Es fácil encontrarte a María Luque en cualquier biblioteca, museo o bar, sumergida en la creación de sus dibujos, intentando captar todos los estímulos posibles de su entorno para traducirlos y pasmarlos en el papel con mucho color y una buena dosis de humor. Te damos la bienvenida al universo de esta ilustradora argentina, en el que sus personajes viven historias inolvidables.
Antes de nada, háblanos un poco de ti.
Nací en Rosario, Argentina y tengo 32 años. Dibujo desde que era chica, desde que tengo memoria, creo que en realidad nunca dejé de hacerlo. Hace algunos años que solo me dedico al dibujo y la ilustración y también empecé a hacer historietas. No tengo un espacio de trabajo, me gusta ir a dibujar a cafés, a museos o bibliotecas. Lo que me encanta de mi trabajo es que todo entra en un bolso chico y puedo trabajar donde quiera, mientras escucho las conversaciones de los demás y veo la gente que pasa por la calle.
Mantienes una estrecha relación con tu entorno, ¿qué es lo que más te gusta de cada sitio al que sueles recurrir para inspirarte?
De las bibliotecas me gustan el silencio y la solemnidad, ver a la gente concentrada y con ojeras, los teléfonos sin sonido. Me encantan los bares porque es como estar solo y acompañado al mismo tiempo. Disfruto mucho escuchando las conversaciones de los demás. Voy siempre al mismo, así que ya soy amiga de las otras personas que también van, me gusta saludarlos desde lejos con un gesto, me hace sentir como en el siglo pasado. El mozo de ese bar hace dibujos con la espuma del café, son casi un oráculo, adivina tu estado de ánimo. Una vez me trajo un dibujo de un corazón con una flecha, yo acababa de separarme de un novio y cuando vi ese café me largué a llorar. En estos lugares hay estímulos todo el tiempo, también tengo poco espacio, muchas veces me olvido algunos materiales, y esas condiciones que parecen desfavorables hacen que los dibujos resulten más sueltos. Cuando estoy en mi casa con todo a mi disposición, a veces los dibujos salen rígidos o acartonados. También dibujo en museos, y ahí es todavía más incómodo, porque por lo general dibujo de pie, con la libreta en el aire, o sentada en el piso. Hay museos a los que voy muy seguido, es lindo caminar por las salas como si fueran calles de mi barrio, conocer la disposición de las obras, las distancias, los pasillos.
Esos días en que te olvidaste algún material, ¿te sirvieron para hacer evolucionar tu manera de dibujar?
¡Sí! De esa manera se van descubriendo cosas. También me pasó que volqué el café sobre un dibujo casi terminado, y el bar entero hizo: "Ahhhhh," ¡pensé que era una catástrofe! Al rato me di cuenta que no era tan terrible y hasta el dibujo parece quedar mejor con el color que le dio el café.
En cuanto a técnicas, ¿has descubierto alguna recientemente que te haya sorprendido?
Uso muchos materiales pero lo que nunca cambia es el soporte del papel. Me cuesta bastante dibujar en libretas, por lo general lo hago en papeles sueltos. Me voy encariñando con diferentes técnicas según el momento. No tengo un color favorito, pero sí algunos a los que recurro mucho, especialmente el rojo y el amarillo. Me doy cuenta porque son los que se terminan más rápido. Hace poco empecé a usar gouache porque encontré una caja que estaba en oferta. Me gusta que el color se seque y quede una superficie un poco volátil, cuando pasas la mano se siente áspero y queda como una capa de polvo que se desprende fácil.
Has creado varias historietas publicadas en diferentes países, ¿es algo que empezaste a hacer desde hace tiempo, o la idea surgió con proyectos recientes?
Hace poco tiempo que empecé a hacer historietas y no puedo parar. Hice una novela gráfica sobre la vida del pintor Cándido López que va a publicarse este año en Argentina y el año próximo en Francia. Me gusta pasar mucho tiempo con un proyecto, tener que investigar para pensar la historia, hacer hablar a los personajes, repetir mil veces los mismos espacios. Es un buen ejercicio para la paciencia y también una compañía. Ahora que ese proyecto terminó, lo extraño.
Hice también algunas cosas más cortas, hace unos meses La Silueta publicó una historieta corta que se llama Chamamé, también hice una historieta para la última página de la edición alemana de Le Monde Diplomatique. Me asustaba al principio hacer historietas, dudaba de cada decisión, sentía que no se iba a entender nada o que yo siempre parecía una tonta. Ahora ya no me pasa tanto y lo disfruto mucho más.
Hice también algunas cosas más cortas, hace unos meses La Silueta publicó una historieta corta que se llama Chamamé, también hice una historieta para la última página de la edición alemana de Le Monde Diplomatique. Me asustaba al principio hacer historietas, dudaba de cada decisión, sentía que no se iba a entender nada o que yo siempre parecía una tonta. Ahora ya no me pasa tanto y lo disfruto mucho más.
En algunas de tus ilustraciones creas grandes espacios con personas pequeñitas, y el punto de vista es muy objetivo, como observar una casita de muñecas. ¿A qué se debe esta forma tan característica de tratar el espacio?
Nunca entendí bien el espacio. Me cuesta cortar frutas en rodajas, me desoriento cuando mencionan fracciones o cuando tengo que entender un mapa. Pienso que mi mente es un poco medieval, que todavía no entendí bien el renacimiento ni la perspectiva. Espero no entenderla nunca, en realidad. Me gusta que eso en los dibujos se traduzca en espacios medio raros y deformes, que parezca que todo está a punto de caerse. Al mismo tiempo me encantan las miniaturas, creo que eso viene por influencia de las pinturas de Cándido López donde las escenas eran gigantes y los soldados diminutos.
Creaste los estampados para la colección Latin Lover de la marca CeliaB. El proceso de creación debió de ser muy especial, conociste a la diseñadora en Argentina, ¿nos podrías contar un poco cómo fue?
A Celia la conocí en el verano, ella estaba de paso en Buenos Aires y vio algunos dibujos míos en Espacio Moebius (Barcelona). Me propuso colaborar con su colección, fue muy divertido para mí. Hice varias propuestas según las charlas que habíamos tenido y poco a poco le fuimos encontrando la forma. Es lindo poder ver los dibujos aplicados, sobre todo cuando las prendas son tan increíbles. En septiembre Celia vuelve a Buenos Aires así que pensamos hacer una muestra y presentar la colección acá también.
¿Qué supuso un antes y un después en tu carrera como ilustradora?
Creo que todo el tiempo el dibujo va cambiando y con cada proyecto se aprenden muchas cosas. Con la novela sobre Cándido aparecieron cosas que todavía estoy terminando de entender. Me gusta no detenerme a pensar tanto, seguir dibujando con el impulso, como si estuviera un poco poseída. Creo que cuando pasa eso, cuando empiezo algo que no entiendo bien y no sé cómo resolver pero de todas formas no puedo frenar, salen los mejores dibujos.
Ser ilustrador no debe de ser fácil, al menos no lo es en España, ¿qué tal en Argentina?
Creo que debe de ser difícil en todos lados. Acá todavía cuesta a veces que se valore el trabajo del ilustrador. De vez en cuando aparece alguna marca grande que pretende que uno trabaje sin cobrar a cambio de “exposición”. Es triste pero esas cosas siguen pasando. Al mismo tiempo hay gente que se toma en serio y valora lo que hacemos, con ellos da gusto trabajar. Creo que es importante estar siempre haciendo cosas, no depender totalmente del encargo de alguien, tener también proyectos personales, o dar talleres, hacer productos que se puedan vender, ir a ferias. Al menos esa es la manera que yo encuentro y me funciona, haciendo muchas cosas al mismo tiempo.
¿Nos podrías contar qué proyectos tienes entre manos?
Como decía, este año se va a publicar en Argentina mi novela gráfica La mano del pintor y el año próximo L’Agrume la va a publicar en Francia. También estoy preparando una muestra junto a Amadeo Gonzales para octubre en Pop! Galería de Chile. Estoy terminando una segunda novela y con ganas de empezar otra más, me cuesta un poco estar quieta.