Es imposible no cuestionarse cuáles serán los nuevos caminos que adoptará la fotografía en esta era digital. De esto trata la exposición Monstruos de Joan Fontcuberta –disponible hasta este domingo 23 de enero en el Museo Can Framis de Barcelona– de una reflexión sobre los claroscuros de la imagen contemporánea. Seis salas que van desde la mala conservación de fotografías antiguas hasta los deep fake y las nuevas identidades creadas mediante algoritmos e Inteligencia Artificial. Y es que aunque asociemos a Joan Fontcuberta a la fotografía, es mucho más que eso, es un pensador de la fotografía, ensayista, crítico, docente, y el único fotógrafo español galardonado con el Premio Internacional Hasselblad (2013). A lo largo de su obra y de esta muestra, expone los conflictos entre la imagen y la verdad.
Lo primero que vemos al entrar es la famosa cita atribuida a Antonio Gramsci: “El viejo mundo está muriendo. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro nacen los monstruos.” Y digo atribuida porque parece que también fue erróneo, cosa que funciona como avance de la posición que trata de tener Fontcuberta frente al público. Se sitúa como una especie de bromista que te hace caer en la trampa, pero que en el fondo no te está engañando, solo provocando.
En la primera sala, que sirve como introducción de la idea que sugiere Monstruos, encontramos Botswana Safari 2015, una obra que tiene como protagonista la fotografía viral del rey Juan Carlos I posando delante de un elefante cazado en Botsuana. A su lado, se asoma la figura del impostor El Pequeño Nicolás, a modo de provocación. La pieza es un mosaico de mármol que hace referencia al lujo y al gusto por lo kitsch, y las teselas sirven como precedente de los píxeles que encontramos en la imagen digital. Sin duda, es una crítica a la España corrupta, y una metáfora de la fotografía eterna e indestructible para que quede constancia de aquello que el poder trata de borrar.
Otro de los proyectos que llama la atención es Gastropoda, donde se exhiben toda una serie de invitaciones y carteles fotográficos que los caracoles se han ido comiendo a trozos. La idea es reflejar ese contraste entre el consumo lento de los caracoles y el fast food (y consumo rápido de la fotografía) al que estamos acostumbrados los humanos. Así, Fontcuberta cuestiona los conceptos de autoría, creación y obra y, sobre todo, la eternidad, que se ve dañada con la degradación de la imagen. Este concepto se repite en otras piezas como las de Trauma I, donde se exponen fotografías analógicas mal conservadas en las que nacen monstruosidades.
Llegados al final, nos situamos frente la serie Beautiful Agony, creada conjuntamente con Pilar Rosado. Se trata de un mosaico de rostros de personas teniendo un orgasmo. Todas las fotografías son extraídas de la web, donde las personas las cuelgan confirmando que son selfies tomadas en el momento del éxtasis sexual. A partir de esta base de datos, se exponen cuatro vídeos de deep fake con los rostros de Donald Trump, Silvio Berlusconi, Juan Carlos I y Dominique Strauss-Kahn teniendo un orgasmo en medio de un discurso político. Todos ellos tienen algo en común: son hombres con mucho poder que se han visto involucrados en casos de abuso sexual, y encubiertos por el sistema patriarcal. En este caso, se nota como han querido aplicar la tecnología de manera exagerada. No querían engañar al público, lo que buscan es mostrar de qué manera nos pueden engañar.
Llama la atención porque a pesar de ser una exposición de fotografía, te encuentras ante imágenes que no son propias del autor, son proyectos e imágenes de archivo. Y es que Joan Fontcuberta quiere expresar que la fotografía sufre el paso del tiempo y la memoria se va perdiendo, ya sea por la propia naturaleza o por la acción de los humanos. “La fotografía nos había prometido la eternidad, delante de la fugacidad del ser humano, y ni siquiera ella es para siempre”, dice el autor. Y es en este punto de inflexión en el que el viejo mundo ha dejado paso a la cultura digital, y aparecen los monstruos. Nos invita a reflexionar si estos monstruos o anomalías son garantías de progreso o, al contrario, pesadillas.
En la primera sala, que sirve como introducción de la idea que sugiere Monstruos, encontramos Botswana Safari 2015, una obra que tiene como protagonista la fotografía viral del rey Juan Carlos I posando delante de un elefante cazado en Botsuana. A su lado, se asoma la figura del impostor El Pequeño Nicolás, a modo de provocación. La pieza es un mosaico de mármol que hace referencia al lujo y al gusto por lo kitsch, y las teselas sirven como precedente de los píxeles que encontramos en la imagen digital. Sin duda, es una crítica a la España corrupta, y una metáfora de la fotografía eterna e indestructible para que quede constancia de aquello que el poder trata de borrar.
Otro de los proyectos que llama la atención es Gastropoda, donde se exhiben toda una serie de invitaciones y carteles fotográficos que los caracoles se han ido comiendo a trozos. La idea es reflejar ese contraste entre el consumo lento de los caracoles y el fast food (y consumo rápido de la fotografía) al que estamos acostumbrados los humanos. Así, Fontcuberta cuestiona los conceptos de autoría, creación y obra y, sobre todo, la eternidad, que se ve dañada con la degradación de la imagen. Este concepto se repite en otras piezas como las de Trauma I, donde se exponen fotografías analógicas mal conservadas en las que nacen monstruosidades.
Llegados al final, nos situamos frente la serie Beautiful Agony, creada conjuntamente con Pilar Rosado. Se trata de un mosaico de rostros de personas teniendo un orgasmo. Todas las fotografías son extraídas de la web, donde las personas las cuelgan confirmando que son selfies tomadas en el momento del éxtasis sexual. A partir de esta base de datos, se exponen cuatro vídeos de deep fake con los rostros de Donald Trump, Silvio Berlusconi, Juan Carlos I y Dominique Strauss-Kahn teniendo un orgasmo en medio de un discurso político. Todos ellos tienen algo en común: son hombres con mucho poder que se han visto involucrados en casos de abuso sexual, y encubiertos por el sistema patriarcal. En este caso, se nota como han querido aplicar la tecnología de manera exagerada. No querían engañar al público, lo que buscan es mostrar de qué manera nos pueden engañar.
Llama la atención porque a pesar de ser una exposición de fotografía, te encuentras ante imágenes que no son propias del autor, son proyectos e imágenes de archivo. Y es que Joan Fontcuberta quiere expresar que la fotografía sufre el paso del tiempo y la memoria se va perdiendo, ya sea por la propia naturaleza o por la acción de los humanos. “La fotografía nos había prometido la eternidad, delante de la fugacidad del ser humano, y ni siquiera ella es para siempre”, dice el autor. Y es en este punto de inflexión en el que el viejo mundo ha dejado paso a la cultura digital, y aparecen los monstruos. Nos invita a reflexionar si estos monstruos o anomalías son garantías de progreso o, al contrario, pesadillas.
Monstruos de Joan Fontcuberta se puede visitar en el Museo Can Framis hasta este domingo 23 de enero en Carrer de Roc Boronat, 116, 126, 08018 Barcelona.