El proceso de selección fue difícil al principio. Pensé que quería seguir trabajando con los hilados de Uruguay, pero en seguida supe que sería increíble poder recuperar lo poco que queda localmente. No fue fácil, pero ahora ya tenemos artesanos con los que trabajamos para obtener lana y algodón locales. Para mí esto es muy importante. Yo sé cómo se tratan a las ovejas aquí, incluso hemos paseado con ellas celebrando la trashumancia y participamos en el esquilado con algunos pastores con grandes rebaños. A gran escala, la lana se trabaja de otra manera; las ovejas pueden sufrir mucho, y no hay necesidad. Lo mismo ocurre con el algodón local, en España y Grecia se produce casi el 100 % del algodón de la UE. Se está pidiendo a Bruselas tener un sello de calidad específico, ya que nuestro algodón es sostenible y de una calidad increíble, pero resulta imposible competir con China y Brasil, donde los precios son más baratos porque las prácticas no son sostenibles (demos gracias a las regulaciones de la UE) y, por supuesto, aquí no usamos mano de obra infantil. Cuando compramos una camiseta de algodón a 4 euros todos sabemos cómo está hecha y a cuánto se ha pagado ese algodón. Nosotros seleccionamos nuestros hilados sabiendo cómo se producen desde el minuto cero. Este verano estuvimos en la mayor feria de hilo, Pitti Filatti en Florencia, y vimos que cada vez hay más hilados orgánicos, sostenibles y totalmente naturales, pero todavía son una minoría en el mercado, así que la selección sigue siendo complicada.