La primera película en inglés del director manchego llega a los cines tras recoger el León de Oro en Venecia y su homenaje en San Sebastián. El cine de Pedro Almodóvar sigue evocando singularidad y estilo único, acudiendo película tras película a una meticulosa transformación crepuscular que abraza el esplendor del minimalismo. The Room Next Door retrata una soledad propia de un cuadro de Edward Hopper, un viaje hacia la muerte, hacia el vacío de una despedida anunciada.
El texto de la novela Cuál es tu tormento, de la escritora neoyorquina Sigrid Nunez , abre una puerta hacia el universo de La habitación de al lado. Una puerta roja que solo puede ser cerrada por el personaje de Tilda Swinton (Martha), una exreportera de guerra que libra su propia batalla contra el cáncer terminal, persiguiendo el deseo de morir sin sufrimiento. Una mujer que, a su vez, exime el deseo de morir acompañada en el periplo final de su vida, en este caso por el personaje de Julianne Moore (Ingrid), una escritora que acaba de publicar un libro sobre su miedo a la muerte. La comunión de dos actrices, de las que Pedro aseguraba tras recibir el Leon de Oro en Venecia convocar una especie de milagro a través de la pantalla.
El largometraje disecciona el valor de la empatía, la necesidad de ampararnos los unos con los otros. La eutanasia es un acto deliberado que se enfrenta a todas las religiones en el momento en que el individuo, que es el único y autentico dueño de su vida, debe seguir siendo dueño de su muerte. Paradójicamente, en ese sentido, la muerte puede ser entendida como un regio ejercicio de vitalidad.
El encuentro de Martha e Ingrid sirve para rehilar el pasado de la una con la otra. El personaje de Tilda Swinton nos narra su difícil relación con una hija que, a pesar de parecerse mucho a ella, siente como una extraña. Almodóvar retrata Nueva York con el cariño y la sutileza con los que sus personajes han poblado Madrid y Barcelona. Copos de nieve rosas caen sobre la ciudad a causa del cambio climático con la misma ligereza que la muerte. Acudimos por momentos a una especie de depuración de las formas. Siempre juntas, fusionadas en una sola presencia en planos que, a veces, parecen impregnados de la influencia espectral propia de la fotografía de las películas de Bergman.
La música de Alberto Iglesias enmarca una historia donde la compasión traza un viaje por la levedad del fin del ser, del transcurrir de una suave agonía. Almodóvar apiada una obra sobre la compasión que cabalga entre la murmuración de los vivos y el silencio de los muertos de una forma conciliadora. Defendiendo un tipo de relatos que nos son familiares, los de mujeres que sufren y se acompañan entre ellas.