Turín no solo es conocida por ser una de las ciudades más ricas, industriales y con mayor poder adquisitivo de Italia; por haber sido la primera capital del país tras la unificación (1861); por custodiar la supuesta Sábana Santa original; fundadora de Fiat, fabricante automotriz italiano por excelencia; o por la última edición de Eurovisión, de la que fue anfitriona. En esta ciudad polifacética, también se celebra desde 2012 uno de los festivales veraniegos de techno y música electrónica más representativos de su género: el Kappa FuturFestival. Con un horario diurno (desde el mediodía hasta la medianoche), en su novena entrega, del 1 al 3 de julio, el Kappa FuturFestival ha acogido este año a unos 85.000 asistentes provenientes de más de un centenar de países en las instalaciones habituales del Parco Dora, situado en el norte de la ciudad.
Se trata del primer parque postindustrial de Italia y en él conviven arqueología industrial, verde urbanita, arte, deporte y cultural. El símbolo del parque es, sin duda, la antigua enorme nave de fundición, el complejo siderúrgico donde Fiat producía los materiales para los componentes de sus vehículos. De las acerías originales del Parco Dora se han conservado los pilares de acero y los muros de hormigón que, junto a extensiones de césped y espacios arbolados, conforman este gran jardín de apariencia posapocalíptica que tan bien le queda al festival.
Nada más llegar, en un corto paseo desde la parada de bus hasta el hotel, veo cómo una señora por poco atropella a un grupo de festivaleros en un paso de peatones, provocando casi un siniestro en cadena con los vehículos que venían detrás. Unos instantes después, un chico sale de un coche en marcha y vomita en plena calle. A escasos metros, observo cómo unos señores testigos de Jehová montan su chiringuito de propaganda religiosa frente a un botellón, antes de percibir a lo lejos multitudes apiñadas y enardecidas en uno de los accesos al recinto bajo un sol capaz de derretir metales pesados… ¡Parece que el festival promete!
Y es que con todas las entradas vendidas para el sábado y el domingo, el Kappa FuturFestival se ha convertido en un punto de encuentro para los artistas más destacados del panorama electrónico internacional que han ido pasando por los cuatro escenarios del evento en el Parco Dora: Jäger, Futur Dora y Latz. Al programa del festival se han sumado fiestas oficiales celebradas durante el fin de semana a orillas del río Po.
El día más multitudinario ha sido, sin duda, el sábado 2 de julio, con una asistencia que ha superado las 30.000 personas. No nos perdimos los que a nuestro juicio fueron los mejores DJ sets de la jornada: Sonja Moonear y Ricardo Villalobos con sus groupies de rigor en el escenario Latz; el live de Satoshi Tomiie en el Futur Stage; o la vital Honey Dijon, que consiguió levantar más polvo frente al Dora Stage que cualquier otro DJ que pasara por allí durante los 3 días del evento.
Los enérgicos hermanos berlineses Pan-Pot fueron los encargados de la vitoreada sesión de cierre del Futur Stage. The Blessed Madonna, por su parte, consiguió un efecto similar al cerrar el Dora Stage. Más aburrida, descafeinada y poco acertada estuvo, sin embargo, la propuesta vespertina de Derrick Carter, más propia de música de ascensor que de un festival de techno.
El domingo, en la jornada de clausura, en mis idas y venidas cámara en ristre por los cuatro escenarios (Futur y Jäger, los más colosales; y Dora y Latz, los más modestos), estuve más atento a los caprichosos flujos migratorios del público arrebatado, que se movía atraído por sus platos fuertes del día, a pesar de las caras de cansancio barnizadas de sudor y satinadas de polvo, y de los cuerpos fatigados después de 3 días de farra nonstop.
Ese día por la tarde-noche dominaron, sobre todo, Fisher –que hizo con sus entregadísimos fans lo que quiso como si de marionetas electrizadas se tratara en el Jäger Stage–; el español Dennis Cruz (Dora Stage) –que reunió a los festivaleros patrios con despedida de soltero incluida–; Pawsa (Lats Stage); o las alemanas Monika Kruse y Helena Hauff –con su memorable closing set–, en los escenarios Futur y Dora, respectivamente. Menos concurrencia atrajeron, no obstante, Matthew Johnson feat Xx ISIS xX, Danny Tenaglia o Antal, cuyos sets estuvieron marcados por una seria estampida que a veces dejaba parte del espacio tristemente desangelado o con importantes ‘calvas’ en la pista de baile, que diría una buena amiga y promotora de garitos top de Madrid.
Y no solo el ambiente es festivo; la energía y la predisposición de la gente, también. La sonrisa siempre puesta y las ganas de relacionarse priman en el Kappa FuturFestival. A pesar de batir su récord de asistencia, del sofocante fuego medioambiental permanente, de la virulencia indiscriminada de los mosquitos (doy fe), de la nebulosa de polvo incesante que teñía los mocos y los gaznates de negro y el cuerpo y la ropa de una especie de talco anaranjado, lo cierto es que en el festival se podía estar (y estar incluso muy bien), ir de un escenario a otro con total fluidez pese a las aglomeraciones, bailar en el suelo y no encima de los demás, mear sin colas exasperantes, pedir una copa o recargar el crédito sin perderte medio live del artista de turno.
Benditas fueron las duchas de agua pulverizada que sirvieron de punto de revitalización refrescante para los más agotados por el calor asfixiante, el cansancio reiterado o lo que fuera. Una de las cosas que más decepcionó, en cambio, –al menos a mí– fue la ordenanza municipal que prohibía la venta de alcohol en supermercados entre el 1 y 3 de julio, los días del festival. Medida que, además de evitar botellones, obligaba a consumir en el festival (a ocho euros la cerveza) o en el minibar de la habitación (a cinco euros la unidad). Ya de camino al hotel, en el cielo se vislumbraron algunos tímidos rayos de una tormenta eléctrica semiseca para coronar un fin de semana de techno electrizante.
En Kappa FuturFestival la música electrónica también se funde con el arte, pero solo para budgets holgados que puedan costearse esta experiencia VIP que abarca cóctel y cena de bienvenida, noches de hotel en habitación premium, shuttle al recinto del festival y recorridos por lo más granado del arte local (colecciones privadas, fundaciones, galerías), entre otros privilegios. Como parte de la experiencia VIP Art & Techno, uno de los días me acoplé a un tour que nos condujo hasta la Pinacoteca Agnelli.

Además de este centro de arte imprescindible, el Edificio Lingotto –otra enorme fábrica de Fiat, en su día la mayor del mundo– alberga también la Pista 500, el histórico circuito utilizado para hacer pruebas y ensayos con los coches del fabricante hoy reconvertido en espacio de arte outdoor en el que nos dan paraguas para protegernos del sol abrasador.

A veintiocho metros del suelo, la Pista 500 sorprende, junto a sus vistas insólitas de los Alpes y la ciudad, también con un recorrido expositivo, en el que varias instalaciones artísticas, sonoras y ambientales contrastan con la arquitectura, el paisaje y los símbolos de este lugar emblemático de Turín. En este jardín de altura se conservan unas cuarenta mil plantas de más de tres cientas especies autóctonas diferentes.

La pista de ensayo, de dos con cuatro kilómetros de largo y dos curvas peraltadas en sus extremos en el que se probaron unos ochenta modelos de la marca automotriz, se ha transformado hoy en una embajada del arte, con jardín, restaurante, helipuerto y sofisticada sala de conferencias en su punto más alto.

Entre 1923 y 1982, en el Edificio Lingotto elogiado por el mismísimo Le Corbusier, las materias primas entraban por la planta baja y se iban transformando en automóviles mientras subían en espiral por el interior de los distintos niveles de la factoría. Una vez acabado, se certificaba el correcto funcionamiento del vehículo en el circuito de pruebas oval ubicado en la azotea. Tras su cierre a principios de los ochenta, Renzo Piano transformó el recinto, que desde 1989 alberga cines, centro comercial y de exposiciones, galerías de arte, tiendas y hotel.

Ya en la Pinacoteca Agnelli, Sylvie Fleury presenta su exposición en solitario Turn me on hasta el 15 de enero, 2023. Esta artista suiza, que se autodenomina feminista punk encubierta, utiliza como núcleo temático de su práctica artística –que yo definiría muy pop– formatos como vídeo, escultura, neón, pintura, sonido y performance. Sus obras pretenden suscitar una discusión sobre los estereotipos sexistas (tacones, esposas, revistas de moda o de porno) promovidos por los medios de comunicación de masas y la historia del arte. Para ello emplea fuentes preexistentes como objetos, imágenes o símbolos vinculados al ámbito de la moda, el cine y la subcultura pop.

Con el proyecto expositivo Pablo Picasso y Dora Maar (disponible hasta el 25 de septiembre), la Pinacoteca Agnelli inaugura Beyond the Collection, una iniciativa que una vez al año quiere mostrar piezas procedentes de la colección de arte Giovanni y Marella Agnelli junto a obras provenientes de otras colecciones prestigiosas. Por ello, esta exposición surge de una colaboración con la Fundación Beyeler de Basilea que ha prestado para la ocasión tres retratos de Dora Maar pintados por Picasso. Con los lienzos dialogan una serie de fotografías de Dora Maar –fotógrafa, poeta y pintora francesa, reconocida por sus collages surrealistas–, en las que aparece Picasso posando junto a El Guernica. De otras salas del espacio cuelgan varios cuadros de Matisse, Canaletto y otros artistas contemporáneos.

De aquí nos trasladamos a OGR Torino, otro antiguo espacio industrial local de finales del siglo XIX y cerrado en los noventa, reciclado en 2013 en sala de eventos, exposiciones y restaurante bar. En él visitamos una muestra colectiva dedicada al arte povera titulada NatureCultures. Ya el nombre y el estilo artístico dejan intuir el material orgánico utilizado en la concepción de las piezas de arte: leña, piedras, arroz, algodón, madera...

De colosales antiguos talleres de reparación de trenes a nuevos talleres de cultura contemporánea, innovación y aceleración empresarial con vocación internacional, OGR Torino es en la actualidad un nuevo centro cultural polivalente en el que se reencarnaron las antiguas instalaciones de reparación de locomotoras. Finalizamos este recorrido excepcional con una cata de vermús autóctonos de lujo, tentempiés gourmet y un cóctel americano de tonalidad amarilla brillante, casi tanto como la del sol que quema en Turín.
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Helena Hauff
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