Todos hemos visto alguna vez esos carteles negros y amarillos de Compro oro, que tanto llaman la atención y nos distraen momentáneamente. Y es que así se titula el nuevo poemario de la escritora y fotógrafa malagueña Violeta Niebla. Tras publicar en 2015 su primer libro de poemas, No serás mi baby, en el que exploraba el tema del desamor, ahora nos sorprende con Compro oro (Letraversal). Aunque el título evoca a la idea del capitalismo, el contenido revela justo todo lo contrario. El dinero se convierte en el hilo conductor con el que Violeta nos abre paso a su intimidad para hablarnos sobre la precariedad económica, la familia y el pasado.
Estudiaste Filología Inglesa, pero es en la poesía, la fotografía y el teatro donde realmente encuentras tu potencial. ¿Cómo descubriste tu pasión por estas disciplinas?
En mi tardía adolescencia cayó una cámara barata en mis manos y encontré un ejemplar de La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre, en la biblioteca de mi casa. Poco tiempo después empecé a relacionarme con otros artistas a través de una plataforma online donde todas hacíamos nuestros primeros pinitos. Y algo más tarde empecé a conocer a los poetas de mi generación en los bares de la ciudad. El teatro vino a mí y fue casi sin querer, y así hasta hoy.
Actualmente codiriges el Festival Internacional de Poesía de Málaga, además de conducir los talleres de poesía pUMA en la Universidad de Málaga. ¿Qué es para ti lo más indispensable para ser una buen poeta?
La honestidad, el arrojo, la autenticidad.
¿Qué es lo primero que enseñas a tus alumnos?
Todos empezamos imitando, el error está (según mi punto de vista) en quedarse en esa imitación. A mis alumnos intento ayudarles a encontrar su voz, y para eso hay que jugar mucho primero.
Hablemos de tu nuevo libro, Compro oro. El título es muy sugerente y evoca la idea del capitalismo. A pesar de eso, el libro es todo lo contrario. En él nos muestras tu mirada íntima y personal de la cotidianidad. ¿Por qué decides explorar el tema del dinero desde esa perspectiva más intimista?
Puede sonar limitado, pero creo que hasta ahora todo lo que he hecho lo he abordado desde esa perspectiva. La intimidad es mi zona de confort, mi material fungible. Además, el tema del dinero en la poesía, o lo haces tuyo o se te puede ir a la sección de economía de un periódico. No, si lo haces bien no, pero yo no sé hacerlo de otra manera, y a decir verdad tampoco me apetece.
En tus poemas se habla de temas como la familia, la religión, la crisis, trabajos del pasado… ¿Cómo decides sobre qué escribir?
En realidad no lo decido, empiezo a escribir y cuando pasa un tiempo veo que todo gira más o menos en torno al mismo tema. Me pasó cuando tenía veinte años, que terminó la década y me vi con un montón de poemas de desamor que se convirtieron en No serás mi baby (2015, Kriller71). Después de pasar esa etapa y encontrar la estabilidad emocional, me he visto envuelta en preguntas sobre la familia, el pasado y la precariedad económica.
¿No te sientes vulnerable destapando recuerdos tan personales?
Al contrario, me siento más fuerte al afrontarlos. Leerlos en público puede llegar a ser un ejercicio de sanación. Sí que he sentido en las pocas lecturas del libro que he hecho hasta el momento, cierto pudor y cierta fragilidad leyendo alguno de los poemas. Esos me los apunto para no leerlos en público más veces.
Varios de tus poemas, como Historia del coleccionismo o Ahora la vida es diferente, tratan sobre tu abuela o tu madre. Por lo que veo son grandes fuentes de inspiración en tu obra. ¿Qué papel han jugado ambas mujeres en tu desarrollo como poeta?
Mi abuela era una excelente contadora de historias (sobre todo de terror) y mi madre también inventaba historias que me contaba antes de dormir. Han sido mis dos grandes pilares y, como te decía antes, esto de la intimidad es mi fuente, no es que ellas fueran grandes lectoras de poesía, más bien todo lo contrario. Mi abuela se leía las primeras páginas de un libro y las del final, lo del medio nunca se lo leía, y a mí eso me fascinaba porque ella me lo contaba con esa gracia natural y se quedaba tan fresca.
Mi madre me compraba libros desde pequeña porque quería que a mí me gustaran, cosa que a ella no. Le pasó igual con los perros, le daban miedo, pero quiso que yo no heredara ese miedo. Todos estos gestos y muchos más han sido clave para mi desarrollo poético, creo que mucho mejor que si hubieran tenido la mejor biblioteca del mundo. El ser dos mujeres únicas, fuertes, diferentes, sin complejos y tenerlas como ejemplo… Escribo esto y pienso en la suerte que he tenido.
Mi madre me compraba libros desde pequeña porque quería que a mí me gustaran, cosa que a ella no. Le pasó igual con los perros, le daban miedo, pero quiso que yo no heredara ese miedo. Todos estos gestos y muchos más han sido clave para mi desarrollo poético, creo que mucho mejor que si hubieran tenido la mejor biblioteca del mundo. El ser dos mujeres únicas, fuertes, diferentes, sin complejos y tenerlas como ejemplo… Escribo esto y pienso en la suerte que he tenido.
Compro oro está dividido en cinco partes, siendo A el primer poema y Z el último. ¿Cuál es la intención de esa linealidad? ¿Se trata de un recorrido por tus memorias?
Soy un desastre estructurando y ordenando así en general. Fue un poco difícil dividir el libro y para eso pedí ayuda, hice un par de amagos y después de tres o cuatro ordenaciones acabé así. Lo de la A y la Z lo hice un poco inconscientemente cuando ya vi que estaba montando un libro nuevo y quería darle un principio y un final para quedarme tranquila, pero no los veo como poemas. Los veo como mi propio prólogo y mi propio epílogo.
La verdad es que rindo mucho más teniendo un título, un principio y un final definidos. Pero yo veo como primer poema Una conversación y el último El milagro de los peces. Y sí, es un ejercicio de pararme en algunos puntos, aunque me haya saltado muchas cosas.
La verdad es que rindo mucho más teniendo un título, un principio y un final definidos. Pero yo veo como primer poema Una conversación y el último El milagro de los peces. Y sí, es un ejercicio de pararme en algunos puntos, aunque me haya saltado muchas cosas.
En el libro hay un garabato que me ha llamado especialmente la atención. Se trata de una carta que lleva fecha del viernes 11 de agosto de 2017. Cuéntanos, ¿qué tiene de especial esa fecha? ¿Qué pasó ese día?
Realmente no tiene nada especial. Mi editor me pidió que le mandara un poema manuscrito, pero a mí me parecía muy forzado copiarlo en una hoja porque los poemas los escribo siempre en el ordenador. Entonces, se me ocurrió abrir mis cuadernos y escanear algo al azar. Salió esa página y me hizo gracia, también pienso que tiene que ver con el tema que trato en el libro. Hablo de unas primeras vacaciones, de un coche que nos hemos comprado, de un trabajo que tengo que hacer… Como que está todo ese poso ahí por casualidad.
A parte de los textos y los garabatos, en el libro no aparece ninguna fotografía. Siendo también fotógrafa, ¿cómo es que has decidido no añadir ninguna imagen?
Para mí, mis fotos y mis poemas son polos muy opuestos que no he conseguido casar. Tengo una idea para unirlos de alguna forma o al menos reconciliarlos por una vez, pero este no era el libro para hacerlo. Esa unión llegará, quizá sea lo siguiente que publique, pero tengo que buscarles casa o incluso igual me lanzo a autopublicar. Quién sabe.
Compro oro contiene muchas citas de autores reconocidos. Fiódor Dostoyevski, Virginia Woolf, Fernando Pessoa… ¿Por qué decides añadir sus textos? ¿Qué aportan a tu libro?
Todas esas autoras me han acompañado a lo largo de mi vida, en el libro anterior no añadía ni una cita, y considerando que casi toda esta gente son una especie de abuelos para mí, tenía todo el sentido meterlos. Otros no son tan mayores y viven, vamos a decir que son primas, tías o incluso mi novia. Pero todo tenía que quedar en familia.
En tu página web tienes un espacio en el que la gente puede contar sus intimidades de forma anónima. Dime, ¿qué haces luego con los secretos que te confiesan? ¿Los usas como fuente de inspiración?
Efectivamente, son material de trabajo. El año pasado llevé gran parte de esos secretos a una sala de exposiciones.Estuve tres días rayando las paredes con mis alumnos y amigos que vinieron a ayudarme para dejar la sala aparentemente vacía, de modo que entrabas y no veías nada, pero si te acercabas a la pared podías leer los secretos. Lo mágico de aquello es que a los pocos días, la gente empezó a dejar sus secretos a escondidas, y pasaron directamente a intervenir las paredes con boli, lápiz o lo que pillaran. Así que mi colección creció sin que yo lo pidiera. También me gustaría sacar un libro con todos los secretos que me han ido contando a lo largo de siete años.
Tu libro acaba con un epílogo de Jorge de Cascante en el que cuenta una anécdota muy entrañable acerca de su abuela. ¿Por qué decides terminar el libro con ese relato tan personal e íntimo? ¿Cuál es el vínculo entre tu poemario y la anécdota de Jorge?
Igual que en mi libro anterior no incluía citas ni prólogo ni epílogo, en esta ocasión me apetecía ‘vestirlo’ un poco más, arroparlo. Le mandé el libro a Jorge durante el confinamiento y le di total libertad para que escribiera el epílogo. Y al recibir su texto fue la confirmación de que tenía que ser él, alguien que captara la esencia justa del libro y lo hice por intuición, a veces es mejor así.
Y para terminar, ¿dirías que escribir el libro ha sido un ejercicio de autoconocimiento? ¿Te ha ayudado a descubrir algo nuevo sobre ti?
Me ha ayudado a ser más consciente, claro. Sobre todo me ha ayudado a dejar de esconderme, a salir sin flequillo.