Dice que sus cortos hablan de una época dorada de juventud llena de sueños y fantasías. En ellos los protagonistas corren sin camiseta por idílicos paisajes enarbolados en los que el ruido parece estar prohibido, por lo que la imagen y lo visual cobra una importancia capital. Hablamos con Alexan Sarikamichian, un filmmaker argentino que llenará tu pantalla de jóvenes hedonistas que viven en una realidad paralela llena de deseo, amor y fugacidad.
Productor, director, cineasta. ¿Quién es Alexan Sarikamichian?
¡Qué difícil responder esta pregunta! Soy las cosas que hago, me identifico con ellas porque tienen mucho de mí y son un reflejo de lo que me gusta. Siento que puedo ser un montón de cosas, todo es ponerle ganas y amor a lo que hago. Hoy elijo esto, pero a veces siento que todo es pasajero y que mañana podría dedicarme a otra cosa. Hago lo que me divierte ahora.
Hace un tiempo solo era productor y jamás me imaginé dirigiendo; hoy estoy aprendiendo eso. Creo que estamos en la vida para aprender y crecer, así que para responder quién soy creo que me falta tiempo, hacer muchas más cosas y conocerme mejor.
Haces cortometrajes, no hay diálogo, y los protagonistas son veinteañeros guapos que, al parecer, no tienen dinero para camisetas. ¿Qué es más determinante en tu obra, los intérpretes o la trama?
La verdad es que tengo muy poco dinero porque mis cortos son independientes, pero debo admitir que mi prioridad es el casting. El diseño de vestuario y el arte siempre son míos, pero después siempre hay alguien más que se ocupa de llevar eso a cabo. Me gusta encontrar a los personajes que me inspiran y quiero filmar y adaptarme a su ‘physique du rôle’. Para mí es importante resaltar algo de su naturaleza, que la historia se adapte a los actores. Y soy muy de improvisar; durante el rodaje tenemos mucha libertad. Lo tomo como un proceso de diversión y siempre acepto probar cosas.
La sensualidad y el cuerpo desnudo están muy presentes en todos tus proyectos. Además, lo que puede impactar un poco más es lo jovencísimos que son sus protagonistas. ¿Qué ideología hay detrás de esta naturaleza de producciones? ¿Has tenido algún percance al grabar con chicos jóvenes?
Los cortos hablan de una época dorada de la juventud llena de fantasías y sueños. Hay una vertiente lúdica en todo lo que hago que se basa en la búsqueda de la esencia desde lo inocente y lo natural. A nivel visual, creo que menos es más; no me gustan los adornos, quizás por eso prefiero despojarme. Por lo que se refiere a la edad de los actores, los castings los hago yo y los chicos siempre son mayores de edad. Cuando convoco a un actor es porque siento que puede hacerlo y que hay una confianza mutua.
Siempre dejo claro a los actores que los vídeos son suyos también y siempre me adapto a las condiciones que haya. Son parte del proceso hasta terminar la película. Me gusta que lo vivan conmigo y que se sientan cómodos (deciden hasta si les gusta el vestuario). Además, por lo general no tengo dinero para pagarles, así que hacen el trabajo por amor al proyecto porque confían en mí y en hacer un producto de calidad. Hacer cada film requiere mucho tiempo y sacrificio, por lo que es clave que lo hagan a gusto.
Pese a no haber diálogo, es evidente que hay una historia y una trama en cada escena. ¿Crees que si los personajes hablaran desviarían la atención sobre el foco que quieres poner a nivel visual?
Creo que mis películas son vídeos cortos hechos para Internet y para un público inquieto, y como hoy todo sucede tan rápido, intento adaptarme a la comunicación y a los medios. Por eso mi mensaje es transmitir una sensación, una emoción, crear una atmósfera visual y dejar que el espectador interprete un mensaje a través de una imagen que, obviamente, siento que se puede entender sin necesidad de habla. Quería lanzarme como director, y consideré que si hacía cortos e impactaba visualmente el público iba a detenerse para mirarlo. También admito que es una cuestión económica: me encantaría filmar con diálogos, pero hacer eso implica el doble de tiempo de rodaje y de post producción, y hoy por hoy no tengo ni el tiempo ni los medios para hacerlo.
La naturaleza y los colores relajados también son recurrentes. ¿Qué buscas evocar con dichas situaciones y estímulos visuales?
Me encantan los espacios naturales para filmar, pero vivo en Buenos Aires, una ciudad colapsada. Puede que inconscientemente busque filmar en esos lugares para escaparme del ruido de la urbe, pero también porque es un estímulo visual que me da paz y me genera un ‘algo’ onírico. Me encantaría rodar todo cerca del mar y del campo, creo que son mis localizaciones preferidas.
Por lo que hace los colores, están pensados desde que nace el proyecto. Los directores de fotografía me odian porque soy terrible para corregir el color; me gusta que todo se vea natural, y desde el momento en el que ruedo la toma ya intento que el resultado sea lo más cercano a cómo quedará –también porque odio la postproducción.
Aunque hay un cambio desde Senses en adelante –también con cortos que aún no han salido–: pasé a trabajar los interiores desde el lado de la fotografía y a explotar los colores y las combinaciones, lo que me ha servido para crecer y contar cosas nuevas. También soy muy fan del analógico y, si por mí fuese, filmaría con él. Pero es carísimo.
Has dicho en alguna entrevista que Black Mirror es una referencia por lo que el visual se trata, y eso se percibe por la gama cromática, los atuendos y las influencias tecnológicas de Senses, por ejemplo. No obstante, la primera vez que visualicé tu trabajo creí que se trataban de anuncios de Abercrombie & Fitch. ¿Se pueden etiquetar tus cortos como fashion films?
Sí, y es más, yo los difundo como fashion films. Creo que es porque lo estético posee mucha importancia y yo tengo mucha influencia de la moda; soy fanático de los vestuarios y todos los videos parecen publicidad de una marca o un perfume. Me divierte.
Me gusta jugar con eso, pero también darle una mirada cinematográfica –que fue lo que estudié– y lograr algo distinto. Los medios de ‘moda’ son además los que difunden mi trabajo y eso también me pone en el lugar de estar haciendo fashion films; creo que de ahí también viene la etiqueta. El fashion film es una combinación de muchos géneros, y además es muy nuevo. Me gusta decir que hago short films porque creo que son una mezcla de cine, videoclip y fashion film.
Precisamente en Senses se aborda una relación íntima a través de la experiencia de la realidad virtual y las nuevas posibilidades comunicativas y sensitivas que ofrecen u llegarán a ofrecer las nuevas tecnologías. ¿Eres pesimista sobre el futuro como los creadores de Black Mirror? ¿Crees que el avance de lo digital nos deshumaniza?
Siento que somos como conejos de laboratorio y que formamos parte de un etapa de prueba y transformación. Es una mezcla de sensaciones: la tecnología bien utilizada me parece buena. Creo que este es el principio de un cambio, aunque no lo pienso mucho porque me da un poco de vértigo.
La juventud en su apogeo, historias de amor, amistad, deseo, sexo, hedonismo e incluso algo de violencia. Se podría considerar que esta es tu zona de confort. ¿Te planteas hablar de otros temas en algún momento de tu carrera?
Sí, claro. Me gustaría contar cosas nuevas y más profundas. Me gusta reconocerme en lo que hago pero también que los demás lo hagan. Para mí era importante tener un sello de autor, una imprenta, una estética para que el espectador la reconozca y diga “eso es muy ‘Alexan’”. Para lograr eso tenía que trabajar los temas con mucha honestidad, ser muy sincero, así que contar cosas más profundas va a depender de mi crecimiento personal.
Trabajar con personas jóvenes, guapas e incluso algo hedonistas debe ser un placer. ¿Pero es posible que en algún futuro veamos a sus padres, o algún niño pequeño en tus cortos?
Esta elección que hago ahora es por el tipo de proyecto, pero cuando hacía largometrajes también realizaba los castings yo mismo, y tenía todo tipo de target y edades, cosa que para mí era súper gratificante.
Y siguiendo con la zona de confort: ¿te apetece hacer algún medio o largometraje? Has trabajado como productor ejecutivo en algunos films, pero nunca los has dirigido. ¿Hay algún motivo por el que no lo hayas hecho todavía?
Para mí dirigir fue una sorpresa; hace dos años que empecé con esto y siento que han pasado un montón de cosas buenas. ¡Por eso he seguido! Siempre pensé que me iba a dedicar a la producción ejecutiva –que me encanta y sigo haciéndolo– pero es un esfuerzo enorme y en Argentina no está muy aceptado: es como que cada rubro es muy específico, y yo soy un montón de cosas por el poco reconocimiento que uno tiene. Me encantaría en algún momento filmar mi largo, hay una idea dando vueltas hace mucho tiempo y ojalá en algún momento suceda.
¿Qué es lo que más te satisface de tu trabajo y qué hace que sigas haciéndolo?
Me da mucho placer filmar y el momento del rodaje, es como un juego. Nunca soy consciente de que es una profesión –quizás porque hasta ahora nunca he ganado dinero. Lo tomo como un hobby, yo tengo un trabajo súper rutinario administrativo, y cuando tengo un rodaje es mi momento de liberación para lo que me gusta. Últimamente me pongo más nervioso de lo común, supongo que debe ser porque en cada proyecto nuevo hay más compromiso y siento más presión. Me preocupo por todo y estoy en todos los detalles, me cuesta mucho delegar. Soy súper ansioso, y cuando siento que termino un proyecto, tengo tanta adrenalina que estoy pensando en el siguiente.
Sobre Severiano y Blackout, que se estrenan el año próximo, ¿tienes algo que contar? ¿Nos puedes hacer algún adelanto?
En Severiano co-dirijo con Fran de la Fuente y es cine, un corto de veinte minutos de duración que va a ser exclusivamente para enviar a festivales internacionales. Por primera vez no será algo para internet. Hay diálogos y es una mezcla explosiva de todo lo que vengo haciendo en una gran película. Estoy terminando de editarlo, y cuando lo veo se me hacen nudos en la garganta de la emoción. Me cuesta creer que ya es un hecho; nos ha llevado mucho esfuerzo y me dejé mis vacaciones y mis ahorros por ello, pero valió la pena. Y terminé el rodaje de Blackout hace muy poco. Es un shortfilm sensorial, súper sexual y también dramático. En él intenté trabajar el dolor y el duelo, y pienso que profundicé en los sentimientos de los personajes.
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