Su magnífica trayectoria lo sitúa entre los fotógrafos documentalistas españoles con más proyección internacional. Se plantea sus trabajos a partir de lo que existe y muchas veces no vemos, o no queremos ver. Como en el caso de la literatura o la moda, sus series fotográficas están basadas en hechos reales. Para Txema Salvans, el cometido del fotógrafo es congelar el tiempo y darle la posibilidad de perdurar. Se siente cercano a la figura del antropólogo naturalista que viaja con su cámara y nos descubre realidades inquietantes, dispares y sorprendentes de nuestros semejantes. Sus imágenes nos interpelan e invitan a cuestionarnos como seres humanos. En esta entrevista descubriréis porqué.
Para ti la interacción con el objeto es muy importante, dices que es tan importante como respirar… Me parece muy definitorio.
La interacción muchas veces no viene porque yo venga a hablar contigo sino porque yo sé de donde vienes, que es de donde vengo yo también. Para el libro Nice to Meet You que hice con la editorial Actar, la gente me invitaba a compartir un día de sus vacaciones. ¡Eso sí era interactuar! Este libro acabó siendo un álbum de familia. ¿Qué tiene la gente en sus álbumes en casa? Bodas, comuniones, fiestas de cumpleaños y las vacaciones. No tenemos las enfermedades o los entierros… Es como, ¡mira mi vida qué ha sido, te enseñaré mis grandes momentos! Esto viene de que yo no tengo familia. Nunca he tenido una foto de familia en casa. Soy yo, mi madre y para de contar. Al final del proyecto, lo que quería hacer era una foto de familia. Que hiciesen de alter ego gente que había conocido en las sesiones y pedir a un fotógrafo que me hiciera una foto de familia con la gente que me había caído bien. Uno haría de mi hermano, otra de mi mujer, un perro que me gustó sería el perro de la familia y así tener una foto estándar. Era como un acto psico-mágico de Jodorowsky. Al final, no lo hice por pudor pero siguiendo todo el proceso conocí a Laura, que es con quien vivo y he tenido a mis hijos. ¡Ahora ya tengo fotos de familia!
En 2012 ganas el concurso RM Fotolibro Iberoamericano con The Waiting Game, en el que retratas a prostitutas en las carreteras del litoral Mediterráneo. ¿Cómo surgió la idea?
En realidad las ideas surgen a base conocer el territorio. Todo mi trabajo personal esta centrado en lo próximo, en lo que conozco y en mi cultura, porque es la mejor manera de no hacer anécdotas sino de hablar en profundidad de lo que sabes. Piensa que un fotógrafo, un escritor, o un músico, tienen que acotar su campo de trabajo. Así he ido explorando el litoral mediterráneo y de allí me han salido las distintas series. El trabajo de prostitución de carretera parte de conocer el problema. En todos los viajes que hice para mi trabajo anterior sobre el ocio contemporáneo, veo que existe esta circunstancia a lo largo de la costa desde Francia hasta Algeciras. Como fotógrafo es una imagen que me impacta mucho visualmente. Tardé 8 años en completar este proyecto.
¿Cuál es tu método para acercarte a las situaciones que quieres captar con la cámara?
El gran problema del fotógrafo es cómo acceder a la realidad que quiere fotografiar. Tienes que pensar en una estrategia para aproximarte a ella. Si quiero irme a hacer fotos a un campo de refugiados, necesitaré ir con Naciones Unidas o ACNUR. Si quiero ir a la guerra, tendré que ir con el ejército americano. El acceso a las prostitutas de carretera era difícil. ¿Cómo podía fotografiar a esas mujeres en ese entorno? Un día hace 8 años en casa de un amigo topógrafo, pensé que la manera de acercarme a ese mundo era disfrazarme de topógrafo. En mi primer viaje, me di cuenta de que funcionaba de forma increíble. Hay estrategias en el mundo animal para pasar desapercibido, bien porque te camuflas o porque envías un mensaje engañoso. Pude entrar en ese entorno de prostitutas, chulos, carreteras y clientes, vestido de topógrafo. Les enviaba un mensaje que interpretaban equivocadamente y me di cuenta de que funcionaba.
Hay quién puede decir que este método no es ético…
Lógicamente se planteaba un problema ético que lo entiendo como algo inherente a la condición de fotógrafo. El hecho de que yo no avise, es menos incómodo que ir a hacer fotos en una guerra, o hacer fotos de gente mayor con alzheimer que no pueden decidir por sí mismos si quieren ser la imagen de esa enfermedad. Mis imágenes sobre prostitución son imágenes que tienen una cierta belleza inherente por la luz y los colores, aunque lo que estás viendo es algo muy duro, hay una estética que hace que la persona que está viendo esa imagen no llegue a la clave del mensaje que es la tragedia de esa mujer. La distancia desde la que tiraba las fotos guarda la identidad del personaje y hace que las fotos pasaran de ser retratos a ser paisajes, cosa que me ayuda a enseñar el espacio en el que trabajan, sitios limítrofes. El hecho de utilizar una cámara de gran formato te da mucha información detallada de ese paisaje de manera que las cicatrices del mismo son las propias cicatrices del personaje. Yo no quería fotografiar prostitutas, yo quería fotografiar mujeres. Solo clickaba el obturador en el momento de la espera, que es cuando se muestra más como mujer. Cuando fotografío la espera, vacío al máximo el contenido sexual de la imagen. De ahí el título de la serie: The Waiting Game.
¿Cómo te planteaste este trabajo?
Yo aprendo caminando, necesito pisar el terreno y conocerlo bien, antes de plantearme cualquier cosa. Mis trabajos salen de fotos que he hecho sin una intencionalidad muy clara para que se conviertan en una línea fotográfica. De repente, cuando tienes tres fotos, dices: aquí hay una continuidad. Por casualidades de la vida tuve la suerte de contactar con Martin Parr, a quién le gustó mucho el trabajo y me animó a terminarlo. De hecho el prólogo del libro lo ha escrito él. A Joan Fontcuberta también le entusiasmó. Curiosamente, este ha sido un trabajo que se ha publicado muy bien en medios internacionales, pero en España ninguno ha querido publicarlo.
Como narrador de la realidad, detecto una mirada irónica…
Te diría que en el trabajo de la prostitución no está porque la he eliminado completamente. Por ejemplo, hice muchas fotos con carteles publicitarios cerca de las chicas que decían: “50% de descuento”, “Tírate a la piscina”, etc. Pero si que es verdad que mis otros trabajos están llenos de ironía. La ironía es muy pesada en el día a día para los que conviven contigo y te puedes convertir en un desgraciado, pero para escribir o para fotografiar creo que es una manera de hacer llegar mensajes que está muy bien. Es muy interesante la visión de mi hija cuando vio el libro por primera vez. En cada foto, dibujó casitas con flores, que de alguna manera humanizaban a las prostitutas. Mi reflexión es que un tema que los políticos no quieren resolver, mi hija pequeña, sin entender lo que ocurre, detecta que estas chicas necesitan una casa para protegerlas. Ellas están en la res pública, que decían los romanos, el espacio público. ¿Quién gestiona el espacio público, tú, yo? No, los políticos. Que busquen alternativas. ¡Más difícil es construir el Palau de les Arts de Valencia! (risas). ¿No pueden encontrar una solución a esto? ¡Claro que se puede!
¿Hay un posicionamiento ideológico en tu obra?
No soy tan naïf de pensar que mi trabajo cambiará o solucionará nada. Yo he generado un documento que queda. Nadie podrá decir, ¿es cierto que en el siglo XXI esto existía? Pues sí, la prueba es mi trabajo, aunque no soy de los que piensa que mi trabajo cambiará el curso de la Historia. Yo no juzgo a nadie, simplemente pongo de relieve que, por ejemplo, alguien da por bueno tomar el sol al lado de una petroquímica. Seguramente el nivel de aguante del dolor de esa persona es tan alto, que eso ya no es un problema.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Ahora estoy haciendo la segunda parte de The Waiting Game que recopilaré en un segundo libro. En el mundo moderno, al ser humano pueden ocurrirle infinidad de cosas, desde que te torturen, a que puedas ver nacer a tu hijo, ir a sesiones de quimioterapia, que te violen, que te toque la lotería, o dar un primer beso, todo esta pasando en este momento en algún lugar del mundo. Mi nuevo libro lo estoy haciendo con la misma distancia, la misma luz, la misma cámara, la misma película, el mismo proceso estético fotografiando, pero estoy mostrando a gente pescando en una actitud de espera. Pescan en entornos bastante degradados, pantanos, puertos, no es el pescador de la Cerdanya que se va con la mosca… Estoy fotografiando otro extremo, pero los extremos se tocan. Yo he fotografiado a rumanos pescando a 10 kilómetros de donde fotografiaba a las prostitutas en la carretera, y me juego la vida que son los chulos de estas chicas. Con estos dos libros, estoy hablando de la complejidad del ser humano.
¿La espera tiene que ver con aquello que no pasa?
Tiene que ver con aquello que esperas que no pase, más bien… La espera que nos acompaña siempre es la gran espera de la muerte, pero constantemente estamos esperando mientras tanto... La cotidianidad hace que nuestras vidas sean muy aburridas porque son muy previsibles, pero el ser humano, desde el momento en que se convirtió en sedentario ya busca que su vida sea previsible, porque antes no lo era. La tecnología, que es la nueva religión y lo que hace que la cultura sea lo que es y lo que nos llevará o nos destruirá, lucha contra el caos. Hacer que un segundo sea un segundo para todo el mundo, elimina toda forma de sorpresa. Si apareciera un mago y te dijera, ¿quieres que mañana te pase algo que no te puedes ni imaginar? La lotería no sé si quiero que me toque, porque no quiero que me toque la buena ni la mala. ¡Que me quede como estoy! La vida tiene muchos tiempos de espera. No provocamos que nos pasen cosas que no esperamos…
¿Con el paso del tiempo, ha variado tu capacidad de observación?
Antes era más explosivo, buscaba más la anécdota, las estridencias. Ahora mis fotos son muy calmadas. La tragedia, lo que chirría, está presente. Pide un poco más del lector. Antes mis fotos eran a bocajarro, muy encuadradas, muy encima de los personajes. Ahora, solo por el hecho de trabajar con trípode, adoptas una posición muy distinta hacia el mundo. Mucho más contemplativa, más lenta, más reflexionada. Yo necesito mucho tiempo de aburrimiento y de estar solo para desarrollar mis proyectos. Personalmente doy mucha libertad a mi intuición y a través de poner palabras a mis ideas, acabo definiendo lo que estoy haciendo.
En el fotolibro My Kingdom que preparas para la editorial inglesa Mack, nos recuerdas la desigualdad entre el poder y los ciudadanos…
Al final es un documento más para que cada cual saque sus propias conclusiones, aunque yo soy fotógrafo no para ser absolutamente neutro, por eso tengo cerebro. Y supongo que habrá influido el tener un abuelo rojo a quien le tocó hacer la Guerra Civil con 18 años, que pasó por campos de concentración y estuvo en batallones de trabajadores, y que cuando llegó al pueblo recibe una carta en la que se le comunica que tiene que hacer la mili 3 años más; son cosas que familiarmente hacen que te posiciones ante de la figura del Rey. Para míi es un anacronismo histórico tener un Rey. Cuando ves las dificultades que tendrán tus hijos…
¿Te preocupa?
De alguna manera sí, y yo estoy en una situación social intermedia, pero ahora ya está demostradísimo que no solamente con valer es suficiente. Creo que soy un buen foto-reportero, pero en España no tengo trabajo en los periódicos. A mí me han defenestrado de los periódicos. El País no quiso publicar mi trabajo sobre los españoles de vacaciones. Cuando ya estaba maquetado, el subdirector del periódico dijo que esa no era la España que querían enseñar. Me dijeron: ¡Txema, tú eres un franco tirador! A mí no me preocupa. Sigo haciendo mi camino y no tengo ningún problema. Al contrario, me reafirma que lo que estoy haciendo es interesante.
Porque molesta…
Exacto, si molesta hay algo que funciona. Es verdad que puedo permitírmelo porque la otra pata de mi actividad es el trabajo de encargo que me da mucha libertad para seguir siendo muy fiel a mi mismo.
¿Trabajas igual por encargo?
No… Todo mi trabajo personal lo hago en negativo. Quién mire qué calidad es mejor si el digital o el negativo, no ha entendido nada de fotografía. Disparar en analógico te obliga a trabajar de una manera distinta al digital. Yo vengo del analógico y esa forma de trabajar tiene unas limitaciones que hacen que mi fotografía sea como es. No te digo que no acabe trabajando en digital, que seguramente lo haga, pero será porque yo lo he decidido. En mi trabajo personal, trabajo a barbecho, como los campos que tienen que descansar. Durante el invierno no hago nada y cuando empieza el buen tiempo me activo y hago mis salidas. Mi trabajo es cansado. Busco situaciones algo cutres, que tengo que encontrar y eso requiere tiempo. Puedo salir un viernes a Algeciras y regresar a Barcelona el martes. Voy parando por toda la costa, durmiendo en la carretera, que me encanta, pero no es glamuroso… Tengo mucha disciplina de trabajo.
Hablando de glamour, ¿las editoriales de moda no te interesan?
Es que yo no sé cómo queda guapo alguien (risas). Si tengo que hacerte una foto, te haré un buen retrato con un buen encuadre, pero igual no te encuentras guapo. La sensibilidad que tiene otra gente para esto, yo no la tengo. Mis fotos no tienen glamour. Pero es cierto que nunca me han hecho un encargo que se adaptara a lo que yo hago, no ha pasado y tampoco lo he buscado. Estos reportajes que hacen del backstage podría hacerlos perfectamente. Tiene que ser alguien que sepa mucho de fotografía para que valore mi trabajo y entienda lo que puedo aportar con lo que sé hacer. De todos modos, para mí Richard Avedon es el grande, pero justamente sus fotos son espacios blancos, personajes muy neutros pero con mucha fuerza, por eso se ha copiado tanto. No está ligado a un factor de moda estético. Avedon es intemporal. Sigo el trabajo de Daniel Riera y Txema Yeste. Veo sus fotos y sé el valor que tienen y me gustan.
En la sociedad de la imagen cualquiera con su móvil se convierte en fotógrafo de pro y tiene una cuenta en Instagram. ¿Cómo lo valoras?
Es muy curioso porque yo puedo ver una foto puntual de alguien que no es fotógrafo y puede que sea una foto interesante, pero no será más de una. La diferencia entre un fotógrafo y alguien que hace fotos es que el fotógrafo tiene una trayectoria. ¡Hay mucha gente que hace fotos pero no hay nada! Está bien que la fotografía sea una herramienta de uso popular, no tengo ningún complejo sobre esto, pero sí que es cierto que a nivel de trabajo oyes cada cosa… Hay una falta de cultura fotográfica importante. En cambio, la gente que hace vídeo se está ganando mejor la vida que la gente que hace fotografía. Para hacer un vídeo, cualquier empresario entiende que tiene que encargárselo a alguien que sepa. Unas fotos, las puede hacer su hijo… Que la gente haga fotos me parece muy bien, pero tiene que haber más cultura para entender que por ello no son fotógrafos del mismo modo que escribir sin hacer faltas de ortografía no te convierte en escritor.
¿Tienes cuenta en Instagram?
¡No! (risas). Soy de la época de la Amstrad y nunca jugué con vídeojuegos… Fíjate en mi móvil. Tengo las apps de TV3, El País, la radio, Facebook y ya está. Lo otro, no me interesa.
En tus trabajos te acercas a lo que puede entenderse como fealdad, pero siempre de una forma muy estética. ¿Es así?
La belleza puede estar en la guerra, en la morgue, en una nave industrial, y lo antagónico a la belleza puede estar en un ramo de flores que alguien ha atado a un poste porque ha muerto su hijo en la carretera. Es algo inherente a la fotografía. Trabajamos en espacios que pueden parecer muy duros pero la parte formal es bella. Seguramente hay un área del cerebro dedicada a la estética que detecta la belleza. Cuando encuadras decides no solamente lo que entra, sino lo que no dejas ver. Yo busco espacios degradados para generar un contraste.
¿Hay conceptos que se repitan en tu obra?
El concepto de fragilidad, sin duda. Algo frágil tiene una belleza inherente. Un tanque no dirías que es frágil. Una piedra no dirías que es frágil. El ser humano está lleno de belleza y somos muy frágiles. También hay otro concepto que me acompaña que es el de la resiliencia, que es la capacidad de transformación que tiene un objeto frente a un impacto. El vidrio es muy poco resiliente, lo impactas y se rompe. El plomo es muy resiliente. Impactas, mantiene su estructura pero tiene una pequeña deformación. Esto lo podemos aplicar a las personas. Hay gente que ante un impacto emocional no lo supera en toda su vida, y hay gente que los asume y sigue hacia delante. La capacidad de resiliencia que tiene el ser humano es brutal.
¿Se trata de sobrevivir?
Somos animales, y nuestra lucha es contra el tiempo, queremos perdurar constantemente. Es una lucha que la gente desconoce pero es así. Nuestra lucha constante es ganar al tiempo. Perdurar, perdurar y perdurar…
¿No eres nostálgico?
No lo soy porque no tengo memoria… (risas). No me lo puedo permitir. Soy muy práctico en este sentido, soy profundamente práctico.
Decías que tu próximo fotolibro lo editan fuera de España y que aquí te consideran un francotirador que puede incomodar. ¿Qué momento vive la fotografía en España?
La fotografía siempre pasa por sus creadores. Los fotógrafos que no estamos pendientes del reconocimiento aquí, estamos muy bien valorados fuera hasta el punto que muchos fotolibros tienen muy buena acogida en el resto de Europa, seguramente porque veníamos de no hacer nada. Hay una sorpresa general hacia los fotógrafos españoles, pero es un camino que pasa por las individualidades. El concepto de fotolibro y del fotógrafo que va más allá de la propia foto y quiere darle mayor salida, ha encontrado un espacio propicio. La gente está sensible, y cuando está sensible se manifiesta y siente el dolor. Si todo está bien te acomodas. Creo que en España la fotografía está pasando por un muy buen momento para la gente que se dedica a ello, no por las posibilidades que nos da El País, La Vanguardia u otros periódicos y revistas.
¿Desde un punto de vista creativo, te parece estimulante la situación política y social?
Sí, claro. Hace que tomes mucha más conciencia de la fragilidad, que es un concepto que me interesa mucho. La idea de la fragilidad del ser humano, de su complejidad. En la situación actual, todos somos más críticos. Mis imágenes reciben otra respuesta por parte del espectador. Lo que antes podía entenderse como una broma, ahora es trágico de alguna manera.
¿Qué opinas de que algunos artistas se nieguen a recoger los premios que les otorga el Ministerio de Cultura?
¡Y además son gente que seguramente ese dinero les iría muy bien! Yo entiendo muy bien la decisión de Colita… Tener que hacerte la foto al lado de un personaje como Wert es muy duro, ¿no? Y ya veníamos de otra gente que ha rechazado el premio. Si lo aceptas es por el dinero, pero es una pena que a cierta edad, después de toda una carrera tengas que aceptar un premio por el dinero que te puede pagar un año de alquiler. Por mi parte, excepto la beca misérrima que recibí para irme a estudiar a NYC no he recibido nunca ningún apoyo, ni lo quiero, porque para mí es lo normal. ¡Un francés fliparía! Allí tienen un sueldo como artistas y reciben muchas ayudas que aquí no existen. Por lo tanto no lo hecho en falta. Del mismo modo que no pienso en ceder mi obra a la Generalitat llegado el caso.
En este sentido sí hay una crítica a hacer. Estás en un momento de tu carrera en que ya se podría haber organizado una exposición retrospectiva de tu obra y no se ha hecho. ¿Por qué no pasa?
El trabajo de la prostitución en España funcionará muy bien cuando yo tenga 70 años y puedan decir que fueron los otros. ¿Entiendes?
Como ha sido el caso de Joan Colom en el MNAC…
Exacto. Eso pasaba en época de Franco… Podríamos haber hecho una exposición conjuntamente, que hubiera sido muy interesante. Dos maneras visualmente muy distintas de ver la prostitución, la mía contemporánea de mi época y la suya contemporánea de la suya. Dos estrategias iguales; él las hacía escondido, y yo las hacia escondiéndome de otra manera, una realidad que ambos fisgoneamos como algo frecuente, pero mi trabajo refleja el presente… ¿Cómo justificas las putas de la C31? La fotografía es un documento muy potente porque es una imagen visual.
Sí, pero los espacios dedicados a la fotografía no están en el centro neurálgico de la actividad cultural…
Si al alcalde le gustara la fotografía, tendríamos un centro de referencia. A veces, la cosas, suceden así. Si hay un alcalde al que le gustan los perros, en estos cuatro años se han hecho muchos pipicans. Yo en esto soy muy pragmático. Voy haciendo mi camino… Intento controlar mi ego fotográfico. La fotografía es un crepúsculo, mucho más que los cómics. Soy plenamente consciente de que es un microcosmos. Esto me ayuda a trabajar con mucha tranquilidad. Mi angustia es conmigo mismo, y la tengo, mi mujer te lo podría decir… Soy una persona que tengo mal humor en general con el mundo…
¿El poder no te ha venido a buscar para que lo retrates?
He hecho campañas para políticos, pero cuando me lo pidieron para el PP dije que no. En los trabajos de publicidad no soy tan exigente. No soy naïf, ni me lo puedo permitir. Soy consciente de todas mis contradicciones, de mi fragilidad, y si quiero seguir haciendo mis trabajos y quiero seguir alimentando a mi familia, hay un rasero por el que tengo que pasar. Tengo hipoteca, etc. Y en cambio, votaré a Podemos.
No parece que haya períodos de inactividad en tu recorrido…
En fotografía, como en cualquier disciplina artística, esto es lo más difícil. Mantener el interés. Si sabes hacer fotos y te sigue apeteciendo, seguirás haciendo buenas fotos. Pero hay gente que sabe hacer fotos pero ha perdido las ganas. Se lo pregunté a Joan Colom y a García-Alix y los dos coinciden en que se arrepienten de no haber hecho más fotos en otros momentos de su vida. En su época, Joan Colom, era un marciano… ¡Aún gracias que hizo fotos! Fueron precursores. Yo eso lo tengo muy presente y cuando estoy cansado, pienso, ya llegará el momento en que no podré hacer fotos.¡Es un trabajo muy físico!
¿Cómo es tu relación con tu equipo de cámaras y tu obra?
Me da lo mismo. Hay muchos fotógrafos que son muy fetichistas de sus cámaras, yo no. Cero. Incluso regalo material. Y con mi trabajo, intento tener los negativos ordenados y tengo mucho respeto por mi trabajo porque sé el esfuerzo que hay detrás, en inversión de tiempo y de más cosas. Creo que para que te respeten, te tienes que hacer respetar.
Hay un elemento común en tu obra y es que el ser humano siempre está muy presente.
En la serie de las chicas, hay fotos en las que solo aparece la silla, pero para mí la presencia humana es lo que da dimensión trágica al tema. Podría haber fotografiado espacios y seguiría funcionando, quizás serían más poéticas, pero para mí que esté la mujer es definitivo. Aunque, sí, mi foco de interés es el ser humano. Me siento muy antropólogo. Como un naturalista acompañando a Darwin dibujado lo que iba encontrando a su camino.
¿Ser padre te hecho cambiar la percepción del mundo?
Ser padre te convierte en una persona más frágil todavía. Antes, yo podía asumir la muerte y la enfermedad de cualquiera, incluida la mía, pero la de un hijo ya no. A mí no me ha cambiado la vida, ya que no he salido nunca de noche. Siendo más frágil, eres más capaz de ver cosas y empatizar con la gente.
¿Qué relación tienes con tus hijos?
¡Yo me lo paso bomba! Es la felicidad absoluta en determinados momentos. Me lo paso muy bien y además les doy bastante caña intelectual. Le hablo de física, de biología, de la evolución, de Darwin, de los átomos, las moléculas, eso es constante. Siempre he defendido que si un niño puede entender que un edificio está hecho de una unidad que se llama tocho, puede entender que todo lo que nos rodea está hecho de una unidad que se llama átomo. Ellos ya identifican mis fotos. Por eso la fotografía es un lenguaje, sino lo fuera, no detectarían la foto de su padre en un periódico.
¿Después de tantos años detrás de la cámara, cuál es tu opinión sobre el género humano?
La complejidad del ser, y cuántas personas somos. Eso es clarísimo. Un hombre, puede trabajar en la fábrica, pero llega a casa y es marido y también es padre, vuelve a la fábrica y es un currante, después se va al café y es el más divertido del grupo, y después puede coger el coche y parar en un margen de la carretera a tener sexo con una prostituta. Personalmente, la idea de la soledad nunca me ha molestado, es algo que tengo absolutamente asumido. Puedo estar rodeado de gente y sentirme solo. Ejerzo mi libertad como individuo, obviamente intento no hacer daño a mi entorno, pero soy muy consciente de eso y además, difícilmente alguien me sorprenderá. Lo peor puede pasar. La gente tenemos muchas capas y como más compleja sea la persona, más capas tiene.
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