Hablar con Mala Rodríguez, La Mala o simplemente Mala es sinónimo de embarcar en un avión con escala en infinidad de lugares, personas y anécdotas. Experiencias vitales frente a las cuales muchos se pondrían el cinturón de seguridad como mecanismo de defensa. No es su caso. “Me alegro porque estoy viviendo sin pensar, es como cuando salgo al escenario, que no pienso”, confiesa. Una forma de entender la vida que la ha llevado de trenes en marcha a Puerto Rico, a donde siempre quiere volver, pasando por Estados Unidos coincidiendo con la irrupción del Me Too o los escenarios de medio mundo, a excepción de Italia. Ahora desgrana su historia más personal en su primer libro, Cómo ser Mala (Temas de Hoy). Unas memorias que nacen de la emoción y el recuerdo con las que la icónica rapera española se abre en canal. “Estoy segura de que antes no lo podría haber hecho”.
Este podría ser un libro recopilatorio de éxitos, celebraciones y reconocimientos. Una forma de presentarse ante el público como un personaje aclamado y querido, un bonito homenaje a todas las personas que se han cruzado en su camino en sus más de dos décadas en la música. Podría serlo, pero no lo es. Cómo ser Mala es alegría y dolor, risas y llantos, preguntas y respuestas que llegan cuando menos te lo esperas. Un “vómito”, como reconoce la propia Mala, con el que nos invita a acompañarla en una vida trepidante. Y es que desde que lanzase su primer disco Lujo Ibérico hace más de veinte años, un trabajo con el que sigue deleitando a su fiel audiencia en shows con voz y guitarra con los que dice estar “reviviendo las canciones de una manera muy especial”, la rapera andaluza no ha dejado de exprimir la vida al máximo dejándose llevar, siempre respaldada por su familia y equipo. “Yo creo que nunca han visto ninguna duda en mí, y por eso siempre han entendido que yo tenía que volar”, sentencia.
Amante del baile y firme defensora de la libertad de expresión, fue en Latinoamérica donde encontró su lugar. “Allí se me entendía perfectamente, yo sentía que encajaba”, comenta cuando recuerda su primer contacto con el público internacional al otro lado del charco. Ahora reconoce estar viviendo su mejor momento. Una etapa que la ha traído de vuelta a su país de origen, España, y la ha llevado a reconectar con su público tras varios capítulos en los que llegó a sentirse desvinculada del mismo. “A todos nos ha faltado inteligencia emocional”, explica.
Amante del baile y firme defensora de la libertad de expresión, fue en Latinoamérica donde encontró su lugar. “Allí se me entendía perfectamente, yo sentía que encajaba”, comenta cuando recuerda su primer contacto con el público internacional al otro lado del charco. Ahora reconoce estar viviendo su mejor momento. Una etapa que la ha traído de vuelta a su país de origen, España, y la ha llevado a reconectar con su público tras varios capítulos en los que llegó a sentirse desvinculada del mismo. “A todos nos ha faltado inteligencia emocional”, explica.
Mala, te refieres a la vida como “una carrera de relevos”, concretamente en el primer capítulo, “Esta es la historia de una niña”, en la que tu madre y tu abuela Ana están muy presentes. ¿En qué etapa de la carrera de fondo te encuentras a día de hoy? ¿Cómo te sientes?
Siento que me está tocando hacer un sprint, estamos a tope. Nunca había estado tan productiva, nunca había hecho tantos proyectos a la vez. No sé si es la edad, o si es el momento que estamos viviendo todos, que parece que la vida nos ha puesto las pilas. Haz lo que amas ya, no esperes.
¿Dirías que estás ahora mejor que nunca?
Totalmente.
Adentrémonos en tu libro, Cómo ser Mala. El vandalismo aparece en forma de grafiti en trenes, a lo que te refieres como “misión pintada”. De hecho, llegas a reconocer que la mejor Nochevieja de tu vida la pasaste en una de estas aventuras nocturnas. ¿Qué era lo que más disfrutabas de esta época?
Recuerdo una época bastante bonita en la que me pintaba los labios de rojo, llevaba mi ropa de mercadillo y no tenía ninguna expectativa. Simplemente quería vivir la vida al máximo. Saltar de los trenes en marcha, dormir en la calle, hacer cualquier puta locura que se me pasase por la cabeza sin tener ningún problema.
¿Y conservas esa locura de la que hablas?
Lamentablemente la conservo (risas). A mí me encanta dejarme llevar. Está muy bien pensar y reflexionar, pero también hay veces en la que aparece un pequeño click que hace que no piense; y me gusta adonde voy. Me alegro porque estoy viviendo sin pensar, es como cuando salgo al escenario, que no pienso.
Hablando de libertad, ¿sientes que la industria musical te ha intentado privar de ella en algún momento de tu vida?
He sentido que no he conectado con el público en distintas épocas, tal vez porque la gente de las discográficas no estaba en la misma onda de trabajo como la siento ahora, que es como un teamwork. A todos nos ha faltado inteligencia emocional. Yo siento que hoy día la gente tiene mucha más inteligencia emocional. Me siento más cómoda trabajando así, en equipo, con gente que me comprende. Y encontrando nuevas formas de hacer las cosas, no sé. El trabajo en equipo es mucho más satisfactorio porque todo el mundo gana, es un logro colectivo, otra movida. Y quizás antes no me sentía parte de algo, me sentía más sola.
¿Ha sido el rap un movimiento adelantado a su tiempo?
No, qué va. Esto lleva desde finales de los setenta, incluso en los cincuenta había gente que estaba diciendo cosas con la pura palabra. Yo siento que las fronteras de géneros en la música son muy difuminadas, los estilos son como gamas de colores muy sutiles. Creo que siempre ha estado ahí, ha ido evolucionando. Ahora lo llaman trap, pero para mí solo ha cambiado el beat. Están haciendo lo mismo, ¡están rapeando! Es simplemente una evolución de un estilo musical que se va aderezando con cosas de la vida. Cada uno aporta algo, y así sigue creciendo la cultura musical.
1995 fue un año importante en tu carrera y en tu vida. “Fue entonces cuando descubrí mi estilo”, enuncias rotundamente. ¿Cómo era ese estilo y de qué forma evolucionaría en los años próximos?
Me di cuenta de que tenia una historia que contar. Me encantaba cagarme en los muertos y todas esas cosas, House of Pain y muchos grupos de la zona sur o Houston. Toda esa área de raperos, me encantaba que hablaran del barrio, de cosas muy cotidianas. Expresaban mucha rabia y dolor, y creo que descubrí una conexión ahí. No quería imitarlo, quería descubrir qué tenía yo que contar.
Yo valoro todo. Que me haga risa, que me deslumbre, que me haga soñar, que me entretenga, mil cosas. Y no de todos una cosa. A mí me gusta toda la música.
¿Y qué estás escuchando ahora?
¡La Cebolla! Yo escucho de todo. No quiero ir diciendo que solo escucho Bach. Me gusta, pero también la música francesa de los setenta. Me encanta buscar música vieja de otras épocas, pero trato de no juzgar, sino de sentir. Yo admiro a todos los artistas porque todos ellos son como yo, son compañeros míos y sé que es duro. No veas si es duro este trabajo. Es imposible buscarlo todo en un único artista. Y luego vienen los que te dicen “no se puede hablar de esto”. Ni que hubiese un reglamento que te dijese lo que puedes decir o no. Educa a tus hijos.
¿Sientes que la música se ha vuelto demasiado políticamente correcta?
Sí, hasta los huevos. ¡Hasta los huevos! En eso consiste ser padre, en que eduques a tus hijos. No que yo, que soy artista, tenga que educarles. Ahora resulta que no voy a poder hablar de lo que a mí me dé la gana cuando a mí me dé la gana. ¿Qué estamos, en China? No, perdona, no. Si yo quiero hablar de follarme a un peluche, canto una canción en la que lo digo. Un día me follé a un peluche.
Tu familia está muy presente en el libro. ¿Siempre has tenido su apoyo?
Sí, siempre me han apoyado. Yo creo que nunca han visto ninguna duda en mí, y por eso siempre han entendido que yo tenía que volar. Y volé. Si hubiera tenido dinero, a lo mejor me hubiera metido a clases de baile, porque yo quería ser bailarina.
¿Hay algún baile que te guste especialmente?
Me gustan mucho los bailes africanos, caribeños. Me gusta mucho eso, pero también las sevillanas, lo tradicional. Me gustan las cosas que yo he vivido. Me he criado en el sur de España, he escuchado mucha música marroquí y argelina, y ahí la gente se siente orgullosa de tener raíces musulmanas y esa mezcla. Yo lo digo en el libro, que allí se respira toda esa cosa. Y a las mujeres nos gusta tener esa reminiscencia mora, es bonito. Por eso yo creo que he sentido siempre amor y curiosidad por todas esas cosas.
Tras una época complicada en lo personal, decides lanzar Alevosía. Corre el año 2003 y pronto España se te quedará pequeña, tal y como reconoces en el libro. ¿Cómo fue el primer contacto con el público internacional?
Sentí que el mundo era muy pequeño. Me acuerdo de tantos viajes, de tantos sitios en los que he estado, que no he podido mencionarlos todos en el libro. He conocido a mucha gente, he hecho todas las combinaciones. He cantado con batería, guitarra y bajo, he hecho de todo. La primera vez que fui a Puerto Rico y conocí a Tego Calderón, hice mucha amistad con raperos de allí. Había mucho respeto, todo muy bonito. De un lado a otro y estábamos haciendo lo mismo. Allí se me entendía perfectamente, yo sentía que encajaba.
Es evidente que Latinoamérica tiene un lugar muy especial, en tu libro y en tu vida.
Tengo muchas, muchas experiencias allí. Recuerdo en Chile la primera persona que me llevó, Macarena. Todo el mundo bailando, ¿tú sabes lo que es eso? Latineo puro. En Colombia, en Perú y en todas partes. He vivido las cosas de primera mano, el germen, y eso es una maravilla. Y en Cuba también, donde nos íbamos a la calle al perreo, que básicamente eran algunas botellas, gente bailando y dándolo todo. Muy callejero.
¿Tienes algún destino próximo en mente? ¿Algún lugar que aún no conozcas y te apetezca descubrir?
Que no conozca… No sé.
¿Y algún lugar al que quieras volver próximamente? ¿A Puerto Rico tal vez?
Yo a Puerto Rico siempre quiero volver. Siempre, forever. Tengo allí a mis amigas, siempre voy a querer volver allí. Pero nunca he cantado en Italia, por ejemplo. Y me parece una falta de respeto, podemos decirle a toda la gente en Italia que qué mal, y yo quiero ir a cantar allí. Amo Italia, yo me siento italiana. Voy a hacer una canción con Elettra Lamborghini, un súper temazo. Y vamos a reventarlo.
Tu siguiente álbum, Malamarismo, coincide con el nacimiento de tu primer hijo. Una experiencia que te permite ver desde otra perspectiva tu grado de madurez y tu carga de trabajo. ¿Cómo compaginas la maternidad con el ritmo frenético de actuaciones?
Es una sensación de responsabilidad más grande que nunca. Creo que uno nunca está listo para tanta responsabilidad. Todo el mundo te habla de lo bonito que es ser madre o padre, pero es una responsabilidad enorme. Todo te lo pintan como bellísimo, pero realmente, como mujer y estando sola, es muy difícil. Y si encima eres artista, vete a la mierda. Pregúntale a cualquier mujer artista con hijos, que hay muchísimas, tener que ir a los conciertos con los niños. Es muy complicado.
Esta es también una etapa de rupturas y nuevos comienzos, en los que exploras con distintas estéticas y estilos, desde el pin-up al dominatrix. ¿Cómo definirías tu estética actual?
Escort-sport. Ese es el concepto de la colección (risas).
A tu álbum Dirty bailarina, le seguiría Bruja, publicado en 2013. ¿Qué imagen se te viene a la cabeza cuando piensas en estos años?
Para mi Bruja es como una despedida, porque yo estoy ya tirando la toalla. Veía que era mi ultima oportunidad de conectar, yo siempre lo tomé como un álbum póstumo. Esos son mis recuerdos.
¿Y por qué sentías que había llegado el fin?
Porque no sentía conexión, no sentía que hubiera un lugar para mí en la industria. Ya estaba dirigiéndome a hacer cosas independientes, por puro placer, que es lo que hice. Me puse a hacer cosas por el gusto de hacer canciones, de explorar. Hice varias cosas por mi cuenta, sin sello ni nada, y me dije a mí misma que me iba a dar una vuelta.
Es entonces cuando decides instalarte en Estados Unidos.
Sí, estuve un año y pico.
En esta época, vives en primera persona el movimiento Me Too en Hollywood. Un momento en el que reconoces sentir que “ha llegado tu autobús”. ¿A qué te refieres?
Me quede de piedra cuando de repente empezaron a salir todas esas noticias. Yo había escrito la canción de Gitanas, y me acuerdo que hablaba con una compañera que me ayudaba en la comunicación sobre cómo podía explicar el mensaje “¿quién me protege?”. Una vez que pasó lo de La Manada todo el mundo salió a la calle, y lo del Me Too… Ya no había que explicar nada. Era como si el mundo entero estuviera en la misma página. No me podía creer que se estuviera hablando de feminismo en la tele.
¿Sientes que el feminismo, al igual que otros movimientos sociales, se diluye entre titulares llamativos y términos insulsos? Son muchos y muchas los que reivindican la necesidad de reconectar con el origen de la causa, la reivindicación en su esencia.
Sí, siempre pasa eso. Ya olía raro cuando salía Beyoncé con la palabra feminista. Incluso con la bandera del Orgullo Gay, ahora todo el mundo la pone. Pero no hay que decir que está mal, no vamos a ser haters, por lo menos la ponen y se visibiliza. Pensemos positivo, por favor, y vamos a sacar lo positivo de todo. Si no cada uno va a acabar en su casa, tenemos que estar juntos.
A tu vuelta de Estados Unidos, las instituciones comienzan a reconocer tu trabajo, otorgándote el Premio Nacional de Músicas Actuales. Un galardón que significó mucho para ti. ¿Por qué fue tan importante?
Que te reconozcan los artistas de tu país es mucho, porque yo tenía muy baja la autoestima. Me creía que hacia un engendro de música, y que Joan Manuel Serrat y otros genios de la música española entiendan que he hecho una labor, una cosa guay, que lo que estaba haciendo tenía mérito, pues me subió la autoestima. Es como cuando te abraza tu abuela, que siempre te dice que vas hecha una mamarracha, y luego te tomas un café con ella y te dice que te admira. Es muy bonito.
En el libro abordas un sinfín de temas, en los que la cultura se encuentra con la sociedad o el arte. Y la economía, un asunto al que parece no dedicársele demasiada atención. “Nunca tuvimos dinero”, comentas, recalcando la falta de educación financiera que existe “para los que venimos de abajo”.
Sí, en la escuela hay muchas cosas que no quieren enseñarnos. Y está claro que entre las personas que sí desean seguir formándose como yo, que me considero autodidacta total y he leído y me he formado, pienso que es algo importante para todos esos chicos y chicas que con catorce o quince años quieren montar algo, vivir algo. Que no estén pensando que van a ganar dinero, van a comprarse un coche y van a hace el gilipollas. Es importante pensar en que actualmente hay toda una estructura montada para que eso gire y siga creciendo. Que no sean tontos.
¿Has acudido a tu familia o amigos a la hora de recrear algunos capítulos o escenas que narras?
No, qué va. He escrito yo primero un vómito bastante largo, y he tenido una entrevista con un par de periodistas que me han ayudado a sacar mis recuerdos. Yo no me acuerdo de muchas cosas. Me ha costado mucho poner un timeline, te puedo contar todo con pelos y señales, pero en un orden muy extraño. Me ha ayudado mucho que hubiese alguien para dar forma a todo, pero es muy importante que las cosas salgan solas. Ahora veo que no he mencionado determinadas cosas, pero a lo mejor es porque así tenía que ser. Pero realmente todo lo que menciono es porque me marcó.
¿Cuándo comenzaste a trabajar en el libro y cuánto tiempo te ha llevado?
Tuve bastantes propuestas antes de esto y lo hice cuando lo vi claro. Ha sido cuestión de un año, año y pico, todo muy fluido. Antes no me veía preparada, y ahora ha sido el momento perfecto. Estoy segura de que antes no lo podría haber hecho.
¿Y qué nos puedes adelantar sobre tus próximos proyectos? ¿Te veremos actuando en directo próximamente?
Sí, hay muchos shows. Tengo shows de Lujo ibérico, solo con voz y guitarra, y estamos en Almería, Cádiz, Pamplona, Ponferrada, etc. Y luego también tenemos shows con las chicas, el show de la Mala de siempre, con todo el repertorio. En Granada, en Navarra, en Cantabria… Un montón de fechas. Lo de Lujo ibérico ha sido muy bonito, me he sentido muy libre sin ir detrás del beat. Me la estoy gozando mucho, la guitarra va conmigo, yo estoy a mi aire, es una pasada. Están reviviendo las canciones de una manera muy especial.