Laura C. Vela es curiosa y observadora. Eso la llevó a estudiar Filosofía y Fotografía. De esa conjunción de aprendizajes surgen imágenes existencialistas en las que se respiran emociones. Le atraen las posturas corporales de las personas y cómo cambian antes, durante y después de fotografiarlas, y qué hay más allá de su presencia. Detrás de cada proyecto hay una reflexión sobre, entre otras cosas, identidad, raíces, diferenciación, diversidad, hogar e inquietudes. Ella lo expresa mucho mejor, tanto en palabras como en imágenes. Hablamos sobre filosofía, contraculturas, su exposición junto a Miguel Trillo, la importancia de la edición en las imágenes, la comunidad china en Madrid y sus próximos proyectos.
Antes de entrar en materia, ¿podrías contar en qué consiste tu trabajo y en qué estás trabajando actualmente?
¡Hola! Gracias por hacerme hueco en METAL. Creo que la constante más clara en mi trabajo es la curiosidad, me interesas las historias y sus porqués. Me gusta volver a retratar a la misma persona tiempo después porque me interesa mucho el cambio y la permanencia. Y someter mis certezas a examen. Actualmente estoy empezando un nuevo proyecto en mi pueblo (Jaén), aunque todavía no sé exactamente de qué va a ir. Raíces. Sabios para unos, locos para otros. Vida rural. Me interesa la forma de vida de los que quedan allí, la energía especial de los lugares con historia, la soledad, las estrellas. Pero a saber por dónde me acaban llevando las imágenes. Por ahora se llama Cucha, que en Andalucía quiere decir escucha o sorpresa, y es algo que me dicen mucho cuando salimos a pasear o a hacer fotos.
Además, has estudiado Filosofía. ¿Qué te llevó a esta carrera? ¿Qué corrientes o ideas has aprendido y puedes incorporar a tus fotografías?
De todas las asignaturas del colegio las únicas que me atraían eran Filosofía y Biología. Me encantaba hablar, discutir y leer. También el arte, pero nunca había estudiado nada relacionado y en el colegio ni se tocaba. No quería tener un trabajo de oficina que me atase a una silla muchas horas, así que me decanté por Filosofía. También por mi personalidad: siempre llevaba la contraria a los profesores, les sacaba de quicio. En verano me preparé para la prueba de acceso a la Escuela de Arte 10 y para mi sorpresa entré. Acabé estudiando Filosofía de nueve a dos y Fotografía Artística de tres a nueve. Mis trabajos de foto siempre estaban relacionados con la filosofía porque ese era mi día a día. Por la mañana leía a Albert Camus y por la tarde hacía retratos existencialistas. Muy intenso todo. Más tarde me aproximaba a filosofías orientales y me alejaba del dramatismo. Y cuando estaba triste me motivaba a seguir leyendo Henri Bergson.
Ahora tengo muy presentes a Zhuangzi, Chantal Maillard, Hannah Arendt o Simone Weil. Creo que cada filósofo, con su manera de mirar, va sumando una especie de “par de ojos” a los que ya tienes que hacen que percibas el mundo de múltiples maneras: desde la tierra, desde el cielo, desde el privilegio, desde la opresión, desde la magia…
Ahora tengo muy presentes a Zhuangzi, Chantal Maillard, Hannah Arendt o Simone Weil. Creo que cada filósofo, con su manera de mirar, va sumando una especie de “par de ojos” a los que ya tienes que hacen que percibas el mundo de múltiples maneras: desde la tierra, desde el cielo, desde el privilegio, desde la opresión, desde la magia…
¿Quiénes son tus referentes?
Me fascina el estilo sencillo pero ácido de Sanmao. El desgarro de Chavela Vargas. La mirada crítica de Federico Clavarino. La imaginación de Viviane Sassen. La sutileza de Chet Baker. La naturalidad de Xirou Xiao. La transparencia de Blanca Paloma. La dedicación de Andrea Díaz Reboredo. La perspicacia de Gonzalo Golpe. El corazón de Maider Jiménez. El sentido del humor de mi padre, Roberto Carrascosa.
Tu primer proyecto fue el fanzine Vorhandenheit, en el que ya trabajabas el tema de la identidad, en ese caso, a través de un viaje por carreteras con tu padre. El motivo por el que el que quisiste trabajar con él fue mostrar e indagar en una antítesis de lo que tú eres, según dices “una joven indecisa que va a iniciarse en la vida adulta en un momento de crisis y sobreinformación”. ¿Qué conclusiones conseguiste sacar de aquel proyecto?
Lo primero que aprendí fue que pasar mucho tiempo con una persona no va a hacer que la comunicación mejore. Empecé el proyecto pensando que después de ocho mil horas en el camión hablaríamos sobre nuestras diferencias, el mundo laboral, las oportunidades y decisiones… Pero nada de eso. Lo segundo que aprendí fue que te puedes comunicar de otras muchas maneras sin hablar. Lo interpreté como una puerta abierta, un dejar ser. Y buscar lo común y compartir desde ahí. Y la conclusión final fue que aunque haya indecisión y sobreinformación, finalmente una serie de casualidades que no son tan casualidad te acaban mostrando tu lugar. Para mí lo esencial es sentirme a gusto donde estoy. Y si estoy a gusto es que estoy bien. Siempre habrá infinitas posibilidades en las que hubiésemos podido sentirnos a gusto.
Colaboraste con algunos retratos en el fotolibro Subculturcide, dirigido y editado por Andrea Ferrer, publicista y directora de arte. A la hora de retratarla, ¿qué es lo que más te interesa de una persona?
Me atrae su postura física y su postura en el mundo. Me encanta hacer fotos desde lejos y desde cerca y ver cómo cambia la posición del cuerpo. Cómo ponen las manos, hacia dónde dirigen su mirada, la tensión en las bocas. Hablar con ellos antes y después de haber hecho la foto y ver cómo me voy proyectando yo en la imagen. También me gusta mucho enviarles las fotos y escuchar su opinión. O seguirles en redes sociales y ver qué piensan sus amigos. Me divierte y me parece interesante todo este inmenso edificio que hay alrededor de la imagen. A veces simplemente me encanta el rostro de alguien, lo que desprende. Imprimo la foto y la pongo en mi cuarto.
Aunque la necesidad de distinción y de relacionarnos según nuestros gustos y afinidades sigue siendo imprescindible, las contraculturas como tal han pasado de ser respuestas a la cultura popular, a formar parte de ella. ¿Crees que ya no necesitamos esa contestación? ¿O quizá es que la cultura popular es más útil a la hora de cambiar las cosas, y apostamos por “unirnos al enemigo”?
Sí que creo que las contraculturas se distinguen de la masa para reivindicar una diferencia, algo en lo que creen y quieren realzar. Entonces si comienzan a formar parte de la masa y del sistema, ¿no dejaría de ser una contracultura por definición? Pero habría que ver si esto de la muerte de las subculturas es un problema de términos, de la industria textil que va recogiendo elementos de contraculturas y los convierten en objetos de consumo de masas, de que las causas ahora parecen más banales y los tiempos más líquidos… No sé. De todas maneras creo que esto es distinto a que algo se vuelva popular, entendible, accesible y disfrutable… como puede suceder cuando el ecologismo, el feminismo o discursos anticapitalistas adoptan formas sencillas o lúdicas. Si es popular –que no de masas– pero no pierde honestidad y coherencia, me parece genial. Hace unos meses, con todo el apogeo de OT, leí un artículo que hablaba de las diferencias entre alta cultura, cultura popular y cultura masiva. No suscribo todo lo que dice, pero creo que aquí se apuntan algunas cosas interesantes y tienen más idea que yo.
Háblanos de la exposición Géneros y generaciones, en la que trabajaste con Miguel Trillo, un icono de la fotografía de retratos. ¿Cómo surgió la idea de trabajar juntos?
Géneros y generaciones fue un ciclo de exposiciones que comisarió Iñaki Domingo para la Escuela de Artes Visuales Lens. ¡No sé por qué decidió juntarnos a nosotros dos! Quizá porque cuando empecé a hacer retratos de calle mis fotos se parecían mucho a las de Trillo. Además soy muy fan y todo el mundo le mencionaba cuando veía mis fotos. Es un icono taaaaan presente que era realmente difícil no repetirle. Luego ya me alejé de él. Por ejemplo, dejé de buscar personas por la calle y empecé a contactar por redes sociales. Más que en su apariencia física me fijaba en lo que escribían y proyectaban. Así luego podía jugar con el uso de las imágenes y el feedback que me daban. En la expo juntamos fotos que él había hecho hace veinte o treinta años con fotos mías actuales en las que las personas tenían posturas muy muy parecidas. Por ejemplo la pose rockera de apoyar las manos en el cinturón… Se me quedó grabado algo que dijo Miguel, que de alguna manera las tribus urbanas niegan el tiempo, pues se visten igual que hace treinta años, y que eso es una paradoja para nosotros los fotógrafos que nos dedicamos a congelar el tiempo. Por eso me encanta este mural.
Otro de tus trabajos en el que abordas la identidad y la diferenciación es Como la casa mía, en el que has trabajado con la artista Xirou Xiao. Cuéntanos cómo surgió la idea de trabajar juntas y cuál es el objetivo del proyecto.
Conocí a Xirou por internet cuando estaba haciendo fotos de la comunidad china de Madrid. Hablamos, nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común y quedamos en la Plaza de la Luna. Ese día le hice fotos por primera vez. Recuerdo que le pedí que bailase y me quedé patidifusa. Desde entonces ha ido creciendo una amistad muy bonita llena de curiosidad mutua. Y la gasolina del trabajo es precisamente esta: el aprendizaje que conlleva una amistad intercultural y la inquietud que nos produce lo desconocido. Josep María Esquirol, en el libro Uno mismo y los otros dice que abrirse a mundos nuevos y darnos refugio humano no nos hace perder raíces pero sí nos hace más ligeros: “Nos aleja de identidades estáticas y rígidas para actualizar el proceso de identificación; proceso por el que ni siquiera la casa, pese a todo lo dicho, es algo ya totalmente fijo. La casa es una determinación de lo propio, y la determinación de lo propio es variable”.
Nuestra intención es esta: ser ligeras, despojarnos de los corsés que cargamos, disfrutar y convivir más. Hemos querido construir un proyecto que sea como ese lugar o estado que buscamos. Compartir nuestras emociones, nuestras ideas y el tipo de hogar que nos gustaría que se extendiese. Es bastante simple en realidad. Estamos editando un libro homónimo con Gonzalo Golpe en el que hay textos de Xirou, todas las fotos del proyecto y una colaboración con el escritor Minke Wang (Wenzhou, China, 1978).
Nuestra intención es esta: ser ligeras, despojarnos de los corsés que cargamos, disfrutar y convivir más. Hemos querido construir un proyecto que sea como ese lugar o estado que buscamos. Compartir nuestras emociones, nuestras ideas y el tipo de hogar que nos gustaría que se extendiese. Es bastante simple en realidad. Estamos editando un libro homónimo con Gonzalo Golpe en el que hay textos de Xirou, todas las fotos del proyecto y una colaboración con el escritor Minke Wang (Wenzhou, China, 1978).
Trabajas sobre una comunidad de la que no formas parte –al menos en el sentido geográfico, ya que uno de los objetivos de esta obra es mostrar que lo que nos une a muchos y muchas jóvenes es, precisamente, que nos sentimos fuera de lugar. Sin querer, podrías haberlo hecho desde un punto de vista etnocentrista, y sin embargo, fotografías una realidad y te alejas del morbo. ¿Conseguiste esa perspectiva desde el principio o tuviste que aprender y desaprender en el proceso?
Gracias. Supongo que habrá distintas opiniones sobre esto, y algunas personas pensarán que sí es etnocentrista porque ni soy asiática ni lo seré, y hablo de algo ajeno. Pero yo no siento que hable de algo tan ajeno porque para mí es un trabajo sobre nosotras. Creo que al principio sí que lo era porque me dedicaba a hacer excursiones por Usera y hacía fotos a lo que me llamaba la atención. También paraba gente y les retrataba, sin saber demasiado sobre su situación. Fue cuando entré en contacto con los chiñoles. Después de un año dejé este proyecto fotográfico y Xirou me animó a trabajar con ella desde una perspectiva más social y educativa. Entonces creamos MAN DA RI NA, un colectivo que buscaba trabajar junto a ellos en vez de sobre ellos. Cambié de rumbo y mis imágenes también cambiaron: ya no quería trabajar sobre los otros sino sobre Xirou y nuestro vínculo, y quería hacerlo de una manera más literaria y menos literal.
Me encanta la filosofía asiática, su pintura, su literatura, sus cerámicas… Intento acercarme desde la más profunda admiración. Hace dos años cursé el Diploma de estudios Chinos en el ICEI y en octubre empiezo un master sobre historia, pensamiento chino y negocios con China. ¡Tengo un montón de ganas!
Me encanta la filosofía asiática, su pintura, su literatura, sus cerámicas… Intento acercarme desde la más profunda admiración. Hace dos años cursé el Diploma de estudios Chinos en el ICEI y en octubre empiezo un master sobre historia, pensamiento chino y negocios con China. ¡Tengo un montón de ganas!
“Acabé estudiando Filosofía de nueve a dos y Fotografía Artística de tres a nueve. Por la mañana leía a Albert Camus y por la tarde hacía retratos existencialistas. Muy intenso todo.”
¿En qué consisten estos talleres?
Por ejemplo con estudiantes chinas o de origen chino hicimos ejercicios de exteriorización de los sentimientos, todos llevamos fotos de la infancia y contamos nuestras historias como si fuesen cuentos. Escribimos en papeles objetos o actividades y teníamos que separarnos por grupos en función de si nos gustaba o no nos gustaba. Jugamos al “yo nunca…”, bailamos, proponíamos fotos… Era una manera de manifestar que cada persona es importante y diferente pero igual de alguna manera. Y crear un ambiente bonito para crear juntas desde ahí.
En otro taller con adolescentes de varias nacionalidades de 12 a 16 años trabajamos el concepto de raza, belleza, diferencias culturales… Primero Xirou hizo con ellos un ejercicio de relajación y danza y luego yo les hice varias preguntas filosóficas para activar el pensamiento socrático –o algo parecido. Después de eso, les dimos tijeras, pegamento, revistas y mis fotos y re-interpretaron las imágenes.
Hace tiempo que no damos talleres porque hemos estado muy liadas con otras cosas, pero queremos retomarlo. También nos encantaría que MAN DA RI NA se convirtiese en algo más grande y montar exposiciones, ponencias o talleres junto a artistas españoles y/o chinos que trabajen temas relacionados con las migraciones, el intercambio cultural y los puentes culturales.
En otro taller con adolescentes de varias nacionalidades de 12 a 16 años trabajamos el concepto de raza, belleza, diferencias culturales… Primero Xirou hizo con ellos un ejercicio de relajación y danza y luego yo les hice varias preguntas filosóficas para activar el pensamiento socrático –o algo parecido. Después de eso, les dimos tijeras, pegamento, revistas y mis fotos y re-interpretaron las imágenes.
Hace tiempo que no damos talleres porque hemos estado muy liadas con otras cosas, pero queremos retomarlo. También nos encantaría que MAN DA RI NA se convirtiese en algo más grande y montar exposiciones, ponencias o talleres junto a artistas españoles y/o chinos que trabajen temas relacionados con las migraciones, el intercambio cultural y los puentes culturales.
En tus retratos se respira un vínculo íntimo con la persona a la que fotografías. ¿Recuerdas alguna experiencia en especial? ¿Alguna anécdota o persona remarcable?
¡Sí! Hace poco en mi pueblo. Hay un hombre al que llevaba queriendo fotografiar mucho tiempo, Vicente, pero me daba miedo acercarme. Se contaban muchas historias sobre su persona, a cada cual más fea, y me creé una idea de él sin conocerle. La semana pasada por fin le pregunté si podía hacerle fotos y se le iluminó la cara. Cogió un sombrero, unas lechugas y una hoz, se subió a su monolito y posó híper feliz. Me preguntó si iba a volver a hacerle más con la hierba cortada. Luego me regaló unas espinacas y un clavel. “Una flor, puntos suspensivos, una eternidad”. Eso dijo. Pocas veces me ha pasado esto de sentir que la persona retratada está disfrutando del momento tanto como yo. Es súper gratificante y se crea una conexión preciosa. Estoy deseando volver al pueblo y darle sus fotos impresas. Le podré decir “Una foto, puntos suspensivos, una eternidad”.
Tienes una anécdota con una chica a la que le enviaste una fotografía que le habías hecho y te la reenvió editada con una app china, Meitu Xiu Xiu, porque se sentía más identificada con ese retoque. Aunque hay muchos fotógrafos documentalistas/retratistas que rechazan la edición porque consideran que están modificando el pasado, ¿qué papel tiene en tu trabajo?
Para mí la post-producción es muy importante porque cuido mucho el color de mis fotos. Me parece crucial a la hora de crear una atmósfera, transmitir una emoción… Color y luz. Y, por qué no, quizá reencuadrar o borrar algo que no quieres que salga porque va contra el mensaje que quieres transmitir. Como no siento que esté documentando la realidad, me da igual alterar la imagen. Y por supuesto si una persona a la que yo he retratado no se ve en mi foto, ¡estoy abierta a que la modifique! Seguramente después esa persona sienta que ahora es un mejor retrato.
La fotógrafa Maider Jiménez y tú habéis fundado vuestra propia agencia de fotografía, Petrarca. ¿Qué valores acompañan vuestra manera de trabajar?
Trabajar con coherencia respecto a la manera en que vivimos y pensamos. Nos gusta sentirnos bien mientras trabajamos, cómodas. También nos importa que el fin no sea meramente económico… Nos hace felices hacer algo de activismo, aunque sea chiquitito, mientras trabajamos. Intentamos mostrar diversidad, mayor presencia LGTBQ+, informarnos sobre las empresas para las que trabajamos, ser cercanas con los clientes y funcionar con horizontalidad. Al fin y al cabo somos comunicadoras y tenemos que cuidar qué queremos comunicar al mundo.
Queremos seguir viendo trabajos tuyos. ¿Dónde expones próximamente? Y en papel, ¿habrá algo?
Por ahora no tengo nada individual a la vista, pero sí un par de cosillas colectivas. Expongo del 14 al 17 de junio en Swinton and Grant con el resto de chicas de We Don’t Care Anymore. Y participaré en la exposición comisariada por Dinamo Visual Lab, Feminismo y feminidad, en el Hotel Colón el 22 de junio. Y espero poder anunciar pronto el lanzamiento en papel de Como la casa mía (: