Mujer en cinta de correr sobre fondo negro es una pieza escénica que funciona como radiografía del ciudadano de barrio humilde. La mujer reflexiona sobre la súper producción textil, el capitalismo, el entretenimiento, la cultura, los idiomas, el mote y el sector servicios. Pero, sobre todo, es una historia de risa y pensamiento. Alessandra García ha ganado el Premio Max a Mejor Espectáculo Revelación por su montaje de la pieza. La artista, que también era finalista en las categorías de Mejor Actriz y Mejor Autoría Revelación, quiso reivindicar su familia y sus orígenes en el discurso de agradecimiento. La pieza ya se ha podido ver en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y Málaga.
Se trata de una comedia con conciencia de clase que reflexiona sobre temas como la gentrificación, el capitalismo, el entretenimiento, la cultura y el sector servicios. Con una escenografía rompedora, García parodia su vida personal y laboral y todos los espacios por los que ha pasado como el barrio, la iglesia, la televisión, la hostelería y el teatro. Reivindicando, por encima de todo, su alter ego merdellón (adjetivo malagueño que designa a una persona muy mal hablada, barriobajera y vulgar) y sus orígenes en el barrio El Bulto. Mujer en cinta de correr sobre fondo negro significa, también, un cambio de etapa como creadora. Es el barrio llevado a escena de manera conceptual, basta y monocromática.

Alessandra García se siente más cercana al arte contemporáneo que al teatro y es autora de espectáculos como Chaquetera, La lista de la compra o Ángulo muerto. Como actriz ha participado en obras como No se registran conversaciones de interés de Roger Bernat o Las palabras de la carne de José Andrés López y Virginia Rota. En la actualidad, compagina sus trabajos en el escenario con el de gestora cultural en el Contenedor Cultural, la sala de espectáculos, talleres y eventos de la Universidad de Málaga. Hoy hablamos con ella sobre la obra, el oremio, el barrio, Málaga, la cultura y su futuro.
¿Cuál es el momento en el que nace la pieza, ese instante en el que te decides a crearla y a empiezas a trabajar en ella?
Hay dos momentos clave, el primero ocurre cuando voy un día en el metro con Ramón Gázquez y María de la Mar Suárez (La Chachi), ya que estábamos trabajando con ella en su residencia en Teatros del Canal con la obra La espera; recuerdo que me preguntaron que cuándo iba a hacer algo nuevo. Y, anteriormente, Violeta Niebla, también me había animado a ello. Cuando la gente que quiero me estimula a crear me hace ver que ha llegado el momento. Al llegar a casa se lo dije a Violeta, y fue entonces cuando viví ese clásico momento de: “Yo ya te lo dije, llevo un tiempo diciéndotelo, es que no me escuchas” (risas).
¿Cuál fue la última obra que habías realizado antes de empezar con Mujer en cinta de correr sobre fondo negro?
Anteriormente habíamos creado La lista de la compra, un dispositivo para supermercado, y yo llevaba mucho tiempo sin hacer algo mío, personal, para teatro. Realmente nunca había hecho nada para una caja negra, casi todo lo anterior ha sido trabajo como actriz para otros creadores, y mis piezas no las había desarrollado en un gran escenario, si no en otros espacios donde llevo a cabo mis creaciones escénicas (Chaquetera, Pecho amperio estribillo, etc.). El cuerpo me estaba pidiendo hacer esto, era una espinita y sentía que había llegado el momento.
La obra se ha descrito como un repaso por tu vida personal y profesional y cómo tus orígenes y familia son grandes reivindicaciones que aparecen en ella. E incluso el barrio, cómo este tiene un papel esencial, y cómo reivindicas esta identidad que en ciertos círculos culturales no está tan bien considerada.
Yo no siento que la obra hable tanto de mí, creo que sería algo muy pedante plantearlo de esa forma. Más bien habla del universo, o de los universos que dan forma a mi identidad para hablar de temas globales. Que el espectador no vaya un lugar donde pueda pensar “qué pesada”, sino que pueda sentirse parte con momentos que le puedan sonar o resultar familiares. Ya me parece suficiente generosidad que durante una hora tú te amarres a una butaca para ver mi obra como para ser más egocéntrica. En Mujer... todo el rato hay una necesidad de contar un universo que es el que me corresponde, y el que creo que le corresponde a mucha gente, que sí que es cierto que es el barrio, la conciencia de clase social, el partir de mi identidad. Como el objetivo principal era poder salir de Málaga con la pieza, no era capaz de hacerlo sin contar quién soy y a qué pertenezco.
Además de lo que representa para ti esta pieza, ¿cuál era y es el objetivo de hacerla llegar al público?
Pretendo que sea una obra en la que, al igual que me gusta hacer en las performances, tenga capas que hagan que una persona que no haya ido nunca en su vida ni le guste el teatro salga de allí pensando que le ha gustado, que se sienta identificado y le haga reflexionar, desde esa primera capa más peculiar infinita de mi trabajo y de mi lenguaje. Llevar el teatro contemporáneo a todo el mundo, a que todos los públicos puedan ser capaz de disfrutar de una obra teatral, esa es la idea.
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Cuentas que la obra estaba lista para ser estrenada en 2020 pero la pandemia llegó y ante eso no hubo más remedio que aplazarla. ¿Cómo afectó esto al desarrollo de la obra? ¿Se ha generado una versión post-pandemia?
A pesar de todo el texto ha quedado intacto, aunque el espectador pueda pensar que hay cosas que se han escrito después de la pandemia, porque en la obra hablo mucho de la distancia, de las relaciones personales, de un bloque de vecinos, que es algo que, por ejemplo, ha tenido un papel protagonista durante la pandemia.
Al final la pandemia nos ha traído algo positivo porque cuando se iba a estrenar (marzo de 2020) a nivel dramatúrgico la obra necesitaba reposar, no estaba totalmente consagrada, le faltaba algo en cuanto a la estética, la iluminación… El sábado anterior al que iba a ser el día original del estreno, yo no estaba del todo segura. Todo el equipo ha sabido aprovechar ese tiempo de reflexión que era algo que la obra necesitaba, poder reposar. Lo malo que nos ha traído la pandemia ha sido el miedo que se ha creado en general por acudir al teatro de una forma más improvisada o tranquila.
¿De qué forma se manifiestan esos universos identitarios que te pertenecen y que han dado lugar a la creación de una pieza como esta?
Creo que tengo una manera singular de crear, en cuanto a que soy muy performática. Siento que cuando desarrollo una performance tengo una manera muy cruda, e intento ser muy pura, que casi solamente con un elemento pueda contarte lo que quiero. A la hora de enfrentarme a esta creación fue igual, mi manera de escribir es natural y muy cotidiana, no me considero una erudita, pero sabía que quería que la estética la quería presentar de una forma muy minimalista, muy contemporánea, así como el texto es muy cotidiano.
Para mí que la escenografía haya acabado siendo una moqueta negra y me haya servido para trabajar la verticalidad y no lo panorámico –que se trabaja ya de forma habitual en el teatro– me hace sentir que es una pieza arriesgada. Y creo que eso representa una dualidad que me caracteriza; si me conoces verás que tengo un lado muy malagueño, muy merdellón, muy nada, pero por otro lado tengo un mundo interior muy artístico, y por eso quería que esas dos partes jugasen a mi favor.
Algo muy significativo de la obra, y del imaginario que la rodea, es la palabra merdellona. Es un término que conocemos bien en Málaga y que según la RAE es “una persona vulgar y ordinaria”. ¿Qué significa realmente para ti?
Para mí es una palabra muy política, creo que abarca un estrato social que también se merece el alivio de la cultura, su abrazo, la cura que significa la cultura. Y creo que hay muchos merdellones y merdellonas que no lo tienen tan fácil para que la cultura sea su profesión, por eso a mí me gusta reivindicarla porque me parece que eso es el arte. El arte no solo debe contar la belleza del mundo, sino que también tiene que contarlo todo. Me siento muy bien apoderándome de esa palabra, cogiéndola con ganas y ensalzándola, porque es lo que he vivido y de dónde vengo, de un barrio que se considera merdellón. Me siento muy bien situándome ahí y abrazándola, y reivindicando el empoderamiento que tiene una merdellona, que es muy poderosa. Una buena merdellona es muy loba, cuida de sus cachorros, está ahí, habla de las injusticias, y aunque a veces no sea educada en la forma de hablar, eso no significa que no tenga buen corazón o que no lleve a cabo gestos buenos, hasta desde una perspectiva muy feminista, y me gusta acercarme.
Para mí es un logro personal absoluto que mi padre me diga que para la próxima función va a venir gente del barrio de El Bulto de Málaga a verme, para mucha gente va a ser la primera obra de teatro que vean en su vida. Lo más interesante de que estas personas vengan a ver la pieza es que yo he contado la obra de la manera que a mí me ha dado la gana, y tú vas a ver lo que yo he creado, pero nunca desde un punto de vista paternalista o como un proyecto en el que me tengo que adaptar a cierto tipo de público.
El teatro, dentro de todas las disciplinas artísticas, es una herramienta social, de protesta, de reflexión y de reflejo de lo que ocurre verdaderamente en la sociedad en tiempos de crisis, y, desafortunadamente, algunas generaciones vivimos en constantes tiempos de crisis, a los que nos hemos acostumbrado. Aquí te pregunto: ¿es Málaga una ciudad que quizás no esté potenciando el acceso totalmente democrático a la cultura? Sobre todo entendiéndolo en el contexto de que a Málaga actualmente se la considera una ciudad que está en crecimiento cultural disparado.
Málaga es una ciudad muy familiar, comunitaria colectiva en el sentido de que se establecen muchos vínculos, y muchas veces son esos vínculos los que se implican. La gente se mueve para ver obras de creadores de su ciudad si generalmente tiene algún tipo de vínculo emocional, pero dejando eso a un lado. Hay muchos artistas locales que tienen vínculos emocionales con mucha gente, pero la institución no apoya a esos artistas, están todo el rato haciendo oídos sordos a esta comunidad, y eso es muy peligroso porque puede terminar en que, o bien algunos artistas acaben abandonando su trabajo con hastío, yéndose de esta ciudad, o no creciendo, que para mí eso es lo más terrorífico, que yo no crezca porque mis instituciones no me estén dando la oportunidad de crecer.
En cuanto al acceso democrático, pienso que no, yo creo que si tanto a mí como a muchos otros compañeros nos dieran la oportunidad, así como los recursos económicos, espaciales, o de difusión, nosotros generaríamos muchísimo más público, pero nosotros solos no podemos. Y al final quieren que nosotros solos generemos público y carguemos con la autogestión a nuestras espaldas, quieren que generemos industria, que seamos referencia y marca de Málaga dentro y fuera.
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Y teniendo en cuenta cómo se plantea la política cultural en esta ciudad y cómo eso atraviesa a los creadores, ¿qué reacciones te has encontrado tras recibir el Premio Max al Mejor Espectáculo Revelación?
Esta obra se estrena con Dos Bengalas como productoras, recibe la ayuda de gira del INAEM, la red de teatros alternativos que nos permite girar por toda España, y también recibe el Premio Ateneo. Pero nace de la autogestión y de un estreno con un ‘a taquilla’ y un caché mediocre que da vergüenza, ¿qué ha ocurrido? Nunca es tarde para arreglar las cosas y ahora nos ofrecen, tras el Premio Max, unas condiciones que parece que ahora sí merece mi pieza cuando somos las mismas personas las que la llevamos a cabo.
Hemos vivido el premio con un chaparrón de amor, ha sido una cosa muy bonita. Siento que el premio ha sido recibido de una manera muy global, la ciudad en Málaga, el tipo de teatro que hacemos, los compañeros que tengo, incluso Andalucía lo han celebrado porque de alguna forma han sentido que era parte suya y que nos viene bien a todos. No solo hemos ganado el equipo del espectáculo, sino que ha ganado mucha gente.
Como bien dices, el premio pero el tipo de teatro que haces alude a una generación de creadores muy concreta en Málaga, donde no me da la gana, no quiero irme de Málaga. Si salgo, no será esa la razón.
Al recoger el premio mencionaste a todas las personas que han colaborado en dar forma a la pieza, ¿cómo ha sido la experiencia de formar un equipo para ejecutar un proyecto tan personal e importante para ti?
Maravilloso; partiendo de Violeta Niebla, que ha sido la que ha sustentado la confianza en el proyecto, la que me ha propuesto, y me ha pinchado para que sea yo misma, y animándome, sin ella esto no sale. Ramón Gázquez, el dramaturgo de la obra, alguien a quién admiro y que es hiper inteligente a la par que hiper humilde, es una persona que ha estado conmigo de la manita y me ha escuchado y le hemos dado muchas vueltas. Es increíble tener la suerte de poder haberme sentado con otros compañeros y que ellos me escuchen para trabajar en mi proyecto, eso es precioso, muy generoso. Ha sido una fantasía trabajar con todo este equipo porque lo han dado todo. No tengo palabras para agradecerles.
El sábado 18 de junio presentas la obra de nuevo en Málaga. ¿Cuál es la vida de la pieza, y hacia dónde quieres que vaya en el futuro?
Me parecería muy bonito que se me rompiera la cinta de tanto usarla. Me encantaría hacer tanto la función que se recuerde, que la pueda ver mucha gente de toda España, y poder enseñar esta pieza fuera de España; cuando vienen compañías de fuera te llena de alegría y de orgullo. Así que vamos a ir a muerte a llevarla a todos los sitios donde podamos.
Este proyecto es el fruto de muchos años de trabajo y de muchas piezas teatrales con las que hemos podido conocerte en Málaga, Andalucía y el resto de España. Actualmente, ¿en qué otros proyectos estás trabajando?
Tenemos pendiente Violeta Niebla y yo el estreno de La lista de la compra, que tenemos una ayuda que recibimos del Teatre Lliure y estamos muy pendiente de estrenar esa pieza a finales de este año, o principios del que viene. Es un dispositivo que amamos y que se desarrolla en centros comerciales con supermercados. Y ese es mi proyecto más ilusionante. Sigo trabajando en Los idiomas, que no sé aún bien qué es, si una conferencia escénica, una performance, o una pieza experimental audiovisual, y disfruto mucho de poder tener el tiempo para averiguar que es ese monstruo que tengo entre las manos, que ahora mismo es un potro desbocao. Pecho amperio estribillo es la performance que siento muy gratificante, muy cotidiana, y que pienso que todo el mundo debería poder encontrarse en la ventana de su casa.
Muchas veces las familias se muestran con preocupación o incertidumbre cuando los hijos deciden dedicarse a la cultura. ¿Qué le dirías a la Alessandra García que hace años decidió dedicarse a esto?
Mis padres siempre han estado muy contentos por mí porque por parte de la familia de mi madre he sido la primera en terminar estudios de bachillerato y una carrera, entonces ellos siempre han estado ilusionados. Pero tenían la sensación de que no llegaba, de no crecer y no estar en ningún sitio, como de luchar en un fango que no te reconoce. Con esto ellos se han ilusionado.
Yo, a esa niña… ¿sabes qué pasa? Que nunca he dudado. Cuando he llorado ha sido por el esfuerzo físico y el cansancio, de tener que trabajar en otras cosas además de esto, de recoger escenografía, de llevarla a otros lugares, de no ver el dinero, de trabajar para pagar una obra… El llanto está ahí, pero no está en dejarlo. Eso no se me pasa por la cabeza. Es algo natural, como el campesino que ara la tierra, con sus sequías y sus buenas cosechas, pero este es mi campo y lo voy a arar, y ya está, no hay más que hablar.
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