Paul Thomas Anderson es uno de los mejores directores de lo que llevamos de siglo. Su nueva película, Una batalla tras otra (One Battle After Another, 2025), tuvo su presentación en el Festival de Toronto, y aunque no compitió en ninguna sección, la crítica ya vaticinaba que el director californiano había vuelto para rompernos la cabeza. Tras su estreno este pasado viernes, no tenemos dudas: es una de las grandes favoritas en la carrera de los Oscars.
La carrera de Thomas Anderson despegó en los noventa con películas como Boogie Nights (Boogie Nights, 1997) o Magnolia (Magnolia, 1999), y se ha mantenido en una constante en la que nos ha brindado una obra maestra tras otra. Hablamos de películas como Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007), El hilo invisible (Phantom Thread, 2017), o la que era su película más reciente hasta la fecha, Licorice Pizza (Licorice Pizza, 2021).
Una batalla tras otra está inspirada en el fascinante libro Vineland, del escritor norteamericano Thomas Pynchon. A pesar del caos que planea durante toda la novela, Paul Thomas Anderson consigue rescatar la esencia de su contenido en un ejercicio que parecía imposible. La película es un alegato político brutal, que mantiene el pulso cinematográfico en una historia de lo más frenética, agarrándote de las solapas y no dejándote respirar en sus casi tres horas de duración. Esa tensión y éxtasis continuo son cine en estado puro. 
Dividida en tres actos claramente diferenciados, Una batalla tras otra narra la historia de una organización revolucionaria contracultural en la Norteamérica de los setenta, que tras su fracaso se ven obligados décadas más tarde a retomar las armas por algo que no desvelaremos aquí. Los paralelismos con la situación política que vive Estados Unidos en la actualidad son más que evidentes; sin embargo, el propio Anderson asegura haber tardado alrededor de veinte años en escribir el guión. Todo en esta película es una auténtica locura. Todo es excesivo e imposible. Leonardo DiCaprio nos regala una actuación tremenda, imposible no pensar en Jeff Bridges de El gran Lebowsky, Sean Penn interpreta a uno de los villanos más satíricos e icónicos que hemos visto a lo largo de estos últimos años, y el gran descubrimiento es la actriz novel Chase Infiniti; sin duda todos ellos recibirán una lluvia de nominaciones a todos los premios interpretativos posibles. Incluso Benicio del Toro, que únicamente hace de sí mismo (un tío que mola mucho), podría recibir una nominación. Y si hablamos de nominaciones, Johnny Greenwood, habitual colaborador de Anderson en el apartado musical, no puede pasarnos por alto.
El director vuelve a poner de manifiesto su indudable talento para demostrar una vez más que su cine se mantiene en una forma envidiable. Aquí también tenemos secuencias larguísimas, planos secuencia asfixiantes, diálogos hilarantes y una puesta en escena impecable. Y una persecución por carretera que son de las que hacen historia. Un auténtico milagro cinematográfico. Momentos así son los que nos devuelven la fe en el cine de nuestros días. Cine en mayúsculas como el de Paul Thomas Anderson, heredero directo del Nuevo Hollywood de los años setenta y de maestros como Martin Scorsese o Robert Altman, que consigue apropiarse de las formalidades de esa época para depurarlas a su gusto y traerlas al presente sin olvidar ese estilo más clásico. 
Una batalla tras otra es una historia sobre revolución, lucha y resistencia. Pero también es una historia de amor. Amor paterno-filial, amor hacia tus amigos y hacia tus iguales. Es una película que grita cambio, que grita unión. Paul Thomas Anderson deposita grandes esperanzas en las generaciones futuras y eso, en un momento en el que todo está quebrado y dañado, es fundamental. No hay nada más revolucionario que amar. ¡Viva la revolución!