Haciendo nuestro el emblemático lema de Levi’s Use Your Voice, más necesario que nunca, damos la voz a seis creativos destacados del colectivo LGBTQ+ que tienen mucho que decir. Seis voces procedentes de distintos ámbitos, entornos y realidades, que convergen en las páginas de nuestro número de verano y ahora también aquí para hablar abiertamente, compartir opiniones y experiencias y llegar a puntos de encuentro que contribuyan a hacer del mundo un lugar mejor. De la performer Samantha Hudson, quien hoy toma la palabra, a la actriz Lola Rodríguez, la impulsora de la fiesta queer Maricas, ISAbella, los cantantes Megane Mercury y Conan Osiris y el director de cine Eduardo Casanova.
Con tan solo dieciséis años, Samantha Hudson se volvió noticia, apareció en los periódicos y su nombre llegó a oídos de la Iglesia católica, quien acabó excomulgándola. ¿El motivo? Un trabajo para una asignatura del instituto, consistente en un videoclip musical, al que tituló Maricón. Desde entonces, la polifacética artista, quien se define a sí misma como “sinvergüenza nacional”, no ha dejado de expresarse libremente a través de la música, la performance y un cautivador activismo basado en el humor y la sátira. “Se pone siempre el foco en la persona que llama la atención, en vez de cuestionarnos por qué esa persona nos llama la atención”, comenta, después de haber experimentado un viaje personal con escala en la transexualidad, el género no binario y el aprendizaje continuo. “Yo comprendo que mi expresión corporal y de identidad tiran más hacia un lado femenino, pero he decidido fluir”.
Samantha, la última vez que hablamos te definías como “una chica muy normal, casi chica y casi normal”. Pero lo cierto es que eres una artista polifacética. Cantas, actúas, eres una de las mejores embajadoras de la perfomance a día de hoy, tienes un podcast, y ahora giras por España con tu nuevo show, Eutasania Deluxe. ¿Qué nos puedes contar sobre este espectáculo?
Es un poco lo que vengo haciendo estos últimos meses en la Sala Maravillas, pero elevado a la enésima potencia. Con más producción, con atrezzo, con instrumentales.. Es el mismo show, pero mejor hilado y alejado de los bajos fondos; pero sin pasarse de mainstream. La gente está loca pagando veinte euros por ver a un travesti, aunque he de decir que soy la más barata del panorama musical actual. También teníamos intención de movernos por distintos teatros de España. Creo que, en vistas a algo futuro, sería adaptarlo a otras zonas del territorio peninsular.
¿Estás trabajando en otros proyectos paralelamente? ¿Hay alguna disciplina creativa con la que te gustaría experimentar?
Lo que a mí me ha apetecido siempre es hacer dirección y guion. Entonces, si me surge la oportunidad, no descarto meterme en lo audiovisual. Pero de momento a tope con el podcast, con los shows, y a seguir haciendo música.
Me gustaría comenzar recuperando unos stories que publicaste hace unas semanas a raíz de la polémica que suscitó el look que elegiste para acudir a la alfombra roja de los Premios Feroz. En ellos, exponías tu preocupación ante el hecho de que se estuviese cuestionando si estaba bien o mal que fueses vestida de una determinada manera, ante una serie de comentarios en los que se te tachaba de querer llamar la atención. ¿Nos puedes contar que es lo que te generó tanta indignación?
Me genera indignación el que la gente ponga el foco de atención siempre en el lado equivocado. Creo que tiene que cambiar el prisma y el punto de perspectiva, porque de esta manera no vamos a ningún lado. Me parecen simplemente críticas que se quedan en nada, y no son comentarios constructivos en absoluto.
Como decías en tus redes, gran parte de la gente que te criticó vio en ti un afán protagonista que parecía incomodarles. “A mi que seas un tío simple que no llama la atención me da igual, no me importa como vista la gente”, sentenciabas, destacando que lo realmente importante era qué ocurría en el sistema para que fueses un individuo que destacase.
Las personas queer somos los márgenes del sistema, y evidentemente, cuando un cuerpo o una identidad es disidente, pone en peligro todos los valores y cánones que el sistema y la sociedad se empeñan en marcar para poder seguir reproduciendo esas dinámicas de poder. Si tú eres un cuerpo que no encaja en la norma, estás poniendo en peligro la norma. Por eso, la propia sociedad marca unas pautas e inculca unos valores a la gente, para que cada vez que vean algo que salga de lo estereotipado y habitual, se convierta en la diana de agresiones verbales, físicas e incontables comentarios desagradables. Su objetivo último es reprimir todas las identidades que intentan escapar de los márgenes y romper los moldes que nos marca el sistema.
Es como si a muchos les incomodase el que haya personas que vistan, hablen o se expresen con libertad, tal y como sienten, sin ninguna otra pretensión. Tal vez sea una forma de pagar con los demás la propia sensación de ahogo que sienten frente a un sistema que les ha oprimido y que ha podido con ellos, en cierta manera. ¿No crees?
Sí, imagino que también tiene que ver con el efecto espejo. Ver en las otras personas todas las frustraciones y cosas que no has podido lograr, y desarrollar una animadversión hacia ellos, porque ves un reflejo de todo lo que a ti te gustaría ser y no puedes. Yo creo que en parte sí que tiene que ver con la envidia y la proyección emocional, pero por otro lado todo es cuestión de convencionalismos que tenemos inculcados y arraigados desde hace mucho tiempo.
¿Nunca te ha importado lo que pensase la gente de ti? Es decir, teóricamente no debería importarnos siempre y cuando no hagamos mal a nadie, pero en la práctica parece mucho más difícil.
No, jamás me he reprimido. De hecho, me incentivaba y me animaba a seguir haciendo lo mismo. Si no me hubiesen prestado atención, si la Iglesia católica no hubiese puesto el grito en el cielo cuando lancé Maricón, y si el Frente Obrero no dedicase ni un minuto a hablar de un maricón que enseña el culo en la alfombra roja, eso se hubiese quedado ahí. Pero en cambio, si me das cañas, pues hija, yo le echo más leña al fuego.
¿Te han hecho sentir diferente a lo largo de tu vida?
Sí, desde luego. Pero precisamente eso es lo que me hace gracia, que exista una etiqueta para categorizar “lo diferente”, como si el resto de las personas estuvieran dentro de una norma. Y encajar en los cánones y en esos estereotipos es imposible, casa uno de nosotros somos de nuestra madre y de nuestro padre. Yo me niego a creer que todo el mundo sigue el mismo patrón, y que todo el mundo es exactamente igual. Se pone siempre el foco en la persona que llama la atención, en vez de cuestionarnos por qué esa persona nos llama la atención, por qué nos resulta dispar y por qué sentimos que destaca por encima del resto. Y por qué existe un resto. ¿Por qué no se está cuestionando que existe una gran parte de la sociedad que actúa de la misma manera, como si el hecho de que de repente miles de personas decidan por casualidad comportarse exactamente igual fuese algo orgánico?. Evidentemente, eso es un patrón de conducta que viene marcado por una serie de valores que nos inculca el propio sistema. Entonces, a mi lo que me da rabia no es que me critiquen, es que la gente no da pie con bola.
Es cierto que las mujeres han sido las grandes víctimas de un sistema patriarcal, dominado por el sexo masculino, el cual ha implantado su criterio y su forma de pensar históricamente. Pero dentro de los hombres, no todos gozan de los mismos privilegios. No es lo mismo ser un hombre blanco heterosexual que un hombre negro, un hombre homosexual o un hombre trans. ¿Cuáles son los peligros de categorizarlo todo con etiquetas?
¿Sabes qué pasa? Que da la sensación de que las letras de la comunidad LGBTIQ+ las hemos creado el propio colectivo, pero no es verdad. En el modelo de sociedad de una persona queer, la gente heterosexual y cis existe, porque comprendemos que forman parte del sistema y ya está. Si yo encajara en el modelo de sociedad de esas personas, no tendría que categorizarme como queer, ni como maricón, ni como travesti, ni como nada. Pero como ya de por sí se empeñan en invisibilizar y en hacer como si nuestras realidades no contaran, o incluso debatir si está bien que existamos o no, como si hubiese algo que debatir, nos vemos impulsadas a crear esas etiquetas para decir “no soy el único maricón que hay, somos unos cuantos”. Y esto significa que no es mi culpa el hecho de existir. Si hay mucha gente que existe de la misma manera, quiere decir que no es un caso aislado, y no es necesariamente mi culpa ser así.
Y dentro de estas categorías o etiquetas, ¿con cuál te sientes más cómoda?
Yo uso siempre la palabra travesti, pero porque me parece más rocambolesca, incluso más sonora. Pero últimamente creo que lo no binario es un término con el que me siento bastante cómoda, si bien de identificarme con algún género me identificaría con el masculino, porque creo que por el momento no me siento una persona transgénero. Pero tampoco me siento del todo cómoda. Yo comprendo que mi expresión corporal y de identidad tiran más hacia un lado femenino, pero he decidido fluir. Si tú me quieres llamar Julián, llámame Julián. Y si me quieres llamar Mónica, llámame Mónica.
A los 16 años, tu nombre saltó a los titulares de la prensa española después de protagonizar un impactante (y polémico) vídeo bajo el titulo de Maricón, en el que hablabas sin tapujos sobre el rechazo que habías sufrido por parte de la Iglesia católica por ser homosexual. ¿Qué pretendías con esa canción? ¿Había alguna intención concreta, o simplemente buscabas verbalizar algo que tú, al igual que muchas otras personas, habías vivido?
No, no había ninguna intención. Yo pensé en qué podía hacer divertido para la canción, y si decía que me había follado a Jesucristo, la gente se iba a mear encima. Y luego ya la gente lo categorizó de blasfemo, o de transgresor y revolucionario. Yo simplemente hago las cosas, y luego los demás le buscan el significado. Es como un cuadro abstracto. Si quieres ver que hay una bicicleta, pues la hay.
Por aquel entonces, tú aún estabas en el instituto, donde por cierto también hubo un gran revuelo a raíz del vídeo, llegando a oídos del arzobispado. ¿Sentías que habías hecho algo revolucionario?
En absoluto, no veía nada de malo en decir eso.
Estamos hablando de un chaval adolescente desconocido que lanza un single extremadamente controvertido, asumiendo las consecuencias que dicha acción podría conllevar. No de un personaje famoso o protegido, ajeno a los efectos de sus acciones. ¿Llegaste a tener miedo en algún momento de lo que este acto podría llegar a suponer?
No, creo que de valiente llego a ser estúpida. Pero también pienso que hay que ser muy estúpida para ser tan valiente, y hay que se muy valiente para ser tan estúpida.
Muchos vieron en este vídeo un acto de valentía. Una reivindicación de la identidad y una forma de vivir libre, sin depender del qué dirán o de las represalias que salirse de la norma puede conllevar. Ahora, viéndolo en perspectiva, ¿reconoces a la Samantha de 16 años?
Evidentemente hay un desfase, y siento que ha habido una evolución tremenda. Pero es lógico, todos cambiamos de los 16 a los 21, y de los 21 a los 25. Pero pienso que era muy acertada para la edad que tenía, y que sigo en la misma línea.
Parecías tener muy clara tu orientación y quién eras. No hay más que ver la letra de la canción. “Soy maricón y me hago llamar Samantha, pero no penséis que me tapo con la manta”. ¿Cómo fue el proceso hasta reconocerte tal y como eras?
Pasé por mis etapas. A los trece años me consideraba una mujer transgénero, pero porque tampoco me había planteado que pudiera existir algo que estuviera en medio. No me había planteado lo que era una identidad disidente, no sabía que podía ser un maricón pintado, por así decirlo. Y luego ya fui fluyendo. Por eso digo que no se muy bien donde encajarme. Yo estoy en el perineo del género. Es cómo, “¿quién eres, Miley Cyrus o Hannah Montana?”. Pues soy las dos.
Ahora, son muchos los que ven en ti un referente. Y yo creo que, además de expresarte de forma libre, lo que a muchos les atrapa es la capacidad que tienes de reírte de ti misma. ¿Nos tomamos la vida muy en serio?
Sí, yo creo que la gente no soporta no tener el control, y entender que la vida es absurda es ir en sintonía con su propio trascurso, porque la vida no tiene ningún sentido. Ya me dirás qué sentido tiene que plantes una semilla y salga un tallo de una planta, que absorbe los rayos del sol y se nutre. La vida es una película de ciencia ficción, y la gente se empeña en buscarle un significado pensando que las cosas son orgánicas y naturales. La vida es caos.
Antes hablabas de aquellas personas que, además de no reconocer la diversidad de identidades, fuerzan a definirse y categorizarse a todos aquellos que no entran dentro de su patrón normativo.
Así es. Las personas queer siempre tenemos que dar explicaciones, sobre por qué está bien que existamos, por qué nos gustan los chicos o no… En cambio, un hombre blanco cis hetero no tiene que dar explicaciones de nada.
Tú misma encarnas a un sinfín de personajes en tus redes sociales, jugando con los estilismos, las personalidades, e incluso con los clichés. Desde la encarnación de una mujer segura que dice “dejar huella por donde pasa”, hasta la versión española de Karen, pasando por la doble de Paris Hilton. ¿Te ha ayudado la exploración de tus distintas facetas, a través de la moda y la performance, a conocerte mejor?
Más que explorarlos, a veces veo un prototipo de mujer en una película, por ejemplo, y pienso que me encantaría ser ella. Entonces me digo a mí misma, “¿por qué no voy a poder ser ella?”. Quiero decir, me pongo un look parecido, la misma actitud, y salgo a la calle creyéndome Pamela Anderson. Y me da igual que no me parezca en nada, y que no tenga esas tetas ni ese pelo rubio hasta el culo. Si yo me lo imagino en mi cabeza, ya existe. Sin fantasía la vida es muy aburrida.
No es lo mismo expresarse con libertad en una gran ciudad que en un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce. Al menos, no tiene el mismo impacto al tratarse de un circulo mucho más pequeño al que, en ocasiones, le puede suponer un shock mucho más fuerte. ¿No crees?
Sí, de hecho yo siempre reivindico que hay que generar escena local en provincias y pequeñas localidades, y en comunidades autónomas que no sean Madrid y Barcelona. Desgraciadamente, la gente queer se ve obligada a trasladarse a las grandes urbes, ya sea para desarrollarse a nivel profesional porque no hay alternativas en el lugar donde han nacido, o bien escapando de una relación tortuosa con su familia, de un entorno hostil y completamente desfavorable. Por eso siempre apoyo que se abra un bar de travestis en el pueblo, y confío en que las nuevas generaciones se vean más capaces de crear este tipo de escenas en sitios que no sean las grandes ciudades y las capitales.
Esto va muy en línea con tu decisión de llevar Eutanasia Deluxe a distintos puntos de España.
Sí, de hecho, aunque tenga mi caché habitual, yo siempre me voy por cuatro duros a Utrera a cantar y bailar en cualquier bar. Me hace especialmente feliz que la gente queer que está en ese pueblo tenga la opción de ver a alguien que les hace ilusión. O aunque no les haga ilusión, pero que puedan ver a una travesti cantando en bragas en su bar de siempre. Eso me parece mucho más subversivo que cantar una canción en una discoteca de maricones en el centro de Madrid. Además, las anécdotas que surgen son maravillosas. Ir a un hotel de cinco estrellas y cantar como una guapa es una mierda. Yo quiero quedarme en casas de gente extraña, irme de after con desconocidos.
¿Estamos avanzando por el buen camino? ¿Cómo valoras el momento actual en términos de representación y escucha a las minorías?
Lo que pasa es que da la sensación de que hay un cupo que suplir. Y en las series, es como si dijesen “ya tengo al negro, a la chica feminista, al maricón, a la pareja de lesbianas, y ya está”. Y a esos personajes se les reduce simplemente a una identidad, a una orientación o a una etiqueta, y el personaje no sigue avanzando al margen de cuales son sus gustos sexuales o su identidad. Yo creo que no basta con que solo haya una pareja de gais en televisión, porque hay muchos más gais. Y los gais no son todos iguales. Igual que en una película no te sienta mal ver un elenco de cinco hombres protagonistas todos blancos, da la sensación de que cuando ves un elenco completamente femenino o donde hay muchos actores negros, ya es una película de negros o de chicas. Y eso es una idea errónea.
Y parece que tienen que abanderar el activismo sí o sí, como si esa fuese su razón de ser.
¿Sabes cuál es el problema? Que la gente que está en las producciones, los directores de casting, los que escriben los guiones y tienen el poder, siguen siendo los mismos de siempre. Si una lesbiana hiciera una película de lesbianas, me apuesto lo que sea a que sería una buena película de lesbianas. O si fuera una película mala de lesbianas, por lo menos tendría una visión más adecuada y consecuente. Pero si eres un tío blanco hetero y te pones a hacer una película de lesbianas, te sale La vida de Adèle, que es la peor película que ha existido jamás. ¿Cómo vas a hacer una producción sobre personas transgénero si no eres trans? Puedes intentar que sea lo más adecuada posible y contar con testimonios, pero si tú no has vivido eso, hay una desconexión tremenda.
La sexualidad también está muy presente en tu discurso. Sobre todo, orientada a las relaciones sexuales entre personas homosexuales, sobre las que reflexionas en tu canción Dulce y Bautizada. ¿Sabemos disfrutar realmente de nuestra sexualidad?
No. Creo que la sexualidad no es un ente único e inamovible. Al igual que si tú tienes un problema psicológico vas al psicólogo a que te haga una consulta específica en base a tus circunstancias, tu contexto, y tus necesidades particulares, la sexualidad es algo personal. Entonces, no podemos pretender que todas las personas sigan la misma dinámica y encajen en el mismo concepto de sexualidad. Y creo que estamos siempre muy polarizadas. O una cantidad absoluta y extrema de estigmatizar todo lo sexual, que es lo que había antes, o todo lo contrario, y ahora follar es lo mejor: apps de ligar, quedar con gente, tener múltiples encuentros sexuales, etc. Si a ti eso te funciona, y a la mayoría de gente la verdad es que no, está bien. Ser virgen hoy en día es inconcebible. Tú tienes 21 años y dices que eres virgen, y eres un bicho raro. O dices que no follas demasiado o que no disfrutas del sexo, y te preguntan que qué te pasa. ¿Qué te pasa a ti, que quedas con cinco desconocidos para que te pisen la cara?
A la vista está que no todos los miembros del colectivo LGBTIQ+ gozan de los mismos derechos, al menos por el momento. Mientras algunos ya han consolidado sus libertades, teniendo siempre presente el largo camino que queda por recorrer, otros empiezan a ser escuchados después de siglos de invisibilidad. ¿Sientes que la empatía es un valor fundamental dentro de la comunidad?
El problema es que nunca hemos tenido una forma de socializar que no dependa de nuestra sexualidad. Por ejemplo, la gente heterosexual ha tenido más espacios al margen de bares de cruising y sitios clandestinos para ligar. Si tú quieres quedar con una persona gay, para sentirte seguro, lo primero que tienes que hacer es decir “vale, es gay, le gustan los hombres”. Ya estás conociendo a esa persona, no desde una intención de que te lo quieras tirar, pero sí a través de la sexualidad. En cambio, la gente que no pertenece al colectivo se relaciona de forma distinta, tiene entornos más seguros. El problema es que los homosexuales, el 90% de la forma de relacionarse que tienen es a través del sexo y apps de ligar. Es evidente que hay unas carencias muy grandes, o por parte de figuras paternas o de un entorno que no te ha aceptado, que intentas suplir buscando cariño de la única forma que conoces, que es mostrándote sexual para que otros semejantes te identifiquen como un similar. Por eso hay que crear entornos seguros para que la gente sociabilice de una forma que no tenga por qué estar ligada al sexo.
¿Qué opinas de la mercantilización de los movimientos y las reivindicaciones sociales de colectivos como el LGBTIQ+? ¿Son perjudiciales, o ayudan de alguna manera a difundir el mensaje llegando a un público que, de no ser a través de estas grandes plataformas, no alcanzaría?
Yo creo que como empresa puedes ponerte las pilas, pero no basta con hacer unas políticas abiertas. La clase no es solo la clase económica, y eso es uno de los principales errores del Frente Obrero. La clase es todo. La clase es la categorización de raza, de género, de orientación sexual, etc. Todas esas etiquetas están precisamente para crear sujetos anómalos, y hacerles sentir culpables para que no cuestionen las dinámicas de poder. Entonces, si tú no aúnas todas esas cosas y lo enfocas de una manera transversal, no vale de nada. Si tú tienes un discurso LGBTIQ+, las empresas se van a aprovechar; pero sí tienes un discurso LGBTIQ+ de clase, ya no podrán hacerlo. A mi que Doritos saque unos doritos de arcoíris para apoyar el Orgullo, pues hija… Seguramente tengas a trabajadores en tu empresa explotados, y serán trabajadoras mujeres, LGBT, y no me sirve de nada eso. Es como lo de “queremos paridad en las empresas”. Pues si eres una empresaria hija de puta que explotas a tus empleados, me da igual que las personas a las que explotes sean mujeres y hombres por igual. Lo que quiero es que no haya explotadores.
¿Dónde está el discurso puro de una minoría? ¿A dónde podrían acudir las nuevas generaciones para informarse, buscar referentes e inspiración?
Yo creo que lo bueno que tenemos las nuevas generaciones es que contamos con las redes sociales, que son una herramienta muy valiosa para poder conectar con realidades de mucha gente. Realidades de gente que no es importante a nivel mediático. Si alguien tiene que estar expuesto en los focos, hacer entrevistas o darse a conocer a un público más mainstream, tiene que pasar por la aprobación de todas las instituciones. En cambio, si subes un post a Instagram y se hace viral, es una interacción directa con otras personas y no hay ningún intermediario. Yo creo que la gente que más tiene que decir es la gente que más silenciada está. Las personas que más tienen que quejarse y de las que más podríamos aprender. Por ejemplo, en cuestión de feminismo y de opresión de raza, deberíamos escuchar a las prostitutas inmigrantes víctimas de trata de blancas, o que vienen aquí en una situación desfavorable y se ven obligadas a recurrir a la prostitución, con las barreras lingüísticas que eso supone. Si tuvieran una plataforma para hablar, seguramente habría cambios de pensamiento y resultaría muy inspirador. Pero el caso es que, si tú estás en unas condiciones tan hostiles, o no tienes tiempo o no te apetece manifestarte. Porque además te hacen creer que no va a servir de nada. Yo creo que ese es el problema.