Carles Congost acaba de llegar de Madrid, donde prepara su próximo proyecto expositivo para el 2020 y se queda unas horas en Barcelona para hablar con nosotros antes de volver a Olot. Es allí donde nació y el lugar al que ha regresado. La capital de la Garrotxa es bien conocida por su tradición artística y por haber contribuido a la creación de una escuela pictórica vinculada al período de la Restauración cultural del catalanismo en la segunda mitad del siglo XIX: La Escuela de Olot.
Lejos de esa influencia se sitúa la obra de Carles Congost, aunque el ambiente familiar estaba relacionado con los círculos artísticos de la comarca, siendo su padre un artista consagrado. Volver al mundo de la infancia puede ser una oportunidad para seguir trabajando desde una ética personal que va ligada a su vida. No ha escogido el camino más transitado ni el más estable, pero, ¿no es en la incertidumbre y en la duda dónde tiene que instalarse el artista?
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¿En qué momento creativo te encuentras en este momento?
He realizado un número considerable de vídeos en los últimos años, ya que se fueron concatenando una serie de circunstancias que acabaron por centrar mi trabajo en un único formato. Gracias al premio de videocreación de la Xarxa de Centres d’Art de la Generalitat en colaboración con el Festival Loop, inicié en 2017 una itinerancia expositiva por el territorio catalán que reunió mis trabajos realizados en la última década. Esta exposición, que llevó por título A Sense of Wonder, fue comisariada por David Santaeulària y partía de una iniciativa del Centre d’ Art Contemporani Bòlit de Girona, conjuntamente con La Panera de Lleida, a la que más tarde se unió el Centre d’ Art Contemporani de Barcelona Fabra i Coats.
Todas mis creaciones a partir del año 2010 mantienen una cierta coherencia y suponen una evolución respecto a trabajos anteriores desde el punto de vista discursivo y formal, por lo que nos parecía oportuno poder mostrarlos juntos. En A Sense Of Wonder acompañamos la pieza premiada, Wonders (2016), con Simply The Best (2016), que realicé para Manifesta'11, además de The Artist Behind The Aura (2014), ganadora del Premio Ciutat de Palma y unas cuantas más. Para su paso por Fabra i Coats, se produjo una pieza nueva titulada Nova Esplendor (2018). Una vez terminada esta itinerancia, he pasado unos meses con menos exposición personal, un poco en pausa, reflexionando sobre lo que he hecho y lo que quiero seguir haciendo. De hecho, he estado probando otras cosas que había ido dejando de lado, como la pintura y el dibujo, y me lo estoy pasando muy bien.
¿Cuándo te diste cuenta de que necesitabas expresarte a través del arte?
Supongo que de manera natural y espontánea. Recuerdo que de niño ya tenía esa inclinación. Siempre he querido reproducir, a mi manera, aquellas cosas por las que me he sentido atraído. Hubo un momento, cursando bachillerato en Olot, que los alumnos teníamos ocasión de presentar guiones para cortos en Súper 8. Era una actividad organizada por una asociación comarcal de artes cinematográficas, los miembros de la cual ponían a disposición de los alumnos todas las herramientas, además de enseñarnos a usar la cámara, escribir guiones, editar, etc.
De los catorce a los diecisiete, tuve la suerte de hacer un cortometraje cada año, compitiendo entre otros, con mi amigo fotógrafo Daniel Riera, que en aquella época era compañero de curso. Era una competencia muy divertida y en septiembre se estrenaban todas las películas en una gala en la que también se daban premios. Era una especie de Hollywood juvenil y un tanto rural. Esa experiencia me hizo querer mucho el cine y me despertó la necesidad de contar historias. Cuando vinimos a Barcelona a estudiar, Daniel y yo teníamos claro que queríamos hacer cine pero éramos muy anárquicos (y un tanto arrogantes) y no aguantábamos que nos dijeran cómo teníamos que hacer las cosas en la escuela de cine. Al final, acabamos ingresando en la Facultad de Bellas Artes los dos.
¿Fue el vídeo tu primera herramienta para contar historias?
Pasa un tiempo hasta que no encuentras tu propio espacio, los temas que te interesan realmente, y te planteas cómo explicarlos. No fue hasta los últimos cursos de Bellas Artes que comencé a sentirme motivado. En ese proceso, llegué a la conclusión de que los temas que yo quería tratar tenían una naturaleza más audiovisual que pictórica. No estudié Bellas Artes por mi afición a la historia del arte, sino por cosas que no se consideraban académicas en aquel momento y que tenían que ver con mi manera de ser, con mis gustos personales y con mí día a día.
En el año 1993, lo del vídeo era bastante complicado de llevar a cabo, especialmente si no contabas con medios propios. Nada que ver con lo que pasa hoy con las tecnologías domésticas y con tantas opciones como existen a nuestro alcance. A pesar de que yo cursaba la especialidad de pintura, mis profesores me permitían hacer vídeos. Afortunadamente, tenían una visión muy expandida del trabajo pictórico. Eso estuvo muy bien.
“Para mí el pop es política, es una forma de leer las cosas, es una posición.”
¡O sea, gracias a ti se introduce el videoarte en la Facultad de Bellas Artes!
Yo no lo diría de esta manera pero, en cierto modo, sí... (pausa). Mi propuesta de final de carrera fue un vídeo horrible (risas) pero del que supieron valorar la iniciativa.
¿Cómo recuerdas aquellos años de cambios personales?
A nivel vital, imagínate, lo mismo que representaba para gran parte del alumnado. Había un montón de jóvenes que veníamos de pueblos distintos y nos encontrábamos por primera vez viviendo solos en una gran ciudad. Yo agradezco haber podido pasar cinco años divagando, especulando y reflexionando sobre proyectos personales con mis compañeros. Fue un enriquecimiento personal que permitía centrar tu atención en cosas muy poco prácticas.
No aprendí mucho de técnica, pero nos enseñaron a pensar y a funcionar de acuerdo con nuestras propias conclusiones. Pienso que si has pasado por Bellas Artes, puedes después dedicarte al diseño, a la publicidad, a la jardinera; da lo mismo. Nos enseñaron unos valores y a tener nuestra propia mirada para luego aplicarla a cualquier actividad.
¿Por cuántas fases ha pasado tu fascinación por el pop?
Pienso que hay una edad en la que la música es realmente importante: es el momento de aprehender el mundo y posicionarte, o sea, de devenir un ser político. Todo esto ocurre en la adolescencia, en muchos casos, a través de la música, del pop (en el sentido más amplio de la palabra). En mi caso fue así. La música era religión en esa etapa de despertar y de formación. Más adelante, la música puede ser importante pero ya no es urgente. Hay símbolos que ya no significan lo mismo para mí y no necesito que las imágenes que utilizo sean tan explícitamente pop.
En cualquier caso, el pop lo entiendo como una forma de gestionar el conocimiento y de ver la vida; no tanto como un cuadro de pintura plana y estética publicitaria. Este tipo de clichés warholianos no son lo que a mí me interesa. Para mí el pop es política, es una forma de leer las cosas, es una posición. Hay artistas con una base muy potente que beben exclusivamente de la historia del arte y no han leído un cómic en su vida y otros cuya formación se ha gestionado a base de rock & roll, películas, televisión y cierta literatura. Son erudiciones distintas, pero pienso que una persona que se ha interesado por el cómic o escucha música pop tendrá una visión más desmitificadora del arte que me será más afín.
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¿Para ti ha sido importante escapar de los cánones preconcebidos?
A mí siempre me ha despertado interés aquello que no necesita ser reconocido por la Academia. En este sentido, pienso que la confrontación entre alta y baja cultura no puede ser más infructuosa.
Hay cierta melancolía en tu trabajo. ¿Estás de acuerdo?
El artista siempre trata de contar lo mismo, evolucionando las formas y siempre fiel a esa mirada inédita que tiene del mundo. Al final, es lo único que un artista puede ofrecer: su verdad. Podemos hacer una lectura melancólica de mi trabajo, siempre en relación con los mecanismos del pop. El pop no es más que un ejercicio de repetición, una promesa incumplida ad eternum. De hecho, es la propia lógica del mercado y tiene que ver con aquello que nunca ha ocurrido pero por lo que somos capaces de sentir nostalgia.
Hay una frase que he utlizado en más de una ocasión y que define muy bien esta sensación: ojalá este momento durase para siempre. Hay pequeños destellos de plenitud cuando bailas, cuando estás con los amigos, en situaciones muchas veces asociadas a la juventud. Retener estos momentos para siempre es imposible. A veces se trata de un anhelo, de algo que no ha sucedido y que, posiblemente, nunca sucederá. Pero desear te mantiene vivo y expectante. En este sentido, el estado ideal es el deseo.
¿Relacionado con la felicidad?
La felicidad puede ser una idealización pero también todo lo contrario, algo mucho más a nuestro alcance, el resultado de conformarse con lo que uno tiene. Pero es curioso cómo nos representamos en las redes sociales, como en un estado de éxtasis constante. Todos tendemos a mostrar los momentos álgidos y a interpretar papeles carismáticos. Vendemos representaciones estereotipadas de la felicidad y además lo hacemos a diario. Lo hemos incorporado a nuestra cotidianidad.
“El artista siempre trata de contar lo mismo, evolucionando las formas y siempre fiel a esa mirada inédita que tiene del mundo. Al final, es lo único que un artista puede ofrecer: su verdad.”
¡Qué esclavitud!
¡Actualmente todo el mundo se comporta como una estrella del pop! Hace un tiempo seguía por Instagram a un farmacéutico muy mono que tenía miles de seguidores. Cada día hacía exactamente la misma rutina y, por tanto, colgaba los mismos post: foto de él llegando al trabajo, foto poniéndose la bata blanca, bajando la persiana, acudiendo al gimnasio, etc. Todo ello desencadenaba una incesante ola de piropos y halagos. Imagínate qué manera de esquivar la mundanidad. Le perdí la pista, no he sabido nada más. Me pregunto si es que habrá engordado.
¿Podrías hacer un pronóstico?
Hay una frase muy bonita de la artista Dora García que dice: ¿Dónde van los personajes cuando la novela acaba? Y la cuestión es cómo vamos a gestionar la frustración cuando acabe esta representación. Es sabido que algunos personajes públicos no aceptan muy bien que se deje de hablar de ellos o incluso que no se les moleste por la calle. Pero en este caso se comprende, ya que su profesión demanda un reconocimiento del público y la falta de atención puede significar un fracaso en lo profesional. Cuando todos estos avatares que estamos creando dejen de generar reacciones, la frustración será muy grande.
Esta idea enlaza con la pieza Simply The Best, en la que expones varias contradicciones de la sociedad actual relacionadas con el dinero, que es quien de verdad manda.
¿Qué hace la gente por dinero? Este era el tema central propuesto por el comisario de la onceava edición de la bienal europea Manifesta, el artista alemán Christian Jankowski. Según su propuesta, los artistas invitados debíamos escoger una profesión, o un gremio profesional, existente en Zurich, la ciudad anfitriona, y elaborar una obra en colaboración tratando de dar respuesta a esa pregunta. Zurich representa un contexto inmejorable para tratar el tema del dinero. Yo escogí al departamento de bomberos y lo hice por varias razones: me pareció que es una profesión en la que se acostumbra a trabajar en grupo, en la que se trabaja la disciplina y con muchos medios técnicos para llevar a cabo grandes empresas.
Por otra parte, su relación con el trabajo es especial. Sin duda, tiene que ver con el dinero pero también con la vocación de ayudar a los demás. También contacté con la cantante Tina Turner, ya que Zurich es la ciudad que eligió hace más de una década para su retiro musical. Ella vive allí y se comporta como una más. Cambió su nacionalidad y ahora está felizmente casada. Mi idea era la de establecer lazos entre ella y el departamento de bomberos, unos lazos que a priori no son nada obvios. En principio, su retiro suizo se basa en una decisión personal pero, como en el caso de tantas otras fortunas, seguramente existen también razones fiscales.
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¿Y qué lazos encontraste al final?
Este trabajo es un tanto laberíntico porque pone en juego una serie de conceptos aparentemente inconexos que acaban por conformar un relato sobre el sentido del trabajo en diferentes circunstancias y momentos históricos. En este relato tienen lugar la reflexión sobre el origen de la música negra, el gospel y la música de trabajo; el anhelo de libertad, que es a lo que realmente se referían los esclavos en los espirituales; la felicidad estereotipada que ofrecen las agencias de viaje; las teorías económicas que asimilan la felicidad con lograr una jubilación temprana, etc.
Muchas teorías relacionan el trabajo asalariado con una forma de esclavitud contemporánea. Utilicé simbología de todo tipo para articular estas reflexiones acerca de lo que ha representado históricamente el trabajo y poniendo el foco en aquellas contradicciones que definen el ‘primer mundo’.
Tienes la capacidad de combinar varios lenguajes. ¿No te has planteado nunca dirigir una película?
Hay una tendencia reciente a presentar las creaciones en vídeo como películas. En algunos casos resulta un poco forzado, una pose como tantas otras; en otros, en cambio, podría estar justificado, ya que los modos de grabación y producción de imágenes de ambos mundos se han equiparado y ahora son más accesibles. Visto de esta manera, ¿por qué no podría yo afirmar que llevo dirigiendo películas desde hace un montón de tiempo? Otra cosa es si pensamos las películas y el cine como una industria, ligada a determinados metrajes y a determinadas formas de consumo y distribución.
Sea como sea, sí quisiera rodar con un presupuesto mayor del que acostumbro a disponer desde el ámbito del arte y, de esta manera, poder desarrollar proyectos más extensos y complejos. Me encantaría tener un equipo a mi disposición durante un mes o dos. Honestamente, esto no sé lo que es y lo que podría dar de sí.
¿Pero te tienta el cine?
Sí, claro que me tienta. No tendría sentido lo contrario. Y, de hecho, recibí una propuesta por parte de una productora en este sentido. Pero todo pasa por tener un guión que pensemos todos que merece ser rodado. Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Qué tipo de película se supone que debería hacer yo? ¿Cuál debería ser mi aportación?
“Desear te mantiene vivo y expectante. En este sentido, el estado ideal es el deseo.”
¿Es esto lo que te frena?
Sí, pero no por eso siento que esté trabajando en un perfil bajo, a la espera del gran momento. Hago mis vídeos con libertad absoluta, algo a lo que ningún cineasta tampoco debería renunciar.
¿Dudas mucho?
Dudo constantemente. Las circunstancias te hacen ver las cosas de una forma u otra. Durante la crisis, con ese ambiente tan tristón y poco receptivo, me acostumbré a pensarme tres y cuatro veces cada decisión. La falta de confianza a la hora de recuperar inversiones hizo muy complicado tirar adelante según qué tipo de proyectos. Diría que, en general, quedó establecido un criterio más conservador a la hora de elegir qué obras y qué artistas promover. Esto puede ser aceptable e incluso positivo en según qué ámbitos de la economía, pero en el arte considero que es fatal.
En realidad, esta situación ha quedado perpetuada y es curioso advertir cómo ha influido en el gusto y los hábitos de muchos artistas, galeristas y comisarios; sorprendentemente, también en los de los más jóvenes. La reprogramación a la que me refiero es parte del legado de ese famoso cambio de paradigma mal llamado ‘crisis financiera’. Pero, independientemente de la crisis, siento que de joven era más impulsivo que ahora. Hay un momento en el que todo es una novedad y no mides las consecuencias. De alguna forma, me siento más responsable y me pregunto muchas veces si, de verdad, debo contribuir a alimentar la saturación de imágenes que existe en nuestro entorno.
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¿Cómo convive tu faceta de productor musical con la de artista que va por libre?
La marca The Congosound la creé a mediados de los noventa para gestionar y producir la música de mis audiovisuales. Junto a Vicent Fibla pasó a ser una formación estable, un tándem que duró muchos años y en los que pasaron cosas muy chulas; y, ahora es, simplemente, mi alias musical. Han pasado muchos años y las circunstancias han ido cambiando. Hubo una época en la que Vicent y yo hacíamos remezclas para gente consolidada como Fangoria, Astrud o Manta Ray – e incluso actuamos en el Sónar.
Recuerdo que con Jackson, el álbum que sacamos en el sello Cosmos Records en 2002, nos tocó cumplir con los protocolos de la época en cuanto a promoción musical. La música electrónica estaba en auge y la que se hacía en España ocupaba un lugar privilegiado en los medios. En la actualidad, estoy trabajando con Josep Xortó, el aliado ideal para reproducir aquellas obsesiones sonoras que desde siempre me han ido acompañando. En el fondo, hacemos canciones pop muy ortodoxas y bailables, con estribillos pegadizos y arreglos ochenteros.
¿Qué puedes anunciar sobre los próximos planes de The Congosound?
Lo que iba a ser una colaboración puntual para mi vídeo Abans de la casa/ Un biopic inestable a través del sonido Sabadell (2015) ha derivado en algo más a la larga. El vídeo centraba el interés en un fenómeno musical que tuvo lugar en Cataluña durante la década de los ochenta. El sonido Sabadell era un sistema de producción de música disco que se servía de cantantes, músicos y productores locales con tal de reproducir la música dance de la época que no era otra que el italodisco y el funk.
Sus producciones llenaban las cubetas de las tiendas de discos junto a las novedades que llegaban de Europa y Estados Unidos y era consumida, principalmente, por gente de aquí que, en muchos casos, caía rendida ante sus despampanantes portadas y sonidos sin saber que era un producto local. Y es que el sonido Sabadell jugaba al engaño y nunca evidenciaba que se trataba de un producto kilómetro cero. De ahí, el mensaje de Això que sona és nostre, la adaptación en catalán que hicimos Josep y yo de uno de sus mayores estandartes, el tema Come on (Blanco y Negro, 1983) de la formación Jules Tropicana.
¿Ese éxito hizo que siguierais trabajando juntos?
La reacción tan bonita que hubo tanto hacia la canción como el vídeo nos animó a sacarla en vinilo y, más adelante, a seguir grabando nuevas canciones. Y así seguimos. Es todo autogestionado y muy pequeño. No hay una estrategia detrás y funciona, principalmente, por el boca a oreja. Por eso, cuando alguien nos pone en su programa de radio, nos hace una ilusión especial. Básicamente, nuestros planes son de continuar con este proyecto, sin prisas ni agobios, hasta que nos cansemos.
Por el momento hemos publicado cuatro temas y algunas remezclas, y ahora estamos preparando algunos nuevos en una línea bastante parecida. Yo sigo escribiendo los textos en catalán porque considero que, de esta manera, rompemos algunos esterotipos sobre la música de baile y, a la vez, hace que la comunicación fluya de manera más natural. Hay referencias cercanas y vivencias personales que me apetece contar y siento que cobra mucho sentido si lo hago en la lengua de mis padres.
¿En el momento en que escribes una canción o te planteas un nuevo vídeo, miras hacia la realidad o a lo imaginario?
Arte y vida son indisociables desde mi punto de vista. Detrás de cada idea hay una toma de decisiones por parte del artista. Incluso el mero hecho de elegir unas estéticas frente a otras representa algún tipo de posicionamiento. Es como que, de alguna manera, te estás definiendo como individuo, como el ser político que somos todos. Por esta razón, pienso que todo arte es político.
Nunca he practicado un arte sometido a una ideología concreta, en el sentido que, para mí, el arte no es un panfleto y no debería ser instrumentalizado. Soy consciente que algunos no estarán de acuerdo con esto. Intento utilizar simbologías que me son propias para aportar un punto de vista inédito sobre aspectos comunes de nuestra realidad. Y sí, sin duda, algunas veces esto pasa por usar la ficción y lo fantástico.
¿Cómo te relacionas con el público?
Seguramente me encuentro en una posición intermedia entre aquellos artistas que necesitan el feedback constante del público y aquellos otros que necesitan situarse permanentemente en el cripticismo. Yo no espero nada a priori. La lectura que puede hacer el espectador de mis obras no tiene que ser coincidente con la mía. Algunas cosas interesan por razones que a mí me interesan más bien poco. Uno trabaja siguiendo una intuición y va acompañando el proceso hasta el momento en que la obra puede ser mostrada. A partir de entonces, esta deja de pertenecer al artista y pasa a ser de todos. La relación que establece el espectador con la obra de arte no puede ser medida en términos de éxito o fracaso porque no existen servidumbres con una industria a la que dar unos resultados.
“La relación que establece el espectador con la obra de arte no puede ser medida en términos de éxito o fracaso porque no existen servidumbres con una industria a la que dar unos resultados.”
¿Es posible crear con total libertad?
El artista trabaja libremente por definición y, si no, es que se trata de otra cosa. Pero, claro, si vamos a reducir esto a una cuestión de nomenclatura, que cada uno se defina como le plazca, faltaría más. Además, aunque pudiera parecer lo contrario, lo de ser artista no te mejora el estatus para nada. A día de hoy, más bien tira para atrás. Desde siempre ha existido una mitificación del artista a nivel popular, cuando no es ni ha sido nunca una forma de vida fácil.
En un mundo en el que todo responde a mercantilismos y servidumbres, el arte debería reivindicar otros modelos de existencia más humanistas, críticos y disfuncionales, si se quiere. En definitiva, valores y modelos alternativos de habitar el presente. La idea warholiana del artista producto está muy manida y ya no sirve como impostura. Es como: ok, ya hemos pillado el concepto. Ahora bien, y debo insistir en esto, el sentido práctico o el hecho de trabajar en base a un encargo no resta mérito ni legitimidad a las creaciones de nadie. No estoy tratando de decir qué está bien y qué está mal ni quiero anteponer una manera de trabajar por encima de la otra. Sí digo que el objetivo final del arte no debería ser la acumulación de éxito, méritos o riqueza como, a veces, se quiere dar a entender.
¿Cómo analizas el presente político y cultural?
¡Esta es una gran pregunta! Para aquellos que nos gobiernan la cultura no es una prioridad, sean del color que sean. No entienden su aportación y que es algo por lo que habría que luchar. Hay una enorme dejadez por la cultura.
¿A qué lo atribuyes?
El nivel político es altamente pésimo. Me ha quedado claro en los debates y campañas de las últimas elecciones. No saben dialogar ni aportan nada constructivo o mínimamente ilusionante. Es terrible lo que puede llegar a salir de sus bocas…
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¿No te resulta inspirador este momento de dificultad y tensión?
Sí, por supuesto. Pienso que en mis próximos trabajos la crítica se hará más evidente. De todas formas, me asusta el hecho de caer en lo literal. No sé, correremos ese riesgo. Creo que vale la pena.
En tu obra, observamos una yuxtaposición entre la estética pop y la importancia que tiene en tu imaginario y a la vez un mensaje irónico e incluso crítico.
En mis vídeos y fotografías intento cuidar las puestas en escena al máximo. Entiendo que lo feo puede ser, en ocasiones, interesante y muy intencionado pero no es mi rollo. Me interesa también cuidar el ritmo de mis vídeos para que no resulten aburridos. Pero, bueno, sé que todo esto es muy relativo. Que la manera de verlo de uno no tiene que ser, necesariamente, la del otro. En muchos casos, trabajo con referencias que ya existen y que pertenecen al imaginario popular. Lo que trato es de reproducirlas lo más fielmente posible para luego subvertirlas, dotándolas de un discurso y una intencionalidad inéditos.
¿Qué importancia le das a la experiencia estética? ¿Justificas la estética por la estética?
En mi profesión, no la justifico. En las artes aplicadas, sí, porque un diseñador de sillas no tiene por qué tener un discurso más allá de lo estético. Quien trabaja desde el arte, lo hace casi siempre desde la estética pero para llegar a algo más. Hay artistas muy formalistas cuyas obras deben leerse desde un plano filosófico para que cobren sentido. Hay una ética y responsabilidades distintas entre el arte y cualquier otro ámbito creativo. En las artes aplicadas, lo que se espera es oficio, talento y, cómo no, eficacia. Pienso que en el arte no es imprescindible ninguna de la tres cosas. Las aspiraciones de una obra de arte no deberían ser nunca el consenso ni el buen gusto.
“En un mundo en el que todo responde a mercantilismos y servidumbres, el arte debería reivindicar otros modelos de existencia más humanistas, críticos y disfuncionales.”
¿Cómo afrontas un nuevo proyecto?
Cada trabajo tiene su propio mecanismo. No sigo un patrón. Surge por un estímulo estético asociado a una idea. Siempre parto de una intuición, un impulso que debe concretarse en imágenes o en texto. La idea aparece muy desdibujada, al principio, e intento enfocarla con la escritura de notas o dibujos. Para empezar a visualizar algo también hago collages muy primarios a partir de imágenes que encuentro en Google. Y luego está la insistencia: cuando piensas durante un largo periodo de tiempo y muy profundamente en una idea abstracta, el inconsciente acaba por ordenarla y devolvértela en el momento menos pensado –mientras duermes o mientras compras en el súper.
Tiene mucho que ver con lo que cuenta David Lynch sobre meditación y creatividad, pero pienso que es cierto, la inspiración funciona un poco así, a través del subconsciente. Lo que uno cuenta no tiene que ser real ni ficticio, tiene que ser creíble dentro de la obra. A veces la frustración por no encontrar lo que buscas o por no saber cerrar una idea te empuja a darte una nueva oportunidad y acabas haciendo otra cosa. Cuando empiezo un nuevo trabajo, tengo la sensación que parto de cero, aunque lo más seguro es que, al final del proceso, haya muchísimas similitudes con trabajos anteriores.
¿Siguen siendo inspiradores los ochenta?
En mi opinión, la época actual está muy conectada con los ochenta. No es que todo pasara en aquellos años pero las cosas que pasaron sí tienen su reflejo en la actualidad. Los ochenta no tienen muy buena reputación. En comparación con los setenta, todos hemos asumido que estos fueron más honestos, genuinos y bla, bla, bla. Pero nadie puede negar que los ochenta fueron tremendamente imaginativos. Podemos hacer una lectura de fondo de esa época y cuestionarla si se quiere, como hice con los vídeos Abans de la casa (2015) y Wonders (2016), donde hablo de la implantación de las teorías neoliberales de Thatcher en Inglaterra, de Reagan en los Estados Unidos y del pujolismo en Cataluña.
¿Qué más destacas de esa década?
El new pop de los ochenta es consciente de que es un producto, algo que, para mí, no deja de ser un gesto punk y transgresor en aquel contexto. Con el paso del tiempo, hemos visto que la culminación de aquellas ideas ha acabado por no ser algo tan guay. Observar los ochenta me sirve para entender el momento actual. Hace un par de años hice una serie de piezas a partir de las portadas de la revista Smash Hits, con distintos artistas y objetos dentro de una especie de relicarios.
Me gusta indagar en la historia de la revista y en el paso del punk al new pop, de algo anárquico e idealista a un modelo mucho más pragmático y vinculado a la industria. El new pop se apropia de algunas aportaciones del punk para promover justo lo contrario. Es cierto que hay un revival y un uso exagerado de los ochenta, en algunos casos, bien fundamentado, y en otros casi paródicos pero creo que no es mi caso.
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Siempre con un punto melancólico...
Es inevitable. ¡Los ochenta me entraron directamente por la vena en plena adolescencia!
¿Cómo imaginas el futuro?
No me imagino nada, sinceramente. No tengo hijos ni tampoco un proyecto de vida más allá del presente. Todo lo que he hecho me lo he tomado en serio, es posible incluso que demasiado. Algunas cosas las podría haber hecho mejor, pero espero tener oportunidad de enmendarlas el día de mañana. De lo que sí estoy seguro es que todavía no he dicho todo lo que tenía que decir.
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