo que pasó en otras partes del mundo occidental, es que fueron una generación valiente. Eso no es tan fácil que ocurra. No podemos decir lo mismo de la nuestra.
Esto me gusta mucho que lo digas porque la valentía es imprescindible en la vida. Hay una dicotomía frente a eso, porque supongo que son nuestros padres, y la percepción que tenemos es más compleja. Por eso decía que tendrán que ser las generaciones que nos preceden las que expliquen mejor ese tiempo. Fue una generación tapón. Nosotros hemos llegado tardísimo a todo, o todavía estamos por llegar.
Totalmente. La valentía en su caso fue una característica generacional, y pienso que ahora se ha convertido en una opción personal. Esto es un problema. Primero porque es más difícil, optar a la libertad solo es más complejo. Como generación, por el hecho de que habían estado en tantas guerras, pienso que había unas medallas a las cuales no renunciaron, ni renuncian. Esto viene porque de repente una persona de 90 años te dice que se siente muy joven, que se ha olvidado de su pasado y que lo que le interesa son los raperos, pero no me lo creo en absoluto. Te lo dicen porque no quieren renunciar a sus medallas. Debe ser difícil renunciar a ellas. También nos llegará el momento en que tengamos que renunciar nosotros. Así como la valentía se la reconozco y se la agradezco, porque en pro a las mujeres y otros colectivos dieron la batalla; después las insignias y los gorros de general, esto no se lo quitaron. Murieron con las botas puestas y pienso que es una cosa nefasta. Como si fuese una gran cosa. ¡Hay que morir con las botas sacadas! ¿Verdad? Espero que nosotros aprendamos a morir descalzos.
A nivel social, hay una deuda evidente con ellos, pero a nivel personal, ¿lo sientes así? ¿Te sientes en deuda con ellos?
Yo no creo mucho en estar en deuda con nadie. Me gusta la idea de estar en deuda pero no la de tener que repararla. Nos educaron demasiado bien, les respetamos demasiado. Nos dieron una educación muy libre por un lado, pero con el máximo respeto hacia los padres, y no hemos sido capaces de bajarlos del pedestal. Ellos dieron un manotazo a sus padres y los tumbaron al suelo, les perdieron el respeto a los 6 años. A nosotros nos lo impidieron porque, aunque nuestra educación era muy libre y aunque algunos de ellos fumaban porros, aun así eran nuestros padres. No vale la pena darle muchas más vueltas. Igual nosotros haremos cosas estimulantes cuando tengamos 60 años. No pasa nada. La vida, aunque pasa muy rápido, no es larga.
Lacan denominaba ‘cosa’ a la madre, como sinónimo de objeto perdido. Si entendemos el objeto invocante como causante del deseo. ¿Cómo afrontaste y sigues afrontando la maternidad?
La forma en que las madres jóvenes tratan a sus hijos ahora es como nosotros hemos tratado a nuestros padres. Te puteaban la infancia porque te llevaban de un lado para otro, o porque te dejaban durmiendo en el sofá. Es igual, era maravilloso porque ellos eran así. Tampoco nos inculcaron la ambición, porque estaba mal vista. Mi deseo de poder es nulo. Pero es interesante ser hijos de esto y ser un poco consciente y ver lo que pasa con la siguiente generación, si nos escupirán a la cara o no. Igual no lo necesitarán. Igual les tocará una época más fácil para la rebelión o igual no. Me considero ante todo madre. Para mí ha sido y es la aventura más fascinante, más enriquecedora y feliz. Sin mis hijos mi vida no valdría nada, no la querría para nada. Eso no significa que no disfrute intensamente de ser mujer y de ser escritora, pero lo que abrió el mundo para mí fue la maternidad.
Volvamos a Gema, un libro que habla de la amistad y de la muerte como temas centrales. En la primera parte de nuestras vidas, la amistad es un valor en sí mismo, y en la segunda parte de nuestra vida, nos vamos acercando a la muerte. ¿Cómo te mides a nivel personal con la amistad y la muerte?
Ambas articulan nuestra vida. Para mí tiene sentido de amistad cuando hay amor verdadero. Las amistades sociales son otra cosa y cada vez me aburren más, y me interesan menos. Dices amistad pero también podrías decir amor; el amor y la muerte. Hay que encontrar un equilibrio para mantenerlo lo bastante cerca y lo bastante lejos. Son dos de las cartas más importantes que nos son dadas y está bien jugarlas, aunque la de la muerte está menos en nuestra mano.
Este espacio vacío, de forma natural y de forma consciente, siempre lo dejo en mi vida. Es muy importante porque es allí donde se puede meter el amor nuevo. Puede ser un amor renovado. El amor si no se renueva se estanca, y se convierte en comodidad. simplemente porque no quieres estar solo. Es muy duro estar solo. Esta gente que nunca tiene tiempo para nada, sois unos pobres. El tiempo es lo único que vale algo. Lo único que tienes que tener es tiempo y un poco de espacio para poderte aislar en un sitio. Hay gente que vive en espacios tan pequeños que no tienen ni el lujo de poder aislarse 10 minutos para saber lo que piensan. Esto es la pobreza. La amistad entra en la categoría del amor y de lo milagroso. Es un regalo que nos es dado que hace que la muerte no resulte tan insoportable.
Te he oído decir que a la muerte hay que sentarla en la mesa con nosotros, explícamelo.
Esto es una obviedad. Lo saben todas las religiones, incluida la supuestamente nuestra. El sufrimiento y el dolor son cosas que ocurren, sabemos que son temporales y después vendrán tiempos mejores. La muerte está allí, nos espera y no depende de nosotros. Es el ejercicio de una vida entera aprender no solamente a aceptar la muerte sino aceptar nuestra desaparición. Cuando te lo digo así, tengo que pararme dos segundos para realmente tener la conciencia de que un día no estaremos. Quizás es un tópico, pero yo tengo conciencia de la muerte sin intentarlo cada día. Las flores se marchitan, la leche en la nevera se pasa, y pienso que esta conciencia milimétrica de la muerte hace que la vida sea todavía más un viaje y un regalo. Hay que aceptar que las flores se marchitan, pero no lo he conseguido lo más remotamente.
En el libro, dices: “Todas mis relaciones eran de pareja, incluso mi relación con mi ciudad”. ¿Es la Barcelona de Colau una Barcelona interesante desde el punto de vista narrativo?
Colau pasará y Barcelona, más o menos fea, más o menos cosmopolita, más o menos abierta al mundo, más o menos próspera, seguirá ahí. O eso espero. No considero que haya una ‘Barcelona de Colau’, aunque ella, obviamente, se lo haya creído.
Susan Sontag, Marguerite Duras, Maria Aurèlia Capmany y tantas otras aportaron su propia visión sobre el feminismo. ¿Te posicionas sobre el eterno debate?
Me considero feminista, pero no soy una activista y no voy a fingir que lo soy, por mucho que eso se haya puesto de moda. En mis libros hablo de la libertad individual, no me interesa la literatura de denuncia ni la literatura social. En la vida real, como todas las mujeres, he tenido que luchar mucho para llevar la vida que quería llevar.
¿Dónde te proyectas dentro de unos años? 
No me proyecto en ningún sitio, ha salido el sol y parece que hoy no lloverá. Todo está en orden.