Nada más adentrarse en el Raval si entras por el Paralelo. En plaça Josep Mª Folch i Torres, ahí está Gringa. La parada definitiva de Eureka, lo que era un foodtruck itinerante que ha recorrido algunos de los festivales más míticos de Barcelona. Buen ambiente, música, cocktails y comida rica, o como solemos decir, para chuparse los dedos.
Un camarero simpatiquísimo te servirá el primer margarita. Bueno, margarita, michelada, o mojito. Son algunos de los cocktails que destacan en su carta. Todos, con un toque ‘Gringa’ que los convierte en especiales. Si le preguntas a alguno de sus fundadores (Priscila, Juan y Gastón) sobre la joya de la corona de su carta, te dirán tres palabras: fried chicken bun. He de admitir que un servidor lo ha probado, y cumple expectativas. Pero las otras hamburguesas no se quedan atrás, claro. Ni sus tacos. Y para los más comprometidos, hay opciones veganas y vegetarianas.
La meta de estos tres emprendedores siempre fue llegar a tener un espacio fijo, “un espacio que reflejara todas esas cosas con las que nos identificamos y, sobre todo, que tuviera como base todas nuestras experiencias dentro de la furgo”. Y es que, a parte de sus “antecedentes históricos”, Gringa tiene otros componentes que remarcan su condición de itinerante. De California, la comida, aunque mezclada con influencias latinas llegadas de Uruguay o Colombia.
Y de la música (otra parte esencial), hip-hop, sonidos latinos, cumbia y música underground. Su itinerancia no era otra que la de ir de festival en festival, de concierto en concierto. De ahí lo que nos cuentan: “Siempre supimos que la música iba a ser la base de este sitio, sería lo que le daría el ambiente, el rollo y la base para lo que queríamos”.
En Gringa son conscientes de que Barcelona destaca por su amplia oferta gastronómica. Es por eso que sabían que necesitaban algo más, un aditivo excitante: “Lugares para comer en Barcelona hay muchos, y muy buenos, pero creemos que hace falta rock”. Así nace la simbiosis entre el foodtruck (Eureka) y OpenMusic.
Ideal para un viernes o sábado de cena, copas, o todo el completo (el Apolo está justo al lado, para rematar). O también un domingo de brunch (con resaca o no), con DJ incluido. Gringa es cita obligada y os trasladará a un oasis de mezclas musicales y gastronómicas. Ya sabéis, el número 16 de la calle de la Lleialtat, en Barcelona. Os están esperando.
La meta de estos tres emprendedores siempre fue llegar a tener un espacio fijo, “un espacio que reflejara todas esas cosas con las que nos identificamos y, sobre todo, que tuviera como base todas nuestras experiencias dentro de la furgo”. Y es que, a parte de sus “antecedentes históricos”, Gringa tiene otros componentes que remarcan su condición de itinerante. De California, la comida, aunque mezclada con influencias latinas llegadas de Uruguay o Colombia.
Y de la música (otra parte esencial), hip-hop, sonidos latinos, cumbia y música underground. Su itinerancia no era otra que la de ir de festival en festival, de concierto en concierto. De ahí lo que nos cuentan: “Siempre supimos que la música iba a ser la base de este sitio, sería lo que le daría el ambiente, el rollo y la base para lo que queríamos”.
En Gringa son conscientes de que Barcelona destaca por su amplia oferta gastronómica. Es por eso que sabían que necesitaban algo más, un aditivo excitante: “Lugares para comer en Barcelona hay muchos, y muy buenos, pero creemos que hace falta rock”. Así nace la simbiosis entre el foodtruck (Eureka) y OpenMusic.
Ideal para un viernes o sábado de cena, copas, o todo el completo (el Apolo está justo al lado, para rematar). O también un domingo de brunch (con resaca o no), con DJ incluido. Gringa es cita obligada y os trasladará a un oasis de mezclas musicales y gastronómicas. Ya sabéis, el número 16 de la calle de la Lleialtat, en Barcelona. Os están esperando.