Las ilustraciones de Casilda Palacio nacen desde la psicodelia. Un mundo pop lleno de diferentes personajes y miles de historias, que no dan lugar a huecos vacíos sobre sus lienzos. Palacio empezó estudiando diseño en Bilbao y más tarde en Madrid pero ha sido ahora, a raíz del gran parón que acabamos de vivir, cuando de verdad se ha vuelto a reencontrar con la pintura. Escenas del día a día vistas con otros colores, saturados y vibrantes, van de la mano con relatos de la cultura popular, haciendo así de su trabajo una marca personal característica que hace que reconozcamos sus ilustraciones nada más verlas.
¿Cómo empezó tu relación con el color y la ilustración? ¿Estudiaste algo relacionado con el arte o era vocación desde pequeña?
Creo que ha sido un equilibrio entre ambas cosas. Es mi vocación desde pequeña, lo que me llevó después a dedicarle mis estudios. Pinto y dibujo desde que tengo uso de razón y fue siempre con lo que me gustaba pasar mis ratos libres. A medida que fui creciendo, empecé a ir a clases de dibujo y a participar en concursos. Después, hice el Bachiller Artístico y empecé el grado en Creación y Diseño en Bilbao. Con 20 años me vine a Madrid y continué el grado en Diseño. En ese momento, dejé de pintar y tuve un parón importante. Madrid es una ciudad que te inspira y te motiva; o al contrario, te distrae por completo. En mi caso fue lo segundo.
En marzo de 2020 empezó la cuarentena y volví a pintar. No quiero que suene al cliché horroroso de la pandemia me ha servido para conectar conmigo misma y darme cuenta de lo que realmente me gusta hacer... No, simplemente me aburría. Decidí empezar a enseñar mis dibujos y cuadros en Instagram, tuvo buena acogida y así ha sido hasta ahora.
En marzo de 2020 empezó la cuarentena y volví a pintar. No quiero que suene al cliché horroroso de la pandemia me ha servido para conectar conmigo misma y darme cuenta de lo que realmente me gusta hacer... No, simplemente me aburría. Decidí empezar a enseñar mis dibujos y cuadros en Instagram, tuvo buena acogida y así ha sido hasta ahora.
Tatuajes, fotografía, diseño... en tus diferentes cuentas de Instagram podemos ver un poco de estas tres disciplinas, pero, ¿qué hace Casilda en sus ratos libres? ¿Alguna otra referencia ajena a todo este mundo de la creación?
Vivo en Malasaña y echo las horas por ahí. Me voy de yayos a Casa Camacho, me como horas y horas de techno-trance en el salón (porque es lo que pincha mi novio) y tengo una especie de obsesión por ver todas y cada una de las series, documentales o películas ambientadas en el Londres de la época victoriana. Y si hay asesinatos mejor.
En tus trabajos podemos ver una escala de color y una pantonera que juegan una relación importante asociada a tu marca personal, ¿cómo llegaste hasta ella? ¿Son colores con los que te sientes identificada por alguna razón?
Considero que la mayoría de mis cuadros son pop, momentos de la cultura popular vistos con cierta ironía y desafío. También creo que me acerco mucho desde la psicodelia. Quiero hacer resaltar lo obsceno del día a día, y creo que para hacerlo es importante un buen uso del color. Son escenas cotidianas pero vistas con otros colores, saturadísimos y vibrantes, que van de la mano con lo que quiero contar. En cuanto a la marca personal, creo que es algo a lo que he llegado sin mucho esfuerzo y de forma bastante rápida. Normalmente sé exactamente qué quiero pintar y qué colores quiero utilizar casi de forma instintiva.
Dentro de cada uno de tus trabajos y proyectos conviven un montón de historias: mujeres, animales, lugares..., todos y cada uno de ellos representando un papel. ¿Haces un guion de cada una de las historias que pintas o te dejas llevar y van surgiendo?
Tengo una idea inicial y más o menos ubico a los personajes principales. Pero cuando mejor me lo paso pintando es después de eso; para completar la obra empiezo una especie de improvisación constante añadiendo más y más personajes y movidas. No me gusta dejar casi ningún espacio libre. El 'menos es más' no va conmigo. Quiero que las personas que se paren frente a una de mis obras se pasen un buen rato analizando todo lo que ocurre y que su mente no descanse ni un segundo.
Mantekilla Tatoo es tu nombre a la hora de tatuar. Cuando alguien se tatúa, ¿acuden a ti para un diseño personalizado? Y con la ilustración, ¿te piden temáticas o prefieres trabajar por libre?
La verdad es que ambas, tengo mis propios diseños pero me gusta que me propongan ideas y trabajar algo en base a eso. Creo que el siguiente paso será tatuar realmente los dibujos que pinto, mis caras y mis personajes. La estética con la que trabajo en esta cuenta de tatuajes todavía está en proceso y es muy sencilla, pero me molaría ir más allá y trasladar lo que hago en los cuadros a la piel de la gente.
¿Cómo combinas tatuaje y diseño? ¿Tienes una agenda o gestionas los proyectos según van surgiendo?
En realidad, ahora mismo dedico casi todo mi tiempo a pintar. Mi faceta de tatuadora empezó casi de broma: un colega dejó tinta en mi piso y me empecé a enredar con el handpoke; un año después mis amigos me regalaron una máquina. Me puse un poco más en serio hace dos meses porque no tenía un duro y me hice un álbum de diseños. Lo gestiono todo según va surgiendo. La verdad es que soy un poco desastre a la hora de marcarme fechas y organizarme una agenda.
Muchas ilustradoras e ilustradores se lanzan a vincular su trabajo con la moda. ¿Has pensado en reproducir tus ilustraciones sobre prendas? ¿Quizá enfocarlo como una especie de colaboración?
Me fliparía muchísimo. Varias personas me han dicho más de una vez que encajaría muy bien, yo también lo pienso. Me parecen divertidísimas las colecciones que han sacado, por ejemplo, Outsiders Division o Bimba y Lola que han colaborado con algunos de mis ilustradores favoritos. Así que sí, sueño con ello, ¡ojalá ocurra pronto!
Hemos visto una de tus últimas obras que pintaste en Café Bar Seara. Un lienzo impresionante similar a un mapa o una especie de juego de mesa lleno de detalle y diferentes personajes. ¿Tiene relación con tu próxima exposición en Café Manuela? ¿Cómo organizas todas esas pequeñas historias en un mismo espacio?
Antes pintaba en casa, pero me limitaba muchísimo obviamente. Por eso me acabo de trasladar a Café Seara en Delicias para poder hacer obras más grandes, como esta última. Es un guiño a las alfombras infantiles de los años noventa que representaban una ciudad vista desde arriba, con las que casi todos hemos jugado, pero en versión para adultos. Entran más de treinta personajes en escena y ocurre un poco de todo. La verdad es que pintarlo fue casi como un juego. Mi primera exposición, Sin faldas y a lo loco, está disponible en Café Manuela, y están expuestas todas las obras que he hecho hasta ahora, incluido este último cuadro. Vendo tanto las obras como algunos prints de estas.
También hemos podido ver tus ilustraciones sobre tablas de skate, ¿te sientes cómoda trabajando en este tipo de lienzo? ¿algún otro soporte que te apetezca probar y todavía no hayas podido?
Las tablas de skate me gustan como soporte porque me siento muy cómoda pintando en madera. Todos mis cuadros son sobre tabla siempre. Creo que el siguiente soporte con el que probaré será algún mueble. Otro de mis propósitos de este año es pintar un escaparate o un mural.
Para terminar, ¿eras de las que esperaba 2021 con muchas ganas? ¿Algún proyecto o plan en el que estés trabajando y nos puedas contar?
Esperaba 2021 con muchas ganas y la verdad es que estoy muy contenta de momento. Estoy bastante emocionada porque la gente ha visto mis obras en Instagram pero ganan mucho más si las ves en persona en la exposición. El siguiente proyecto en el que estoy involucrada saldrá en junio, Spicy Banana Sauce, un fotolibro chulísimo del fotógrafo Alberto Urraca para el cual que he tenido el placer de hacer la portada, contraportada e ilustraciones. De momento eso es todo. Seguiré pintando en mi estudio, trabajando (no sé si duro, pero sí constante) y esperando a que salgan muchos más proyectos.