“Just keep working e intentar dar lo mejor de mí” concluye Dano en esta entrevista. Por humilde que parezca, el cantante ha logrado convertirse en figura clave de la música urbana no solo en España sino a nivel internacional. Escribe, canta, produce, dirige… Y eso que, a pesar de definirse como un control freak, está dejando más aire a sus colaboradores, que van desde otros cantantes a productores, filmmakers o diseñadores.
Este año ha presentado Istmo, un álbum revelador donde cuenta su experiencia de inpass entre los 20 y los 30. Si la palabra en sí se refiere a una lengua de tierra que une dos continentes, como título de álbum (y también del corto documental dirigido por Gon Hergueta) alude a esta transición, a este puente que tarde o temprano desaparecerá. Con una mente incluso más clara pero igual de hiperactiva y creativa, Dano da un salto en su carrera que lo asienta todavía más en el panorama musical.
Naciste en Argentina, luego viviste un tiempo en Canarias, más tarde en la península e Inglaterra después. ¿Qué te has llevado de cada sitio que crees te ha hecho estar donde estás hoy?
Uf… Difícil resumir. De Argentina, la raíz, la esencia, la conexión con el folklore más profundo (mis abuelos eran músicos) y el rock & roll de la generación de mis padres (también músicos). De Canarias, quizá el asociar la música con los viajes, con ir en coche, en autobús –el walkman 24/7 encima en los 90. Inglaterra fue el cambio: tele por cable, MTV, tiendas de discos, revistas… información. Internet antes de internet.
Estuviste un tiempo por Estados Unidos también, y poco después, viniste con este pedazo de disco. De hecho, en el corto que presentaste desde el canal de Ziontifik Films vemos fragmentos de tus vivencias allí. ¿Qué ocurrió durante tu estancia que hizo que quisieras trabajar en un proyecto tan largo como un disco? ¿Cómo afectaron esos meses en la creación del disco?
Siempre he hecho discos. Siempre hemos hecho discos, mejor dicho, en el colectivo Ziontifik. Venimos de eso. De hecho, siempre fue así: los grupos o artistas hacen discos. Eso nos enamoró y eso hemos querido representar siempre. Yo ya tenía el álbum completado al 95% cuando fui a Nueva York. Me fui allí por la vida, no por el disco. Pero mi vida es la música, así que, ¡era evidente que algo relacionado con el disco iba a ocurrir allí! Me dio fuerzas para terminar de redondear todo, de ganar confianza con la idea, de elevar la dimensión sonora y emocional a una audiovisual (con Gon Hergueta haciendo el docu allí). Fue increíble, muero por volver.
Istmo es un nombre interesante para un disco, teniendo en cuenta que es una lengua de tierra que une dos continentes o un continente con una península. ¿Qué es lo que intenta unir este disco? ¿Y cómo conectas tú con él? 
El docu va un poco de eso: Istmo es el paso de los 20 a los 30, que es cuando compuse la mayoría de letras del álbum. El cambio de etapa. Istmo es la crisálida en sí, el puente que desaparecerá tarde o temprano, plasmado en un disco.
Hablando de conexiones, tengo entendido de conectaste muy bien con el diseñador Gonzalo Hergueta. ¿Cómo surge tu relación con él? ¿Cómo se involucró en la salida de Istmo?
Conocí a Gon en Madrid, pero al poco tiempo él partió hacia Estados Unidos y mantuvimos contacto online. Es uno de los mejores diseñadores que he conocido, no solo por sus skills sino por su insaciable hambre de conocimiento. En eso creo que nos parecemos, compartimos la curiosidad infinita por las referencias, por los maestros que nos precedieron. El primer mes de mi estancia en Nueva York viví en su piso, y al ponerle el disco me dijo, “tenemos que hacer algo”. Yo iba con ideas de crear algo para el álbum pero jamás pensé que podríamos forjar una pieza así. Él tomó las riendas de la obra como director, cosa que también fue fuerte para mí: no solo delegar en alguien sino confiar la visión de tu proyecto a otro realizador. Pero claro, como él bien me dijo, “no puedes ser el protagonista y a la vez el que cuenta la historia”.
A lo largo de tu trayectoria hemos podido ver que eres alguien que presta mucha atención al detalle y te gusta meterte en todo (producción musical, dirección de video, fotografía, diseño, etc.) ¿Dirías que eres de esos que no pueden dejar que otro haga el trabajo por ti si estás tú delante? ¿Cómo es el flujo de trabajo de un proyecto como Istmo?
Creo que durante mucho tiempo di esa imagen –o la peña tenía esa imagen de mí–, y no fue por elección: yo no elegí hacer todo, lo hacía porque creía que nadie más podía hacerlo así. O mejor dicho, no conocía a nadie que se lo fuese a tomar tan en serio como yo me lo tomaba. En cuanto comencé a encontrar peña igual de dedicada y enferma, empecé a delegar. Vamos, ¡encantado de la vida! Pero sí, es cierto, no suelo delegar mucho en lo más truncal: si quiero contar una historia, tengo que ser yo el que le dé forma, al menos la forma narrativa. Suelo editar mis videos, edito en el estudio, mezclo o repaso las mezclas. Y si no lo hago, lo tengo que revisar y dar el visto bueno. Control freak.
Hablemos de Ziontifik. Cuéntanos, ¿cómo se creó el colectivo? ¿Qué papel desempeñáis en la escena?
El colectivo se creó por las ganas de compatir. Las ganas de crear un vínculo entre personas que sentíamos y vivíamos la música, la cultura y su discurso, la estética y el arte de maneras similares. Multidisciplinar y retroalimentado por cada uno de nosotros en las disciplinas de los otros. Yo no empecé haciendo fotos o videos, pero jamás podría hacer lo que hago hoy si no fuese por Javi Díaz y Ale Valderas. No escribiría como escribo sin la influencia de Elio, Kael, Kuma, Nethone o Cabal, y así con Tony, Rubens, Cete y todos los que han aportado al colectivo de alguna manera.
Actualmente Ziontifik es una familia cuyos miembros han crecido y tomado sus propios caminos, cuyo nombre en cierto aspecto es una marca –no una marca comercial, sino un concepto, una idea. A veces funciona como sello, a veces como productora audiovisual. No es un grupo como Wu-Tang, no se le exige nada a nadie.
Además de todo esto, también estás metido en la producción musical. Los instrumentos nunca han sido elementos extraños para ti. ¿Cómo disfrutas más el proceso de creación de un tema, mediante instrumentos ‘tradicionales’ o usando samplers?
Supongo que siempre me sedujo el mezclar ambos porque no me parecía que la música necesitase definirse por sus límites sino por lo que te hace sentir. Cada estilo, género o subgénero tiene sus propias leyes, es cierto, pero mucha gente olvida que esos métodos eran contextuales y no una elección consciente de esos músicos: se hacía así porque así es como se podía hacer. Pero la música, al final, se trata de sensaciones, y puedes lograr las mismas sensaciones de distintas maneras.
No creo que sea sano vivir por esas leyes si eso mantiene enjaulada tu creatividad. Dicho de otra manera: toco instrumentos cuando la música me pide instrumentos. El sample, el diggin’ como espina dorsal de mi música es innegable, pero para mí la magia siempre estuvo en eso: cuando eres capaz de transformar una pequeña muestra de escasos cuatro o cinco segundos en una canción propia, y a eso añadirle capas y capas de arreglos que cada uno proviene de otro disco, estilo, país y género que nada tiene que ver con el anterior. ¡Ese es el juego!
Llevo tiempo siguiendo tu trabajo y por tus sonidos diría que eres más de MPC que de Maschine. ¿Qué crees que hay en esas viejas sampleras que nos gustan tanto a los que producimos?
Pues me alegra que digas eso porque demuestra exactamente lo que decía antes: yo sé que el rap que me gusta se hacía con MPCs y SPs, pero no crecí en el Bronx ni tenía 15 años en el 92. Jamás he tenido hardware: toda mi música la hice con el ordenador, sin pads, chopeando a ojo y colocando todo donde tenía que ir en mi cabeza. Capas y capas, pistas y pistas. Sí, en mi cabeza lo tocaba como si fuese un MPC, y ese groove, esa cadencia, esa intensidad de cada pad imaginario lo pintaba en el monitor. Y lo mismo con las percus. Entendí que los bajos guapos sí los tenía que tocar, así que pillé un teclado midi. Y así años y años… A lo que voy con esto es que no usar un MPC no es un insulto al arte de hacer beats si lo haces con el respeto y dedicación que se merece. Todo es una cuestión de sensaciones, de emociones. Si sabes cómo lograrlo, cómo contarlo, la herramienta da igual.
En el EP Braile tienes un tema reclamando tu colabo con Nas. Desde que comenzaste a hacer música y hasta ahora, has podido conocer muchísima gente que, a pesar de no ser Nas, han nutrido al Dano de hoy. ¿Cuál ha sido la colaboración que recuerdas con más cariño? No tiene por qué ser a nivel musical.
Con veintipocos grabé en los estudios Ion (en Buenos Aires) con varios músicos mayores que habían tocado con mi tío-abuelo Domingo Cura. El trompetista Americo Velotto, el percusionista Pocho Porteño… Aparte, ¡con mi padre al bajo! Fue una experiencia increíble, aunque el tema nunca lo saqué (risas).
Hiciste en colaboración con Lil Supa a.k.a Lou Fresco, un pequeño corto hablando de la moda urbana, el status quo y algunos métodos un tanto curiosos de consumir la moda. ¿De dónde surge el interés por esta faceta?
La cultura hip hop y la estética han estado unidas desde el inicio. Incluso antes, en la época de las gangs en Nueva York, la influencia de la película Easy Rider y las bandas de motoristas dio forma a esa relación tan profunda entre la vestimenta y la identidad, la rebeldía y la búsqueda de pertenencia, de sentirse parte de algo. En Europa pasó lo mismo con el fútbol y los hinchas ingleses de clase obrera. Antes de la politización de los ultras, chicos blancos y negros por igual le dieron por primera vez un valor, fuera de su contexto original, a marcas como Fila, Lacoste, Sergio Tacchini, Ellesse o Burberry’s. Convirtieron estas marcas de deporte pijo, o puramente pijas, en moneda social en el barrio. Posteriormente en Brooklyn, Nueva York, pasó con Polo Ralph Lauren. Es algo que siempre ha formado parte de la cultura, al menos para nosotros.
Eres una persona muy creativa. Si no te dedicaras a la música, ¿cuál crees que hubiera sido tu siguiente salida?
Estudié diseño, hago vídeos… No sé, me gusta contar cosas. Quizá si hubiese nacido en otra familia hubiese estudiado arquitectura.
Si bien te vemos colaborar con otros artistas como Niño Maldito en temas sueltos, a día de hoy eres uno de los pocos del panorama que sigue sacando discos y no solo singles. ¿Qué es lo que te motiva de este tipo de trabajos más largos?
Bueno, vengo de esa época, así es como se hacía. Crecimos con esos conceptos, no creo que sea ni mejor ni peor. La música es música, es emoción, imágenes, vivencias personales. Es contar algo o querer compartir algo que tú sientes o piensas. Los formatos tienen más que ver con la industria. Luego es cierto que los artistas siempre le encuentran la vuelta de tuerca a esa imposición y logran usarlo a su favor para seguir contando cosas.
¿Qué puedes adelantarnos de cara al año que viene?¿Algún proyecto interesante en marcha, o tienes otros planes?
Seguir disfrutando de todo lo que la vida me ha permitido hacer. Más discos, más colabos, proyectos audiovisuales más ambiciosos. Me siento muy afortunado de estar creciendo como realizador, de que la peña confíe en mí para sus videos o piezas. Just keep working e intentar dar lo mejor de mí.