Estamos acostumbrados a que el cine de terror nos envuelva en un clima de tensión e intriga, ocultándonos aquellos entes que nos inquietan y nos amenazan. La australiana Kitty Green sabe que el temor reside en lo desconocido y demuestra un dominio excelente de este recurso en su elogiada película, The Assistant (2019). El largometraje se estrena este viernes 26 de febrero en Filmin como la primera ficción que trata el germen del movimiento #Metoo bajo la sombra del (ya no) poderoso Harvey Weinstein.
En octubre de 2017, The New York Times destapaba detalladamente los abusos sistemáticos por parte del ex productor Harvey Weinstein durante casi 30 años. Fueron más de ochenta mujeres las que acusaron al popular magnate del cine de abusos y agresiones, impulsando así el decisivo e importante movimiento global #Metoo (creado en 2006 por Tarana Burke) al que se unieron millones de mujeres, alzando su voz tantas veces silenciada. A través de los medios de comunicación, y sobre todo las redes sociales, testimoniaron sus horribles experiencias demostrando que el asunto Weinstein lejos de ser un caso aislado es un tipo violencia estructural arraigada a nuestra cultura patriarcal que necesita ser erradicada de inmediato.
A finales de febrero de 2020, Weinstein fue declarado culpable por dos de los cinco casos en los que fue acusado. La sentencia, 23 años de cárcel. Si bien el veredicto no fue tan justo como se esperaba, declarar culpable a un hombre tan poderoso como él fue un antes y un después en la industria del cine. Este caso no podía caer en el olvido, al igual que otras muchas injusticias provocadas por el abuso de poder. Por eso son tan necesarios los espacios que, ficcionados o no, nos enfaden, nos incomoden y nos despierten ese ímpetu crítico para que nada ni nadie quede impune de juicio.
Un maravilloso y ajustado ejemplo de ello es The Assistant (2019), un largometraje que ficciona el entorno profesional del ex productor con una arrolladora Julia Garner –Jane en la ficción– en primera línea de combate. Green, mediante una técnica narrativa poco usual, nos introduce en un día de trabajo a través de los ojos de Jane, su asistente. Solo sabemos lo que ella sabe, solo vemos lo que ella ve. La potencia narrativa reside justamente en estas elipses, aparentemente casuales, que se despliegan durante las doce horas de la vida laboral de Jane. El espectador y la asistente están en la misma posición de conocimiento, y a medida que avanza el filme van revelándose sutiles hechos que destapan la complicidad corporativa arraigada en la productora neoyorquina: cómo todo el mundo es conocedor de ello, pero nadie habla.
La perspicaz directora juega con una perspectiva voyeur dosificando el morbo a cuentagotas. Ante la pantalla, el espectador se encuentra en una encrucijada: querer ahondar en los detalles aún sabiendo lo que se esconde detrás. No es necesario nombrar ni mostrar la cara del magnate, la cruda y potente narrativa de la historia, junto con la franca y expresiva actuación de Garner, es suficiente para enganchar al espectador y hacer que se plantee el dilema de callar como todos los demás o jugarse su puesto de trabajo para denunciar algo que comporte alguna consecuencia para el poderoso monstruo.
A finales de febrero de 2020, Weinstein fue declarado culpable por dos de los cinco casos en los que fue acusado. La sentencia, 23 años de cárcel. Si bien el veredicto no fue tan justo como se esperaba, declarar culpable a un hombre tan poderoso como él fue un antes y un después en la industria del cine. Este caso no podía caer en el olvido, al igual que otras muchas injusticias provocadas por el abuso de poder. Por eso son tan necesarios los espacios que, ficcionados o no, nos enfaden, nos incomoden y nos despierten ese ímpetu crítico para que nada ni nadie quede impune de juicio.
Un maravilloso y ajustado ejemplo de ello es The Assistant (2019), un largometraje que ficciona el entorno profesional del ex productor con una arrolladora Julia Garner –Jane en la ficción– en primera línea de combate. Green, mediante una técnica narrativa poco usual, nos introduce en un día de trabajo a través de los ojos de Jane, su asistente. Solo sabemos lo que ella sabe, solo vemos lo que ella ve. La potencia narrativa reside justamente en estas elipses, aparentemente casuales, que se despliegan durante las doce horas de la vida laboral de Jane. El espectador y la asistente están en la misma posición de conocimiento, y a medida que avanza el filme van revelándose sutiles hechos que destapan la complicidad corporativa arraigada en la productora neoyorquina: cómo todo el mundo es conocedor de ello, pero nadie habla.
La perspicaz directora juega con una perspectiva voyeur dosificando el morbo a cuentagotas. Ante la pantalla, el espectador se encuentra en una encrucijada: querer ahondar en los detalles aún sabiendo lo que se esconde detrás. No es necesario nombrar ni mostrar la cara del magnate, la cruda y potente narrativa de la historia, junto con la franca y expresiva actuación de Garner, es suficiente para enganchar al espectador y hacer que se plantee el dilema de callar como todos los demás o jugarse su puesto de trabajo para denunciar algo que comporte alguna consecuencia para el poderoso monstruo.