Cuando hablamos de talentos emergentes a nivel nacional, no podemos evitar pensar en Jone Laspiur. Y es que cada vez son más los que hablan de ella. La joven actriz donostiarra ha debutado este 2020 con dos producciones vascas que, de hecho, le han llevado a pisar la alfombra roja del Festival de Cine de San Sebastián: Ane, un film sobre la incomunicación y las divisiones dentro de una familia; y Akelarre, película sobre las brujas del País Vasco francés, que representa el empoderamiento de la mujer frente a la represión de la inquisición religiosa del siglo XVII. Hoy charlamos con ella para que nos cuente cómo ha vivido esta experiencia y nos adelante sus próximos proyectos de 2021 que, sin duda, prometen.
He leído que empezaste estudiando Bellas Artes, ¿qué te llevó a adentrarte en el mundo de la actuación? ¿Habías tenido algún contacto con el mundo del cine, anteriormente?
Con el mundo del cine en concreto no, pero además del arte desde niña he estado cerca de la música, canté en un coro y toqué el piano durante algunos años y más tarde, ya de mayor, pasé por el grupo de música Nogen y después de Koban. Durante esos últimos años pisé bastante el escenario, y justamente en un bolo me vio la músico Mursego (Maite Arrotajauregi), la cual se ha encargado de la banda sonora de Akelarre junto a Aranzazu Calleja. Ella me animó para presentarme al casting ya que buscaban chicas de mi edad y que tuviesen alguna relación con la música o la danza, puesto que las chicas forman parte de la banda sonora y cantan diferentes canciones además de bailar las coreografías dirigidas por Myriam Pérez y Leire Otamendi. Ese fue mi primer contacto con el cine.
A pesar de los tiempos tan convulsos que corren, 2020 está siendo muy favorable para ti. Te hemos visto en Akelarre, Ane y en la serie Alardea, tres producciones lanzadas este año. ¿Cómo llevas este salto a la fama tan repentino?
Ha sido un año muy raro en todos los sentidos, en el que ni siquiera sabíamos si se podrían estrenar los proyectos o cómo sería, pero por suerte hemos podido presentarlos, estar en los cines, y que la gente los vea, que al final es lo importante. Por otra parte ha sido muy emocionante adentrarme en este mundo y poder trabajar con gente tan potente y que tanto admiro, es muy fuerte sentir que confían en ti para sus proyectos.
Es cierto que las producciones han salido este año pero el trabajo del actor reposa lo que dura la postproducción así que durante ese tiempo he podido mentalizarme un poco para lo que venía, aunque no deja de sorprenderme cada cosa que viene a raíz de ello. El País Vasco es muy pequeño, por lo que en seguida te haces visible en el mapa y por ahora está siendo algo muy agradable el ver que la gente se interesa por tu trabajo y que te tengan presente profesionalmente.
Ambas películas en las que has participado han sido seleccionadas para el Festival de Cine de San Sebastián; Ane incluso llegó a conseguir el Premio a la Mejor Película Vasca y a Mejor Guión. ¿Cómo viviste este gran éxito (por dos)? ¿Crees que marcará un antes y un después en tu carrera?
Profesionalmente es algo importante, por supuesto, y tiene sus consecuencias, pero sobre todo para mí ha marcado un antes y un después personalmente por la buena acogida de la gente que valoro y el hecho de que aprecien mi trabajo. Estas afirmaciones han cambiado mis posibilidades en gran medida ya que se me ha abierto un camino totalmente nuevo en el que he decidido adentrarme de lleno y formarme en ello.
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Hablando de Ane, el tema de los conflictos en Euskadi y su impacto en el ámbito familiar forman parte del hilo conductor de esta película. ¿Consideras importante que se traten estas cuestiones actualmente aunque, quizás, resulten algo tabúes?
En el caso de Ane, el conflicto vasco o la construcción del TAV (tren de alta velocidad) no son la historia central sino el escenario, ya que se trata de una historia situada en el País Vasco, por lo que se trata de un contexto natural que encaja perfectamente con el conflicto interno que mantienen las dos personajes centrales (madre e hija) a modo de metáfora.
El tema central es, sin embargo, la incomunicación y la familia, representada muy astutamente por David P. Sañudo a través de la construcción del tren que con el fin de unir dos puntos separa un barrio en dos, situando a Lide (madre) en un extremo y a Ane (hija) en el otro. Estos temas que indagan en lo social, en la manera de comunicarnos y en lo familiar me parecen muy necesarios en este presente que tan rápidamente está cambiando y que tan presente y a la vez ausente tiene la comunicación.
En Akelarre, ambientada en el País Vasco francés del siglo XVII, la puesta en escena es capaz de hipnotizar y envolver al espectador en la historia, tanto visual como sensorialmente. Cuéntanos cómo viviste la experiencia del rodaje.
Ciertamente fue muy envolvente, pasamos varias semanas encerradas en la celda por ejemplo, rodeadas de paja y envueltas en camisones desaliñados y rotos, intentando mantener un estado anímico muy bajo del personaje. Las localizaciones no eran muchas – aunque todas muy espectaculares – y los planos de cámara muchas veces eran muy cortos, por lo que el tiempo recobró otra temporalidad más pausada. Además, para buscar la atmósfera que Pablo quería, hicimos varias secuencias muy largas y algunas improvisaciones en las que apenas teníamos diálogos y en las que el silencio aportaba mucho, por lo que la atmósfera era algo esencial y tenía mucha presencia. La caracterización y el atrezzo de época ayudaban en todo ello. Además, las chicas pasábamos mucho tiempo juntas y fueron siete semanas de rodaje muy intensas en las que rodábamos muchas horas y después nos íbamos a nuestras casas, por lo que lo viví como un paréntesis en el tiempo y en nuestras vidas.
Has colaborado con el cineasta David Pérez Sañudo en un par de ocasiones, ¿cómo es trabajar juntos tanto en un largometraje como en una serie?
Definitivamente conocerle y poder compartir con él ha sido una de las mejores cosas de este año, se trata de una persona apasionada por lo que hace, detallista, cuidador y muy buen comunicador. Ha sido muy fácil trabajar con él y es una gozada poder hacer cine con mayúsculas y desde lo humano.
Las producciones vascas están experimentando un crecimiento extraordinario y, últimamente, han obtenido gran reconocimiento gracias a la tan aclamada serie Patria. ¿Cómo estás viviendo este auge del cine de tu comunidad natal?
En los últimos años hemos visto que se abría una nueva vía gracias a películas como Loreak, Handia, Errementari, etc., en el que el cine vasco ha pasado a otro nivel de producción. Este último festival de San Sebastián ha acogido dieciocho films en la sección de cine vasco, además de otras producciones en diferentes secciones con trabajos muy potentes entre ellos. Este año me he encontrado con nuevas autoras que no conocía, entre ellas gente joven con una mirada sensible y nuevas formas de hacer. Me alegra mucho ver cine de calidad, aparte de las grandes producciones, y para mí lo interesante de esto es, sobre todo, el hecho de que encuentro un interés por hacer cine y no tanto un producto.
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Debido a la pandemia, el rodaje de Alardea tuvo que ser paralizado en marzo y retomado meses después con varias medidas de seguridad. ¿Cómo te ha afectado el Covid-19 tanto en el ámbito profesional como personal?
Este caso en concreto no me afectó mucho ya que en marzo yo todavía no entraba a rodar. Mi estreno como actriz ha coincidido con un año de colapsos e incertidumbre, pero, como decía anteriormente, pudimos sacar a las plazas nuestros trabajos aunque no celebrarlos. Fue muy raro vivir el Festival de Cine de San Sebastián con todas las medidas, con una alfombra roja sin gente, con aforos reducidos en las proyecciones y socialmente muy limitado. Aún así eso no es más que algo anecdótico frente a todo lo que está pasando. Personalmente me afecta el hecho de no poder conocer las caras de la gente con la que trabajo cada día, el no poder abrazarnos, el tener que hacer teatro con mascarillas, el no saber cuándo terminara esto, el no poder planificar nada, el ver que la gente se va a la ruina… Sin duda es un año de reflexión y de tomar conciencia.
Por último, ¿hay algún proyecto en el que estés trabajando actualmente? ¿Nos puedes adelantar alguna cosa?
El último proyecto que se ha estrenado ha sido el corto Polvo Somos de Esti Urresola en Zinebi, el cual ganó el premio al mejor film vasco y al mejor guión. Actualmente estoy formándome en teatro y en cuanto al cine hay un proyecto que empezaremos en febrero y un par más, que si todo va bien, comenzarán también sobre esas fechas.
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