En pleno siglo XXI deberíamos estar curados de espanto. Sin embargo, hay ciertos temas o imágenes que siguen incomodando a día de hoy, y Donatien Alphonse François de Sade, apodado como el Divino Marqués allá por el siglo XVIII, nos lo recuerda. Con una exposición para mayores de 18 –dado su contenido explícito–, el CCCB trae, hasta el 15 de octubre, la exposición Sade, la libertad o el mal, que explora las tendencias estéticas, filosóficas y políticas del escritor libertino.
La exposición, más allá de centrarse en la figura histórica del marqués, lo hace en el impacto que sus obras tuvieron en el arte contemporáneo. Tal y como explica Jordi Costa, jefe de exposiciones del CCCB, podemos ver este impacto en el caso de Jeffrey Epstein o los discursos plagados de conspiración del Pizzagate. Además, la muestra permite al espectador leer algunas de las novelas de Sade como Justine o Juliette. ¿Veremos trazos del escritor en obras de nuestros días?

El Divino Marqués pasó más de la mitad de su vida entre barrotes. Sus excesos cargados de violencia, gusto por el dolor ajeno y sadomasoquismo le llevó a vivir entre cuatro paredes más de 30 años. Considerado como el creador del sado, su figura parece ensalzarse, como si las terribles violaciones y torturas que llevó a cabo hubiesen supuesto algún avance y establecido pilares de las actividades sexuales contemporáneas. En la exposición del CCCB, el espectador puede observar un cronograma sobre todas las atrocidades que cometió Sade: vejaciones, sodomía, raptos, maltrato. Durante su estancia en la cárcel, además, escribió una de sus obras más famosas 120 días de Sodoma, en la que expone un catálogo erótico que no queda exento de dolor.

Pero aún con todos los escándalos que hay alrededor de la figura de Sade, sigue habiendo una cuestión sobre la mesa de muchas personas: ¿era un depravado o un avanzado para su época? Una de las cartas que envió a su mujer desde la cárcel afirmaba: “Soy culpable de puro y simple libertinaje, que es algo que practican todos los hombres, más o menos según sus diversos temperamentos o inclinaciones”. Si el propio marqués se veía de ese modo, no es de extrañar que artistas como Guillaume Apollinaire, Georges Bataille o Salvador Dalí le hayan rendido honor en innumerables obras. A través de Sade, la libertad o el mal, el espectador puede observar dichas obras y cuestionarse porqué se ensalza su figura cuando debería ser un depravado más de la historia.

Lo cierto es, sin embargo, que el sadomasoquismo sigue siendo un tema que despierta curiosidad entre la población. E. L. James hizo resurgir el tema con sus libros románticos-eróticos, y aunque la historia de Christian Grey no se puede comparar con las atrocidades de Justine de Sade, sigue moviendo a millones de personas por el morbo que supone el sexo no convencional. ¿Pero hasta qué límites llega ese morbo? Si hoy en día apareciese alguien como Sade en las noticias nos escandalizaríamos, ¿por qué recordar entonces su vida y estudiar sus obras?

El recibimiento de la exposición ya es toda una sorpresa para el espectador, que con más de seis mil imágenes formadas a través de conceptos que se relacionan con Sade, Joan Fontcuberta crea un retrato del marqués mediante Googlegramas. Además de hacer un recorrido a través de la vida de Sade, también encontramos obras que, de un modo u otro han estado influenciadas por el literato: desde Dalí o Leonor Fini, la artista argentina que exploraba la sexualidad femenina; hasta obras que han sido censuradas por su aire explícito como las fotografías de Xportfolio del neoyorquino Robert Mapplethorpe.

Pero si por algo destaca la exposición es por las diferentes performances que puede disfrutar el espectador. Filosofia en la mazmorra es la performance de Quimera Rosa y Post-Op en la que recrean algunas de las prácticas sexuales que narra Sade en sus obras. Por otro lado, la exposición cuenta con la documentación de performances de Jean Benoit y Jean-Jaques Lebel; así como las fotografías de artistas como Marcelo Brodsky, Pierre Moliner o Susan Meiselas. Es importante mencionar que, en la muestra, las instalaciones de Laia Abril o Shu Lea Cheang comparten espacio con producciones nuevas de Joan Fontcuberta, Domestic Data Streamers, Angélica Liddell o incluso un fragmento de Le retour de Sade, dirigido por Guillem Sánchez García.

Pero por si no fuera suficiente todo lo que propone Sade, la libertad o el mal, el propio espectador puede llevar a cabo un cuestionario BDSM (bondage, dominación, sumisión y masoquismo) para saber los límites de su sexualidad: ¿roza los límites sádicos como los del marqués?
La exposición Sade, la libertad o el mal está disponible en el CCCB en Barcelona hasta el 15 de octubre.
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