“En todas partes cuecen habas” es una locución que ahora más que nunca se extiende como discurso tranquilizador para, supongo, aceptar algunas realidades. Esta semana no se ha reformado como debía la Ley Mordaza en España. Esto supone asumir, entre otras cosas, que en nuestro país existe el abuso policial, y que no podemos hacer mucho contra ello. La realidad, también, es que esto ocurre en muchos lugares. Pero esta realidad debe comprender que es posible un acercamiento y análisis de los problemas de nuestro país para solucionarlos de forma totalmente compatible con reconocer comportamientos similares ejercitados a lo largo de la historia sobre otros países: la colonización. ¿Qué está ocurriendo con el abuso policial en otros lugares del mundo?
Hoy hablamos con Atoq Wallpa Sua (1991, Lima), fotógrafo, gestor cultural y activista peruano. Adentrarse en el trabajo artístico de Atoq supone sentir escalofríos y emocionarse. Gran parte de su sensibilidad está en su capacidad para narrar momentos claves de las luchas contra la opresión en Perú en los últimos años a través de instantáneas que recogen miles de historias esenciales para entender lo que allí ocurre. Y es que en todas partes no cuecen las mismas habas.

Atoq es un verdadero ejemplo de lo que el arte en el siglo XXI y su naturaleza deberían abarcar, y, sin embargo, un ejemplo de las realidades que viven día a día miles de personas en todo el mundo, en Perú, poniendo el cuerpo en la lucha, la resistencia ante las fuerzas del Estado, el corazón con sus pueblos. Lo hace principalmente con su obra fotográfica, y con proyectos de asociación contra la impunidad de las autoridades, en favor de la disputa de la memoria colectiva como artefacto del pueblo, y espacios de formación política, de creación colectiva y de acción directa. El Colectivo FAC – Fotógrafxs Autoconvcadxs, el proyecto Soplón o, más recientemente, las Jornadas Solidarias por Perú en Barcelona.
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Lx activista panameñx Manuel Esteban Páez Terán recientemente asesinado por la policía; Ahmad Manasra, de 21 años, que lleva 13 años encarcelado en régimen de aislamiento por el Gobierno Israelí en condiciones infrahumanas; Sara Nicole Muñóz Palacio, mujer trans asesinada por un policía en Colombia en julio de 2022; o el conocido caso que dio origen al movimiento Black Lives Matter, el de George Floyd. Las devoluciones en caliente por parte de la Guardia Civil en Melilla en junio de 2022. Son muy pocos ejemplos de la magnitud que contiene la brutalidad policial a nivel internacional y que está generalmente movida por el racismo, la homofobia, el machismo y el clasismo.

La política ha sido intervenida históricamente por las instituciones y su estructura, pero es una herramienta que nos pertenece a todas las personas y cada una de nuestras decisiones y de nuestros movimientos están impregnados de ella. Si no cambiamos nuestra mirada afuera hacia los ejercicios de opresión somos parte del problema.

O estás con ellos, o contra ellos. Tenemos que escuchar a esas voces que amplifican el mensaje de resistencia ante la opresión. Testimonios de imagen, vida y lucha como el de Atoq pueden cambiar el mundo, y para aprender que cambiarlo va más allá de unas urnas, que la policía realmente está en las calles, en ayudarnos, en dar la mano, en buscar cobijo, en hablar libremente. Para ello, tenemos que empezar por leerle, a continuación.
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Me gustaría empezar preguntándote si recuerdas cuando fue el momento en el que decidiste dedicarte a la fotografía.
Fue en junio de 2009, tenía 18 años y acababa de ingresar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, una universidad pública donde llegaban estudiantes de todas las regiones del país y de todos los barrios de Lima. Allí conocí el movimiento estudiantil, espacios de pensamiento crítico y de formación política. En este contexto, en el que iba tomando conciencia de las desigualdades históricas del país, ocurrió la Masacre de Bagua, causada por la violenta represión del Estado hacia los pueblos amazónicos awajún y wampís, que bloquearon una carretera en protesta contra la política de explotación minera y petrolera en su territorio. El desalojo de la carretera fue ordenado desde Lima por el gobierno a cargo de Alan García, y el saldo de la matanza fue la muerte de diez policías y veintitrés civiles.
En Lima se organizaron protestas en solidaridad con los pueblos indígenas que defienden la autonomía de su territorio. Yo me uní a esta protesta junto a otros estudiantes de San Marcos, recuerdo que pintamos carteles y banderolas, también recuerdo que llevé la cámara de mi hermana Roxabel, que ya se había graduado y era periodista. No sabía manejar su cámara réflex, sin embargo, alguna noción tenía porque antes la había acompañado y ayudado en algunos ejercicios de fotografía cuando ella era estudiante. Esa fue la primera protesta que fotografié, también fue la primera vez que respiré una lacrimógena y que corrí de la policía.
Tu obra es verdaderamente sensible y emocionante. Muchas de tus imágenes van más allá del factor de la instantánea y se convierten en relatos que tienen vida propia, pequeñas historias que contribuyen a una más grande. Además, ponen en valor el arte político y la fotografía callejera como disciplinas clave para entender el momento que vivimos. ¿Cómo sueles prepararte para hacer tu trabajo?
Mi forma de trabajar ha ido cambiando con el tiempo, y de acuerdo con el contexto social en que me encuentro. Aunque creo que desde la protesta por el Baguazo en 2009 empecé a interesarme por la fotografía y la memoria visual de la sociedad donde me tocó vivir, es recién en 2014 cuando empiezo a fotografiar más conscientemente y con un objetivo más concreto. Para ese momento ya había vivido algunas experiencias de organización y de acciones políticas desde el arte, una de las más importantes fue la de los colectivos de Hip-Hop Organizado de Lima, espacios de formación política, de creación colectiva y de acción directa en los barrios de la periferia de Lima; otra fue la experiencia de acompañar a la Coordinadora Contra la Impunidad, organización de familiares de víctimas de la dictadura de Fujimori, que combate política y legalmente el terrorismo de Estado de Perú.
Gracias a esto es que comprendo y asumo mi rol como cronista visual, comunicador popular y comprendo la fotografía como un arma para disputar la memoria, entonces empiezo a fotografiar las luchas sociales y a involucrarme de manera activa con los colectivos y organizaciones. Mi trabajo consistió en documentar las acciones de protesta y denunciar la violencia policial para luego difundir mis fotografías en redes sociales. Ahora entiendo que me interesé en esto porque sentí que había que disputar la memoria y la representación de quienes luchan en un contexto de represión violenta y terruqueo, que es la estrategia política de los grupos de poder y los medios hegemónicos para desprestigiar y criminalizar la protesta social. También entendí la fuerza del trabajo colectivo del movimiento Hip-Hop y por eso formé Maldeojo (2014), un colectivo de fotógrafxs donde confluimos varias personas de diferentes barrios de Lima y con diferentes intereses y motivaciones, pero con ganas de experimentar y expresar nuestras ideas con lxs que organicé exhibiciones, intervenciones en espacios públicos y editamos fanzines.
Tus procesos son unos en los que el artista pone su vida en la calle, literalmente, con todo lo que eso supone. ¿Cuál es el sentimiento que se respira por parte de las personas disidentes que lideran las protestas contra las injusticias sociales? ¿Ha afectado eso alguna vez de forma positiva a tu trabajo?
Actualmente en Perú las personas que están poniendo el cuerpo para luchar, ayudar a heridxs, recolectar donaciones, hacer ollas comunes, documentar los hechos, etc. viven una mezcla de emociones muy compleja. Por un lado tienen a la violencia del Estado muy presente (ejecuciones extrajudiciales, ataques, terruqueo, amenazas) y por otro hay una fuerza colectiva que les empuja a aferrarse a la vida y resistir a pesar de tener todo en contra, y creo que esto está relacionado con una mística de lucha que hemos heredado de nuestras ancestras. Vivir este contexto ha generado en mí sentimientos de rabia, dolor e impotencia, pero también me ha movido a organizarme con amigxs y compañerxs que he conocido en Barcelona, de esta manera surgió la idea de hacer eventos culturales y de protesta.
Las Jornadas Solidarias por Perú son eventos en los que buscamos denunciar los crímenes de Estado a través del arte, esto comprende una exhibición de fotos, proyección de audiovisuales, presentaciones musicales y de poesía, también preparamos comidas y bebidas de Perú y así recaudamos fondos para ayudar a nuestra gente. Justo acabamos de realizar un evento el domingo 19 de marzo en el Ágora Juan Andrés Benitez, en el Raval.
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Viendo tu trabajo, me acordé de la pieza de Suzanne Lafont Marcheur n°1, (1995 – 1998) que hace un par de años se pudo ver en el Centre Pompidou Málaga, y que, salvando las distancias, me hizo pensar en la necropolítica que hay impregnada en tus fotografías, y cómo eso ha llegado a afectarte física y psicológicamente. Lo narras en Mi ojo izquierdo, todo un acto de valentía que conlleva una parte artística de tu proyecto personal. En este caso, no puedo evitar pensar en Lo personal es político, del ensayo de Carol Hanisch (1969). Siendo una difícil cuestión que te acompaña, ¿cómo es la relación que mantienes actualmente con este importante evento en tu vida?
Después de cinco intervenciones quirúrgicas aún tengo un proyectil de plomo de 2mm detrás del globo ocular de mi ojo izquierdo, sigue presente el riesgo de perder la poca visión que me queda en ese ojo, por eso tengo que chequearme con frecuencia. Con esto quiero decir que la relación que tengo con ‘la herida’ que dejó ese ataque en 2017 sigue presente y me acompañará toda mi vida.
Cuando la policía me disparó yo me encontraba fotografiando sus ataques a quienes protestaban en un distrito al norte de Lima, en ese momento fueron esas personas quienes me ayudaron, me cargaron hasta una posta de salud y cuidaron mi cámara, luego fui trasladado a una clínica y es ahí donde los doctores me dicen que es muy grave y que lo más probable es que pierda el ojo. Fueron mis amigxs y compañerxs de lucha de todos esos años quienes organizaron eventos solidarios para recaudar dinero y así yo pueda viajar a una clínica especializada a que me salven el ojo. Cuento esto porque creo que ese episodio de mi vida, además de trágico y traumático también fue de mucho aprendizaje y sentirme rodeado y protegido. Y eso ha marcado mi vida.
Pero además de las secuelas físicas y psicológicas, esta situación hizo que me detenga a pensar en lo que estaba haciendo con la fotografía. Creo que los proyectos políticos/artísticos en los que he participado después de 2017 tienen en común una búsqueda por seguir activando y disputando la memoria desde la visualidad, más allá de la primera línea de lucha. La organización de exhibiciones fotográficas en las calles y en espacios sociales, la edición de fanzines colectivos, los talleres en barrios y los murales, han sido formas de canalizar o más bien de desbordar mi energía y mi creatividad para construir espacios de encuentro y creación desde la periferia de la ciudad y fuera del circuito elitista de arte en Perú.
También empecé a experimentar con otras formas más íntimas de crear imágenes, que me permitieran expresar mis emociones. Fue como girar la cámara hacia mí, después de haber estado apuntando hacia afuera para contar lo que estaba pasando en mi sociedad. Ahora me interesa la fotografía de una forma más amplia, y me gusta tener la posibilidad de poder transmitir mi mundo interior, mis sueños. Mi ojo izquierdo es un proyecto en el que se hace evidente esto. Sigo trabajando en él, y me gustaría algún día poder compartir mis procesos de creación con la comunidad de Barcelona.
La memoria histórica es algo que conocemos bien en este país. Es uno de los conceptos fundamentales en tu obra, con la particularidad de que no solo se rescata todo aquello que se ha borrado durante años desde la oficialidad y el relato hegemónico, sino que supone también un diario con otras narrativas más allá de las instituciones, que recoge el sentimiento de un pueblo oprimido por lo que está ocurriendo ahora. Dentro de la lucha se hacen amistades y alianzas, se conecta con otras generaciones. ¿Existe dicha conexión intergeneracional en la protesta de la población peruana?
Esta guerra civil marcó a muchas generaciones y ha dejado heridas abiertas y familias que siguen buscando justicia, y sin embargo, a casi 20 años del informe final de la Comisión de la Verdad, muchas historias aún no se han contado por miedo o por la censura impuesta. Esto se debe a la construcción –desde el poder– de un imaginario clasista y racista en donde las fuerzas armadas, dirigidas por Alberto Fujimori desde Lima, combatieron y derrotaron al “terrorismo” instalado en Ayacucho y otras regiones andinas. Este discurso ha sido reforzado a lo largo de la dictadura fujimorista y aún perdura a través de sus herederos políticos.
Existen muchas conexiones intergeneracionales en la lucha, hay una herencia de experiencias y valores como la solidaridad y la resistencia, pero el miedo, la autocensura y el individualismo, que entiendo como una consecuencia de ese imaginario construido por la dictadura fujimorista aplasta toda expresión de insurgencia popular o incluso de protesta ciudadana, relacionándola con Sendero o “el terrorismo”. “Los fantasmas” de Sendero Luminoso y la guerra interna (1980-2000) son utilizados como una estrategia de miedo y manipulación por la derecha y la concentración de medios del Grupo El Comercio, aliado de los dueños del país y afín a sus intereses económicos y políticos. Pero también tenemos otras experiencias de luchas, como las ollas comunes; son las mujeres organizadas quienes están sosteniendo las luchas de sus comunidades con una resistencia y solidaridad esencial para cualquier movimiento político contrahegemónico.
¿Crees que las históricas demandas de la población andina se han unido a las de todas las personas jóvenes que se manifiestan?
La juventud no es la misma en todas partes, desde que empezó este régimen dictatorial en diciembre del año pasado, muchos jóvenes han perdido la vida en protestas. En Juliaca, lugar donde se cometió la tercera masacre de esta dictadura en enero de este año, dieciocho personas fueron asesinadas por las fuerzas armadas, entre ellas tres menores de edad. Algo similar ocurrió en Andahuaylas, en diciembre de 2022, donde se reportaron las primeras víctimas de la represión, dos escolares de 15 y 17 años perdieron la vida. Esto muestra que es esa juventud, andina, que históricamente ha sido marginada y olvidada por el estado peruano, que ha asumido esta lucha como suya. Aunque en Lima existe mucha indiferencia e individualismo en la juventud, producto del centralismo económico y político, en la capital también existe en menor medida, una juventud movilizada, que durante estos meses ha estado poniendo el cuerpo, recibiendo a las delegaciones que han llegado desde muchas regiones para hacerse escuchar en Lima. Personas que desactivan las bombas lacrimógenas, otros que ayudan en primeros auxilios a lxs heridxs, otros que documentan y fotografían las protestas, que brindan defensa legal, y más.
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Me encantaría poder conocer cuál es tu opinión sobre lo que está ocurriendo actualmente en tu país, donde residen las claves de un problema que arrastra desde hace décadas. Estando actualmente en Barcelona, me pregunto si la información que nos llega sobre la realidad actual es verosímil. Al igual que en muchísimos otros lugares en el mundo, en Perú el fujimorismo ha sido la antesala de esta ola de crecimiento de los discursos opresores de la ultraderecha. En España también ocurre lo mismo, aunque las consecuencias sean diferentes. Arte y protesta fue una intervención de fotografía que organizaste el año pasado en Barcelona en memoria de Inti Sotelo y Bryan Pintado, dos compañeros asesinados por la policía del Perú. En ella se unieron artistas españoles a la causa.
Actualmente, y según datos oficiales, según la Defensoría del Pueblo del Perú, este conflicto ha causado más de mil trescientos heridos y sesenta y seis personas muertas. Según la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos estas muertes han sido calificadas como ejecuciones extrajudiciales y Amnistía Internacional ha dicho que, en efecto, hay fuerte evidencia de que este es el caso.
Desde que iniciaron las protestas hace 3 meses, han surgido muchas demandas, en las que se repiten el cierre del Congreso, la renuncia de Dina Boluarte, nuevas elecciones y el proceso de asamblea constituyente. Las tres primeras son muy inmediatas y la última nos habla de un trasfondo de los últimos 30 años donde el gobierno ha funcionado en base a los intereses de las corporaciones y a cuestas del bienestar de la ciudadanía. Esto se ha visto reflejado en un crecimiento económico que ha aumentado las riquezas de las elites nacionales y ha sido acompañado de grandes desigualdades. Precariedad económica, contaminación ambiental y hasta la militarización de conflictos sociales. Entonces, lo que desde fuera se entiende como la peor crisis política de los últimos 6 años, donde el país ha cambiado de presidente 6 veces, para muchos peruanos tiene un trasfondo más histórico.
La mirada española en cuanto a las cuestiones políticas que se suceden en Latioamérica puede ser peligrosa. Por un lado, está el tema mediático y de acceso a la información que comentábamos anteriormente. Pero también, España tiene pendiente una revisión de los actos de colonialismo que hemos perpetrado a lo largo de la historia, y que ha afectado a diversas demografías, incluyendo otros países de Latinoamérica. ¿Cómo afecta esto al conflicto actual?
El imaginario racial en el Perú equipara las herencias españolas con la civilización y desconoce la vida de los mundos indígenas. Esta mentalidad colonial está tomando fuerza en grupos fascistas que reivindican su herencia hispana, una muestra de esto es que uno de sus símbolos es la Cruz de Borgoña. La demanda de una nueva constitución plurinacional, busca crear mejores condiciones de ciudadanía para personas que han sido históricamente marginalizadas a través del proceso de colonización español y sus herencias. Por otro lado, el manejo de la información por los grupos de poder está cargado de un sesgo racista y criminalizador, equiparando a quienes protestan, en su mayoría, personas con ascendencia indígena, con vándalos y terroristas. Por ellos es importante el papel de comunicadores independientes y de medios extranjeros en la cobertura de las protestas, para romper el cerco mediático dentro de Perú.
Sin duda hay un claro elemento en tu trabajo que es difícil (por el riesgo que supone) abordar: el abuso policial. Desde tu experiencia, ¿qué podemos hacer en nuestras distintas sociedades para acabar con ello y denunciarlo?
Entender la historia de la institución policial y entender cómo funciona, escuchar las experiencias vivenciales. Entender a la policía no como una abstracción, sino que como una institución que actúa de manera diferente en cada territorio. En Perú la brutalidad policial tiene una geografía y refleja valores racistas, eso ahora es muy evidente, solo hace falta revisar los datos y ver los videos que circulan por redes sociales de los ataques de la policía en zonas como Puno, Ayacucho y Apurímac. Dentro de Lima también es evidente esto, la policía no actúa igual en todos los barrios, ni frente a todos los grupos de personas, por ejemplo, frente a grupos de ultraderecha o ultraconservadores la policía es muy condescendiente, pero frente a quienes tienen una posición crítica con el orden establecido, la policía actúa según su adoctrinamiento, es decir como si estuviera frente a un enemigo al que debe destruir.
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“El gobierno criminaliza las protestas y los medios hegemónicos justifican los asesinatos de las fuerzas armadas. Ante esto hemos decidido denunciar ante la comunidad internacional esta atroz situación”. He podido leer esto en tu cuenta de Instagram. ¿Has encontrado redes de pensamiento y acción en este sentido aquí? ¿De qué forma la comunidad de peruanxs que residen en España está viviendo estos acontecimientos?
Desde que empezó esta dictadura cívico-militar en Perú las colectivas de peruanos movilizados en España, que llevan años activando, han estado respondiendo de manera contundente, enviando cartas al presidente, reuniéndose con representantes del parlamento, organizando eventos solidarios, de difusión, etc. En los 10 meses que llevo viviendo aquí he podido organizar algunas acciones con fotografía y otras artes, en la calle, en espacios okupas y en centros sociales, y eso me ha permitido conocer a gente combativa y solidaria, en su mayoría gente migra, pero también catalanes.
Otro de los proyectos en los que estás involucrado es el colectivo FAC (Frente Audiovisual Combativo). Es muy interesante y necesario encontrarse con lemas como este; “Contra la violencia del estado, que nos mata y nos mutila, que nuestro arte explote de rabia e ilumine nuestros corazones”. De alguna forma, la ‘estética de la injusticia social’ se ha puesto de moda, nutre sus imágenes y sus productos. Esto es algo peligroso pues a veces confunde al espectador, entorpece que el contenido político de disidencia se pierda y difumina el trabajo de artistas que arriesgan en su vida en el proceso. Me gustaría saber tu opinión sobre esto como gestor cultural, y si tu carrera se ha visto obstaculizada en este sentido por intereses externos.
El caso de lxs fotógrafxs independientes que están documentando las protestas y lo que pasa alrededor de estas es un caso que conozco de cerca porque mantengo comunicación con mis colegas, y quisiera aprovechar estas líneas para denunciar que el Estado peruano viene atacando y hostigando a comunicadores independientes, voy a mencionar a algunxs amigxs y colegas que han sido atacados por la policía solo por hacer su trabajo porque creo que una forma de hacerles justicia es que su trabajo pueda ser visto: Luisenrrique Becerra, Marlon Flores, Flor de Milagros Nuñez, Juan Zapata, Aldair Mejía, Connie France, o Luis Javier Maguiña, ellxs han sido atacados con disparos y golpes de la policía.
Como gestor o agitador cultural he vivido amenazas por parte de las autoridades de mi país, ahora que vivo en Barcelona siento que puedo hablar y crear libremente. Planeo hacer un festival de fotografía en esta ciudad, en un futuro no muy lejano, de hecho, gracias a la iniciativa de FES Cultura Migrante, vengo desarrollando el proyecto, y cuando tenga una propuesta sólida empezaré a tocar puertas y aplicar a fondos.
Una de las líneas de trabajo y de encauzar tu activismo es a través del Colectivo F.A.C. – Fotógrafxs Autoconvcadxs. ¿Podías hablarnos de este proyecto?
F.A.C. nació en noviembre de 2020, en medio de las protestas contra el golpe de Estado de Manuel Merino y el Congreso, en ese momento yo salí a fotografiar pero muy pronto me di cuenta del peligro que significaba la represión policial para otros fotografxs y activistas con poca experiencia en protestas violentas, por eso decidí juntarme con mis amigxs y con gente más joven que veía en primera línea desde antes, y así formamos el colectivo, por la necesidad de protegernos de los ataques de la policía.
Fue una semana de protestas muy intensa y terminó con el asesinato de dos compañeros que estaban participando de las brigadas de primeros auxilios, Inti Sotelo y Bryan Pintado, nosotrxs quedamos muy afectados porque entendimos que pudimos haber sido cualquiera de nosotrxs. Las muertes de Inty y Bryan causaron mucha indignación en todo el país y la presión mediática hizo que Manuel Merino renuncie, sin embargo, nunca se hizo justicia, todo lo contrario, lo que hay es impunidad.
¿Cuál crees que es la mejor forma en nuestra sociedad puede ayudarte a ti y a las personas de Perú que están sufriendo estas injusticias sociales?
Escuchándonos. Creo que de ahí parte todo, necesitamos espacios para hablar, para contar lo que está pasando. Felizmente he encontrado y sigo encontrando espacios, he realizado eventos solidarios en espacios de arte como L’Occulta, en centros sociales okupados como Nabat 3 y La Ruina, en el local de la CNT-AIT, y en el Ateneu La Base o el Ágora Juan Andrés Benítez. Como ven todos estos espacios son alternativos y autogestionados, y eso está muy bien, pero creo que también sería importante poder tener acceso a espacios más institucionales, por eso vengo hablando con el Sindicat de la Imatge-UPIFC para una futura colaboración. Aprovecho esta pregunta para pedir ayuda, si alguien que está leyendo esto está en la posibilidad de gestionar un espacio, o de ayudar directamente con donaciones para comprar equipos de seguridad como cascos, chalecos antibalas y máscaras antigás, puede contactarse conmigo. Muchas gracias.
Solo el pueblo salva al pueblo.
Si quieres ayudar, me puedes contactar por Instagram.
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