Cualquiera que haya querido viajar sin que sus gastos asciendan más que el avión en el que van montados, posiblemente comparta ciertas experiencias comunes. Por ejemplo, acomodarse en un asiento de Vueling. ¿Que todas no han sido siempre buenas? Las experiencias, digo. ¿Y cuándo lo son? En el cómputo general, esos pequeños sacrificios acaban valiendo la pena, sobre todo si miras el bolsillo. Tanto que en cuanto aterrizas en casa ya estás pensando en el próximo destino. ¿Y por qué os cuento todo esto? Porque Vueling está de aniversario. Y nos hemos dado una vuelta por sus headquarters para conocer un poco mejor a la compañía en cuyos aviones nos habremos subido más veces. 
El primer vuelo de la compañía, hace apenas veinte años, salió de la capital catalana hacia Ibiza. Por entonces, Vueling contaba con tan solo un par de aviones, cinco destinos y poco más de un centenar de personas. Sin embargo, al año siguiente, ya habían transportado a más de dos millones de viajeros y se habían expandido a París e Italia. En la actualidad, Vueling cuenta con una tropa de más de cien aeronaves, un centenar de destinos y, solo el año pasado, más de treinta y seis millones de personas volaron en uno de sus aviones. En España, una de cada tres que viajan por nuestros cielos lo hace con el logo de esta compañía en sus asientos, y en ciudades como Barcelona manejan casi la mitad de todos los vuelos que parten del Prat. Poco queda de la imagen más humilde de sus primeros días.
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Después de dos décadas desde aquel despegue a Ibiza, Vueling ha decidido abrir sus puertas para que observemos, detrás de bambalinas, los entresijos de la aerolínea. Uno de sus aspectos clave, presente incluso en su concepción, fue la estrategia de apostar por la digitalización. Vueling fue una de las primeras compañías de aviación en adaptar su presencia web a los smartphones y ha continuado creciendo en la nube. El departamento tecnológico, compuesto por seiscientos informáticos, se encarga de mantener en funcionamiento la compañía e innovar en sus servicios. Perderse por ahí es difícil. La variedad de salas disponibles están nombradas con los inconfundibles nombres sacados de las series favoritas de sus trabajadores. Además, un conveniente robot móvil, prototipo de una potencial armada que inundará los aeropuertos, te podrá dar indicaciones para llegar a Mordor o a la Casa Stark si lo necesitas.
Justo debajo se encuentra la sala de control, elemento vital para cualquier aerolínea. Conformada por más de sesenta profesionales, incluyendo ingenieros y pilotos consultores, siempre esta ocupada y en movimiento. Desde las amplias pantallas que cuelgan en el centro de la sala, se puede ver todo tipo de información sobre los vuelos diarios. Si un vuelo se retrasa o se tiene que cancelar, ellos se darán cuenta antes que los propios pasajeros. Pegada a ellos, se encuentra la sala de emergencias. Esta sala de reuniones es más pequeña de los que cabría esperarse, pero está preparada para gestionar todo tipo de desastres. Casi parece una pena que nunca se haya usado más que para simulacros o impresionar a los visitantes.
La realidad actual de la compañía parece centrarse en crecer y expandirse. La celebración de sus dos décadas no ha llegado sola, en los próximos meses la compañía añadirá dos nuevos destinos a su catálogo, Estambul y Tromsø. Y aunque aún sin fechas específicas, la aerolínea está planeando modernizar los uniformes de sus auxiliares de vuelo. Además, pronto se podrá contar con un nuevo cóctel en su menú a bordo, hecho ex profeso para la compañía y tan amarillo como su logo.